ANTE UNA TAZA DE TÉ

Hoy vamos a introducirnos en la casa de Andrés y Sara.

Esta tarde están tomando el té con Marta y Kay. La conversación viene llevada por un problema que ha surgido al presentarse la ocasión de ayudar a una chica que se ha metido en el mundo de la droga. M95 provoca el tema con una pregunta

¿La droga es una problema fuerte?

—Sí, realmente es preocupante —comentó Marta—, pero lo peor es que se especula mucho con el tema y muchas veces la in­formación hace que la curiosidad pueda más que un buen control de parte de los que tienen autoridad. Es un problema que va más allá del conocimiento de los ciudadanos.

-—Sí. En general —siguió Andrés—, la delincuencia organiza­da en nuestro país, en la que sin duda está incluida el tráfico de droga, supera con mucho el conocimiento público. Este es un tema pendiente en el que el propio gobierno está implicado, pues es una de las batallas más duras de la policía y de los funcionarios judiciales de la nación.

Por eso, tú Marta te lo estudias ¿no?

—Sí, así fue. A fuerza de tanta necesidad o pasas del tema sin ver la importancia social que en sí tiene, o te decides a implicarte en ello y buscas la manera de cómo poder ayudar. Aunque sea a muy pobre escala siempre se puede remediar algo.

—Lo que no se puede, de ninguna manera —ahora era Sara la que intervino—, es cruzarse de brazos y negarse a colaborar, cuando sabes que con un poco de esfuerzo puedes echar una mano positivamente. Cada uno según sus posibilidades, pero sin duda el problema es de todos y cada uno tiene que responder de su implicación en el tema.

La verdad es que, en muchos temas dije como si pensara en altohay el peligro de leer, oír o ver y tú vivir con la tranquilidad de que no son los problemas esos tuyos.

     —Exacto. Este es el peligro, que podemos tranquilamente vi­vir acostumbrándonos a las desgracias y calamidades de las otras personas porque no somos solidarios con el mal ajeno.

—Sólo desde una decisión de responsabilidad humanitaria se nos despiertan los sentimientos ante la causa del que sufre y re­clama más o menos conscientemente nuestra ayuda.

¿Tú has visto muchos que morir por la droga? pregunté a Marta.

—Sí, varios casos. La mayor parte de los que ingieren droga dura, terminan muriendo, sin que la tragedia se pueda evitar ni clínica ni socialmente, pues, aunque no está legalizada, no es pe­queño el número de víctimas.

¿Y no es mejor legalizarla?

—Clínicamente no creo que valga la pena, este tema es muy resbaladizo, es verdad que lo prohibido llama, pero hay cosas que son veneno y que hay que prohibirlas cueste lo que cueste. Es un verdadero cáncer.

—Es lo que pasa con el tabaco, mucha información de lo nocivo que es para la salud, pero es el mismo gobierno el que se beneficia con su venta.

—Y no es sólo eso —prosiguió Sara—, en lo referente a la dro­ga, está también el peligro de la adulteración empleada por los pro­pios traficantes, que para sacar más beneficio económico rebajan la cantidad y con ello la calidad, aumentando el riesgo mortal.

—El tema de la legalización —comentó Andrés, es también un asunto que toca niveles morales. ¿Cómo autorizar que se con­suma una sustancia con la posibilidad de provocar una enferme­dad o quizás una muerte? Me parece un acto cruel de insolidari­dad con la humanidad.

Bueno, también el tabaco no está bien y nadie te prohíbe com­prar y fumar ¿no?

—Llevas razón, pero si se ha fumado por tantísimo tiempo ¿quién puede hoy retirar del mercado ese negocio por muy noci­vo que sea? y lo peor de este tema, como apuntaba Marta, es que en eso está metido el comercio estatal.

      —¿Y ese ser tu miedo de la droga?

—Así es. Su aceptación legal y social es inconcebible en cual­quier conciencia recta, puesto que es un mal para la persona y me temo que una vez legalizada no se pueda dar marcha atrás.

—El uso de cualquier sustancia química, fuera de una nece­sidad curativa, sólo por el placer o evasión de la realidad, nunca debe permitirse legalmente puesto que estas sustancias disminu­yen las capacidades físicas y mentales en el que las toman.

¿Y por qué la gente lo toman?

—Por incontables motivos. A veces son varios en la misma persona, pero a parte de la mera curiosidad o por la simpleza de una moda, hay motivos serios a tener en cuenta como los pro­blemas surgidos por la crisis económica del país que conlleva la falta de puestos de trabajo, la pérdida de los valores espirituales, las corrientes modernas destructoras de ideologías y creencias, el miedo existencial… en fin, personas que pierden su proyección de futuro, que no encuentran sentido a su vida y por no valorar su existencia la destruyen con lo que está a su alcance, engañosa­mente creyendo que el uso de esa evasión, de ese placer momen­táneo les liberará de su cruel realidad.

Y tú Marta, ¿cómo los curas?

—Primero con un proceso de desintoxicación controlando las dosis que se les administra hasta anular la necesidad. Pero al mismo tiempo les proporcionamos una atención personificada ayudándoles a recuperarse psicológicamente, comenzando por la aceptación de sí mismo en su situación vital; con ello, si reaccionan, consiguen una paz y serenidad que les lleva a plantearse de nuevo la vida desde otros esquemas. Aprenden a ser libres y responsables, rehaciendo así su propia autoestima separada de los problemas exteriores. Desde ahí, pueden ser capaces de reaccionar en positivo ante las dificul­tades ambientales y están preparados para platearse la vida como una responsabilidad ante la misión personal e intransferible para la que han nacido. Pues todo ser humano tiene que encontrar ese fin último de su existencia y en la medida que se encamine hacia él, se realizará como persona. Sólo esto nos puede hacer realmente felices.

—¿Sabes cuál es el mayor problema por solucionar ante una persona en este estado? —me preguntó Sara.

¿Cuál?

—La enorme falta de comunicación en esta sociedad indivi­dualista, llena de prisas, que no tiene tiempo para escuchar los problemas, deseos e inquietudes de los que pasan a nuestro lado cada día. La comunicación es sin duda la medicina preventiva más eficaz en estos casos.

—Cierto. Es lo mejor para combatir los problemas de tantas personas que no saben cómo seguir adelante existencialmente, porque se han metido en un túnel donde no ven la salida. Por eso hay que tratarlos en el ámbito individual. Son casos muy perso­nales, y hay que ver la realidad de cada individuo, en un contacto de corazón a corazón. Esto es imprescindible si se quiere llegar a una auténtica rehabilitación, pero sin duda no es un proceso fácil pues muchas veces se encuentra resistencia por parte de la persona que se le quiere ayudar.

Todo esto me parece muy interesante, pero muy difícil.

—Verdaderamente no es fácil. Pero es necesario vencer ba­rreras y no dar paso al conformismo ni a la indiferencia ante el problema ajeno, como si no fuera con nosotros lo que es en sí un asunto de cada uno de los que integramos esta sociedad enferma.

—Sí, es cierto. No podemos ignorarlo ni silenciar este mal.

—Hemos de tratar de colaborar para que todo vaya mejor y el camino es llenar nuestro corazón de verdaderos sentimientos de fraternidad.

—Para ir transformando las estructuras sociales —comentó Andrés—, hay que empezar por ser personas que están al lado del dolor físico y moral de los más cercanos.

—Es cierto —siguió Marta—. Hemos de acercarnos al sufri­miento y sintonizar con los sentimientos del que padece, para ir aliviando, en lo que podamos, el dolor del mundo.

—Se trata de vivir con la disposición interior de querer ayudar al otro y ponerse en sus zapatos. Como suele decirse —prosiguió Andrés—. Todos hemos nacido para ser felices y no tenemos por qué impedir, con nuestros egoísmos sociales, que algunas perso­nas alcancen esa meta existencial. El peor enemigo de la felicidad es el egoísmo humano.

—La solución está en unirnos en el amor y luchar en favor de la felicidad de todos.

—Sí, el trabajar en colaboración con las personas que buscan hacer el bien, hace que el colectivo tenga más fuerza para influir en la sociedad que tratamos de mejorar.

— Todo saldrá bien, en la medida en que tratemos de ayudarnos mutuamente. Si actuamos juntos, si confiamos unos en otros porque todos buscamos hacer el bien, sin duda que con­seguiremos un mundo mejor y tendremos que lamentar menos errores de los que ahora somos víctimas

—Si todos fuéramos así, estoy segura de que no habría tantas diferencias entre las personas. ¿Por qué hay ricos y pobres?

—Bueno, esto es muy difícil de explicar —le contestó Andrés—. Lo que sí es cierto que en el mundo hay subsistencias para todos. El hambre y las carencias más elementales son producto de una mala distribución universal, fruto del egoísmo y la avaricia huma­na. Es el propio hombre el que tiene en sus manos el remedio de estas diferencias, pero es él mismo el que crea esa absurda desigual­dad. Y es esa misma insatisfacción la que lleva a muchos a saciarla en el vicio o con la sublevación.

Hizo una pausa para beber y prosiguió:

—Hay personas que viven una vida superficial y no se dan cuenta de que nuestro paso por la historia tiene una misión más allá del confort, el placer, el egoísmo. Estamos aquí para ir cons­truyendo una sociedad para todos, un lugar digno donde todos gocemos de un mínimo de bienestar, donde sembremos a nues­tro alrededor un clima de satisfacción y fraternidad..

—Tenemos que ir creando entre todos, un nuevo estilo de relaciones en el que la primacía es ayudar al que más lo necesita.

—Por eso nos sentimos satisfechos cuando se nos presenta la ocasión de echa una mano a alguien. Pues al hacerlo, arrancamos un poco de injusticia a esta sociedad y nos colocamos ante la posibilidad de sembrar buen trigo en el campo de nuestra historia concreta.

—Hemos de buscar otra alternativa al egoísmo. La cizaña, la mala hierba del mundo, son esas personas egoístas que se colo­can como únicas, en el centro de la sociedad y todo ha de girar a su antojo y necesidad. Sin duda que los demás tienen derecho a reclamarles lo que les pertenece en justicia, pero cuando no se consigue por las buenas, se recurre a medios violentos que son los resultados del odio y la envidia.

—Esto verdaderamente suena a utopía — comentó André, pero si comprendiéramos nuestro lugar en la historia, y fuéramos capaces de colocarnos en nuestro sitio, automáticamente establece­ríamos la armonía social y crearíamos una paz duradera. Lo primero que hay que intentar es el destierro interior de nuestro deseo de codi­cia, el afán de ser más que los otros, el querer tener y dominar, poseer y acumular…, en fin, esos hijos perversos del egoísmo humano que son los enemigos irreconciliables del auténtico amor y que están en el fondo de todo ser humano, fruto de nuestra naturaleza.

Si hay ese mal. Yo pregunto ¿cómo se quita?

—Mira Kay, esto no se consigue de la noche a la mañana —me explicó Sara—, es un trabajo de toda la vida, pero nunca nos podemos permitir bajar la guardia, hay que estar en una actitud permanente de buscar siempre el bien común en una entrega incondicional.—Si. El ser humano es el único responsable de su destino, pero sin duda que todos influimos en todos. No somos islas, en el fondo formamos una unidad, incluso con toda la creación. Si no dime ¿no tomas tus decisiones según las necesidades de tu familia o la influencia de tus compañeras, amigos, profesores…? Todos, para bien o para mal, condicionamos a los demás y somos a la vez influenciados por ellos.

     —Por eso hemos de cuidar nuestras relaciones con los de­más y saber cómo comportarnos. Hemos nacido en una familia —comentó Marta—, pertenecemos a un concreto círculo social, y aunque nos cueste admitirlo, todos dependemos de todos y to­dos influimos en los demás para bien o para mal. Lo que somos es el resultado de mi yo y de mi entorno.

¿QUÉ DEMOCRACIA QUEREMOS?

Hoy te voy a copiar una propuesta que hicieron los alumnos de M95, al preparar en su clase el trabajo de sociales que les había mandado hacer Andrés

Entendemos que el proceso democrático es asunto de todos, no podemos quejarnos de nuestra insatisfacción ciudadana si nos limitamos a un voto dado el día de las elecciones y protestamos desde el sillón de nuestra casa, lamentándonos del mal que gobiernan nuestros políticos, de que las instituciones públicas que tenemos no nos sirven porque no satisfacen nuestras necesidades, porque las pro­mesas se quedaron en las campañas electorales…

Y como creemos que lo esencial no es producir, ni lu­crarse, ni mucho menos consumir, desde aquí nos suble­vamos ante una democracia cuyos políticos están bajo el dominio del mercado. La economía financiera no puede ser lo esencial de nuestra existencia. No podemos confundir el ser con el tener, el vivir con el consumir, el existir con la conquista de un beneficio económico.

León Tolstoi, el mismo año de su muerte (1910), escribía en su diario:

“Sólo nos es dada una forma de felicidad del todo inalie­nable, la del amor. Basta con amar y todo es alegría: el cielo, los árboles, uno mismo… Y, sin embargo, la gente busca la felicidad en todas partes menos en el amor. Y es precisamen­te esta forma errónea de búsqueda de felicidad en la riqueza, en el poder, en la fama o en amor excluyente, la que no sólo no nos da felicidad, sino que nos la quita del todo”

Por eso apostamos por una transformación social don­de lo esencial es conseguir la felicidad. No se trata de una gran idea, sino de un tesoro que sólo se alcanza en la me­dida que aprendemos a amar porque nos sabemos amados, y esto no se da en un modelo de democracia donde no se trabaja en función de ir creando comunidades sociales que vivan confiadas porque se saben gobernadas por unas insti­tuciones públicas que actúan por el bienestar justo de todos los habitantes del país.

Pero existe aún otra vía por analizar, pues nuestra felici­dad irá creciendo en la medida en que cada uno nos com­prometamos a ir creando una segura y armónica sociedad, donde la convivencia y la paz tengan como fundamento el amor de hermandad universal, sólo desde este convenci­miento, podremos hablar de vivir en lo esencial y será en­tonces cuando podremos movilizarnos, ejerciendo presión política ante un sistema que nos parezca injusto y desco­nectado de los intereses de los ciudadanos.

Nos parece urgente que la ciudadanía se movilice a tra­vés de los movimientos sociales, organizaciones de veci­nos, ONGs, cooperativas laborales… porque aun que son pequeños espacios, es ahí donde podemos ejercer nuestros derechos y defender esa soberanía del pueblo, donde poda­mos reivindicar por un futuro basado en la equidad, la jus­ticia social, la solidaridad y la protección medioambiental. El reto está en conquistar el poder de decisión desde los distintos estamentos ciudadanos para que nuestra demo­cracia sea capaz de actuar como fruto de todas las estruc­turas sociales.

¿Por dónde empezar?

Por tomar conciencia de lo importante que es la partici­pación como ciudadanos comprometidos por el bien común. Hay que comenzar por promover y participar en propuestas colectivas, donde se puedan ejercer la legitimidad política de la ciudadanía, como espacios donde desarrollar nuestra capa­cidad crítica y desde donde poder hacer presión social, como plataforma para la regeneración democrática que buscamos.

Concluiremos con unos consejos de S. Pablo a los cris­tianos de Roma:

“No reina Dios por lo que uno come o bebe, sino por la justicia, la paz y la alegría que da el Espíritu Santo; y el que sirve así a Cristo agrada a Dios, y lo aprueban los hombres. En resumen: esmerémonos en lo que favorece la paz y construye el bien común”

Y tú ¿Qué eliges?

Ni somos un ángel ni un demonio. Sencillamente, somos capaces de lo peor y de lo mejor, esa es nuestra naturaleza. Dios nos ha dado la libertad para que elijamos pero también nos da su misericordia cuando nos equivocamos.

Teniendo esto en cuenta, te invito a leer una conversación muy interesante que tiene Andrés en cierta ocasión con los jóvenes y a la que creo merece la pena prestar atención.

—Hemos de intentar poco a poco vencer las dificultades, seguros de que hemos sido llamados para ir colaborando en la transformación de la sociedad en la que vivi­mos, cada uno en su sitio y con las fuerzas que va recibiendo para cada ocasión, por eso nunca dejo de insistir en que el secreto de nuestro poder está en dejar que el maestro interior nos conduzca según sus planes, sin ser nosotros obstáculo, ni pretender ser los protagonistas. Este es el secreto, pues en cuanto queremos do­minar la situación con nuestras pobres fuerzas o nuestro corto entender, el fracaso viene seguro.

—Tú lo dices muy convencido ¿verdad?

—Sí que lo estoy. Y si vosotros también creéis firmemente en que esta es vuestra misión y actuáis en consecuencia, poco a poco lo viviréis por dentro y podréis ser sembradores de la semi­lla de un mundo nuevo.

—¿Tú crees que la gente aprecia nuestro esfuerzo?

—No se trata de que los otros lo aprecien o no. Nuestro ac­tuar no es para ser aplaudido por ellos, sino que nuestra última motivación es vivir intensamente la única vida que vale la pena vivir. Si ellos descubren que esta verdad, no es obra nuestra, sino de aquél que mueve los corazones, pero siempre respeta las de­cisiones del hombre, pues lo hizo con el riesgo de elegir y de poder equivocarse, comprenderán. El secreto está en creer que en cada ser humano el Señor interviene llamándonos en nuestra singularidad y en nuestro ser para el otro, en nuestra autonomía y en nuestra dependencia fraterna. Confiad en que su ayuda nunca os ha de faltar. Os aseguro que vale la pena intentarlo.

—Pero a veces no nos entienden y tenemos dificultades.

—Es verdad. Esto que tú nos propones puede ser más o menos sencillo entre nosotros, pero cuando alguien por ahí se pone terco y se empeña en llevarte la contraria o en ridiculizarte… entonces se te calienta la sangre y ya no es tan fácil guardar las formas.

—¿Y qué Luis? Cuando uno no quiere enfadarse, dos no se pelean. ¿Has olvidado esto?

-—No, pero…

—Mira, los psicólogos aconsejan contar hasta veinte antes de responder, pero para nosotros la solución la encontramos en re­currir a nuestra fuerza interior, al espíritu de paz y reconciliación que habita en lo más sano de nuestro ser. Si es este nuestro re­curso, vendrá a nuestros labios la palabra justa y nuestro ánimo se serenará. Y para que todo esto tenga su fundamento, vamos a escuchar lo que dice el Libro:

—Así que obremos siempre el bien, para que el mundo crea en nuestro mensaje y se anime a buscar la auténtica felicidad que es el fruto de las buenas obras. Estas son las palabras que he re­cibido hoy para que os las transmitiera.

—Y ¿qué nos aconsejas?

—Voy a leeros el consejo que el propio Libro nos da:

“Habéis de proceder de manera digna según la vocación con que habéis sido llamados. Solícitos en mantener la unidad del espíritu con el vínculo de la paz. Tenéis que renovar vuestras mentes a impulsos del espíritu que vive en vuestro interior. Convertíos en persona nueva, según sus planes, creados en justicia, en verdad y en plenitud. Despreciad lo malo y adheríos a lo bueno.  Amaos entrañablemente unos a otros. Rivalizad en aventajaros en el amor. Con nadie tengáis deuda alguna si no es la del mutuo amor. En una palabra: mientras tenemos ocasión, hemos de trabajar por el bien de todos, especialmente por el de los que formamos una misma comunidad.   No dudéis en hacer siempre el bien”

Este es el secreto de Andrés, su fuerza, su seguridad, su firmeza y convencimiento, viene de la energía de su vida interior, alimentada por la escucha de la Palabra.

Las primeras impresiones

Hoy te voy a comentar los primeros informes de M95 a su compañero el agente V71

Esto acontece durante la primera semana de estancia en esa ciudad a comienzos del siglo XXI y mi interés se centra en comunicarte las primeras impresiones de M95 ante la novedad que le rodea

Agente V71. ¿Me captas? Aquí agente M95. Llamando…. Lla­mando… Conexión con la base. Agente M95… llamando…

Sí, aquí agente V71 al habla. ¡Por fin! Te oigo perfectamente. Me tenías preocupado. Estaba impaciente por tu tardanza en comunicarte. ¿Ha habido algún contratiempo?

No, en absoluto. Ocurre que esta gente es tan hospitalaria que no he podido liberarme hasta ahora. Mi casera y su hija se empeñaron en que tenía que cenar con ellas. Pero todo ha ido muy bien. Como planeamos ha sido todo un éxito el cuento de mi procedencia. Se extrañaron al no ver una cara japonesa, pero, según lo pensado, es el mejor resorte para presentarme tan ajena a esta cultura; a pesar de mi preparación, es mejor así que dármelas de saberlo todo y cometer un fallo del que me sería más difícil salir airosa. ¡Ha sido el primer éxito! Cuando me presente igno­rante y preguntona no sospecharán, verán en mí a una forastera curiosa e interesada por conocerlos y hacerse así más cercana a la gente del lugar.

Me alegro de que todo empiece bien. ¿Tienes todo bajo control?

Por ahora sí. Ya estoy casi instalada. El piso es pequeño pero cómodo. Lo mejor es la amplia terraza desde donde se domina la ma­ravilla de un mar extenso. Todos los pisos de este bloque disfrutan de esta espléndida vista en el salón y en la habitación contigua, que por supuesto es donde he colocado todo el equipo de trabajo. Ahora mismo, la combinación de la luna, el mar y la suave brisa de una noche de finales de agosto, tienen un embrujo que me fascina. Es una sensación nueva que me sugiere un futuro prometedor.

Bueno, bueno. Cuéntame lo que has hecho en estas horas sin filosofar y cuáles son tus planes próximos.

¡Oh, sí, claro! … A lo que íbamos. Como te decía, mi primer contacto con esta gente ha sido la velada de esta noche con mi casera y su hija. Al parecer esta es enfermera y tenía turno de noche en el hospital, lo que ha sido para mí un buen pretexto para poder despedirme, pues sospechaba tu inquietud esperando saber de mí. Eso es todo, les hablé del cuento de mi nacionalidad japonesa de padres americanos y de mis planes de querer tra­bajar en el colegio para tener unas entradas con las que poder mantenerme económicamente durante mi estancia entre ellos. Y eso ha sido todo. Ma­ñana, cuando vuelva de la entrevista con el director del colegio te contaré.

Ya te he comentado en otra ocasión este primer contacto con el director. Hoy me interesa la reacción de M95 ante tantas nuevas sensaciones

Ya he pasado la primera prueba y, aunque sé que es peligroso hacerse precipitadamente ilusiones, te cuento que el recibimiento ha sido muy posi­tivo; parece ser que les he causado buena impresión de algo me tiene que servir tanto tiempo de entrenamiento para poder entrar con facilidad en la psicología de estas gentes, Me cuesta creer que no seré admitida.

»El colegio está situado a unos metros de mi vivienda. Le llaman “La siembra” porque su filosofía desde un principio es el de ir inculcan­do en los alumnos la semilla de la educación y la cultura. Es un centro muy amplio, con una capacidad para 4.000 alumnos desde preescolar hasta preuniversitario. Está dividido en varias secciones por bloques de edificios, separados por jardines, campos de deportes y espacios de juegos para los distintos niveles educativos. Las dependencias administrativas y las diferentes oficinas directivas están situadas en primer plano, en­frente de las aulas de los más pequeños.

» Después de la entrevista personal con el director, donde comenta­mos mi currículum, hicimos una visita rápida por todo aquel complejo educativo, junto con otros candidatos a diferentes puestos de trabajo, pero como comprenderás de este primer vistazo poco puedo decirte. Sí que traté de mostrarles mi interés por conocer la sección de informática, dotada de veinte ordenadores y un sólo terminal, todo ello muy primi­tivo, como esperábamos.

» Mañana tengo la prueba de aptitud pedagógica. Presentaré mi plan de los tres niveles y trabajaré con un grupo de alumnos del segun­do curso. Me ha dicho el director que haga un sondeo del nivel de co­nocimientos y a la vista de los resultados presente el plan de la primera semana escolar. Espero salir airosa de todo ello, gracias al material teó­rico y práctico que preparamos anteriormente. Unos cuantos ejercicios de iniciación de lo más simple, creo que será lo adecuado. Confío en que no los hayamos juzgado erróneamente.

   » Con todo esto me temo que voy a estar muy entretenida durante toda la semana. Ya te tendré al tanto, pero si no hay ninguna novedad extra, no me comunicaré contigo hasta el jueves por la noche, hacia esta misma hora. Pues ese día me dirán si me admiten en el Centro como profesora adjunta de informática.

He sido admitida para impartir las clases a los alumnos de secun­daria, en total 12 horas semanales. Además, me han ofrecido la posibili­dad de participar en el centro cultural del barrio. Es un club de tiempo libre donde los adultos ofrecen sus conocimientos gratuitamente, para complementar la cultura de personas de diferentes edades, según sus intere­ses. En el colegio tendré que someterme a los programas oficiales, pero allí podré actuar con más libertad para ampliar los conocimientos de los que quieran innovaciones. Como lo que saben aquí es muy rudimentario, estoy segura de que cualquier propuesta mía será acogida con interés.

» Cuando me dieron el programa de enseñanza para prepararme a esta situación, comprobé que algunas teorías ya están superadas en nues­tra cultura, pero sé que no puedo modificar el proceso histórico, sino que debo ir siguiendo su ritmo, aunque conozca las soluciones, no soy yo la que tenga que darlas. Cierto que no puedo cometer errores que levanten sospechas, pues el ser mujer en esta civilización, puede traerme problemas ante la supuesta ventaja intelectual y técnica de cualquiera de mis colegas masculinos. Su natural machismo, no consentiría que me situase por en­cima de ellos y estarán pendientes de encontrarme con algún fallo, por eso he de ir con mucho tiento para ganármelos sin desairarlos, aunque en este campo de tecnología, por mucho que sepan, no pueden competir conmigo.

» Mañana tenemos claustro de profesores. Parece ser que éste primero siempre resulta algo magno y un poco informal pues se trata de que nos conozcamos todos y presentarnos los nuevos. Tengo entendido que somos 150 más el equipo directivo de los diferentes niveles educativos. Así que ten­dremos un primer encuentro de presentaciones, de normas generales y un in­forme sobre las novedades de principio de curso, luego nos separaremos por niveles y ya la cosa será más seria. En mi departamento somos veintitrés.

» El director de nuestra sección ha dado un discursito pedagógico recordando la filosofía del centro que resumo para que no resulte de­masiada teoría.

» Según él, y con ello digo lo que me ha parecido más novedoso, el mé­todo más importante, y que es el fondo de la línea pedagógica del centro, es convencer al alumno de que está completamente de acuerdo con la educación y la disciplina que se le imparte. Lo que llaman los psicólogos la autodeterminación. Escoger con libertad y con personal determina­ción la autoridad del profesor. Hemos de enseñar sin usar la fuerza, apelando a su curiosidad por conocer nuevas cosas y por satisfacer sus necesidades, así como despertar en los alumnos el interés por el mundo que le rodea. Estas actitudes marcarán, según ellos, el principio de una progresiva educación pues son las raíces de un buen desarrollo humano.

(Transmito textualmente un fragmento)

“Nuestro proyecto pedagógico sólo tendrá éxito si el profesor está convencido de ello y tiene un control pleno de la situación. Sabemos que la disciplina de la persona ha de venir de dentro, de una determinación personal, y como el niño no tiene su voluntad formada, ahí es donde interviene el profesor, que tiene que haber adquirido por su parte ese dominio personal, para poder transmitir a sus alumnos la semilla de su propia experiencia. Ya sé que es mucho pedir para los nuevos, pero todos habéis leído el reglamento y en teoría aceptáis esta filosofía del centro. Uno de nuestros principios es el hacer agradable la autoridad de los profe­sores a los ojos de los alumnos, y esto lo conseguiremos si ellos están convencidos de nuestro amor y entrega, si cada uno se siente amado y respetado en su persona, si se sa­ben siempre alentados y apoyados por sus profesores, no les costará seguir sus propuestas. Que le demos confianza y certeza para que nos obedezcan seguros de que esto es lo que más les conviene para satisfacer sus necesidades e intereses. Nuestra autoridad moral ha de ser tal, que nun­ca se sienta el alumno forzado por nosotros a hacer lo que le pedimos que haga. Si les persuadimos diciendo que es­tamos convencidos de que ellos quieren hacer lo que les presentamos, si les mostramos nuestra desilusión por fa­llarnos, si nos sentimos apenados al sufrir una decepción ante nuestras expectaciones respecto a sus respuestas, el resultado puede ser más eficaz que cualquier castigo. No significa esto que la autoridad desaparece o que pierde su fuerza, sino que hemos cambiado de método y en vez de forzar, sólo nos interesamos por persuadir y sugerir lo que nos interesa que el alumno acepte libremente porque par­timos de la premisa de que siempre obramos según su pro­vecho y conveniencia y esto ellos lo detectan si lo hacemos de corazón. Que se convenzan de que cuanto se le ofrece es digno de aceptarlo porque es lo mejor para su bienestar. Como aquello de que al niño se le da una medicina que le gusta porque se la presenta envuelta en agradable caramelo dulce. Ya sé que esto es un riesgo porque puede sonar a manipulación de la voluntad del alumno, pero como parti­mos de que sólo y exclusivamente actuamos movidos por el auténtico amor que les profesamos, no cabe el proceder de otro modo, pues sólo queremos actuar por su propio bien”