Los jóvenes

Este colectivo humano ha reconocido que la educación es la herramienta más poderosa para transformar la sociedad.

Por eso, han tomado la decisión de prolongar su formación atendiéndolos en el centro social del barrio, fuera de sus horas del ámbito obligatorio de la educación formal.

Hoy te voy a contar a lo que se dedica esta gente en sus tiempos libres.

Si te acercas por el club cualquier tarde, puedes disfrutar de la vitalidad del ambiente que en él se respira. La mayoría de las actividades están llevadas por adultos que gratuitamente ofrecen su tiempo libre para ir construyendo esta nueva sociedad. Niños, jóvenes y adultos, acuden al terminar sus ocupaciones cotidianas a este centro. Tertulias, juegos, audiciones musicales, talleres de tea­tro, artesanía, primeros auxilios clínicos, aprendizaje de idiomas, informática, gimnasia, bailes regionales… toda actividad cultural es válida para completar los intereses de chicos y mayores. Los mo­nitores se ofrecen voluntarios para atender la demanda según sus conocimientos, y así, poco a poco, la gente se encuentra satisfecha ocupando sus horas de ocio en actividades que les interesa y a la vez amplían su formación.

Veamos una conversación de M95 con Andrés en la que le cuenta los objetivos de esas tareas del tiempo libre.

 —Y ¿cómo ayudáis vosotros esto?

—Pues verás. Nos preocupamos de buscar la manera de acompañar a los jóvenes a que descubran y valoren sus propias capacidades y se vuelquen en la conquista del desarrollo perso­nal, que aprendan a tomar sus propias decisiones de una manera digna y responsable. Sólo así se librarán de las manipulaciones y engaños de la sociedad consumista que despersonaliza y crea necesidades, haciéndolos ambiciosos, rivales e insolidarios, como frutos de este mundo competitivo.

¿Tú crees que vuestra sociedad es así?

—No me gusta generalizar, pues hay que reconocer que esta­mos en una era de todos los signos y colores.

Perdona, creo que no entiendo.

—¡Ah claro! Perdóname tú. Quiero decir, que puedes encon­trar toda clase de propuestas. Pero la que puede resultar más lla­mativa, y yo diría peligrosa, es la de un sector muy influyente que está muy interesado por apoyar la despersonalización y la instrumentalización del individuo y así no sólo nos cargamos a la persona, sino que podemos ir acelerando el final de la destruc­ción de la sociedad que pretendemos salvar. Me temo que puede ser una confabulación de los poderosos para mantener a raya a los de abajo, cosa que no es nada positiva.

¿Y dónde están los positivos?

—Pues también los hay. Gracias a Dios, existe otro sector, que empieza a ser influyente y a hacerse oír, en el que sus intere­ses son los de ayudar a crear otra alternativa social, donde toda persona pueda disfrutar de un lugar digno donde se pueda convi­vir en libertad y en justicia, un colectivo de personas que puedan crecer en una convivencia solidaria.

Yo veo. ¿Y dónde está lo más peligroso?

—A mí me parece que, se ha de empezar por intentar eliminar cuanto antes el poco interés por desarrollar el nivel cultural de la persona en todas sus dimensiones, atendiendo a la integridad humana de cada individuo.

Ya entiendo

—Una ciudadanía ignorante es fácil de manipular, deslumbrar y engañar.

¿En este país así pasa?

—Bueno, no todas las personas que están en la cumbre del poder son honestas. Por esto, cuando alguien va con buenas in­tenciones, siempre tiene que ir prevenido, pues puede encontrar­se frente a otro que no actúe con tan buenas pretensiones y trate de engañarle aprovechándose de su integridad de corazón.

Ya comprendo.

—Tenemos que enseñar a nuestros jóvenes a ir con cautela ante lo desconocido, pues siempre puede haber el peligro de fiar­se más de la cuenta y ser víctima de esos avispados. Por eso hay que tratar de mantenerse siempre lo más capacitado y cualificado posible, con un nivel de reflexión y estudio permanente que les habilite para sostenerse con criterios maduros y comprometidos.

Entonces, ¿esta es la meta de vuestro funcionamiento educador?

—Sí. Todos los programas que aquí se imparten conducen a este fin. El fomento de buenas lecturas informativas y recreati­vas, las visitas a museos, fábricas, empresas, exposiciones, con­ferencias, acampadas… el cultivo de nuestra herencia folklórica… en fin, todos los departamentos del centro tienen como meta el despertar la inquietud cultural de nuestros jóvenes, dándoles una formación integral, haciéndoles conscientes de su responsabili­dad ante una sociedad que ellos tienen que ir construyendo.

Siempre oigo decir eso de educación integral y no sé si comprendo.

—Pues se trata de dar una formación completa atendiendo a todas las dimensiones de la persona. Pensamos que en nuestros programas educativos en el ámbito oficial existe un desequilibrio intelectual, donde se valora más los aspectos técnicos-científicos y se tiende a olvidar otras riquezas como son las ciencias que desarrollan el pensamiento, lo estético, incluso lo ético y si me apuras también está poco valorada la dimensión espiritual, por eso aquí tratamos de rellenar los huecos de los programas de educación oficiales, para completar la formación de nuestros jó­venes cubriendo esas lagunas.

Y ¿esto no trae complicaciones? ¿Qué pasa si descubren que ense­ñáis otras cosas que las oficiales?

—Nuestro gobierno no es tan estricto, mientras en los cole­gios cumplamos con los programas oficiales, nada pueden decir­nos si a otros niveles queremos enseñar otras cosas a los jóvenes, siempre que nos movamos dentro de unos comportamientos que ellos consideren éticos, y respetemos los valores más genui­nos de nuestro pueblo.

¿Os dejan enseñar cualquiera cosa?

—Bueno, lo más problemático sería si sospecharan que vamos contra el régimen político o les sonara ética o moralmente dudoso.

¡Ah! ¿Y nunca han sospechado?

—Pues sí, en ocasiones hemos tenido alguna inspección, pero hasta ahora hemos salido bien parados. Ten en cuenta que vivimos en un país de régimen democrático por lo que el gobierno debe respetar la manera de pensar y actuar de los ciudadanos, siempre que no atenten contra los derechos fundamentales, que recoge la constitución del Estado aceptada por sufragio universal.

Ya.

 —Mira, aunque nos quejamos de no tener un gobierno per­fecto, hay que reconocer que gozamos de una discreta libertad democrática. Pero siempre hay que tener en cuenta que vivimos en un mundo que está desarrollado las ciencias tecnológicas como si fueran algo absoluto e irrefutable y con ello estamos perdiendo otras dimensiones tan humanas que merecen también nuestra atención a la hora de valorar el desarrollo de la persona.

La colaboración entre profesorado y familias hacen que todos los adultos sean agentes transformadores de la sociedad

AMAR

—Para ti, ¿qué es el amor?

Le preguntó una tarde K95 a Juan

—Pues para mí, la comprensión del amor pasa por la expe­riencia de haberse sentido amado.

—¿Me puedes explicarme?

—Pues sencillamente, primero descubrimos el amor al saber­nos amados por aquellos que nos han dado la vida, y a partir de esta experiencia somos capaces de ir conectando con empatía con las demás personas con las que nos relacionamos a través de nuestra historia personal, hasta llegar a dar una respuesta de entrega a la amistad o a un amor en exclusividad.

—¿Y si no se tenía esa primera experiencia?

—Por supuesto que existen niños huérfanos o abandonados, incluso los hay que tienen que soportar el vivir entre peleas y odios de sus adultos, pero yo creo que el don del amor forma parte de nuestra existencia y aunque lo tengas difícil, la naturaleza se cobra esta carencia social y tarde o temprano tienes que tener esta vivencia, por muy pequeña que sea, de ser estimada por al­guien para poder abrirte al verdadero sentido del amor que es en­tregarte a la persona amada rompiendo las cadenas del egoísmo.

—Y esto… yo… no entiendo mucho.

—Mira, el amor es una entrega gratuita. Esto quiere decir que es una fuerza que impulsa a darte por encima de cualquier res­puesta de la persona amada.

—Pues cuesta entender.

   —Vamos a ver, si te lo sé explicar. Porque ya te he dicho que esto se aprende experimentándolo. Pero te diré que, para mí, hay gestos que reflejan su significado. Ama de verdad, el que no exige ser correspondido. Es la gratuidad de una madre, que se desvive por su hijo, a pesar de que éste le falle, y mil veces que le nece­site estará disponible para acogerle, aunque no le corresponda. Es la respuesta de una fidelidad conyugal que sabe comprender, tolerar, disculpar, perdonar… que vuelve a confiar sin retornar a la herida abierta, ni guarda rencores mal curados. Es la gratuidad del que entrega todo cuanto es, por crear una sociedad armónica donde reine la comprensión y la justicia. Y yo hago de la justicia sinónima del amor, porque nadie que ama es injusto con la per­sona amada y ningún justo manipula el amor.

—Amar así… ¿Es fácil?

—Creo que el hombre es primeramente egoísta y posesivo, el amor requiere madurez, el niño sólo quiere poseer a los demás por su seguridad personal. Pero a medida que vas creciendo, que vas adquiriendo seguridad y autonomía, vas ganando la batalla a estas malas inclinaciones. La derrota de estos instintos es un signo de madurez. Sólo el adulto puede llegar a conquistar estos niveles, pues son metas de nuestra naturaleza humana.

—¿Y cómo se conoce esos niveles?

—Mira, está escrito que

El verdadero amor es paciente, sufrido y servicial, es condescendiente, es tolerante, no es envidioso, no presume, no busca quedar por encima; no ofende, no busca su propio interés, no se irrita, no piensa mal; no se alegra de la injusticia, pero se complace en la verdad. Todo lo disculpa, a todo se acomoda, siempre se fía, siempre espera, y lo soporta todo.

 —¿Es esto como vosotros hacéis aquí?

     —Esta es la norma de nuestra convivencia. Y aunque no siempre sale, hacia ahí queremos caminar. Entre luces y sombras personales y colectivas, queremos ser coherentes y nos esforza­mos por ayudarnos para hacer realidad en cada uno lo que aspi­ramos como grupo. ¿Qué colectivo humano no tiene fallos? Por lo menos somos conscientes de que este es el camino, y estamos abiertos a colaborar y compartir estas inquietudes con todo aquél y aquélla que pretenda hacer de la justicia-amor la causa primera en la construcción de una historia de gentes felices.

» …sabemos que la felicidad se fundamenta en el amor y que el amar va creando unas relaciones humanas cuyos pilares son la justicia y el reconocer a todos sus derechos, desterrando con ello la desigualdad de oportunidades, la opresión y el dominio, la rivalidad y toda clase de marginación. Por supuesto que no es fácil, exige el cultivo de la propia autonomía y del propio altruismo, pero esta es, por así llamarlo, la meta de nuestra filosofía vital.


Poner amor en todas las cosas es la mejor norma para ser feliz

UNA FORMACIÓN DEMOCRÁTICA

Como maestra que soy, esta novela que te estoy comentando, tiene toda ella un alma pedagógica que va fluyendo entre sus páginas, como respuesta a mi inquietud por la educación de las nuevas generaciones. Por eso hoy paso a comentar el talante pedagógico del colegio donde M95 trabaja.

—Nuestro primer objetivo, es hacer que cada alumno tome conciencia de sus propias capacidades, para que las desarrolle con responsabilidad, enseñándole a asu­mir sus compromisos personales y sociales a fin de poder insertarse de forma consciente y activa en una sociedad democrática, donde ha de luchar por un lugar digno para todos y cada uno de sus ciudadanos. Y nuestro último objetivo es ir formando una generación participativa, social y políticamente capaz de incidir responsablemente en la transformación de la sociedad.

«Esto sólo se consigue mediante una educación transforma­dora que se preocupa por el pensar, estudiar y actuar con libertad y creatividad ante las situaciones cotidianas, fortaleciendo una conciencia crítica y una participación colectiva.

Porque todas las decisiones grandes y pequeñas que tomamos a lo largo del quehacer cotidiano pueden tener una versión más o menos social.

Siempre hemos intentado desarrollar una cultura que facilite la capacidad de una maduración responsable, estableciendo un proceso didáctico desde la supervivencia hasta el razonamiento y la toma de decisiones para crear su propio futuro.

«Tratamos de inculcar a nuestros alumnos la res­ponsabilidad de ser ciudadanos activos, con espíritu crítico, pues estamos convencidos de que para progresar en la democracia y construir el bienestar de todos, es urgente el implicarse constru­yendo juntos el futuro que queremos. No hemos de desarrollar la inteligencia sólo, sino también enseñarles a tomar las cosas con determinación y responsabilidad para avanzar en la cultura del bien de todos, no sólo para la de unos cuantos privilegiados.

Educarlos para ser conscientes del mundo en que vivimos, darnos cuenta de las repercusiones de nuestros actos y decisiones, tener una actuación responsable de los derechos de todos nuestros conciudadanos es el comienzo de un cambio revolucionario en el mundo.

—Tratamos de desarrollar programas educativos forma­dores de pensamiento crítico por medio de la investigación, el estudio, el análisis de la realidad, pretendiendo superar la pasivi­dad, la dependencia y la apatía que respiran a su alrededor, conduciendolos hasta insertarles en el mundo de los adultos siendo auténticos demócratas cada uno en su contexto social. Formarles para que lleguen a ser personas realistas y críticas, conocedoras y de­fensoras de sus derechos y responsabilidades.

Muchas veces son cosas que hemos integrado con tanta naturalidad en nuestra vida ordinaria que no percibimos ese plus que pueden tener en favor o en contra del bien colectivo.

—Pensamos que los centros educativos han de ser lu­gares de aprendizaje y socialización. Que deben cumplir una do­ble tarea, la de difundir saberes y formar ciudadanos. En un mo­mento en que las estructuras familiares y sociales van perdiendo los valores éticos y las referencias culturales, nosotros hemos de mantenernos firmes para que no desaparezcan esos bienes. Esta es la labor cotidiana de los profesores, enseñar a cada uno de los alumnos a ser responsables de sus tareas, a respetar y aceptar las diferencias, a ser solidarios, a cuidar el medio ambiente, a ser honrados y sinceros, a no ser violentos, ni tramposos… en fin son esa serie de pequeñas estrategias que les encaminarán a ser adultos íntegros, honrados y responsables.

   Cada uno puede ahondar en su día a día en la importancia que tiene tomar pequeñas decisiones y enseñar a tomarlas a nuestros niños y jóvenes

—En un mundo plural como en el que nos movemos, nos hace falta una democracia auténtica, que acepte muchos modelos y formas de vida, donde el respeto a la dignidad de la persona y a lo diferente, se acepte en todos los niveles. Una democracia donde el pueblo se sepa auténticamente representado, abierta a todas las disciplinas sociales, políticas, religiosas, cultura­les y económicas; todo esto es por lo que trabajamos al educar a nuestros alumnos, aspirando a que un día se comporten como ciu­dadanos libres y responsables anulando de una vez por todas, esa ciudadanía actual pasiva, competitiva, individualista y consumista, que se mueve por la ley del menor esfuerzo y el nulo compromiso, que actúa como marioneta en manos de los “listillos” de turno.

     Porque en el fondo hemos de enseñar a discernir entre el bien y el mal para tomar el camino del bien. Pero también a discernir entre dos bienes para elegir siempre el bien mayor.

UN PROGRAMA EXISTENCIAL

Lo que el ser humano necesita recuperar hoy es el sentido de la fuerza interior del bien, el camino de la espiritualidad, el descubrir la presencia de Dios en cada historia personal. Esas luchas de cada día con las que Dios parece retar a nuestra propia interioridad.

¿Cuál es la fuente donde beben estas personas tan comprometidas con la causa de colaborar en el buen desarrollo de la Historia?

—Vamos a ver si te lo sé explicar con palabras sencillas.

Todo ser humano, que es sincero consigo mismo, se sabe pobre e inca­paz de sobrevivir por sí solo. Necesita de los otros. Todos nece­sitamos de todos y todos estamos llamados a ayudar a los demás para ir creciendo en armonía. Pero si te embarcas en una causa espiritual, te das cuenta de que las energías y la fuerza para ser eficaz en esa empresa te ha de venir de otra dimensión, la espiri­tual. Y es allí donde se realizan las auténticas batallas. Existe en nuestro interior un bien y un mal que luchan por ser el dueño de nuestra persona, por conquistar nuestra voluntad, y si optamos por nuestro bien interior, nos encontramos con el Señor como el único que puede ayudarnos a que el bien, que es él, sea el dueño y señor de nuestras decisiones.

Porque su presencia lo cambia todo. Desde Él vemos la vida, las cosas, la gente, el trabajo, las rutinas y a nosotros mismos con otros ojos. Su presencia nos hace descubrir las cosas buenas que somos capaces de hacer, Él da sentido a lo bueno y lo malo que lucha en nuestro interior y se pone de nuestra parte para que el bien gane esa guerra.

—Permíteme que te lea un párrafo de una carta de uno de nuestros primeros líderes:

Dad muerte a todo lo terreno que hay en vosotros la fornicación, la impureza, la pasión, la codicia y la avaricia que es una idolatría. Todo lo cual trae la cólera de Dios… Desechad también de vosotros todo esto: cólera, ira, maldad, maledicencia y palabras groseras, lejos de vuestra boca. No sigáis engañándoos unos a otros. Despojaos de la vieja condición humana, con sus obras, y revestíos de la nueva condición, que se va renovando como imagen de su creador, hasta llegar a conocerlo,…

…Como pueblo elegido de Dios, pueblo sagrado y amado, sea vuestro uniforme: la misericordia entrañable, la bondad, la humildad, la dulzura, la comprensión. Sobrellevaos mutuamente y perdonaos, cuando alguno tenga queja contra otro. El Señor os ha perdonado, haced vosotros lo mismo. Y por encima de todo esto, el amor, que es el ceñidor de la unidad consumada.

—¡Sí que es esto un buen programa de vivir!

—Por eso es la primera asignatura que acatamos. Nos va la vida en esa limpieza interior. Si no comenzamos por gastar nues­tras energías bélicas en combatir con nuestro propio mal, difícil­mente llegaremos a ser capaces de conquistar la armonía de una convivencia ciudadana. Sólo desde una serena y constante prácti­ca de interiorización, podemos llegar al dominio personal y desde ahí sabernos preparados para comprender y ayudar a los demás.

—¿Es este vuestra fuerza de pacifista?

—Así lo puedes llamar. Si analizamos los motivos de los en­frentamientos humanos, el noventa y nueve por ciento tiene sus raíces en esta falta de equilibrio personal. Es el reclamo, más o menos certero, de los derechos legítimos que supuestamente le son negados. Porque en justicia no se puede permitir el querer tener más o creerse superior al otro.

—Y es así donde están los derechos humanos ¿verdad?

—Sí. Nos hemos dado cuenta de que este camino funciona. Sólo viviendo con estas actitudes conseguiremos una sociedad justa y estable, pues nunca se llegará a una sana convivencia si se ve en el otro a un competidor, un enemigo, un inferior…

Esto exige altísimas dosis de disciplina, esfuerzo y dedicación, pero también de confianza en el Maestro interior que nos habita y conduce.

La meta es atrayente y liberadora. ¿Nos daremos por vencidos antes de intentarlo?

MI PEOR ENEMIGO

Hola querido lector, no estoy pensando tanto en enemigos de fuera, sino que me refiero al enemigo que yo soy para mí mismo. Sin duda, nadie ignora que somos seres dualistas, el bien y el mal residen en cada uno y luchan por dominar nuestro interior. Y el peligro es que uno se acostumbra a todo, hasta a uno mismo… me acostumbro a mí mismo, a esta persona que no ha terminado de ser coherente, a este yo egoísta, inmaduro… Este es el mayor enemigo contra el que he de luchar.

Muchos de nosotros nos sentimos confundidos e inseguro. sumergidos en nuestras propias oscuridades y sombras de muerte, ¿cómo plantea Andrés este problema?

     —Mira, una persona que no sabe controlar su maldad difícil­mente podrá entender, aceptar, ayudar a los otros. Si tú no has controlado tus ambiciones desordenadas, difícilmente podrás presentarte como líder para ayudar a los demás, puesto que irás movido por la ambición, el poder, el dominio. Por eso lo primero que se ha de aprender es a saber dominar el mal que crece en el interior de cada uno. Nosotros somos nuestro primer enemigo y hay que ir ganando las batallas correspondientes según las edades psicológicas.

     » El alcanzar el equilibrio interior es tarea de toda la vida. Hay que ir orientando nuestro corazón para que no caiga en la opresión, abuso, rencores, egoísmos, envidias, odios, celos… todo esto son tumores del espíritu del mal que está en nuestra naturaleza, que van minando la capacidad de relacionarnos con amor. El conquistar un bienestar interior, hace que disfrutemos de una auténtica reconciliación con nosotros mismos, como pri­mer peldaño para reconocer comprensivamente la realidad dis­tinta del otro y acogerlos para buscar juntos el bien común.

       Debemos tener voluntad de no alimentar nuestros demonios internos, que nos quitan la oportunidad de ser felices, dando el poder a lo bueno para que siga creciendo el bien que hay en nuestro interior.

    » Es una buena guía en el campo psicológico de la persona, la aceptación de uno mismo tal como somos en realidad, con nuestras luces y sombras sabiendo que podemos ir conduciéndo­las hacia el equilibrio interior, no sólo evita muchos males, sino que nos lleva a conquistar la verdadera satisfacción.

Claro que tenemos límites y que hay que ser realistas, pero sin duda que somos más capaces de lo que creemos.  Y cuando pensamos que ya hemos hecho lo máximo de nuestra capacidad, aún podemos hacer más.

» Es una asignatura para toda la vida. Pues no es el mal que viene de fuera el peor, sino que nuestro mayor enemigo es el propio desorden interior. Es la corrupción interior la que destruye toda posibili­dad de ir creando paz y hermandad a nuestro paso.

   » Lo primero que hay que intentar es el destierro interior de nuestro deseo de codi­cia, el afán de ser más que los otros, el querer tener y dominar, poseer y acumular…, en fin, esos hijos perversos del egoísmo humano que son los enemigos irreconciliables del auténtico amor y que están en el fondo de todo ser humano, fruto de nuestra naturaleza.

Por supuesto que es tarea para toda la vida, pero con concienciación, perseverancia, sacrificios y enorme fuerza de voluntad, se va adquiriendo agilidad y poco a poco va costando menos vencer al enemigo interior.

 El ser humano tiene capacidad innata para reaccionar ante el mal, dominar el propio temperamento y conformar su carácter para afrontar las situaciones con bondad de corazón