En un mundo en el que no nos ponemos de acuerdo para reaccionar ante el cambio climático, cuando la naturaleza la estamos deteriorando, cuando hay especies de animales que se van extinguiendo, cuando vamos perdiendo sensibilidad ante el campo, el bosque… De pronto, la pandemia del coronavirus nos revela que la humanidad es una de las especies en peligro. El virus nos está obligando a pensar, reflexionar y meditar en nuestro estatus como ser dependiente.
Quizás los primeros días nos parecían una buena ocasión para descansar y poder retomar aquello que siempre arrinconamos para cuando tengamos tiempo. Pero ya nos estamos cansando y añoramos el mar, la montaña, el bosque… un bello paisaje que nos libere de nuestras cuatro paredes.
Por eso me parece oportuno traerte hoy la primera experiencia de Andrés al contemplar y sumergirse en la belleza del MISTERIO de la propia Naturaleza.
—Voy a contarte el principio de todas las cosas para que no te coja desprevenida y te vayas haciendo una idea de la realidad que te vas a encontrar.
» Había sido un trimestre agotador y decidí escaparme a la soledad de una finca a pocos Km. de la ciudad para pasar allí el fin de semana. Salí a dar un paseo y me senté en una roca mirando al mar. ¡Era una puesta de sol espléndida!
» Trataba de relajarme ante la serenidad del maravilloso paisaje, cuando vi más allá de lo visible, me sentí sobrecogido por las fuerzas secretas de la misma naturaleza, por su vida, por el misterio de su fortaleza, de su belleza, de su permanencia resistiendo los elementos naturales y los ataques, a veces incluso destructores, del hombre. Todo esto pensaba, cuando me sorprendí yo mismo envuelto en esas mismas fuerzas superiores que me colocaban como parte de esa energía de la propia creación. Mi debilidad, mi cansancio, mi impotencia… se fortalecieron, hasta tal punto que experimenté toda la fuerza de mi existencia, hasta entonces desconocida para mí; era como si todo yo fuera el universo entero. Es algo que es muy difícil ponerlo en palabras, pero más tarde comprendí que, por primera vez, había tenido una experiencia de la presencia del Misterio en mi interior. Había cruzado el umbral de otra dimensión desconocida. Se me había hecho presente la grandeza de la gratuidad de todo lo creado.
» Aquella noche tuve un extraño sueño.
» Me encontraba durmiendo en una cueva situada en un monte y he aquí que oí una voz que me decía: “¿Qué haces aquí Andrés?
» Yo respondí: “He cruzado el umbral y quiero conocer el Misterio.
Sal y ponte de pie delante de la cueva. He aquí que Él pasará. Un viento muy fuerte sacudió la montaña y rompió la roca, pero en el viento no lo descubrí. Y después del viento un temblor. Tampoco allí le vi. Y después del temblor, fuego. No estaba Él en el fuego. Después del fuego oí un susurro, el ruido ligero de una brisa suave. Cuando lo oí, me cubrí el rostro y reconocí que en esa brisa estaba Él.
» Su presencia me llegó hasta los huesos. Fue entonces cuando advertí que le oía desde mi interior. Su voz la sentía brotar desde lo más profundo de mi propio ser:
“Pídeme lo que quieras.
“¿Qué he de pedirte? …
Dame un corazón que escuche atento, Para que sepa descubrir las necesidades de los que me rodean Y sabiduría para poderles ayudar a discernir entre el bien y el mal.
» Parece que le gustó mis deseos. Y prosiguió:
Llámame y te responderé, te revelaré cosas grandes, inaccesibles, que tú no conoces.
» Me desperté. Estaba amaneciendo, la ventana se había abierto y la brisa de la mañana me daba en el rostro.
» Yo sentía que aquello había sido algo más que un simple sueño. Había de verdad entrado en un ámbito misterioso, en un ‘espacio’ distinto, que nunca había experimentado. Todos los objetos de la habitación estaban allí, externamente todo permanecía igual, nada estaba alterado, pero… ‘algo’ o ‘alguien’ lo hacía diferente.
» Se había abierto una puerta invisible ante mí y yo había atravesado su umbral. Un umbral que me llevaba a otra dimensión, a ser diferente y definitivo”.
¿No necesitaremos como él sumergirnos en esa experiencia de valorar el GRAN MISTERIO DE LA NATURALEZA?
Quiero retomar estas palabras: Se me había hecho presente la grandeza de la gratuidad de todo lo creado.
Ojalá el añorar nuestra libertad nos ayude a valorar la belleza de la Naturaleza y nos lleve a la conclusión de que hemos de cambiar nuestro modo de vivir. Necesitamos urgentemente aprender a subsistir de manera más solidaria buscando el bien común de toda la creación, porque somos parte de ella y nada suyo nos puede dejar indiferente.
En un momento en el que dos de las potencias mundiales China y Estados Unidos estaban en guerra por ser la mayor economía del mundo, llega un virus que los pone de rodillas y nos manda a todos a un confinamiento obligatorio. El virus no respeta muros, ni entiende de clases sociales afecta a todo el mundo sin preferencias. De repente todo pierde valor y fuerza frente a este enemigo común y nos sitúa desnudos ante nuestra debilidad humana.
Hay gente que se pregunta ¿Dónde está Dios en todo esto? ¿Cómo descubrir su presencia hoy, en la historia presente?
“Vosotros seréis mis testigos”.
A través de nosotros, él quiere actuar. Esta es la buena noticia, que Él está aquí y nos pide que demos testimonio de su presencia. Tenemos que sabernos sus manos, sus pies, su corazón… para que el mundo crea que hoy sigue actuando. Tenemos que ser coherentes con lo que hacemos, poner nuestras capacidades y talento, nuestra imaginación y creatividad, nuestra inteligencia y energía a su servicio, todo esto hecho por amor, pues “solo el Amor es digno de Fe”, sólo así seremos creíbles.
Hoy me atrevo a presentaros la propuesta de Andrés a sus alumnos, quizás a alguien le parezca interesante.
—Busquemos por tanto el reino y su justo crecimiento y todo lo demás hay que saberlo relativizar, colocándolo en el lugar que le corresponde en la escala de valores que constituyen los peldaños para conquistar ese reino. Recordad que hemos de pasar por la historia como elegidos y amados que somos, llamados a ir haciendo realidad el proyecto de S. H., su Reino, y que no es otro que ir sembrando para que crezca la familia de Dios, porque su reino no es de gobernadores y súbditos sino de una familia donde todos se aman sirviendo y atendiendo las necesidades de los hermanos.
—A mí siempre me llama la atención cuando hablas de que somos elegidos. ¿Acaso no hemos sido llamados, toda la humanidad, a ser ciudadanos del reino?
—Por supuesto. Todos somos llamados, pero no todos son conscientes de esta realidad. Y los que hemos tenido la gracia de caer en la cuenta de esta misión no podemos despreciarla o tratar de ignorarla. A eso me refiero al decir que somos elegidos, mejor sería decir que somos conscientes de la elección.
—Es verdad que no todos responden, pero, así y todo, no me negarás que se necesita mucho coraje y mucha confianza en la ayuda del Señor para no flaquear en los momentos difíciles.
—Así es. Y sólo los que lo intentan con constancia lo consiguen. Aunque tenéis que ser realistas, porque esto es tarea de toda la vida, y el enemigo es muy astuto y busca los puntos más débiles para atacar, pero tened ánimo, el amor de Dios puede convertir nuestra debilidad en fortaleza y si estamos llenos de estas inquietudes, nuestras palabras y nuestras obras nos han de delatar, pues de la abundancia del corazón habla la boca.
—¡Esto suena a utopía!
—Yo diría más bien a mucha tarea por hacer. Todo esto no pueden ser sólo palabras bonitas, hay que cambiar el corazón para poder aceptar a todos como hermanos y desearles lo mejor. Claro que no es fácil y por supuesto que no se consigue a fuerza de puños. Pues nuestro hombre egoísta, que reina en el interior de cada uno, lucha por situarse en el puesto que tratamos de arrebatarle.
—Entonces, ¿qué nos recomiendas?
—Trabajar dando paso en nosotros al amor que se nos ha dado y que va desarrollando en nuestro ser, una nueva criatura digna de poder derramar ese amor en los demás. Este es el único camino, así conseguiremos poco a poco ganarle las batallas de esta guerra interior a nuestro cruel enemigo. Se trata pues, de ser valientes y colaborar para que triunfe el bien, con las armas de ese hombre nuevo. Armas de paz, gratuidad, comprensión, acogida, generosidad… En fin, es un ir creando en nosotros un estilo de vida propio de los discípulos del Señor, y solo desde ahí, el mundo podrá ir caminando por sendas donde no crezca la cizaña del egoísmo y la insolidaridad.
—No sé… Hablas con una firmeza y seguridad, que parece como si para ti todo esto resultara muy fácil.
—¡Por supuesto que no lo es! ¿Qué te crees que a mí no me cuesta?, Llevo ya muchos años en esta empresa y a fuerza de ganar y perder batallas voy conquistando terreno al bien que hay en mí y debilitando mi mal. ¿Cómo? buscando las fuerzas en la oración y en la ayuda de los hermanos. Si conseguimos una comunidad que se aviva por la oración y la ayuda mutua, sin duda que conseguiremos nuestra meta. No podemos olvidar que todos nos complementamos y es muy sano sabernos necesarios y necesitados, formando un todo con los demás.
—¿Y qué pasa cuando no te lo agradecen o te interpretan mal?
—Ya os he dicho en otras ocasiones que esto es gratuito. Quiero decir que no podéis actuar según la reacción del beneficiario, esto ni se cobra ni se paga, es otra cosa, no podemos pretender alcanzar seguridades externas o buscar un reconocimiento y mucho menos actuar por ganarnos el prestigio de los otros.
—Pero supongo que, si te mueves entre personas sensatas, pronto te sabrán reconocer.
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—Puede ser, pero no olvides que la envidia es muy sutil y uno de los enemigos más ocultos del ser humano, incluso entre los que se esfuerzan por ser buenos. Pero, aunque esto suceda, no podemos abandonar. Por eso mi empeño en meteros estos fundamentos muy dentro, para que no os sorprenda el mal y sepáis como enfrentaros a él.
—¿Cómo?
—Os lo repito, con la fuerza de vuestra vida interior y la ayuda de un buen consejo fraterno. En cuanto a la relación con los demás, hay que procurar, ir sembrando a nuestro paso gestos de respeto, comprensión, justicia, solidaridad… Que la gente se sienta feliz al compartir con nosotros el esfuerzo cotidiano. Os aseguro que no hay un camino más fácil de ser feliz que empeñarse en hacer felices a los que están con nosotros codo a codo.
—Tienes razón. Y yo creo que poco a poco vamos entrando en esta dinámica que nos propones. ¿Verdad?
—Estoy seguro de que así es. Y no olvidéis que el gran éxito lo conseguiremos cuando tratemos de estar junto al que más lo necesita, para remediarle, o al menos, para darle el consuelo de compartir en compañía solidaria. Os aseguro que no hay mayor dolor que sufrir en solitario, pero todo esto se puede superar en la medida en que aprendáis a vivir desde lo más profundo de vuestro ser. Bueno, dejamos aquí este tema, pues ya es la hora de ir terminando.
Siempre hay algo bueno en el mundo por lo que vales la pena luchar
Nuestro mundo se enfrenta a un enemigo común: el COVID-19. Este virus no entiende de nacionalidad ni de etnia, facción o fe. Ataca a todos, sin tregua. (declaración de la ONU)
¿Qué está pasando? ¿A dónde nos puede llevar todo esto? Creo que es hora de sentarnos a reflexionar y pensar en que lo que venga sea tomado como oportunidad para evolucionar, cambiar y transformar nuestra existencia, si realmente queremos.
No podemos dejar pasar esta ocasión para volver a lo anterior. Es verdad que hemo de aceptar que nadie estaba preparado para esta batalla, pero me resisto a creer que es un incidente insignificante, creo mejor que es una buena oportunidad que nos da la vida, para que de esta experiencia busquemos una orientación más humana a muestra existencia.
Te propongo hoy que te sientes un ratito en la salita de doña María, para, junto con M95, valorar la vida de forma más consciente:
—Yo no entender por qué aquí todo es bueno. ¿Dónde están las envidias, los intereses personales, el afán de tener, de ser los primeros…? ¿Por qué Uds. distintos? ¿Cuál es el secreto?
—No te creas que esto sale de la noche a la mañana. Son muchos años de esfuerzo para ir poco a poco sembrando hasta recoger el fruto. Te aseguro que nosotros somos personas débiles y con las mismas malas inclinaciones que cualquier ser humano, también entre nosotros ha habido fraudes, desengaños, fracasos… lo que pasa es que, los que hemos tenido la gracia de llegar hasta aquí, ha sido a fuerza de perseverancia y fidelidad hasta descubrir dónde está la energía y el poder del hombre.
—¿Y dónde está?
—Está en potencia en nuestro interior, pero es una pequeña semilla que hay que cultivar con constancia para que crezca robusta y fuerte.
—¿En el interior de todas personas?
—Si. Es un don que pertenece a todo ser humano, pero no todos tienen la suerte de descubrirlo y disfrutarlo. Nuestra fuerza y poder nos viene de la fidelidad y confianza en la empresa que el Señor nos ha confiado.
—¿Qué empresa?
—Esta que nos traemos entre manos. El Señor nos ha llamado a que le ayudemos en ir abriendo caminos en la historia comprometiéndonos en una luchar por la justicia social, como base de una sociedad feliz. Y si nos sabemos fuertes es porque creemos en nuestra misión y estamos dispuestos a sacrificarlo todo, hasta dar la vida, para que esto tenga éxito. Y en la medida que así lo vivimos, como algo gratuito y sabiéndonos meros instrumentos, conseguimos avanzar, porque es su fuerza y su energía la que nos impulsa.
—Pero… ¿Qué es este, un proyecto espiritual o social?
—Son dos caminos que pueden llevar a la misma meta, pues, en el fondo, la persona no puede consentir que le arranquen de lo más profundo de su ser su dimensión espiritual. Esta verdad interior que le conecta con lo sagrado, con el mismo Dios. Aunque no sea consciente de ello, se sabe programada desde este mundo temporal hacia el único Señor de su historia personal, hacia donde todos nos dirigimos. Es una ley que todos llevamos grabada en nuestra naturaleza humana. Aunque a veces confundimos el camino. Por eso, en la medida en que nos empeñemos en ver las cosas desde una dimensión sólo materialista o simplemente social, prescindiendo de la dimensión espiritual, estamos mutilando a la persona en lo más genuino de su ser.
—Bueno, cada uno puede ver su vida desde muy distintas esquinas.
—Así es. Nosotros no nos sabemos los únicos, ni los más acertados, no somos más que un puñado de gente, que estamos convencidos de que el sentido de la vida es este, por eso nos empeñamos en ser fieles a esta misión. Tenemos el mandato de colaborar con el Señor en la transformación del mundo y aquí entramos en la dimensión social de nuestra tarea. Esta es nuestra revolución.
—¿Revolución? ¿Sois un cuerpo de lucha?
—No te asustes, nuestras armas son de paz y concordia. Creemos que al final el Señor será el vencedor, por eso es el Señor de la Historia, pero para ello busca en cada periodo histórico colaboradores que sean los que hagan visible su empeño revolucionario, en el sentido de trabajar por el cambio y la transformación humana, que ha de comenzar en el interior de cada persona.
—Pero… ¿Cómo sabéis tan seguros de que esto lo debéis hacer?
—No te quepa la menor duda. A pesar de nuestra torpeza y miedos, estamos convencidos de que él cuenta con nosotros. Y a medida en que nuestro ser se va convenciendo de nuestra misión como sus instrumentos, nos sentiremos llevados por la corriente de su fuerza. Poco a poco vamos perdiendo el miedo a mancharnos las manos con el barro del camino y a jugarnos a una sola carta nuestra vida, y porque sabemos que contando con él no tememos el fracaso. Así nuestra existencia se va transformando y, en lo más profundo de nuestro ser, reconocemos el lugar privilegiado donde experimentamos su presencia.
—Esto todo es mucho interesante, pero difícil de vivir.
—Pues ¡claro que lo es! Pero como la meta que el Señor nos marca es superior a nuestras fuerzas, confiamos plenamente en que estos éxitos no son por méritos propios, sino que es el mismo Señor el que funciona a través de nuestras personas. Ya te digo, nosotros somos meros instrumentos en las manos del artífice que es el que va rotulando la historia con sus colaboradores.
—¡Uf! Ese Señor me parece un superhombre.
—¡Por supuesto que no lo es!
—Es que me cuesta entender todo esto. ¿Cómo es eso de que vive dentro de vosotros?
—Son términos que sólo se entienden desde la fe. Es meterte en otra dimensión y comprendo que sea esto nuevo para ti. Pero nosotros así lo vivimos y te aseguro que estamos satisfechos de cómo va saliendo.
—-Sí, ya lo veo, pero me cuesta entenderlo.
—Él es el que nos impulsa en los actos concretos, en la construcción de una humanidad donde todos colaboremos responsablemente formando una gran familia, en donde la persona más débil sea la más protegida y la primera en verse atendida, donde no exista la desidia ni la mendicidad, porque todos tienen sus necesidades cubiertas, porque todos se sienten solidarios y generosos… Aquí se palpan los gestos de acogida al más necesitado; los esfuerzos por construir caminos de paz frente a la violencia y la agresividad; el fomento de la reconciliación y la armonía en las relaciones interpersonales… Son gestos que llevan a facilitar la convivencia cotidiana y que nacen de un auténtico interés por ir cultivando el amor fraterno.
—Y ¿todo sale bien?
—Bueno, ya te he dicho que esto no puede salir de la noche a la mañana. Son muchos años sembrando para ver frutos. Para adquirir este talante de vida, hemos de poner el centro de nuestros intereses, de nuestras últimas motivaciones, en el proyecto que el Señor tiene para cada ser humano. Es la empresa del Señor y él es el primer interesado en que esto vaya saliendo bien. Como ves es vivir con otras miras, en una dimensión diferente.
—Esto lo veo como un sueño bonito, no puede ser verdad.
—Es verdad que es un sueño que queremos ver convertido en realidad, pero a pesar de que muchas veces no somos coherentes y responsables, incluso hemos tenido desertores, desleales, traidores y cobardes que nos han hecho sufrir mucho, hay tantas compensaciones con las situaciones que se han visto conquistadas, que vale la pena.
—Y ¿todos sois así?
—Puede que quizás lo veas como una utopía, porque entre nosotros también hay problemas, pues no siempre somos capaces de ser fieles y los hay que dudan en el momento de tener que dar un paso difícil, o posponen sus intereses personales ante los de los demás, pero lo vivimos con serenidad y comprensión, pues no dejan de ser fallos humanos que no tienen la última palabra. Por eso sabemos ver lo cotidiano con esperanza.
—Ud. que es una persona de más edad, ¿cree que vale la pena? ¿Tiene esto futuro?
—Para serte sincera te diré que estoy contenta de cómo va saliendo este proyecto. Año tras año veo madurar a esta gente y eso me hace crecer en confianza, a pesar de las incoherencias personales. Veo que tiempos mejores están brotando entre nosotros y te lo dice alguien que ha vivido lo suficiente como para poder dar un juicio que sólo los años pueden dar. Es verdad que la sociedad cambia, pero hemos de estar atentos, para dar respuestas nuevas ante las nuevas situaciones.
—¿Cuáles son los mayores enemigos?
—Yo te lo resumiría diciendo que es la maldad que hay en el interior del hombre. La ambición, el deseo de poder y dominio, el vivir para acumular riqueza, poder o prestigio. Sobre todo, el egoísmo y la soberbia. Son estos los antivalores que van debilitando cualquier desarrollo social. Son gestos que ahogan el crecimiento de la buena semilla que hay en todo ser humano.
—Y ¿se avanza?
—Por lo menos se intenta. Pero yo te diría confidencialmente que hay muchas personas que han alcanzado una madurez humana increíble. Esto supone el vivir la verdadera dimensión del hombre libre. Libre de todas las presiones sociales que esclavizan, libres para poner todos sus valores, toda su riqueza personal, al servicio de esta sociedad que entre todos queremos ir construyendo. Aunque para ello se tenga que pasar por renuncias personales.
A estas alturas, después de un mes de reclusión, creo que hemos adquirido nueva conciencia del fallo de los sistemas globales. Basta un simple virus para derrotar a la presupuesta omnipotente humanidad.
No sé cómo saldremos de esta situación, ¿creemos de veras que el presente es una oportunidad para el cambio? ¿estamos realmente dispuestos a corregir nuestros errores, a sopesar nuestros intereses y optar por lo que realmente tiene que llenar de significado nuestra vida? ¿Estamos tomando en peso lo que tiene realmente sentido, por lo que nunca renunciaríamos?
Creo de veras que el beneficio asociado a esta situación de encierro familiar es que ahora todos tenemos la oportunidad de reconstruir la resiliencia en nuestras relaciones más íntimas.
No puedo dejar de pensar en esos hogares donde reina el odio, los recelos, el maltrato… y ¡todo el día juntos! esos están ya viviendo el infierno y ruego para que sean pronto redimidos.
Pero ¿y nosotros? Lo positivo de esta situación es la oportunidad de disfrutar de nuestra familia, de añorar a los que están lejos, de desear vernos, abrazarnos, cuidarnos, decirnos personalmente que nos queremos; porque nos hemos dado cuenta de que, sólo una cosa es importante, el amor que nos tenemos a pesar de nuestras diferencias.
Y todo esto quiero hoy unirlo al peligro de seguir adorando al dinero, a la ambición, a la insolidaridad, al acumular egoístamente riquezas, a la corrupción y malversación económica, … ¿seguiremos teniendo a este ídolo por nuestro señor?, de todo esto conversaron Ana y M95 una tarde en una cafetería al amparo de unas cervezas.
—Yo me pregunto que el paro es un problema a nivel nacional ¿verdad?
—Así es. Cada vez aumenta más el número de empresas que quiebran o que no pueden mantener tantos empleados. Pero a mí, una de las cosas que más me preocupan es el problema de la economía sumergida que empobrece oficialmente al país al no contribuir al progreso económico de la Nación.
—¿Qué es eso?
—Mira, en un país democrático, todo adulto tiene la obligación de mantener la economía de la Nación según su capacidad económica, puesto que los presupuestos generales del Estado se planean según la liquidez económica que dispone el Tesoro Público, fruto de la contribución de todos los ciudadanos del país. El Ministerio de Hacienda y las Administraciones Públicas son las estancias encargadas del presupuesto, aplicación y gestión de la política económica del Gobierno, así como el seguimiento, inspección y evaluación de los servicios públicos. Pues bien, si tú engañas a la Hacienda Pública y no contribuyes a mantener el Tesoro Público con el fruto de tu legítimo trabajo, estás cometiendo un fraude y perjudicas entre otros a los presupuestos del Estado sobre educación, sanidad, seguridad social todos los servicios públicos que quizás criticamos porque exigimos mejoras pero que tú estás contribuyendo a esos límites cuando te mueves con tu tarea delictiva al no contribuir y prevaleces en el campo de la economía sumergida.
—¡Ah! ya veo. La economía sumergida es no ayudar económicamente para que el Gobierno tenga dinero para los gastos económicos públicos.
—Así es. Se refiere a la actividad económica oculta que se genera en un país al margen de la ley, de manera que la riqueza que produce no está controlada fiscalmente y por tanto no aparece oficialmente en la economía nacional.
—¿Podrías decirme ejemplos?
—Pues… la venta ambulante de productos, el trabajo por horas de limpieza doméstica sin dar de alta en la Seguridad Social, la falsificación en contratos y en facturas de compra y ventas, engaños en la obtención de becas, subvenciones o subsidios sin que corresponda, perjudicando con ello a otras personas que por derecho le corresponde esas ayudas… los hay que, percibiendo el subsidio de desempleo, están cobrando por actividades clandestinas, por otras parte también es denunciable que los administradores del dinero público destinado a obras sociales, lo desvíen para su enriquecimiento personal, y los que teniendo un más o menos boyante patrimonio se escaqueen de declararlo y ocultan su fortuna para no verse obligado a compartirla, en fin, un cúmulo de acciones ilegales que no sólo causa daño a los ingresos patrimoniales de la Nación, sino que va contra toda rectitud de conciencia.
—¿Esto tiene que ver con el dinero negro?
—Pues sí, así se llama al dinero que se invierte o se recibe sin declarar a Hacienda, y esto no deja de ser una estafa, un robo a nivel nacional.
—Entonces el blanqueo de dinero, ¿qué quiere decir?
—Esto es más delictivo. Es mover el dinero procedente de negocios que incumplen la legislación laboral y fiscal, de forma que una vez convertido, aparezca como dinero producto de negocios legítimos. El blanqueo de capitales es un mecanismo que permite salir al dinero obtenido de actividades delictivas ocultando el verdadero origen de estos fondos. A gran escala, en general, suele proceder de actividades relacionadas con el tráfico de drogas, de armas, la trata de personas… suelen ser organizaciones de bandas armadas, terroristas, mafias… en fin el producto de los magnates que no les interesa que se sepa la procedencia de su riqueza, pero todo esto son palabras mayores.
—¿Y esto es difícil de controlar?
—Bueno, la verdad es que no siempre se consigue. Hay varios procedimientos, para llevar a término la evasión fiscal, los delincuentes suelen tener muchas estrategias estudiadas para encubrir la procedencia del crimen como es el no llamar la atención de las instituciones financieras con grandes operaciones monetarias, pues aquí, al ingresar el dinero en una entidad bancaria, hay un control estricto y puntual y se podría detectar la procedencia sospechosa de la operación de blanqueo, pero hay otra forma de utilizar el efectivo negro y es el invertir en ciertos países que permiten la compra y venta de operaciones mercantiles de modo que el importe oficial que aparece en la factura no tenga que ver nada con el realmente pagado y comprado, por lo que así se puede manejar cantidades importantes del dinero en contabilidades fraudulentas. Otro camino son los llamados paraísos fiscales.
—Sí, creo que algo he oído de esto
—Pues son territorios alrededor del planeta donde se paga menos impuestos que en el sitio residencial habitual de un negociante. Allí van a para la mayoría de las grandes fortunas que huyen de hacienda. Los hay que son muy atrayentes para el crimen organizado porque no se rigen por ninguna ley internacional del mercado de finanzas. Hay empresarios y grandes fortunas que buscan negociar con la banca privada de Suiza y Andorra, por ejemplo, para ocultar su dinero sin dejar rastro. En cambio, los pequeños y medianos empresarios que quieren sacar el dinero del país buscan otros mercados, generalmente compañías asiáticas que cobran menos comisión.
—¡Qué sorprendente!
—Bueno, pero con todo esto nos hemos desviado del tema, es verdad que estas actividades delictivas de evasión de impuestos de los grandes capitales son lamentables, pero hay otras gestiones que no por ser de menor escala hay que considerarlas menos penales, me refiero a las empresas que se valen de trabajadores sin contrato, sin darlos de alta en la Seguridad Social, y que quizás estos están cobrando el subsidio de desempleo cuando la verdad es que están trabajando de manera oculta para la Hacienda Pública.
—¿Y esto no se descubre? ¿No hay una fiscalía que esté atenta a estos fraudes?
—Sí que lo hay, pero no lo suficientemente eficaz como para acabar con ello. Estoy segura de que en nuestro país existen grandes y pequeñas empresas que busca la manera de engañar a la administración pública en beneficio propio, sin ser conscientes de que el bien común a la larga les beneficia a ellos también.
—¿Quieres decir que esas entidades no cumplen las normas del empleo?
—Así es. Estas actividades clandestinas no respetan las normas que hay que cumplir, violando las leyes laborales y llegando a la explotación del trabajador. Son empleos ilegales que se dan en el campo de la corrupción, con mano de obra barata, que manipulan y abusan al no tener en cuenta sus derechos de operario, ocasionándoles daños y perjuicios, con el riesgos incluso de poder sufrir un accidente laboral y no tener derecho a ser atendido, por no haberle dado de alta en la Seguridad Social y además el no cotizar, les priva también del subsidio para la pensión de jubilación… en fin una serie de irregularidades que permanecen ajenos al control del Estado y que va en contra del trabajador. Todo esto son conductas del contribuyente fraudulento que busca evitar el pago del impuesto que le corresponde, valiéndose para ello de engaños y trampas para librarse de las aportaciones fiscales.
—Ya veo que puede ser grave problema.
—Sí y una vergüenza pues por el fraude fiscal en este país se pierden miles de millones de Euros, fraude que repercute en mayores impuestos para los ciudadanos honrados. Te confieso que no me equivoco al afirmar que existe un porcentaje no despreciable de personas que realmente ganan mucho, pero se las apañan para engañar a hacienda y pagar poco o al menos por debajo de lo que en justicia deberían contribuir.
—¡Esto es asombroso!
—Si e indignante, añadiría yo. Si los inspectores se dedicaran a perseguir a los grandes defraudadores y no a la gente común, como parece estar haciendo, buena parte del problema económico del país se resolvería. Ahora que te digo otra cosa, tampoco el estado es inocente, porque hay ciudadanos que se niega a colaborar porque no quieren ser cómplices del mal uso que en ocasiones hace el mismo gobierno del dinero de todos los contribuyentes, cuando aprueban leyes que van contra la vida, como el aborto o la eutanasia, o se implica en el comercio de armas o en multinacionales que van en perjuicio del bien para el hombre o el medio ambiente. En fin, que aquí hay materia para reflexionar personal y socialmente.
Confío en que aprendamos la lección y que todo esto nos sirva para comprender que el cambio sigue siendo necesario y obligatorio, que hemos de valorar la vida de forma consciente, dando prioridad a lo que realmente tiene un valor existencial como son los valores humanos, el defender los derechos de todos los ciudadanos y el salvaguardar el medio ambiente, lo demás usarlo en tanto en cuanto ayudan a estos principios sin caer en la tentación de ser esclavos de nada y nadie.
Hoy vuelvo a retomarla, pues he percatado que dejé una idea entre las dos que no quisiera renunciar de comentar, puesto que es uno de los capítulos más existencialista de la novela.
El dolor, el sufrimiento, la soledad, la muerte son situaciones humanas claves, que podemos estar experimentando de un modo especial en nuestras actuales circunstancias y que nos sitúa ante el sentido de la vida. A veces, los golpes son tan terribles que las personas pierden el horizonte y cuestionan el significado de su existencia. Por eso no he querido dejar pasar esta oportunidad.
Después de leerle el párrafo de la carta de S. Pablo (1Co.13,4-7), en la primera entrada, AMAR, M95 le pregunta a Juan:
—¿Es esto como vosotros hacéis aquí?
—Esta es la norma de nuestra convivencia. Y aunque no siempre sale, hacia ahí queremos caminar. Entre luces y sombras personales y colectivas, queremos ser coherentes y nos esforzamos por ayudarnos para hacer realidad en cada uno lo que aspiramos como grupo. ¿Qué colectivo humano no tiene fallos? Por lo menos somos conscientes de que este es el camino, y estamos abiertos a colaborar y compartir estas inquietudes con todo aquél y aquella que pretenda hacer de la justicia-amor la causa primera en la construcción de una historia de gentes felices.
—¿Cualquiera persona?
—Toda la que sea capaz de trabajar convencida y gratuitamente por transformar la sociedad a fin de dejar a las futuras generaciones una existencia más digna de llamarse humana.
—Parece este plan tuyo muy difícil.
—Fácil no es, ya que te arriesgas a sufrir incomprensiones, mal entendidos, abandono incluso de los que más has pretendido ayudar… Por eso te he querido subrayar desde un principio que es una cuestión de amor gratuito y esto no todo el mundo lo entiende.
—¿Y qué pasa cuando no entienden o no responden a vosotros?
—Entonces se pasa por la prueba de fuego del amor gratuito. Es uno de los sufrimientos más grandes. Sobre todo, si se vive la experiencia en soledad.
—Explícame.
—Mira. El fracaso, el conflicto, la incomprensión, el desaliento, el desengaño… Todo se supera si se tiene al lado el apoyo de un amigo sincero, de un hermano que te ayuda a llevar ese peso, que se acerca para compartir contigo esa carga, aunque sólo sea psicológicamente. ¿No lo has experimentado tú alguna vez? Seguro que en alguna ocasión has pasado por esta experiencia de soledad o de apoyo ¿no?
—Bueno… No sé… ahora, así de pronto… Todo esto es nuevo de pensar en mí. Yo nunca me pienso estas cosas… Pero dime, ¿qué pasa cuando no hay ese amigo y no poder hablar de eso con nadie?
—Entonces llegas a la culminación de tu categoría como persona. Si estás por encima de las respuestas humanas, incluso por encima de un consuelo lícito, si ante estas situaciones límites no desfalleces, es porque tus motivaciones se apoyan en el Señor, tu causa está más allá de esta vida, sino, no lo soportas.
Todos, tarde o temprano, experimentamos alguna vez una sensación espantosa de soledad. Yo creo que hay algunas zonas del hombre, algunos niveles, donde no podemos encontrar apoyos ni en los mejores amigos. Ese abandono, esa oscuridad, solo se supera, si ponemos los ojos del corazón en la presencia de ALGUIEN que nos de seguridad, que nos ofrece un amor gratuito. En ese momento de oscuridad máxima, de la soledad humana más absoluta, sólo podemos salir si escuchamos la voz de Dios y acogemos la mano gratuita de su amor que nos toma y nos llena de fuerza y energía para seguir creyendo en la vida. En esa hora de máxima soledad nunca estaremos solos, si sabemos conectarnos con lo TRASCENDENTE.
—¿Más allá de esta vida? ¿Dónde?
—Ya te he dicho que, para nosotros la vida es un tiempo de paso, un camino que recorrer hacia una dimensión de eternidad que intuimos aquí cuando experimentamos la felicidad que proporciona el ser protagonista de un amor gratuito, porque por encima de respuestas humanas sabemos que hay un después, una respuesta infinita, eterna y gratuita. Donde reina el AMOR que no fallará porque Él nos amó primero y todo amor humano auténtico nos viene de Él.
—Te veo muy convencido.
—Así es. Yo creo firmemente en que el AMOR procede de Dios, que Él me ama incondicionalmente, por encima de mi respuesta y que su amor lo comparto con toda la humanidad porque todos somos sus hijos y de Él lo recibimos.
“porque el amor de Dios ha sido derramadoen nuestros corazones por el Espíritu Santoque nos ha sido dado”
» ¿Cómo no entregar este amor que se me ha dado gratuitamente, para que ayude a mis hermanos, a reconocer en ellos esta realidad interior que nos dignifica y nos hace tan grato a sus ojos?
—¿A todos?
—Pues sí, aunque muchos lo ignoren, todos somos amados por Dios y estamos predestinados a una vida feliz que puede empezar aquí, pero por supuesto que tiene su culmen en la otra vida.
—Entonces… ¿Tú creer en otra vida después de la muerte?
—Sí, la muerte es una realidad, pero nosotros la esperamos como una transición, aquí todo no acaba, es un paso hacia la auténtica vida, donde nada negativo tiene entrada.
—¿Por qué estás muy seguro?
—Porque lo siento en lo más profundo de mi ser. Te lo voy a decir con un poema
“Aunque la higuera no eche yemasy la viña no de más fruto, aunque el olivo olvide su aceitunay el campo no de cosecha,aunque se acaben las ovejas del redily no queden vacas en el establo, yo esperaré en Diosy me gloriaré de que ÉL SEA MI SALVADOR”
—¡Esto todo ser muy extraño! Yo soy muy confusa.
—Por supuesto que te puede resultar muy novedoso si no vives convencido de que hay alguien que vela por ti y no deja que sucumbas ante las incoherencias de la existencia humana. Tenemos fe en el amor gratuito y misericordioso del Señor que nos conduce a un triunfo seguro y definitivo más allá de cualquier problema o dificultad temporal, por eso nuestro amor está por encima de la respuesta humana.
—Esto es mirar la vida con otro sentido.
—Pues sí. Ya te he dicho que para nosotros esta vida no tiene la última palabra, es un caminar, más o menos acertados, más o menos convencidos, hacia una meta final. La auténtica vida por la que vale la pena jugarse todo, está en la otra orilla, al final, después de la muerte.
—Todo esto tengo que estudiarlo. Nunca yo pienso así.
(Para ser fiel a la novela, el capítulo 6 se llama “Más allá de la vida” y esta entrada iría entre las dos entradas anteriores, terminando con el comentario que viene a continuación)
Vamos a introducirnos en el diálogo de M95 con V71.
¿Cuál fue la reacción de V71 cuando escuchó esta conversación?
—¡Me encanta escucharle! —comentó M95—, aunque he de reconocer que son muchos los términos que no alcanzo aún a captarle su auténtico sentido. Me parece adivinar que nuestros conocimientos existenciales son muy reducidos, que hay algo más allá de lo palpable, de lo comprobable, de lo que nos lleva a ver y tocar resultados. Nuestra cultura científica nos proporciona conceptos de una capacidad pragmática fabulosa, pero psicológicamente crecemos con un respeto temeroso por todo aquello que no entra dentro del campo de lo medible y demostrable, y preferimos dejarlo ignorado en el rincón más profundo del fondo de nuestra trastienda intelectual y vital. ¿Tú crees en que seguiremos viviendo después de la muerte?
–—Bobadas. No sé de nadie que vino de allá, y si nadie volvió después de morir… ¿quién te asegura que ciertamente hay algo?
—Nuestros científicos están de acuerdo en mantener que la materia no se destruye, sólo se transforma.
—Bueno, pero a eso es a lo que se reduce nuestro final, nos transformamos en ceniza y dejamos de ser personas ¿no?
—Quizás. Pero, puesto que se transforma, seguiremos existiendo.
—¿A qué conclusión nos lleva todo esto? ¡Existiendo…! ¿Cómo sería esa nueva existencia?
—Ahí está la cuestión ¿En qué nos transformamos? ¿Otra vida…?
—¿Estás empeñada en que la muerte no es el final?
—No se… Quizás tienen aquí razón y existimos para algo más allá de la muerte. Tal vez estemos aquí principalmente para prepararnos para lo que seremos más tarde.
—Agente M95, volvemos a entrar en el terreno prohibido.
—Ya lo sé, pero déjame que te diga todo lo que tengo por dentro, aunque no tenemos por qué registrarlo oficialmente. Creo que he llegado a comprender, con buena lógica, que esta gente puede tener razón, que puede haber algo más allá de la muerte. Pero… ¿Qué? ¿En qué nos transformamos? En el fondo no me desagrada la idea de ser inmortal. Es la satisfacción de poder dar una respuesta a nuestro instinto de supervivencia.
—Creo que estás volviéndote loca con tanta filosofía de ese Juan.
—Bueno, pero estoy segura de que, si llegara a comprender mi destino, en relación con una vida más allá de la muerte, ante pondría mis intereses eternos al de ver cubiertas mis necesidades cotidianas.
—Todo esto me está empezando a poner nervioso. Te lo repito, te estás desviando demasiado y puede ser peligroso. Pero, aunque no quiero que te lo tomes como un precedente te diré que, he oído comentarios de que existe en nuestra sociedad un grupo de estudiosos que, basándose en la física cuántica, suponen que nuestra existencia después de esta vida no desaparece. Como tú sospechas nos transformamos.
—¿De verdad? ¡Explícate!
—Sí, dicen que cuando nos morimos, el individuo desaparece como tal, pero pasamos a formar parte de un todo. Algo así como un mar. Seremos las gotas que forman el océano de la otra vida.
—¿Estás seguro de lo que dices?
—Yo no estoy seguro de nada. Me he limitado a informarte de algo que se rumorea por los pasillos de los científicos.
—No me hace mucha gracia el perderme en la inmensidad acuática sin distinguirme del vecino. Prefiero pensar que mantendré mi personalidad en la perfección.
—Bueno, esto como lo otro, son teorías de imaginaciones calenturientas, puesto que nadie ha venido del más allá y nos ha informado. La muerte es la única realidad. A los hechos me remito. Las personas siguen muriéndose y los cuerpos desintegrándose desde ese suceso.
—¿Es esto toda la verdad? ¿Por qué no puede ser este hecho una mera transición? ¿Un paso hacia otra existencia distinta y desconocida? ¿Como el gusano que pasa a ser mariposa?
—¡Ya está bien!, dejemos esta estúpida conversación. El que primero se muera que venga a contarlo y así saldremos de dudas de una vez por todas.
“Cada uno ha de decidir cómo quiere vivir y cómo quiere morir. Yo creo y confío en que el misterio último de la realidad, que algunos llamamos “Dios”, otros “Energía”, otros “lo Trascendente” y otros “nada”, es un Misterio de Bondad en el que todos encontraremos la Plenitud de nuestra existencia. Un día, esa felicidad plena que todos anhelamos se hará realidad. Ya no habrá muerte ni dolor. Nadie estará triste, nadie tendrá que llorar.”José Antonio Pagola25/03/2020