DESAFÍO CULTURAL

Sin duda, a lo largo de estas últimas entradas ya habrás captado lo esencial de estas dos civilizaciones.  Dos culturas muy distintas fruto de la educación que se le ha inculcado. ¿Progreso? ¿Prosperidad del ser humano? La historia nos lo dirá.

Yo me limito a narrar mis sospechas sabiendo que al final la última carta la tiene S.H. EL SEÑOR DE LA HISTORIA, pero entre medio, nosotros hemos de ser consciente de nuestra responsabilidad y, descubriendo la misión que se nos ha encomendado a cada uno, tratar de vivir con coherencia.

Por eso no me extraña que a M95 se le moviera la inteligencia y el corazón ante tanta sospecha novedosa.

Veamos otra conversación con su compañero

—¿Qué pensar de esta gente? Nosotros pertenecemos a una civilización que no nos motiva para bucear en nuestro interior, ni ir más allá de las necesidades inmediatas. Y por supuesto menos aún para preocuparnos de los problemas ajenos

—Es verdad, nuestros contactos personales no tienen que ver nada con las relaciones que aquí se detectan.

—Nunca se me ha ocurrido hacerme preguntas sobre qué le hará feliz a esta o a esa otra persona, si no tiene que ver con mi propia satisfacción. Nuestras relaciones no son desinteresadas.

—Bueno, supongo que esto se debe a la educación que se nos ha impartido. Nos limitamos a procurarnos nuestro propio bienestar o comodidad, aceptamos los límites impuestos por una tranquilizadora superficialidad, sin complicarnos la vida con razonamientos filosóficos.

—Sí, vivimos resguardados y seguros a la sombra del sistema social cerrando los ojos al terrible desafío del pensar autónomo, a lo arriesgado que es el hacerse preguntas intangibles. Pero la verdad es que tenemos miedo a perder la tranquilidad de una vida sin complicaciones.

—No olvides que esta es nuestra filosofía, el pragmatismo y el propio bienestar, son nuestros pilares existenciales. Las cosas y los acontecimientos hay que disfrutarlos sin preguntarse para qué sirven, cuánto duran, qué beneficios aportan…

—Sí y todo esto no deja espacio para plantearnos la existencia más allá de la realidad presente, y en esta sociedad al parecer, se vivió con otras categorías existenciales.

—Así es. Se nos ha enseñado a usar de las cosas y de las personas sólo para solucionar con satisfacción nuestras propias necesidades primarias y los placeres inmediatos y esto debe bastarnos. Ya sabes, sólo es válido lo que nos resulta útil aquí y ahora.

—Es cierto. Hemos recibido una formación, que no nos permite rebasar los límites que nos impusieron nuestros convencionales profesores, y ahora tengo que lamentar el no estar preparada para pensar soluciones de situaciones que no son patentes. ¿No te pasa a ti lo mismo?

 —Yo prefiero no hacer ningún comentario.

 —Nos movemos en una concepción de la existencia humana donde no damos por buena ninguna realidad que no sea palpable y medible. Sin embargo, me estoy dando cuenta de que esto no quiere decir que no existan otros valores, otros intereses hasta ahora ignorados. Y hoy me pregunto: ¿Estamos en el camino vital correcto? ¡Esta gente me está haciendo ver la vida desde otro ángulo! ¡Algo nuevo está naciendo en mí! No sé si para mejor o peor, pero estoy empezando a pensar de una manera distinta.

—¡Pero, bueno! ¡Esto no puede seguir así! Agente M95, sospecho que te estás metiendo en un campo prohibido.

 —Tienes razón V71, pero estos interrogantes están inquietándome y con alguien los tengo que compartir, ¿no?

 —Será mejor que volvamos a plantear el proyecto tal como nos lo programamos anotando los acontecimientos sin más comentarios.

—Espero que sepas entenderme. Yo por mi parte intentaré controlarme.

—Lo lamento, pero esta no es nuestra misión, y mucho me temo que si no estás atenta a tus reacciones me veré obligado a dar cuenta a la Central de investigación.

—Está bien, reconozco que me he excedido en mis comentarios, en lo sucesivo procuraré tenerlo en cuenta.

—Más te vale, pues te puedes fácilmente desviar y poner en peligro nuestro trabajo.

¿ES LA MUERTE EL FINAL?

No quiero que termine este mes de noviembre, sin compartir contigo las reflexiones existencialistas sobre el fin de la vida, que M95 se plantea después de haber dialogado con Juan sobre este tema.

MÁS ALLÁ DE LA VIDA

(Pincha en esta fecha para ver esta entrada)

—¡Me encanta escucharle!, aunque he de reconocer que son muchos los términos que no alcanzo aún a captarle su auténtico sentido. Me parece adivinar que nuestros conocimientos existenciales son muy reducidos, que hay algo más allá de lo palpable, de lo comprobable, de lo que nos lleva a ver y tocar resultados. Nuestra cultura científica nos proporciona conceptos de una capacidad pragmática fabulosa, pero psicológicamente crecemos con un respeto temeroso por todo aquello que no entra dentro del campo de lo medible y demostrable, y preferimos dejarlo ignorado en el rincón más profundo del fondo de nuestra trastienda intelectual y vital. ¿Tú crees en que seguiremos viviendo después de la muerte?

—Bobadas. No sé de nadie que vino de allá, y si nadie volvió después de morir… ¿Quién te asegura que ciertamente hay algo?

—Nuestros científicos están de acuerdo en mantener que la materia no se destruye, sólo se transforma

—Bueno, pero a eso es a lo que se reduce nuestro final, nos transformamos en ceniza y dejamos de ser personas ¿no?

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—Quizás. Pero, puesto que se transforma, seguiremos existiendo.

—¿A qué conclusión nos lleva todo esto? ¡Existiendo…! ¿Cómo sería esa nueva existencia?

—Ahí está la cuestión ¿En qué nos transformamos? ¿Otra vida…?

 —¿Estás empeñada en que la muerte no es el final?

—No se… Quizás tienen aquí razón y existimos para algo más allá de la muerte. Tal vez estemos aquí principalmente para prepararnos para lo que seremos más tarde.

—Agente M95, volvemos a entrar en el terreno prohibido.

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—Ya lo sé, pero déjame que te diga todo lo que tengo por dentro, aunque no tenemos por qué registrarlo oficialmente. Creo que he llegado a comprender, con buena lógica, que esta gente puede tener razón, que puede haber algo más allá de la muerte. Pero… ¿Qué? ¿En qué nos transformamos? En el fondo no me desagrada la idea de ser inmortal. Es la satisfacción de poder dar una respuesta a nuestro instinto de supervivencia.

—Creo que estás volviéndote loca con tanta filosofía de ese Juan.

—Bueno, pero estoy segura de que, si llegara a comprender mi destino, en relación con una vida más allá de la muerte, antepondría mis intereses eternos al de ver cubiertas mis necesidades cotidianas.

—Todo esto me está empezando a poner nervioso. Te lo repito, te estás desviando demasiado y puede ser peligroso. Pero, aunque no quiero que te lo tomes como un precedente te diré que, he oído comentarios de que existe en nuestra sociedad un grupo de estudiosos que, basándose en la física cuántica, suponen que nuestra existencia después de esta vida no desaparece. Como tú sospechas nos transformamos.

—¿De verdad? ¡Explícate!

—Sí, dicen que cuando nos morimos, el individuo desaparece como tal, pero pasamos a formar parte de un todo. Algo así como un mar. Seremos las gotas que forman el océano de la otra vida.

—¿Estás seguro de lo que dices?

—Yo no estoy seguro de nada. Me he limitado a informarte de algo que se rumorea por los pasillos de los científicos.

—No me hace mucha gracia el perderme en la inmensidad acuática sin distinguirme del vecino. Prefiero pensar que mantendré mi personalidad en la perfección.

—Bueno, esto como lo otro, son teorías de imaginaciones calenturientas, puesto que nadie ha venido del más allá y nos ha informado. La muerte es la única realidad. A los hechos me remito. Las personas siguen muriéndose y los cuerpos desintegrándose desde ese suceso.

—¿Es esto toda la verdad? ¿Por qué no puede ser este hecho una mera transición? ¿Un paso hacia otra existencia distinta y desconocida. Como el gusano que pasa a ser mariposa?

—¡Ya está bien!, dejemos esta estúpida conversación. El que primero se muera que venga a contarlo y así saldremos de dudas de una vez por todas.

RELACIONES INTERPERSONALES

  Para mucha gente, el 2020 está siendo un tsunami que arrastra tras de sí muchos sueños y proyectos; un terremoto que está haciendo tambalear nuestras vidas. ¿Está lo peor por venir? ¿Quiénes van a sacar la mejor tajada de todo esto?

Hemos de ser prevenidos y cautos. Hay que estar alertas para que no nos encuentren soñolientos los que planean cambiar la sociedad, porque bien sabemos que con los estímulos correctos todos los seres humanos podemos llegar a ser moldeables, más aún si somos incapaces de cuestionarnos las cosas;  por eso no podemos creer todo lo que vemos y oímos, de ahí que es primordial mantenernos correctamente informados, pues en esta época de la libre circulación de información, suelen haber personas que cuentan con intenciones oscuras detrás de cada proposición, por lo que hemos de tener claro nuestro principios y valores para no dejarnos sorprender por el sutil engaño, que nos pueden arrastrar hacia un cambio de decisiones y comportamientos.

Lo que es evidente en un futuro próximo, que todos vamos a salir más o menos tocados por esta situación.

Por ello, después de haber podido analizar el planteamiento existencial del colectivo humano expuesto en la novela, donde lo primero es la dignidad del hombre, y sus relaciones interpersonales van enfocadas a una conciencia de hermandad universal, quiero informarte de la reacción futurista de sus personajes:

—¡Este es el secreto de esta gente, el móvil que les impulsa a construir la historia con los ojos puestos más allá de la misma historia! ¡Qué diferente planteamiento a la programación establecida en nuestra civilización!

—¿Ya estamos de nuevo hablando despropósitos?

—Bueno, tienes que reconocer que es una manera distinta de mirar la vida. Es verdad que a nosotros se nos proporciona cuanto necesitamos, pero nuestras necesidades e intereses no pasan de ser superficiales. Tenemos el alimento necesario y abundante, se nos atiende en nuestras enfermedades, disfrutamos de todas las comodidades que precisa una persona de nuestro siglo y eso en el ámbito universal, pues nadie sabe lo que significa ser pobre o menesteroso materialmente hablando, pero ¡qué pobres son nuestras relaciones interpersonales! ¿Dónde están nuestros sentimientos? Me parece que estoy empezando a despertar del letargo de satisfecha-engañada, y siento que me va la vida en escuchar las voces de estas gentes que me orientan hacia la única meta que para mí ahora mismo tiene sentido. ¿A quién le interesa que todo siga tal como está?

—Entre otras personas a mí. ¿No te das cuenta de que no puedes seguir así, desacreditando tan descaradamente nuestra civilización?

—Pienso que esto se debe a que hemos sido educados en determinados principios que controlan nuestras capacidades intelectuales y emotivas, pero ahora caigo en la cuenta de que esto no es lo correcto. No está previsto que los ciudadanos se aparten de esas normativas que se han hecho hábito en nuestro comportamiento, pero ¿dónde queda nuestra libertad de expresión y de escoger?

—¡Qué ganas de complicarte la vida!

—Quizás, pero dime, ¿ quién es capaz en nuestra sociedad, de pasarse un rato con un amigo compartiendo las penas y las alegrías?

—¿Para qué? Hay otras formas de solucionar estas cosas.

—¡Por supuesto! Cuando te ves en conflicto, vas al orientador de turno y te resuelve el tema. ¿Verdad?

—¿Qué malo hay en ello?

—No, si todo esto está muy bien. Pero yo te pregunto ¿Has llamado alguna vez a la puerta de tu vecino porque necesitabas algo de él?

— ¡Nunca lo he necesitado!

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— ¡Ahí esta! Hemos perdido la capacidad de necesitar al otro. Ya no podemos saber lo que significa la alegría de ser útil, el gozo de poder compartir, la belleza de la íntima relación con el misterio de cada uno.

—¡Patochadas! Yo no echo en falta nada de esto.

—¡Eso es lo malo! Ahogaron nuestras necesidades relacionales. Esa acogida de la amistad es ajena a nuestra sociedad. Ese trato personal que he descubierto en esta gente, creo que es una riqueza que hemos perdido y que convendría recuperar.

—¡Tonterías! Tú no eres quien debe decidir esto.

—¡Por supuesto que no! Pero reconoce que es más humano el poder conectar con los mismos sentimientos que tu compañero de empresa.

—¿Para qué?

—Pues para poder tomarte tu trabajo con otro interés, porque te sabes haciendo camino junto con otros que tienen la misma meta. Tratar de no ver en el otro un enemigo que te puede denunciar, traicionar o simplemente hundirte en una competencia de poder. Aquí he visto todo lo contrario. He descubierto que en esta sociedad viven atentos a ir juntos construyendo la marcha de la historia. Una historia que ahora me parece más humana.

—¡Estupideces!

—¿A quién se le ocurre en nuestro ambiente preocuparse por lo simple y lo inútil? Aquí he descubierto la ilusión por lo pequeño, lo simple, el detalle. El valor de lo menos útil, la acogida y rehabilitación del minusválido, la comprensión del menos dotado, la aceptación de lo diferente como un valor a respetar, por venir de un ser humano… ¿No habremos perdido algo positivo de las civilizaciones pretéritas? ¿Por qué tantos prejuicios?

 —¡Bobadas! Está visto que tienes la cabeza embotada con tanta novedad.

—Quizás, pero ¿no te llama a ti también la atención que no demos importancia a las relaciones interpersonales, a lo afectivo, a los valores relacionales?

 —Supongo que serán cosas de otro siglo.

—Puede ser que la explicación esté en que ignoramos la transcendencia de esta vida y no profundizamos en la hondura del ser humano, porque no reconocemos su dimensión espiritual. Por eso me cuesta tanto seguir el diálogo de estas gentes cuando hablan de cosas tan profundas que según ellos no podemos percibirlo porque sólo se puede juzgar con criterios del espíritu.

 —Oye. ¿No tienes miedo de cansarme y que sea yo el que te denuncie dando la voz de alarma a la base del proyecto

—Es posible. Esto es un riesgo, que soy consciente he de asumir si quiero desahogar con alguien todo lo que estoy viviendo. Así que sólo me queda esperar que no me defraudes y me escuches sin prejuicios ni temores.

—No sé hasta cuando seré capaz de aguantar tanta necedad.

—Bueno, ¿qué me dices de la desigualdad de género que existía en esta sociedad que estamos estudiando?

—No me negarás que en esto hemos avanzado

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—Por su puesto. Aunque en donde estoy residiendo no puedo experimentar estas diferencias, al parecer seguía siendo una asignatura pendiente a escala prácticamente mundial en esta época, de ahí los congresos y las reuniones internacionales que van tomando conciencia de esta realidad. Como ves, aquí puedo apuntar en favor de nuestra civilización. Hemos conquistado la igualdad de sexos, el no hacer diferencias ni valoraciones partidarias entre hombre-mujer. Podemos estar orgullosos del resultado generacional al haber conseguido dejar atrás la idea de superioridad de un sexo sobre el otro. ¡En este campo les hemos aventajado!

—¡Menos mal que hemos progresado en algo!

—No seas sarcástico. Claro que hemos adquirido nuevos conceptos valorativos de la persona, al considerarla en su aspecto de eficacia y productividad. Esto ha hecho que se rompieran aquellos esquemas. Pero tienes que reconocer que aquí sólo cuenta tu capacidad para ser útil al progreso y al bienestar de esta sociedad.

—¡Ya lo has estropeado

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—Pues es verdad, pero en la época que estamos estudiando, esta diferencia era el motivo de una lucha, a veces hasta violenta por parte de la mujer, por conseguir ser reconocida, escuchada y valorada.

—¡Vaya, barbaros!

—Ríete cuanto quieras, aunque reconozco que nosotros hemos aprendido a mirar con otros ojos y a escuchar con otros oídos, y el resultado ha sido el acostumbrarnos a oír y ver sin distinción entre un hombre o una mujer, en un trato que bien podríamos llamar neutro.

—¿Y eso es bueno o malo para ti?

—Si sigues lanzándome esos dardos tan irónicos. Mejor será que demos por concluido aquí nuestro informe de hoy.

¿A QUÉ PROGRESO ASPIRAMOS?

Estamos hoy sin duda, ante un cambio de la vida, ante una sociedad que va a contar con antes y después de la pandemia. Hemos de ir haciéndonos a la idea de esta nueva realidad; no son unos días malos que pronto terminarán y aquí no ha pasado nada, sí está pasando, ¡son muchos meses! y a medida que transcurren los días se nos van abriendo nuevos caminos, muchos interrogantes, nuevas exigencias que hemos de ir poniéndoles nombres e ir haciéndoles un hueco en nuestra existencia.

Aunque lo que hoy te traigo de la novela no deja de ser una supuesta fantasía futurista, no viene mal el pensar que, si no mantenemos los valores culturales hasta ahora cultivados por una educación integral de toda la persona, podría llegar el caso de mutilar las mentes de las nuevas generaciones y desarrollar en ellos sólo la parte pragmática y materialista de sus capacidades cognoscitivas.

Después de un diálogo de M95 con Andrés sobre el desarrollo integral en la educación de los alumnos, ella comenta a su compañero

—¿Qué te parece todo esto? También en nuestros programas intelectuales es una prioridad la eficacia de la técnica y de las ciencias pragmáticas como centro de nuestro desarrollo intelectual. Quizás en esa cultura ya empezaban a detectar esta realidad tan necesaria para el progreso científico de la humanidad.

—Es verdad. Siempre han insistido nuestros profesores en que la única verdad aceptable es la ciencia experimental, sólo lo tangible y evidente es lo real y ante las decisiones éticas el único criterio válido es la utilidad.

—Pero ahora pienso que quizás nos están privando de otras dimensiones humanas que aquí saben valorar y que es una riqueza para cualquier persona.

—No olvides que nuestra generación posee de una bonanza nunca disfrutada en etapas históricas anteriores.

—Si, ya sé que la tan proclamada democracia conquistada en esa época fue desapareciendo por el individualismo y el olvido de luchar por el progreso social. Pero, ¿qué modelo de sociedad es la perfecta? ¿A caso crees que es la nuestra?

—¿Por qué te empeñas en ver fantasmas en todo lo nuestro? Ya te he dicho que no quiero que te metas a consideraciones que nos lleven a cuestionarnos los planteamientos de nuestra civilización. No hay verdades que pueda interesarnos fuera de lo científico y lo pragmático, así que ves con cuidado.

—Tengo que admitir que hemos alcanzado una buena altura técnica y productiva. Pero ¿por qué nos limitamos a sólo eso? ¿Es bueno reducir nuestras capacidades intelectuales al desarrollo de sólo esa dimensión humana? ¿No te parece más completa esta visión existencial que aquí tratan de desarrollar? ¿Es realmente lo nuestro un avance? ¿No sería más completa una formación, como aquí la llaman, de una educación integral que abarca todas las capacidades de la persona?

—Si quieres que te sea sincero, (y esto ha de ir fuera de la información oficial), me sorprende las actitudes de esas personas para enfrentarse con los problemas que les podría plantear su organización gubernamental, pero está por ver como terminaron, pues aún no hemos descubierto ninguna cultura que conquistara el dominio de la naturaleza como la nuestra, por eso nuestra civilización suplanta a todas las ideologías anteriores.

—Bien, pero, por otro lado, deberíamos ser suficientemente lúcidos para darnos cuenta de que el progreso técnico no puede ser el fin de la persona.

—Somos hijos de una nueva espiritualidad donde nuestro dios es la misma Naturaleza a la que adoramos descubriéndola y desarrollándola hasta el límite de nuestras capacidades existenciales. ¿No te basta esto?

—Todo esto es cierto, pero lo que a mí ahora me preocupa es el pensar cómo hemos cambiado la humanidad. ¿Dónde quedaron las figuras del filósofo, el ideólogo, el crítico? ¿Qué rigor intelectual tenemos a parte del científico? ¿Por qué no sabemos disfrutar de lo bello, lo artístico, …?

—¿A caso no has oído mil veces que eso es una pérdida de tiempo, que son reminiscencia de culturas subdesarrolladas?

—Pero, si eran personas como nosotros con la misma capacidad de acertar y errar, ¿por qué nos sorprendemos ante la manera tan peculiar de enfrentarse con la vida?

—Tendremos que estudiarles más, en algún rincón de su realidad descubriremos el secreto de su fallo existencial.

—Yo creo que no estamos lejos de ello. Aunque empiezo a dudar también de la capacidad absoluta de nuestro mundo. Sí, hemos conquistado una buena altura en la eficacia técnica y productiva, ¡y qué! ¿Aquí termina nuestro concepto de progreso? Me temo que, a fuerza de desarrollar el cerebro, hemos atrofiado el corazón.