LOS DOS HERMANOS

Hoy nos vamos a recrear conociendo la vida de D. Juan, el sacerdote del barrio.  La narradora será Josefa, su sirvienta de toda la vida. M95, aprovechando la ausencia de aquél, se acerca a su casa para fisgonear sobre el asunto y así nos enteramos de una historia muy interesante.

—¿Hace mucho tiempo que está trabajando aquí?

—Bueno, si se refiere a la materialidad de esta vivienda, vinimos hace unos diez años, pero a D. Juan lo he tenido en mis brazos el mismo día de su nacimiento.

 —¿Sí? ¡Cuénteme! ¡Me encantan las historias de familia!

—Esta no es del todo muy agradable. Aunque, ¿acaso hay una historia humana realmente sin problemas? Pero creo que será una manera de matar el tiempo mientras estamos juntas.

—¡Oh, bueno! Si lo prefiere… podemos poner la televisión, puede ser hay algo interesante. Yo soy con pena de cambiar sus planes.

—No hay que hablar para nada sobre eso. Si algo me tiene recomendado D. Juan es que he de atender bien a las personas que llaman a nuestra puerta. Así que, si está interesada en saber la historia de la familia, nadie mejor que yo para contársela, ya que fui a servir a aquella casa como regalo de la abuela en la boda de la madre de D. Juan.

—¿Sí?

—Sí, así fue. Mi padre era el administrador de “Mi huerta” la finca mayor de las propiedades de la familia, y cuando se casó el señorito, el padre de D. Juan, su madre le dijo a la mía que quería que yo fuera como doncella a servir a la nueva señora. Y allí me fui. Yo tenía dieciocho años cuando comencé. Bueno, todo esto es para decirle que cuando nació el primogénito, Carlos, yo ya estaba con ellos y por supuesto cuando nació el segundo que fue D. Juan.

—¿No hay más hermanos?

—Hubo una niña, la tercera, pero murió de una meningitis a los cuatro años. La señora lo sintió tanto, que decidió cambiar completamente de vida y dedicarse con exclusividad a la atención de sus dos hijos.

—¿Antes no lo hacía?

—Era joven. Pienso que demasiado joven. Y ese acontecimiento le hizo madurar. Fue la muerte de aquella preciosa niña lo que la hizo sentar cabeza y despertó en ella la responsabilidad materna. A partir de aquel momento, los niños siempre la encontraban en casa cuando volvían del colegio y si por asuntos profesionales de su marido tenía que ausentarse, yo era la que los atendía, con estrictas instrucciones de la madre.

—¿Era muy severa?

—Era muy exigente en llevar orden y disciplina. Nunca me hubiera perdonado, que a la vuelta de una de sus ausencias los niños hubieran aflojado en el esfuerzo de su dedicación educativa.

Hizo una pausa para beber y prosiguió:

—Con el curso del tiempo, los dos hermanos iban creciendo bajo la mirada de la madre, y a pesar de que ella procuraba tratarlos por igual, en cada uno se iba forjando una personalidad completamente distinta.

—En el físico no había mucha diferencia, aun ahora se les ve los rasgos de familia, pero mientras Juan era un niño travieso, alegre, inquieto, extrovertido y resultaba muchas veces agotador, Carlos, por lo contrario, era la tranquilidad andando. Era tímido, silencioso, muy introvertido, prefería pasar las horas delante de un libro interesante que corretear detrás de su hermano. Pero es verdad que a la hora de sentarse a estudiar los dos rendían por igual. Juan era el típico niño que disfruta y gasta todas sus energías en actividades dinámicas, pero también cogía al vuelo cuanto le enseñaban en el colegio. ¡Cómo disfrutaba cuando marchábamos a la finca de la abuela por las vacaciones de verano! En la ciudad había veces que parecía se le venía encima las paredes de la casa.

» Pero esta familia necesitó siempre de experiencias fuertes para cambiarles la vida, y fue en un verano cuando ocurrió algo que decidió el futuro de los dos muchachos.

 —¿Sí? ¿Qué fue?

 —Pues, era ya a finales de agosto. Carlos tenía entonces veinte años y Juan dieciocho. Una mañana, cuando estaba ordeñando una vaca para preparar el desayuno, cosa que me gustaba hacer a mí personalmente, apareció por puerta Marián, la hija de uno de los colonos fijos de la finca. Hacía mucho tiempo que no la veía y me sorprendió verla tan crecida. Se había hecho muy bonita y reflejaba la salud que disfrutan todas las mozas del campo. Estaba hecha una mujer. Aunque siempre me había parecido muy descarada y pretenciosa, aquella mañana se mostró sinceramente insolente.

 ‘Vete diciendo a los viejos que se vayan haciendo a la idea de casarme con su hijo’ —me soltó con brusquedad.

 ‘¿De dónde sacas tantos humos?’ —le reproché.

‘De donde puedo —me contestó—. Quizás cambies de idea cuando te diga que estoy ‘preñá’ de uno de esos señoritos’.

‘¿Qué has hecho descarada? ¿Cómo se te ha ocurrido tentar a un inocente?’

 ‘Yo no tengo la culpa. Nos queremos y ese es el resultado de nuestros amores’

‘¿Tú? ¡Tú no quieres a nadie! —le dije asiéndole de los brazos—. Te has aprovechado de un niño para trepar alto’

 ‘¡Suéltame! Pero que conste que no es tan crío, pues ya sabe cómo amar a una mujer’

‘Y tú has sido su maestra ¿no?’

‘Seguramente’

 ‘¡Furcia! ¡Mala pécora! ¿Qué has hecho?’

 ‘¡Suéltame! ¡No vuelvas a tocarme! Además, que yo sepa eso es cosa de dos. ¿Por qué no le preguntas a él?’

» Ya imaginará lo furiosa que volví a la cocina. No daba pie con bola. Se me salió la leche, se quemaron las tostadas… ¡un desastre! Sólo estaba pendiente de cómo coger al toro por los cuernos y enterarme de todo. ¿Qué había pasado? ¿Cómo era posible que Juan…? -porque yo no dudaba quién había sido- Así que, en cuanto terminaron el desayuno, cogí de un empuño a Juan y me lo llevé casi a rastras hasta mi habitación. El chico se resistía, pero yo no le soltaba y le insistía en que no hiciera ningún escándalo pues lo que quería tratar con él era muy íntimo.

 ‘¿Se puede saber qué mosca te ha picado? —me preguntó cuando estuvimos allí.

 ‘Eso quiero saber yo, qué ha pasado aquí’

‘¿Aquí dónde? ¡No entiendo nada! ¿Quieres explicarte?’

‘Si, eso voy a hacer —y armándome de valor le ataqué directamente—. Mira Juan, yo sé que eres ya un hombre y que no te puedo tratar como hasta ahora lo he hecho. Tú sabes que te quiero como si fueras mi hijo y por eso me atrevo a hablarte como tal. Hay cosas que se tienen que resolver con urgencia, y aunque sea lo último que haga en mi vida lo voy a hacer’

 ‘¡Uf, qué trágica! ¡Anda, suéltalo ya!’

‘Quiero que me cuentes qué hay entre tú y esa Marián’

‘¡Ah! ¿Es eso? Mira Jose, a mí no me vengas con esos chismes, yo no tengo nada que decir. Eso es cosa de mi hermano’

 ‘¿De Carlos?’ ‘Que yo sepa no tengo otro’

 ‘Pero si yo..

‘¡Por supuesto! ¿Tú creías que era yo?… ¡Guau! ¡Qué gracia! ¡Es él! Él que se escabulle por las noches cuando todos estamos en la cama. Espera un rato y cuando se cree que yo duermo, va y se escapa, pero siempre lo oigo. Al principio lo seguía, pero me aburría, no podía hacer ningún ruido y todo estaba oscuro, así que decidí esperarle tranquilamente en mi cama ¡era más cómodo! Aunque tengo que confesarte que como tarda tanto la mayoría de las noches no me entero cuando regresa’

‘¿Hace mucho tiempo de todo esto?’

‘Bueno, empezó el verano pasado. Y durante este invierno se han escrito algunas veces’

 ‘¿Escrito? ¿Y ella envía las cartas a casa?’

‘¡Por supuesto que no! Se las envía a la dirección de un compañero de la “Uni”. Por cierto, que se las cobra bien caro, pues el muy fresco le chantajea con apuntes y exámenes’

‘Y aparte de ese chico y tú, ¿lo sabe alguien más?’

‘Que yo sepa no. Pero es que él no sabe que yo estoy enterado de todo’

‘Pues me temo que esto ha llegado demasiado lejos y que dentro de poco lo va a saber todo el mundo’

‘¿Sí? ¿Vas a ser capaz de contarlo tú?’

‘Yo no. Ella’

‘¿Ella?’

‘Sí. Pero tú de esto ni una palabra. Cuando llegue la noticia hazte de nuevas ¿vale? Tú nada tienes que ver con este asunto. ¿Te has enterado?’

 ‘Está bien, como quieras. La verdad que es sólo cosa de ellos’

‘Por eso’

» A los pocos días la bomba explotó. Hubo reunión familiar y el resultado fue que Carlos se tendría que comprometer a casarse con ella y Juan marcharía interno a un colegio de curas. Aquellos tiempos eran así. Seguro que hoy se hubiera resuelto el asunto de otra manera, pero entonces no había otro camino para un hombre con honra. ¡Bien lo tenía planeado aquella lagarta! Un embarazo era la puerta más segura para cambiar de posición social y entrar por la puerta grande hacia un brillante futuro. ¡Y fue a elegir al hombre más inocente de la tierra!

(Continuará)

LA MADRE

Terminemos este capítulo con un tema que ya hemos tocado en otras ocasiones, pero que ahora lo vemos en su auténtico contexto. Se trata de conocer los acontecimientos que llevaron hasta el presente la realidad de María y su hijo.

—Al año de estar trabajando en la radio, me casé y nos vinimos a vivir aquí donde ya vivía Santiago. Cuando María y Toni contrajeron matrimonio, nosotros ya teníamos una niñita de año y medio. Ellos se mudaron al 8º A y juntas volvimos a marchar cada mañana al trabajo. Toni estaba, por aquellas fechas, preparando unas oposiciones judiciales y se pasaba largas horas del día entre bibliotecas y la audiencia. Al cabo de unos meses recibimos dos buenas noticias, él aprobó las oposiciones y ella esperaba un bebé. El tiempo transcurría sin novedad. Un día, faltaban sólo dos meses para salir de cuentas del embarazo, María me comunicó que Toni estaba haciendo una investigación muy delicada sobre el tráfico de drogas en nuestro país. El asunto era muy serio, pues se sospechaba que había implicada gente de altos cargos, por ello había que llevarlo con mucho sigilo. Con este motivo, dado que el centro de las sospechas se encontraba en el norte del país, comenzó a ausentarse de la ciudad. Durante ese tiempo, María compensaba sus ausencias comunicándome su relación con su bebé. Fue entonces cuando descubrí una nueva faceta de su interioridad. ¡Qué mujer más tierna y profunda!

‘Lo sé tan mío —me decía—, que llena todos los confines de mi existencia. No sólo lo llevo en mi cuerpo, sino en mi corazón y en mi mente. Me siento portadora de algo tan grande que estaría todo el día absorbida por su presencia. Sólo el pensarlo me estremece. Desde que lo sentí en mí por primera vez, mi vida tiene un único motivo acogerle y darle vida. ¿No te pasó a tí lo mismo?

 ‘No sé —le respondí—. Quizás yo sea menos sensible… más prosaica… nunca se me ocurrió pensar así esta realidad. Por supuesto que es hermoso, pero creo que tú lo vives con un entusiasmo distinto y más bonito.

 ‘Pues yo —me confesaba con gran emoción—, le he creado un precioso lugar en mi interior y le nutro con lo mejor de mi vida. Cuando encuentro algo hermoso, trato de transmitírselo a través de ese alimento misterioso con que le voy haciendo crecer dentro de mí. En el silencio de las noches, le cuento lo bonita que es la vida, lo hermosa que es la naturaleza, lo bello que es el mar y lo deseosa que estoy de que contemple todo esto con sus propios ojitos.

» Y así me iba comunicando sus vivencias de ser madre.

 ‘Estos días en los que falta Toni —prosiguió en otra ocasión—, los vuelco más en atenciones hacia mi bebé. Le pongo música suave y melodiosa mientras estoy trajinando por la casa y cuando reposo, lo arrullo en la mecedora y le digo palabras tiernas llenas de deseos de estrecharle con mis brazos. Estoy ansiosa por oírle, ver cómo se llena la casa con sus llantos y sus gorgojos infantiles, sentir su vida fuera de mí, comentar con Toni su crecimiento cotidiano. Sueño con la deliciosa experiencia de poder juntos compartir nuestra paternidad. La casa será otra cuando nazca.

—Los meses iban pasando. Una noche en la que Toni había regresado de uno de sus viajes de incógnito, cenamos los cuatro aquí en casa. Recuerdo que la conversación terminó centrándose en su profesión. Santiago le preguntó:

 ‘¿De verdad crees que el juez es libre ante las presiones políticas?

 ‘Sin duda que el ejercicio de la jurisdicción tiene ese riesgo, que muchas veces resulta una losa aplastante. Por una parte, como cualquier ciudadano, él tiene el derecho a un pensamiento político del color que juzgue más de acuerdo con su modo de enfocar la vida, pero el peligro está cuando el poder político quiere manipularle y coacciona su libertad ante su propia decisión.

 ‘El juez que regresa a la judicatura, después de haber ejercido un puesto político, ¿no puede parecer sospechosa su parcialidad? —le pregunté.

 ‘Puede ser, pero de lo que se trata es de defender la independencia judicial. El juez jamás puede resolver una cuestión política, su tarea es el caso jurídico, y las respuestas políticas nada tienen que ver con una responsabilidad penal.

»De pronto María nos interrumpió.

 ‘Creo que me ha llegado la hora… lo presiento… tengo unas fuertes molestias…

» Toni saltó de la silla como si se hubiera sentado en el fuego y corrió hacia ella.

‘No te preocupes vida mía. Relájate. Ahora mismo nos vamos a la clínica. Precisamente he tenido que dejar el coche fuera, porque la puerta del garaje no funcionaba —le iba comentando mientras le ayudaba a ponerse en camino—. Mira por dónde, esto nos va a ahorrar unos minutos. ¡Con las pestes que he echado por este inconveniente de no poder guardar el coche!

‘Tengo que ir a coger el maletín —advirtió María.

‘Sin problemas. Id llamando al ascensor que nosotros nos ocupamos de lo demás.

 ‘Gracias, pero no hace falta que os molestéis —comentó Toni—. Mañana tenéis que madrugar y ya es muy tarde.

 ‘Tú ayuda a tu mujer y no te preocupes de nada más —le ordené.

 ‘Ana, he dejado el maletín en el dormitorio al pie de la cama.

 ‘Tranquila, deja todo en mis manos. Ahora mismo os seguimos.

» Mientras recogía el maletín. Santiago fue a ver si nuestra hijita estaba dormida. No tardaríamos mucho —pensaba—. En cuanto la ingresaran nos volveríamos. Pero quizás convendría que alguien se quedara con el primerizo y nervioso padre.

» Estábamos a punto de salir de casa cuando un ruido espantoso interrumpió mis pensamientos. Santi y yo nos miramos. Casi adivinamos lo ocurrido. ¿Había sido una explosión? Salimos disparados. Parecía que el ascensor se resistía a llegar a la planta baja. Llegamos. Había fragmentos del coche esparcidos por toda la calle. Los trozos de vidrio en el suelo, parecía como si hubiera caído una espesa granizada. Alguien estaba cubriendo uno de los cuerpos con una manta y un poco más allá, en la misma acera, había un grupo de gente hacia donde nos dirigimos. Vi a Marta arrodillada, tratando de sacar al niño de entre las piernas de la madre inconsciente. Al parecer, con el golpe expulsó al bebé.

  » Casi al mismo tiempo llegaban un coche de policías y una ambulancia. Los agentes mandaron a los vecinos que nos retiráramos. Marta se presentó como enfermera y pidió que le ayudaran a terminar su trabajo. En cuanto el parto estuvo en condiciones, trasladaron a la madre y al marido, junto con Marta y el bebé al sanatorio.   

 » Al día siguiente, en cuanto dejé a mi hijita en la guardería, me acerqué al hospital. Yo había informado a la radio de lo ocurrido, en cuanto desapareció la ambulancia y la policía. Por lo pronto pedí aquella mañana libre.

» Del resultado de aquel desastre, perdimos a Toni, María está en una silla de ruedas paralizada desde la cintura. Y el niño ya lo has visto. El golpe le dañó el cerebro. Todo esto fruto de la implicación corruptiva de algunos políticos en la delincuencia organizada del país, tras los cuales andaba Toni en aquel momento.

Bebió un sorbo y continuó.

—Ya han pasado casi ocho años y María, poco a poco se va haciendo más cargo de su situación. Ahora formamos una sola familia. Hemos abierto una puerta que comunica las dos viviendas y se ha adaptado una habitación para que María pueda desde casa seguir trabajando. Para ello hemos instalado una emisora conectada con la central, y desde aquí participa en nuestras tertulias interviniendo con soltura, como si estuviera presente en el estudio. También prepara algunos programas y es nuestra mejor oyente crítica. Yo por mi parte, aunque siento haber perdido una compañera de calle, sigo en busca de la noticia más interesante. Es un trabajo que a veces resulta agotador, porque hay que patear mucho al mismo tiempo que no podemos perder el contacto con todas las unidades móviles de la ciudad para ponernos en movimiento hacia el menor indicio de algo que valga la pena investigar. Una llamada puede ser una información de primer orden y hay que saber estar alerta a ella. Por otra parte, si estás presenciando algo que te parece debe de ser transmitido a la emisora, te ves obligada a conectar e informar en directo, lo que supone que, por querer dar la noticia en el mismo instante, pierdes la perspectiva del conjunto, arriesgándote a ser parcial en tus percepciones. Este riesgo no se tiene cuando se trata de informar por medio de un artículo en el periódico, ya que se redacta después de haber sido testigo directo de todo el hecho y de haber consultado con otros sobre causas y efectos. Esta es la ventaja de la prensa, se tiene la oportunidad de recrearse en la noticia y de poder aportar tu análisis crítico después de haber reflexionado sobre el hecho. En la radio cubrimos esta limitación con las tertulias, que solemos prepararlas María y yo, con las noticias más relevantes de la jornada, pero la información en directo hay que contarla tal y como se está produciendo

A continuación, pasamos a saludar a María. Estaba en una cabina radiofónica separada por una mampara de cristal de la habitación del niño que, de espaldas a nosotras, frente a la televisión, veía una película de dibujos animados. Ella escuchaba la radio con unos auriculares que se quitó cuando entramos. Me maravilló la naturalidad conque me recibió, sentada en su silla de inválida delante de una mesa llena de papeles donde hacía sus anotaciones y comentarios.

JÓVENES PROFESIONALES

Continuando con el capítulo de la semana pasada, hoy te voy a presentar a varios jóvenes que van a tomar partido en la novela.

Como recordarás M95 fue invitada por su vecina a charlar un rato. Y aquella, que no perdía ocasión para curiosear en la vida ajena, no dudó en aceptar.

He aquí su relato

—¿Dónde está el niño? le pregunté cuando, más tarde, ya en su piso, me estaba sirviendo un zumo de naranja.

—Con su madre.

—¿Su madre?… Yo creía…

—Que era mi hijo —Era más afirmación que pregunta—. Como si lo fuera. Yo lo he criado, pero es hijo de la vecina del 8º A.

 —¡Oh

—Sí, será mejor que le cuente la historia desde el principio para que todo sea más sencillo.

—Estupendo. Me encanta conocer la historia de gente.

—Pues bien, la madre del niño se llama María. Ella y yo somos amigas desde la infancia. Cuando terminamos la secundaria ambas decidimos estudiar periodismo. En el último curso teníamos mucho trabajo práctico que intentábamos hacer juntas. Varios días a la semana la dedicábamos a buscar aquí y allá noticia que nos lanzara hacia un soñado futuro. En esas estábamos cuando una tarde acudimos con otros compañeros a una charla que daban Andrés y Juan. Estos vivían el entusiasmo de su juventud comprometida, compartiendo sus ideales con toda clase de personas, hoy eran los universitarios, mañana los jóvenes de las escuelas profesionales, otro día les podías encontrar en cualquier barrio periférico de la ciudad… Su mensaje siempre era el mismo ‘Si no estáis contentos con esta sociedad, os invitamos a uniros a nosotros para construir otra mejor, donde juntos, combinando armónicamente nuestros valores personales, podamos ir haciendo realidad una sociedad buena para todos’

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» Nosotras, como periodistas, siempre ocupábamos la primera fila y no perdíamos palabra. Nos gustó el tema, y, además, por aquellos años era algo que estaba muy de moda, la organización de nuevas asociaciones

» En otra ocasión que asistimos, conocimos a un nuevo promotor de aquellas aspiraciones. En cuanto este comenzó a hablar, su mirada se posó sobre mí. Yo le dediqué mi mejor sonrisa para animarle y él me correspondió concentrando toda su intervención como si en la sala estuviéramos sólo los dos y tratara desesperadamente de atraerme a su causa. Parecía que, si conseguía convencerme, a través de mí, podría conquistar a todos los demás oyentes. Cuando terminó la sesión, buscó quien nos presentara y desde entonces no nos hemos separado. Es mi marido. Quizás ya lo conozca, es el jefe del departamento de psicología del Club.

—¿Santiago?

—El mismo. Bueno, pues continúo.  

» Como María y yo tenemos un modo de ver la vida muy parecido, por eso congeniamos tanto, no le costó mucho a ella interesarse por esta manera nueva de ser persona. Y cuando comenzamos a trabajar ya estábamos las dos comprometidas en este proyecto.  

» Por aquellos años, la juventud vivía ardiendo en deseos de cambio. Todo tenía que cambiar, todo había que discutirse y ponerse en tela de juicio antes de aceptarlo. Por eso nos tocó tan afondo el mensaje que ofrecían Andrés y Juan. ¿Qué significaba cambiar la sociedad? ¿Cómo se podía introducir nuevas estructuras sociales si no se cambiaba el hombre por dentro? Por eso convenía que nuestro empeño comenzara por nosotros mismos. Había que transformar transformándonos, y nada mejor que buscar hacerlo con gente que tuviera la misma inquietud.  

» Un día apareció por la redacción un joven con la carrera de abogado recién terminada. Se llamaba Antonio, bueno, los amigos le conocían por Toni. Tenía un asunto interesante entre manos y nos ofrecía la exclusiva. El redactor jefe le presentó a María y juntos estuvieron trabajando durante un par de días en ello. A partir de aquella ocasión, se hizo habitual verlo entrar y buscar a María para compartir con ella cualquier asunto más o menos interesante. Ni que decir tiene que, de una simple relación profesional, surgió una empatía tal que les llevó a un compartir la vida.  

» Por entonces, el sector periodista sufrió una crisis muy fuerte en el ámbito económico. Muchos diarios tuvieron que cerrar y otros redujeron la plantilla de personal, por lo que los más novatos y novatas, nos quedamos sin empleo. Con este motivo, Santiago y yo retrasamos nuestra boda, pues yo no quería emprender esta nueva etapa sin tener resuelto el asunto profesional. Como no teníamos muchas ofertas, nos aventuramos a probar suerte en el mundo de la radio. Las tertulias informativas, bien podían ser transmitidas por expertos periodistas, y allá fuimos nosotras, a ponernos directamente ante el ciudadano que espera puntual la noticia de lo cotidiano, tanto locales como más allá de nuestras fronteras. De entonces a ahora la radio ha progresado muchísimo, es uno de los medios de comunicación más serios. Nosotros formamos un equipo muy empeñado en ofrecer calidad informativa, no sólo por la inmediatez sino porque hemos creado unas voces que se presentan con rigor objetivo, libertad y realismo. Es verdad que es un trabajo agotador si se busca calidad, pero creo que las ocho personas que formamos el equipo, estamos entusiasmadas por el buen hacer y servir a los oyentes que siguen confiando en nosotros.

» Me temo que me estoy alargando demasiado.

 —No preocuparte. Tenemos el tiempo que quieras.

—¿De verdad que no te aburro?

Por supuesto que no. Me encanta conocer la vida de personas. Yo pienso que es importante para entender. ¿Verdad?

—Sí, así es. Pero es que soy muy apasionada y cuando me suelto a hablar no hay quien me frene.

—No importa. No preocuparte.

—Intentaré ser breve.

—-No es problema

Y esta es la primera parte de esa velada

UN NIÑO DIFERENTE

Hola lector/a, hoy quiero comenzar una nueva etapa comentando algunos capítulos de la novela, aunque, por ser muy largos, me permitiré fragmentarlos según el tema, sin embargo, siempre me concederé hacer pequeñas intervenciones en cada entrada para situar la escena.

Voy a empezar por el encuentro de M95 con un niño deficiente

Esta tarde, cuando esperaba el ascensor para subir a mi piso, he coincidido con una joven que llevaba un niño de la mano. Este era algo extraño. Tenía una mirada fija, vidriada, como el que mira sin ver, una cara sin expresión, como el que vive ajeno a lo que le rodea, un cuello corto y ancho, en fin, todo él desproporcionado físicamente además de moverse muy torpemente, inseguro, como un niño recién entrenado en su capacidad motriz. Aunque parecía ya mayorcito, no sé señalar la edad que podría tener.

Ella le metió en la boca el panecillo que llevaba en la mano y le dijo, al tiempo que le empujaba la barrita para que sintiera el contacto en la lengua y en los dientes:

—¡Come! ¡Muerde!

Y él, como obedeciendo mecánicamente, cortó el blando bocado con los dientes y comenzó a masticar, lenta, muy lentamente, con expresión boba y ojos sin vida.

Llegó el ascensor y los dejé pasar. El niño fue arrastrado por ella y casi se cae, pues no controló el pequeño espacio que separaba el suelo del ascensor, y no levantó suficientemente los pies.

—Siempre le pasa lo mismo. Es lento para aprender.

¿A qué piso van? —dije azorada, intentando aparentar norma­lidad, tratando de ignorar al niño.

—Como usted, al 8º. Somos vecinas.

—¡Oh! —exclamé mientras apretaba el botón—. Es primera vez que nos vemos ¿verdad?

—Sí, y ya va siendo hora de que nos conozcamos. ¿No le pa­rece? No está bien que viviendo pared por pared nos crucemos en el camino como extrañas.

—Tiene razón.

Estaba incómoda. No sabía cómo continuar la conversación.

¡Qué lento subía el ascensor!

Ella me pregunto:

—¿Tiene algo urgente que hacer? ¿Por qué no viene a tomar un refresco ahora y así charlamos un rato?

   —Yo… bueno… la verdad —continué resuelta— no tengo mucho de preparar mañana y sí es interesante conocer mis vecinos.

—Muy bien, cuando esté lista, venga. La espero. Yo vivo en el 8º B.

De acuerdo.

Ambas nos quedamos calladas.

Yo no quería mirar al niño, pero sentía que éste me estaba obser­vando sin verme, con la boca abierta, llena del último bocado.

—¡Mastica!

Le dijo dándole una palmadita en la mandíbula. Y continuó dirigiéndose a mí

— Siempre se queda así de ensimisma­do ante algo nuevo. Es como si le sorprendiera lo diferente, lo distinto de lo que hasta ahora tiene aprendido.

Le respondí con una mueca que quiso ser una sonrisa. En este caso me parecía que cualquier palabra podía ser inadecuada.

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El niño seguía nuestra conversación con los ojos vacuos, buscando la dirección de los sonidos.

He aquí la reacción de M95 ante este encuentro

¡Qué experiencia tan original! ¡En mi vida me he visto ante una situación como esa!

¡Nunca me he tropezado con alguien minusválido que viva como un eficiente ciudadano! Y aquí tenemos estas dos personas que están retando a la vida con sus deficiencias físicas y psicológicas. ¡Esto también es algo nuevo! Jamás volveré a sentirme superior ni incómoda ante los que por cualquier circunstancia de la vida son tarados. Ya no podré despreciar ni minusvalorar a los que la naturaleza les haya dado menos oportunidades. Empiezo a sospechar que hay muchas maneras diferentes de ser útil en la vida, y entiendo que mientras hay vida se puede uno superar y dar de sí lo que la naturaleza nos permita. Lo que más me cuesta asimilar es la crianza de un ser mentalmente tarado.

¿Acaso no existían en esa época instituciones experimentales que los estudien y les dé el cauce conveniente según su aportación en beneficio del progreso biomédico? ¿Qué futuro le espera si nunca podrá ser autónomo? ¿Qué utilidad cívica puede aportar mal desarrollándose en una familia inexperta para estos casos?

Este tema he de tratarlo más adelante con Marta. Pero tendré que cuidar mucho el ser discreta. De todas las maneras, cada vez me convenzo más de que sólo podremos entender una reacción humana si nos metemos dentro de su contexto histórico. Y, así y todo, estoy segura de que no hay dos personas que cuenten el acontecimiento con auténtica objetividad, todos echamos algo de nosotros mismos al analizar un hecho.

¿QUÉ PIENSAS TÚ DE TODO ESTO V71?

El agente V71 quedó la semana pasada en contestar esta pregunta.

He aquí su respuesta:

—Bueno, ya que estamos en la última propuesta de reflexiones personales, te voy a confesar algo que hasta ahora no me he atrevido ni a decírmelo a mí mismo, porque yo también he transgredido las reglas del proyecto haciendo una investigación paralela por mi cuenta.

—¿De verdad?

—Pues sí. Ya ves que nadie es perfecto.

—¡Me encanta! ¡Cuenta, cuéntame!

 

—Pues veras, a medida que ibas entregándome información de los acontecimientos que vivías, yo también me sentía interpelado y ha podido más la curiosidad que la tarea árida de sólo ir recogiendo tus datos.

 —¡Qué interesante! ¿Y qué has hecho?

—Recurrí a otras informaciones anteriores, llegando a descubrir algo que puede ser interesante.

—¡Me tienes en ascuas!

 —Se trata de un documento sobre la vida de los cristianos del siglo I de la era común, donde he podido obtener conclusiones muy sorprendentes.

—¿Es que te tengo que sacar las cosas con sacacorchos? ¡Dilo todo ya de golpe!

—Bien, Teniendo en cuenta de que se trata de otra civilización con una cultura muy distinta y salvando la distancia histórica, he descubierto rasgos específicos que se repiten en las dos generaciones.

» Escucha esta carta dirigida a un tal Diognetos de aquella época:

Los cristianos no se distinguen de los demás hombres porque vivan en regiones diferentes, así como tampoco por su idioma o sus vestidos. Tampoco habitan en ciudades propias, ni emplean un lenguaje insólito, ni llevan una vida singular. Ni su doctrina ha sido descubierta por ellos a fuerza de reflexión o búsqueda de ingenio humano, ni se hacen, como tantos otros, los defensores de una doctrina humana. Viven en ciudades griegas o bárbaras, según donde a cada uno le ha caído en suerte; siguen las costumbres locales en su modo de vivir, de alimentarse y de comportarse, manifestando al mismo tiempo las leyes extraordinarias y verdaderamente paradójicas de su república espiritual.

Son ciudadanos de sus respectivas patrias, pero sólo como extranjeros domiciliados. Cumplen con todos los deberes de ciudadanos y soportan todas las cargas como extranjeros. Se casan como todos y tienen hijos; pero no abandonan a los recién nacidos. Participan todos de la misma mesa, pero no del mismo lecho. Habitan en la tierra, pero son ciudadanos del cielo. Se atienen a las leyes establecidas, y con su estilo de vida superan las leyes. Aman a todos, y todos les persiguen. Se les ignora y se les condena; se les mata, pero son vivificados. Carecen de todo y todo les sobra. Se les insulta y bendice; les hacen ultrajes y responden honrando a los demás. Hacen el bien y los castigan como criminales; y mientras padecen el castigo, se alegran como si nacieran a la vida… Para decirlo de una vez: lo que el alma en el cuerpo eso mismo son los cristianos en el mundo… Dios fue quien los puso en tamaña condición, y no les está permitido desertar de ella.”

—¡Auténticamente asombroso!

—¿Verdad que tenía razón? Me he saltado algunos párrafos, la carta es más larga, pero más o menos te puedes hacer una idea con lo que te acabo de leer.

—Estando como estamos en umbral del siglo XXI, no esperaba encontrarme con esta semejanza con tantos siglos de distancia. Hombres y mujeres insertos en el mundo, comprometidos en la transformación de la sociedad en la que viven.

—Así es. Parece que fuera un comentario sobre esta generación que estamos estudiando ¿verdad?

—El caso es que, según la información que nuestros profesores nos han impartido, el cristianismo estaba en decadencia en esta generación dividida por tantas sectas y grupos contestatarios que abusaban y se contradecían con el Evangelio en la mano; también los sistemas capitalistas y los avances científicos habían ganado la batalla a la vieja iglesia; nuevas creencias y nuevas filosofías iban tomando cuerpo colocando a la sociedad en el camino recto hacia nuestro progreso pragmático y funcional donde poco tenía que ver con el mensaje de esa filosofía cristiana..

—Sí, al parecer hay algo que no encaja.

—Puede ser que, no todos los colectivos humanos de esa época actuaran según la información que teníamos antes de venir.

—Vistos en perspectiva, me atrevo a pensar que el vivir de esta gente que estamos tratando, es la confirmación de que en cualquier época de la Historia es posible dar el salto hacia lo transcendente buscando la plenitud humana más allá de la misma Historia, como aquí afirman.

—Estos acontecimientos me están dejando perpleja. Mañana, en la primera ocasión que tenga, voy a preguntar abiertamente a alguno de los líderes de esta comunidad si ellos son los cristianos descendientes de aquella primera sociedad y si S.H. tiene algo que ver con ese Jesús de Nazaret.

—Sí, si. Investiga si toda la sabiduría de esta gente tiene sus respuestas en un libro donde, según los datos de aquellos cristianos, se recogieron todos los dichos y hechos de ese Jesús que, al parecer, después de haber sido matado, resucitó y predicaban que estaba vivo.

—Si es así, no me extrañaría que ese Jesús sea el Señor de la Historia, y por eso permanece a través de ella.

¿Qué te parece? Solo quedan tres capítulos para terminar la novela, pero no pienso comentaros nada de ellos, esto lo reservo para aquellos que quieran leer el libro completo. ¿Cómo terminó todo? ¿Cómo reaccionaron sus contemporáneos? Adquiere el libro, aunque sea en ebook y te sorprenderán las respuestas a estas preguntas.