LAS ESPERANZA DEL CAMBIO

        Nuestra ingenuidad de que el mundo lo controlábamos los humanos se ha deshecho en unos días. El virus nos está enseñando que todos pertenecemos a la misma especie, todos somos SERES FRÁGILES QUE DEPENDEMOS DE UN ESFUERZO COMÚN PARA SOBREVIVIR.

Lo estuve pensado, y es evidente que habrá distintas respuestas ante esta situación, cada uno saldremos de ella con criterios y propósitos muy heterogéneos, pero sin duda siempre podemos tomar una u otra postura. Habrá quien está esperando que todo esto pase para volver a su vida anterior, sin que estos días les marque como oportunidad existencial, pero también creo que habrá un grupo de la gente que sacará algo de esto, que le ayude a crecer como persona. De verdad, ¿quieres salir de todo esto igual que como entraste? Yo me niego.

Aunque nos sacuda el cansancio por lo que ha supuesto el Covi-19, de confinamiento, de miedo, de alarma, de enfermedades y muertes, de soledad, de precariedad económica, de paro y hambre… creo que hemos de sentarnos seriamente para comprender qué luz voy a escoger para mi vida; en mi proceder diario. ¿Qué luz quiero que ilumine mis pasos?

Quiero ser de las personas que se apuntan a reflexionar y meditar para descubrir cómo podemos contribuir a aprender a vivir de manera más humana y solidaria después de esta pandemia

Y para ello te voy a invitar a leer el capítulo 18 de la novela “La esperanza del cambio”

Después de terminar las actividades de la tarde en el club, he estado charlando con Andrés en su despacho. Tenía una lista muy larga de interrogantes desde mi asistencia a su clase y pretendía que él me las aclarara.

—Me gusta que me expliques, eso que llamáis los deberes que tiene una ciudadanía responsable.

—Bueno, yo creo que la persona tiene que sentirse y actuar como parte constructiva de la sociedad donde vive, y nadie puede privarle de este derecho, ni ella misma debe evadirse de esa responsabilidad.

—Entonces, ¿tú apoyas eso que todas personas tienen su papel sociopolítico en la historia?

—Si, así es. Pienso que nadie se puede quejar de estar viviendo en una sociedad que no es de su agrado, si no intenta poner los medios para transformarla, si no trata al menos de mejorarla participando, como un ciudadano con responsabilidad.

—¿Crees esto fácil?

—No, no lo es. Pero las lamentaciones y quejas sin hacer un intento por ayudar no llevan a la solución de las situaciones incómodas. Esa postura pasiva son quejas estériles que terminan por engendrar pesimismo y desaliento o en el peor de los casos una indiferencia, pasotismo y aburrimiento ante la causa social, y no conducen a nada bueno.

—¿Tú crees en democracia?

—Como te decía, estoy convencido de que todo hombre tiene derecho a participar libremente en su bienestar social, y este es el principio fundamental de todo sistema democrático, la participación de todos los ciudadanos, colaborando en el perfeccionamiento del desarrollo cívico más inmediato, donde el bien de todos se ha de construir con la cooperación de cada uno.

—¿Cómo me explicas esto?

—Pues mira, en la medida en que vayamos profundizando en el valor de la auténtica democracia, no sólo a la hora de dar nuestro voto sino también a lo largo de los periodos legislativos, dando nuestras opiniones, conocimientos, apoyos y recursos al servicio del enriquecimiento de los programas políticos, estaremos actuando como ciudadanos democráticamente responsables.

—Y entonces, ¿tú crees que este es el camino de modelo de sociedad que propone la auténtica democracia?

—Si, un camino donde los dirigentes políticos ejercerán su mandato compartido con la aportación ciudadana, siempre a favor del bien común. 

—¿No es esto mucho arriesgado para los políticos?

—Pues si, pero si están de verdad por hacer un servicio a la comunidad, escucharán las demandas de cualquier ciudadano. Pero por desgracia no siempre es así, y son muchos los que buscan el puesto como plataforma de poder y enriquecimiento personal aun basándose en intriga y corrupciones de todo tipo.

—¡Esto es muy malo! ¿Es esta la causa de problemas de gobierno democrático?

—No exclusivamente del sistema democrático, pues puede ser un mal en cualquier sistema político, pero en todo caso siempre hemos de luchar por mejorar nuestros gobiernos si queremos avanzar en la construcción de una historia progresista, justa y más humana.

 —Ya entiendo.

—De todas las maneras, yo soy optimista y tengo esperanza en el cambio y el progreso. Todo diálogo político que promueva acciones de avance y mejoras ciudadanas han de ser apoyados y favorecidos.

—¿Es clasista vuestra sociedad?

—¡Por supuesto que sí! La situación social en la que vivimos está cimentada en el tener y no en el ser. Por eso funcionamos entre las categorías de los ricos, inteligentes, poderosos…  El que tiene dinero, poder, capacidad intelectual… es el que triunfa, aunque esto lo haya adquirido de una manera poco honesta, y así no construimos positivamente el bienestar de todos, puesto que el que carece de esas cosas, a veces por no querer pactar con ciertos valores, éste se puede encontrar marginado o sencillamente quizás nunca alcance a ser influyente en la sociedad. Pues, aunque en teoría se afirme que todos somos iguales y tenemos los mismos derechos, en la práctica sabemos que no es verdad, y que en ocasiones se llega a violar los principios más elementales de los derechos humanos, por mucho que se diga que la democracia está a favor de estos principios.

—¿Y cuál es vuestra propuesta?

—Sin duda, el ir sensibilizando a los ciudadanos del deber de construir otra realidad social, siendo conscientes de sus obligaciones cívicas, contribuyendo en la cooperación solidaria, a fin de que todos disfruten de una aceptable calidad de vida, al menos con sus necesidades más elementales cubiertas

—¿Tú crees que mejoráis el futuro?

—¡Por supuesto! Ya te he dicho que la solución está en no lamentarnos inútilmente sino en ayudar al cambio para mejorar. Es verdad que la meta es muy ambiciosa, pero creo que al final el bien va a triunfar, y si nos juntamos los que tenemos esta esperanza, y trabajamos por el bien común algo conseguiremos ¿no te parece?

 —Puede ser…

—Por mi parte no quisiera pasar por la historia sin haber puesto mi grano de arena para lograrlo. Porque esto es urgente. Si, urge que nos comprometamos socialmente si queremos de verdad que suenen voces que proclamen la justicia, la solidaridad, la participación responsable… Este ha de ser nuestro empeño, ir buscando hacer el bien junto a las personas que tengan estas mismas inquietudes.

—¿Es así donde terminará la pobreza?

—Este es un tema muy complejo. Como ya te he dicho, espero que algún día caigamos en la cuenta de que todos tenemos derecho a tener cubiertas las necesidades más básicas, cosa que aún no es una realidad.

 —¿Y tú dices que la democracia es el camino?

—Bueno, es uno de los caminos, supongo que habrá otros, pero cualquiera que busque el desarrollo pleno de la humanidad, ha de optar por colaborar activamente en la construcción de un orden social acorde con las exigencias del bien común y de la distribución equitativa de los bienes del planeta.

—Esto me suena a… ¿cómo se dice… utopía?

—Quizás te parezca una meta inalcanzable, pero sabemos hasta dónde pueden llegar nuestras fuerzas y no por eso nos acobardamos ni renunciamos a la lucha.

—¿Cómo me explicas de los países donde los gobernantes buscan su bien económico propio o sólo gobiernan para mandar y dominar?

—Eso es parte de lo que te he comentado. Cuando el poder político está en manos de desaprensivos que sólo tienen miedo de perder su plataforma de poder y dominio, su cómoda existencia y su alta posición social, sin meterse en el tema de la solidaridad apoyando el bienestar de todos los ciudadanos, asistimos al descrédito y al propio suicidio de las instituciones políticas.

—¿Tú crees esto?

—Estoy completamente seguro de que el pueblo tarde o temprano se levantaría contra los que así abusan de su poder. Los gobernantes tendrían que plantearse su situación y saber que esto los llevaría a ser los primeros en perder sus privilegios. ¿No te parece?

—Si, me temo tienes razón. ¿Cómo van a responder a las necesidades más urgentes de los ciudadanos, si con esto no se benefician, sino que tienen que renunciar de lo suyo para todos?

—Veo que lo vas captando. Además, hay otro problema que es el que surge en los países donde se pone como meta la producción a consta de la explotación de los propios trabajadores.

—Si, algo leo de esto en una crítica de la sociedad de consumo.

—Son planteamientos económicos que no miran en absoluto la dignidad de la persona. Las fuerzas laborales están organizadas para obtener el máximo beneficio sin tener en cuenta las condiciones de vida de los trabajadores, que son al fin y al cabo los que hacen progresar la economía con sus esfuerzos y sudores. La persona es explotada y sólo se le mira como un instrumento más de la productividad.

—Y así sólo se enriquecen los jefes ¿verdad?

—Así es. Los beneficios del desarrollo económico siguen estando en manos de unos cuantos poderosos que mueven los hilos de toda la producción.

—Ya veo.

—Por eso es urgente hacer propuestas alternativas desde la base para cambiar el sistema, poniendo en primer eslabón en el respeto a todas y cada una de las personas que la forman.

—¿Y cuál es tu propuesta?

—Pues verás, tenemos un programa de orientación ciudadana, en el que se informa a la gente de sus auténticos derechos. También es muy importante la educación de los valores para ir tomando conciencia de que las relaciones humanas tienen como base la igualdad, aboliendo toda forma de explotación y discriminación y por último nos interesamos por la formación de conciencias rectas, honradas, íntegras, que no se dejan embaucar por la injusticia, la inmoralidad de los ambientes que buscan el engaño y el fraude social.

—Esto suena muy interesante.

—Así es. Yo creo que es el camino por el que se podría llegar a construir una sociedad donde se respete al ser humano en toda su dignidad. Cuando el ciudadano conoce sus derechos y los exige, la autoridad ejecutiva no le queda otra alternativa que actuar en favor de esas voces.

Yo pienso como Andrés, por eso me niego a salir de esta experiencia igual que entré, creo que Dios nos da una nueva oportunidad para reflexionar sobre nuestra respuesta ciudadana. No es fácil, pero no hemos de dejar de luchar y trabajar para colaborar con responsabilidad en el cuidado del desarrollo de nuestra aldea común.

Espero que muchas cosas cambien, pero nunca nos podemos situar como meros espectadores del devenir de la Historia, somos sus protagonistas

3 comentarios en “LAS ESPERANZA DEL CAMBIO

  1. Hola, Mary Carmen.
    He leído la publicación en la que encuentro la necesidad de darle un sentido optimista al momento por el que estamos pasando debido a la pandemia. Entreveo la posibilidad teórica de cuestionar el sistema político-económico en el que vivimos, lo cual es normal ya que todos o, por lo menos, la gran mayoría de nuestras estructuras sociales de convivencia han sido afectadas y, por lo tanto, dan pie a ser cuestionadas, pero, es peligroso especular desde la generalidad. Por otra parte, estoy totalmente de acuerdo en que nosotros somos los protagonistas de la historia, pero si somos sujetos y no sujetados por ella, también es dable reconocer que hay jerarquías de responsabilidad sin la cual el mundo, tal y como lo conocemos, no sería posible.
    Saludos y gracias.

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    • Buenas tardes Miguel Ángel, gracias por visitar mi blog, como ves estoy comentando un libro que escribí hace tres años, pero como los temas humanos cuando son existenciales no pasan de moda, se puede fácilmente aplicar al problema social de hoy, como comento el comenzar el libro «nada hay nuevo bajo el sol»
      Un saludo

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  2. Excelente amiga querida. Solo espero que aprendemos mucho de toda esta situación. Sobre todo construir otra forma de relacionarnos con nosotros mismos, con los otros, con Dios y con la creación. Un placer leerte. Un fuerte abrazo y cuídate mucho.

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