Decía Eduardo Galeano que «mucha gente pequeña, en lugares pequeños, haciendo cosas pequeñas, puede cambiar el mundo».
Es bueno que nos planteemos algunas pautas concretas cuya aplicación exige esfuerzo y constancia, pero que, si pueden llevarse a la práctica, significarían una esperanzadora vía para vivir en medio del mundo construyendo esa Historia que se nos ha confiado.
Vamos a seguir husmeando en el libro, recordando que M95 no se expresa bien en castellano, y a pesar de todo sigue con su investigación.
«Juan me seguía informando:
—…nosotros nos conformamos con saber apreciar el valor de lo pequeño, lo cotidiano intentamos que se transforme en trascendencia.
—¿A qué te refieres con eso?
Mature hispanic woman consoling her daughter
—Pues mira, el preocuparse por echar una sonrisa al que se acerca a ti, aunque te duela el estómago. El dejar allí una puerta abierta que facilite la entrada a otros. Acudir a escuchar e interesarte por aquél que sabes lo necesita. Estar atento para ayudar allí donde haces falta. El estar siempre disponible para comprender, disculpar, perdonar, olvidar… incluso para pedir perdón, ayuda, consejo… Sobre todo, sabiendo dar gratis tu tiempo. Hoy por ti, mañana por mí, porque todos necesitamos de todos.
—Esto no veo yo tan fácil como me dices.
—Supongo que no lo es, porque no estamos educados para ello, pero si los adultos, al menos en teoría, no estamos convencidos de ello, no podremos ayudar a las nuevas generaciones para que les vaya saliendo con más facilidad que a nosotros, puesto que son más moldeable y no tienen nuestros malos hábitos y prejuicios. Todo esto deja de ser difícil cuando se descubre y se trata de vivir. Es el secreto de la gente que opta por ir construyendo una sociedad feliz, a pequeños pasos, pero con constancia; que se empeña por construir una historia cotidiana llena de gestos de auténtico amor fraterno.
—Esto es muy nuevo para mí.
—No me extraña que te resulte tan novedoso, pues hemos enterrado muchos de los valores humanos más elementales, como cuando no damos importancia al valor de los más pequeños sentimientos.
—¿Qué quieres decir?
—Vamos a ver… ¿Te parece insignificante el gesto de cariño de un niño por cualquier chuchería que le den, o la alegría de una madre por una carantoña de su hijito, la ternura del que sabe amar gratuitamente…?
—¿Qué es cara… cara… qué?
—Perdona. Carantoña, quiere decir por algo que no tiene valor material, pero es un gesto de cariño.
—¡Ah! Perdona que interrumpí.
—No te preocupes. Te repito que la culpa es mía, que me entusiasmo hablando y no me doy cuenta de la dificultad que puedes tener para entenderme.
» Son muchas las cosas nuevas que una forastera puede encontrar en nuestro vivir. No porque sean raras sino porque vamos siendo capaces de comprometernos en serio, como te decía, con un construir la Historia desarrollando lo mejor de la humanidad y esto cada vez está resultando más ajeno a la cultura relativista que nos invade. Ayudar a la gente a ser feliz compromete a ir colocándola en su auténtico sitio, sabiéndose aceptada y valorada tal como son. Todo esto, aunque es más humano que su contrario, parece que cuesta mucho descubrirlo, por eso, los que hemos tenido la gracia de darnos cuenta de su valor, tenemos la responsabilidad de comunicarlo a todo el que lo quiera escuchar. Esto es lo que descubrió Andrés y lo que le hizo tomar ese camino. Su proyecto de vida cambió desde aquel encuentro y aunque a veces parece que externamente todo sigue igual, sus motivaciones son otras.
» Pero te aseguro que no eres tú sola la que no entiende o no aprecia el valor de lo gratuito. Estos pequeños detalles son los que van alimentando y desarrollando la alegría profunda del corazón, y cuando se es feliz por dentro salen inconscientemente, colaborando a expandir ondas positivas que van invadiendo el ambiente a nuestro alrededor. Estos gestos son pequeños signos de felicidad y van destruyendo lo negativo que frena el caminar de la historia.
Tenemos que decidir ahora si seguimos el camino del resto de la sociedad… o el nuestro aunque nos tomen por “locos”, “utópicos” o “exagerados” aun por parte de nuestros propios hermanos de fe.