1. Si quieres ayudar a una persona necesitada comienza por escucharla. Eso es NAVIDAD. 2 . No pienses que esa persona vaya a tu mundo, baja tu al mundo de ella. Eso es NAVIDAD. 3 . Deja tu orgullo, vanidad, fama, poder … y abre tu corazón a esa persona. Ámala. Eso es NAVIDAD. 4 . No quieras que camine a tus pasos, camina tú a los pasos de ella. Eso es NAVIDAD. 5 . El camino para liberar a la persona de su pobreza es largo, ten paciencia. Eso es NAVIDAD. 6 . Durante el camino te enseñará mucho de su humildad, a amar y ser amado o amada en silencio. Eso es NAVIDAD. 7 . Cometerá errores, tú también los cometes, perdónala. Eso es NAVIDAD. 8 . Reconoce que la Navidad de esas personas no es nuestra Navidad. Su Navidad es la espera de tener su dignidad. Eso es NAVIDAD. 9 . Cuando esta persona necesitada te sonríe, sonríele. Eso es NAVIAD. 10 . Cuando llegues a la cueva de Belén en Nochebuena, acompañado en tu corazón de esa persona, que posiblemente haya conseguido su libertad, Dios hecho Niño, que está con sus Padres, te dará las gracias y te sonreirá. Eso es NAVIDAD. ¿Cómo es la Navidad en Acomar? ¡FELIZ NAVIDAD!
Nuestra fe no se fundamenta en unos conocimientos o unos conceptos filosóficos, sino en el convencimiento de que existimos porque Dios nos ama y Jesucristo nos ha redimido, haciéndonos capaces de poder corresponder al amor incondicional de Dios.
La clave está en creer que en cada ser humano el Señor interviene amándonos en nuestra singularidad, en nuestra autonomía y en nuestra dependencia fraterna.
Este es el secreto que encierra el vivir cotidiano de este colectivo humano donde se desarrolla toda la trama de la novela.
Andrés un día se encontró con el Señor y le descubrió como eje de su existencia, haciéndole desde entonces Señor de su historia personal. Él vive para ser fiel a su misión existencial y ayudar a sus conciudadanos a descubrir esta verdad. Y aunque hace unos meses te lo presenté, hoy voy a completar la información con los comentarios que M95 va recogiendo en sus primeros contactos con sus coetáneos.
Andrés es uno de los profesores de Ciencias Sociales del colegio donde trabajo.
Según los datos que he ido recogiendo de aquí y allá, es un hombre inquieto, inconformista, entregado a su profesión hasta tal punto que tuvo que contar con este compromiso a la hora de plantearse el formar una familia. Es un idealista y como tal, parece que el mundo le necesita para ir rectificando los errores de la historia.
Lleva 18 años ejerciendo su profesión y de ellos doce en este Centro. En varias ocasiones se le ha propuesto para llevar la dirección pedagógica de secundaria, pero a lo más que ha aceptado es a ser jefe de departamento. Al parecer, su interés se centra en colaborar, más que en presidir, prefiere apoyar y ayudar al que dirige, que tener el impedimento que provoca la aceptación de sumisión de los de abajo. Parece ser que su objetivo es impulsar la formación humana-social de las nuevas generaciones.
Andrés es para algunos un idealista utópico, un soñador, un hombre que se crea obligaciones extras más allá de lo que le toca. Pero para otros es alguien genial, un tipo estupendo, inquieto y coherente, comprometido con lo que cree, capaz de ponerse al lado del más débil, del que se puede fácilmente marginar, sin medir consecuencias personales. Los chicos no me lo saben definir, pero se encuentran bien con él. Es exigente, pero es un amigo sincero y reconocen que siempre trata de ayudarles.
—Es de los que saben escuchar y te ayuda a tomar tus propias decisiones —me comentan.
Son muchos los que le buscan por su autoridad moral.
Marta, la hija de mi casera, me ha completado esta semblanza, mientras tomábamos café esta tarde en su casa:
—Andrés está completamente dedicado a su vocación de educador social. Para él es vital su compromiso personal en favor de ir colaborando a impulsar el desarrollo integral de cada persona. Está convencido de que el futuro será según el empeño colectivo de los educadores del presente. Es un hombre lleno de coraje y esperanza, y está sinceramente preocupado por la sociedad que ofrecemos a las nuevas generaciones. Él cree en lo bueno del hombre. Sabe que lo más humano es el bien que hay en cada uno y trata de descubrirlo e impulsarlo. Para él este es el sentido existencial de toda persona.
» Su meta es el formar una futura sociedad de adultos comprometidos con su misión histórica, la concreta en la educación de los jóvenes, despertando en ellos su propio interés por ir construyendo un mundo mejor y para todos. Procura ayudarles en su participación comprometida con el presente, de una manera creativa, crítica y constructiva, empeñándolos en procurar un futuro mejor, buscando lo permanente. Les hace tomar conciencia de los signos culturales del hoy para tratar de ir apoyando y construyendo todo lo positivo de la humanidad en el vivir de cada día.
» Para él es fácil conectar con el mundo afectivo del otro, porque se acerca amándolo, y se le descubre enseguida el interés por su interlocutor. Con su actitud de escucha y acogida, los jóvenes se sienten cómodos, saben que tiene real interés por cada uno. Esto indiscutiblemente les ayuda a crecer estimulados al saberse valorados y aceptados como son.
» Es de esas personas que siempre está abierta y disponible para escucharte y ayudarte a buscar juntos la solución a tus propias inquietudes. Esta postura ante los que se acercan a él, jóvenes o adultos, le ha llevado a ser uno de los líderes de nuestro barrio
—¿Y qué hacéis Andrés y todas estas personas? —Pregunté en otra ocasión a Juan
—Él fue el primero, luego nos contagió poco a poco a los que le conocíamos o trabajaban cerca de él. Fuimos descubriendo por su convencimiento, que la vida tiene otro sentido más allá del tener, el placer, el poder, el egoísmo… Como supondrás, la personalidad de Andrés, que tan original te resulta, su madurez, su gran riqueza interior, es el resultado de estos años, viviendo entregado a esta causa. No es que a la vuelta de aquellos días de vacaciones ya era lo que es ahora, pero aquel encuentro marcó el principio de un camino. Fue un hacerse poco a poco, un ir calando las experiencias que iba viviendo interiormente, un ir descubriendo cada vez con más lucidez el sentido de su existencia, hasta profundidades insondables, dejándose interpelar por esa voz interior que le conduce hacia el cumplimiento cotidiano de su misión en la vida.
—¿Y esto le hace el líder de la gente?
—Así es. Su misión se la marcó aquel encuentro, pero como todo comienzo, poco a poco se ha ido convirtiendo en lo que es hoy. El tiempo y su postura de permanente fidelidad a este ideal, ha ido rotulando su persona. Su sentido existencial tiene una única meta que le da capacidad para impulsar todos los elementos que constituyen su personalidad.
Juan terminó su información diciéndome:
—Verdaderamente, en estos años Andrés ha ido formando su personalidad. Aquella experiencia espiritual ahondó en los cimientos de su existencia y ha ido madurado profundamente por su relación de amistad con el Señor. Él entro en su vida experimentalmente, compartiendo sus más íntimos sentimientos y motivaciones. Una amistad que va creciendo con los años. Una relación que es inédita en cada individuo y que no es fácil ponerle palabras porque va más allá de lo tangible. Las respuestas vitales de Andrés son dadas desde un estado permanente de su vivir atento ante los intereses y planes que el Señor le va marcando en su jornada cotidiana. Él se sabe amigo y colaborador incondicional por la causa del Señor y como tal actúa siempre.
El día que descubrimos el sentido profundo de nuestra existencia y nos lanzamos a ser protagonista de esa hermosa aventura, reconoceremos que nuestras vidas están impulsadas por la fuerza del Espíritu Santo, y aunque éste a veces nos lleve a hacer cosas que no se entiende mucho, sabremos que son necesarias para hacer brotar aquí y ahora el Reino de Dios. Para que él sea el Señor de la Historia.
. Porque el Reino se va abriendo camino poco a poco en el devenir de la Historia.
Hay que entender que el Señor tiene un plan sobre cada uno. No se trata de si soy magnífica o un desastre. Se trata de cómo Dios puede hacer con mi barro su obra, cómo quiere poner mi vida en su camino, mis pasos tras sus huellas, mis manos para trabajar por su Reino. Se trata de que, en mi debilidad y en mi fortaleza, Dios sigue mirándome extasiado porque me ve potencialmente buena y me llama a seguirle por el camino de su evangelio.
Por eso hoy te voy a entresacar párrafos del libro, que iluminen este camino:
—Y, ¿cómo saber dónde es el camino recto?
—Esto es una tarea personal de búsqueda. En el fondo, como te digo, nadie puede hacerlo por ti; se te puede ayudar, puedes ir cogiendo ideas de unos y otros, pero eres libre, y ese es el riesgo humano más interesante y a la vez más peligroso. Sólo la persona que se ejercita en profundizar en su existencia buceando hasta las raíces más profundas de su ser, da con ello. No se trata de hacer grandes indagaciones, son muchas las personas sencillas e ignorantes a los ojos de los sabios e intelectuales que descubren esta ciencia con simplicidad, porque esto no lo da la sabiduría humana, sino que es un don del corazón.
—Y, ¿cómo se llega a eso?
—Se trata de ponerte a mirar por dentro. Es una semilla que tenemos cada uno en nuestro interior y que sólo en el auténtico silencio puedes descubrirlo. Ya, el hecho de que tengas esas inquietudes y te interese hablar del tema, muestras que estás empezando a despertar esa semilla. Esto quiere decir que estás empezando a unir las piezas de tu vida interior. Pero debes tener constancia y paciencia. Es un programa para toda la vida, hasta llegar a donde quieres.
—¿Sí? … Y ¿dónde dices que quiero ir?
—Allí donde encontrarás el potencial de tu existencia, el potencial de esta vida espiritual que estás empezando a sentir, como si comenzaras a engendrar en tu interior un nuevo ser. ¿No intuyes que estás transformándote, que estás descubriendo en ti sensaciones hasta ahora desconocidas?
—Pues… La verdad… Nunca me pensé así la vida.
—Pero no me puedes negar que algo nuevo está brotando en ti. Que empiezas a preguntarte cosas que hasta ahora no se te habían ocurrido. Algo que te hace ver la vida con unas categorías nuevas, hasta ahora ignorabas.
—Supongo que sí. Pero si esto es tan bonito, no comprendo por qué hay gente que no quiere seguirlos.
—Pregúntaselo a ellos.
—Algo habrá que no convence.
—Yo creo que son gente cobarde, egoísta o cómoda. Esto es muy exigente y comprometedor y te supone el romper los esquemas cómodos que ya conoces. O quizás tengan miedo y no se atreven a arriesgarse. ¿Cómo diría yo…? Puede que les falte información o son voluntades débiles o también se puede dar en personas soberbias que se resisten a depender de otros. Para mí ahí está el mayor impedimento, esos seres autosuficientes, egocéntricos y orgullosos que son incapaces de comprometerse a servir a los demás. Son esos que ni dan ni son capaces de rebajarse a pedir un favor. Van por la vida teniendo a toda la humanidad a sus pies, no habiendo en su corazón más que desprecio. Estos son un veneno para la sociedad.
—La verdad que a mí también no me parece fácil.
—Bueno, en esto estoy de acuerdo contigo, fácil no es. Pues requiere un ir dominando toda la fuerza egoísta que hay en ti, y renunciar a los valores negativos que la naturaleza humana lleva en su interior. Todo esto es una batalla, exige una lucha contra nosotros mismos, contra todo lo desordenado que hay en cada uno, que trata continuamente de ganarnos terreno. Este es nuestro peor enemigo. Mi yo negativo que pelea para que el bien no triunfe en mí. Por eso, te repito que no es fácil y que nuestro triunfo se lo debemos a las energías que adquirimos en la relación con el Señor. De ahí que nuestra única fuerza sea la oración de confianza y abandono en la fuerza del espíritu del Señor. Y desde ahí, somos capaces de afrontar los conflictos exteriores e interiores del día a día, construyendo espacios de felicidad en el trato ecuánime con los demás.
—Luego, según tú, todos tenemos una misión que cumplir.
—Si. No hemos nacido por un simple hecho físico. Estamos aquí para ir construyendo la historia según nuestro destino. El matrimonio está llamado a colaborar en la prolongación de la especie al engendrar con responsabilidad, por eso es esencialmente temporal, pero por encima de nuestra misión histórica, existe un absoluto eterno que es el único que puede saciar todas nuestras más profundas aspiraciones humanas y que sabemos que sólo se dará fuera de la historia, esto es en la otra vida, por eso, tanto el que se une a otro para prolongar la estirpe como el que opta por hacer suya la familia humana, han de ayudar a ir haciendo una sociedad digna, con proyección de eternidad.
—Entonces, si yo entiendo bien, esto de hacer una sociedad fraternal, ¿no es vuestra meta?
— Así es. La vida presente es sólo un camino que desemboca en la vida eterna, donde no existen las limitaciones ni las frustraciones que tanto nos acongojan y los deseos que tanto nos cuestan aquí conquistar. Esa meta es la que nos da aliento y empuje para seguir aceptando todas las sorpresas existenciales. Creemos que allí resolveremos todas nuestras aspiraciones. Este es nuestro fin y la meta hacia donde queremos dirigir todos nuestros esfuerzos.
—¡Me maravilla esta seguridad de creer las cosas tan extrañas!
—Pues sí, aunque a ti te parezca raro por lo novedoso, nosotros creemos en ello y tratamos de ser coherente con nuestra fe. Porque entendemos que esas ansias que Dios ha puesto en lo más profundo de nuestro ser, no se puede saciar aquí por las limitaciones de nuestro cuerpo mortal, pero cuando nos hayamos liberado de ello con la muerte, ya nada será obstáculo para alcanzar lo que con tanto anhelo aspiramos.
Todo esto precisa de personas que se ponen en camino, porque creen en posibilidades nuevas y se ejercitan en mantener viva la esperanza.
Dios nos convoca para que colaboremos en el progreso de la historia, donde se va construyendo su Reino.
A cada generación se le ha dado la misión de extender el Reino en el presente histórico, de ir sembrando la buena semilla confiando en que un día dará su fruto.
Hoy te invito a entrar conmigo a una charla con Andrés y sus alumnos
—Andrés, en la charla del otro día me quedó un interrogante, que quizás pueda engancharse con lo que hoy quieres comentarnos.
—¿De qué se trata?
—Pues verás, muchas veces te he oído hablar de la bondad del hombre y a mí me cuesta mucho a simple vista creer en esa capacidad cuando veo cómo existe tanto mal y cómo me cuesta a mí hacer las cosas bien.
—Bueno, una cosa es que el hombre es capaz de ser bueno y vencer los obstáculos para serlo y otra que lo consiga. Todo depende de cómo se sitúe ante su realidad. Al Señor sólo se le descubre en el interior del hombre, allí donde se desarrolla su parte positiva. Y donde está él, hay optimismo y confianza en el triunfo del bien. Pero esto requiere una actitud vigilante y paciente perseverando, aunque el camino sea largo y angosto. En dos palabras, hemos de ir descubriendo su presencia en los signos cotidianos. La comunicación del Señor con los humanos nunca se interrumpe y es de él de donde recibimos las luces y la fuerza, pero necesitamos caminar con ojos puros y con oídos de discípulos, para ver y oír dónde él nos quiere conducir. Y en ese camino, es donde puedes descubrir la cantidad de hombres y mujeres que buscan y que se hacen preguntas como tú. Una gente que camina por lo cotidiano inquieta por ir construyendo un futuro mejor. Personas en busca de sentido, que no quieren pasar por la vida como parásitos, sino que tratan de poner su grano positivo en la tierra de la historia. Esa es la buena gente que vive a nuestro alrededor. Pero hay que ir detectándolas e incluso hay que estar disponibles para ayudar a que todos descubramos nuestra misión personal.
—Cuando tú hablas todo parece muy sencillo.
—Quizás no lo sea, pero yo sé que es posible. No paséis de lardo. Porque a nosotros se nos ha dado el conocimiento al acoger la buena noticia y hemos de ser mensajeros y mensajeras de ella. El mundo nos está reclamando el ser eco del Señor que habla en lo más íntimo de nuestros corazones.
—¡Esto es muy comprometido!
—Sí, lo es. Por eso no podemos pasar por la vida con una mirada superficial que resbala sobre la existencia de las personas y de las cosas evitando cualquier clase de compromiso.
—Y en todo esto, ¿dónde colocas el mal?
—Por supuesto que el pecado y el mal siguen estando ahí. Pero el reino viene a romper su dinamismo y todo su poder amenazante de destrucción y mentira. Pues sabemos con certeza que el mal no tiene la última palabra. Vosotros procurad hacer el bien y sin duda que experimentaréis gestos de batallas ganadas al enemigo interior.
—Esto requiere una exigencia muy grande.
—Sí, pero no es para asustarse ni acobardarse, al contrario, ¿no te parece bonito e interesante el saber que todos nos necesitamos mutuamente y podemos colaborar en ir creando un entorno más positivo?
—¿Y qué pasa cuando somos nosotros mismos los que metemos la pata y no hacemos las cosas bien?
—¡Por supuesto! Como humanos que somos, nuestras limitaciones y nuestras debilidades, también nos juegan malas pasadas, pero no hay que desfallecer por ello, el Señor sabe de qué barro estamos hechos, y esto sirve para que nos mantengamos en nuestro sitio y confiemos siempre en su fuerza. Nosotros solos, nada podemos hacer. Por eso os digo que nuestra existencia transcurre en una continua lucha entre el bien que nos pone el Señor en nuestro interior y el mal que siembra el enemigo en el mismo lugar.
—Yo creo que todo esto es muy difícil.
—Ya he dicho que puede ser una tarea ardua, pero es el riesgo de nuestra libertad. La capacidad de elección del hombre, le hace vivir en ese continuo discernimiento. Si estuviéramos coaccionados hacia una sola dirección perderíamos la facultad más digna del ser humano, la libertad.
—Que también es muy comprometida.
—Así es. Existencialmente la persona es una conciencia libre que conoce la angustia ante la elección, pues nunca puede prever sus consecuencias.
—Entonces, nuestras pequeñas decisiones de cada día, que tienen repercusiones inmediatas ¿van proyectando nuestro futuro?
—Sí. Cada acto presente es una semilla en nuestra existencia y cada uno de esos brotes van formando nuestra historia personal. Por supuesto que no podemos prever el futuro, pero sin duda que lo condicionamos con nuestro presente. Es verdad que mientras hay vida tenemos tiempo para reparar nuestros fallos, pero lo que se omite o se hierra se sustituye, pero no se recupera. Por eso es interesante tener esto en cuenta para ir haciendo el bien mientras de nosotros dependa.
—Pero a veces resulta muy difícil, el ambiente no nos ayuda. Aquí es distinto porque nos estimulamos mutuamente pero fuera…
—Tienes razón, aquí puede ser más fácil, pero si todos nos quejamos y criticamos lo negativo sin poner de nuestra parte para contrastar u ofrecer otra alternativa ¿a quién le pediremos la responsabilidad del cambio de las estructuras que no nos gustan? Esto es obligación de todos y lo que tú no haces se quedará sin hacer, aunque otros hagan su parte, faltará tu colaboración y de esto, sólo de esto, el Señor te pedirá cuenta.
—Me has convencido, pero hasta ahora no se me había ocurrido pensar en lo importante que es cada uno en su misión personal.
—Es verdad. Esto es muy serio y a mí me parece que vale la pena tenerlo en cuenta para dar sentido a nuestros actos diarios.
—Como veis, es necesario, no sólo hacer una crítica exigente de todo aquello que falsea y paraliza el avance positivo de la historia, sino que hemos de tratar de poner en ella lo positivo que nos corresponde.
—Esto quiere decir que, si todos los que vamos descubriendo el sentido auténtico del bien que está en potencia en la humanidad, nos ponemos a vivir a tope esta verdad, iremos creando un ambiente más sano, un entorno más fraterno, donde poco a poco la contaminación de la maldad humana irá perdiendo su fuerza ¿verdad?
—¡Bravo! Has hecho un resumen perfecto.
>>Todos tenemos una misión personal e intransferible en la construcción de la historia, y si queremos vivir en un mundo más justo y solidario, si queremos liberar y sanear la sociedad del egoísmo que la corroe, hemos de empezar por nuestras pequeñas comunidades sociales.