LA CONDICIÓN FEMENINA (6)

Vamos a dar por terminado este capítulo con el diálogo de M95 y su compañero V71. ¿Qué les dice a ellos todas estas novedades existenciales?

Quiero destacar aquí la pobreza relacional de esa civilización.

Porque hoy, con la experiencia de la pandemia, tenemos que reconocer que la distancia, el aislamiento social y el confinamiento que se nos impone como instrumentos indiscutibles para velar por nuestra propia salud, puede llegar a quebrar nuestros vínculos, generando incomunicación, insensibilidad afectiva, y desmoralización, induciéndonos a vivir de una forma que, por cultura, no nos pertenece. ¿Qué va a pasar con mis relaciones interpersonales, mis amistades…? ¿A dónde nos puede conducir todo esto?

Pasemos a leer el diálogo futurista de esas dos personas

—¡Este es el secreto de esta gente, el móvil que les impulsa a construir la historia con los ojos puestos más allá de la misma historia! ¡Qué diferente planteamiento a la programación establecida en nuestra civilización!

—¿Ya estamos de nuevo hablando despropósitos?

—Bueno, tienes que reconocer que es una manera distinta de mirar la vida. Es verdad que a nosotros se nos proporciona cuanto necesitamos, pero nuestras necesidades e intereses no pasan de ser superficiales. Tenemos el alimento necesario y abundante, se nos atiende en nuestras enfermedades, disfrutamos de todas las comodidades que precisa una persona de nuestro siglo y eso en el ámbito universal, pues nadie sabe lo que significa ser pobre o menesteroso materialmente hablando, pero ¡qué pobres son nuestras relaciones interpersonales! ¿Dónde están nuestros sentimientos? Me parece que estoy empezando a despertar del letargo de satisfecha-engañada, y siento que me va la vida en escuchar las voces de estas gentes que me orientan hacia la única meta que para mí ahora mismo tiene sentido. ¿A quién le interesa que todo siga tal como está?

—Entre otras personas a mí. ¿No te das cuenta de que no puedes seguir así, desacreditando tan descaradamente nuestra civilización?

 —Pienso que esto se debe a que hemos sido educados en determinados principios que controlan nuestras capacidades intelectuales y emotivas, pero ahora caigo en la cuenta de que esto no es lo correcto. No está previsto que los ciudadanos se aparten de esas normativas que se han hecho hábito en nuestro comportamiento, pero ¿dónde queda nuestra libertad de expresión y de escoger?

—¡Qué ganas de complicarte la vida!

—Quizás, pero dime, ¿quién es capaz en nuestra sociedad, de pasarse un rato con un amigo compartiendo las penas y las alegrías?

—¿Para qué? Hay otras formas de solucionar estas cosas.

—¡Por supuesto! Cuando te ves en conflicto, vas al orientador de turno y te resuelve el tema. ¿Verdad?

—¿Qué malo hay en ello?

—No, si todo esto está muy bien. Pero yo te pregunto ¿Has llamado alguna vez a la puerta de tu vecino porque necesitabas algo de él?

— ¡Nunca lo he necesitado!

— ¡Ahí esta! Hemos perdido la capacidad de necesitar al otro. Ya no podemos saber lo que significa la alegría de ser útil, el gozo de poder compartir, la belleza de la íntima relación con el misterio de cada uno.

—¡Patochadas! Yo no echo en falta nada de esto.

—¡Eso es lo malo! Ahogaron nuestras necesidades relacionales. Esa acogida de la amistad es ajena a nuestra sociedad. Ese trato personal que he descubierto en esta gente, creo que es una riqueza que hemos perdido y que convendría recuperar.

—¡Tonterías! Tú no eres quien debe decidir esto.

—¡Por supuesto que no! Pero reconoce que es más humano el poder conectar con los mismos sentimientos que tu compañero de empresa.

—¿Para qué?

—Pues para poder tomarte tu trabajo con otro interés, porque te sabes haciendo camino junto con otros que tienen la misma meta. Tratar de no ver en el otro un enemigo que te puede denunciar, traicionar o simplemente hundirte en una competencia de poder. Aquí he visto todo lo contrario. He descubierto que en esta sociedad viven atentos a ir juntos construyendo la marcha de la historia. Una historia que ahora me parece más humana.

—¡Estupideces!

—¿A quién se le ocurre en nuestro ambiente preocuparse por lo simple y lo inútil? Aquí he descubierto la ilusión por lo pequeño, lo simple, el detalle. El valor de lo menos útil, la acogida y rehabilitación del minusválido, la comprensión del menos dotado, la aceptación de lo diferente como un valor a respetar, por venir de un ser humano… ¿No habremos perdido algo positivo de las civilizaciones pretéritas? ¿Por qué tantos prejuicios?

—¡Bobadas! Está visto que tienes la cabeza embotada con tanta novedad.

 —Quizás, pero ¿no te llama a ti también la atención que no demos importancia a las relaciones interpersonales, a lo afectivo, a los valores relacionales?

—Supongo que serán cosas de otro siglo.

—Puede ser que la explicación esté en que ignoramos la transcendencia de esta vida y no profundizamos en la hondura del ser humano, porque no reconocemos su dimensión espiritual. Por eso me cuesta tanto seguir el diálogo de estas gentes cuando hablan de cosas tan profundas que según ellos no podemos percibirlo porque sólo se puede juzgar con criterios del espíritu.

—Oye. ¿No tienes miedo de cansarme y que sea yo el que te denuncie dando la voz de alarma a la base del proyecto?

—Es posible. Esto es un riesgo, que soy consciente he de asumir si quiero desahogar con alguien todo lo que estoy viviendo. Así que sólo me queda esperar que no me defraudes y me escuches sin prejuicios ni temores.

—No sé hasta cuando seré capaz de aguantar tanta necedad.

—Bueno, ¿qué me dices de la desigualdad de género que existía en esta sociedad que estamos estudiando?

—No me negarás que en esto hemos avanzado

—Por su puesto. Aunque en donde estoy residiendo no puedo experimentar estas diferencias, al parecer seguía siendo una asignatura pendiente a escala prácticamente mundial en esta época, de ahí los congresos y las reuniones internacionales que van tomando conciencia de esta realidad. Como ves, aquí puedo apuntar en favor de nuestra civilización. Hemos conquistado la igualdad de sexos, el no hacer diferencias ni valoraciones partidarias entre hombre-mujer. Podemos estar orgullosos del resultado generacional al haber conseguido dejar atrás la idea de superioridad de un sexo sobre el otro. ¡En este campo les hemos aventajado!

—¡Menos mal que hemos progresado en algo!

—No seas sarcástico. Claro que hemos adquirido nuevos conceptos valorativos de la persona, al considerarla en su aspecto de eficacia y productividad. Esto ha hecho que se rompieran aquellos esquemas. Pero tienes que reconocer que aquí sólo cuenta tu capacidad para ser útil al progreso y al bienestar de esta sociedad.

—¡Ya lo has estropeado!

—Pues es verdad, pero en la época que estamos estudiando, esta diferencia era el motivo de una lucha, a veces hasta violenta por parte de la mujer, por conseguir ser reconocida, escuchada y valorada.

—¡Vaya, barbaros!

—Ríete cuanto quieras, aunque reconozco que nosotros hemos aprendido a mirar con otros ojos y a escuchar con otros oídos, y el resultado ha sido el acostumbrarnos a oír y ver sin distinción entre un hombre o una mujer, en un trato que bien podríamos llamar neutro.

—¿Y eso es bueno o malo para ti?

—Si sigues lanzándome esos dardos tan irónicos. Mejor será que demos por concluido aquí nuestro informe de hoy.

Es tiempo de reflexionar, de profundizar en el sentido de lo que está pasando y no permitir el habituarnos a prescindir de la riqueza que supone el ver en el otro un referente complementario de nuestro mundo afectivo, emocional, o simplemente relacional.

LA CONDICIÓN FEMENINA (5)

Hemos llegado a un punto de la conversación donde el ser humano toca fondo. ¿Cuál es el sentido último de nuestra existencia? ¿Yo para qué nací? ¿Por qué y para qué existo? ¿Cuál es mi destino?

Ya no importa ser hombre o mujer. Todo ser humano tiene un compromiso trascendente. Todas estas preguntas tienen una sola respuesta: mi responsabilidad existencial

—Luego, según tú, todos tenemos una misión que cumplir.

—Así es. No hemos nacido por un simple hecho físico. Estamos aquí para ir construyendo la historia según nuestro destino. El matrimonio está llamado a colaborar en la prolongación de la especie al engendrar con responsabilidad, por eso es esencialmente temporal, pero por encima de nuestra misión histórica, existe un absoluto eterno que es el único que puede saciar todas nuestras más profundas aspiraciones humanas y que sabemos que sólo se dará fuera de la historia, esto es en la otra vida, por eso,  tanto el que se une a otro para prolongar la estirpe como el que opta por hacer suya la familia humana, han de ayudar a ir haciendo una sociedad digna, con proyección de eternidad.

Entonces, si yo entiendo bien, esto de hacer una sociedad fraternal, ¿no es vuestra meta?

—Me has entendido perfectamente. Nuestra aportación a la construcción de una historia digna de llamarse humana no es el fin que nos proponemos, porque nuestra empresa no termina con la muerte.

—Eso siempre a mí llamar la atención en vosotros.

—Pues así es. No podemos empeñarnos en buscar el desarrollo de la persona, con fines únicamente materiales, sería mutilarle al no reconocer su dimensión trascendente que le encamina más allá de su existencia terrena donde culminará su inmortalidad. Estamos creados para lo infinito, lo eterno, lo inmutable.  Nosotros creemos que tenemos un principio, pero no un fin. Por eso nuestras aspiraciones nunca se sacian con lo mejor de este pasar por la historia.

—¿Entonces esta vida es un paso a otra nueva vida?

—Veo que vas captando bien la idea. La vida presente es sólo un camino que desemboca en la vida eterna, donde no existen las limitaciones ni las frustraciones que tanto nos acongojan y los deseos que tanto nos cuestan aquí conquistar. Esa meta es la que nos da aliento y empuje para seguir aceptando todas las sorpresas existenciales. Creemos que allí resolveremos todas nuestras aspiraciones. Este es nuestro fin y la meta hacia donde queremos dirigir todos nuestros esfuerzos.

—¡Me maravilla esta seguridad de creer las cosas tan extrañas!

—Pues así es, aunque a ti te parezca raro por lo novedoso, nosotros creemos en ello y tratamos de ser coherente con nuestra fe. Porque entendemos que esas ansias que Dios ha puesto en lo más profundo de nuestro ser, no se puede saciar aquí por las limitaciones de nuestro cuerpo mortal, pero cuando nos hayamos liberado de ello con la muerte, ya nada será obstáculo para alcanzar lo que con tanto anhelo aspiramos.

—Verdaderamente este un mundo extraño para mí.

—No te preocupes, quizás estés más cerca de entender de lo que te crees.

—Yo pienso que vuestra vida es muy difícil.

—Bueno, yo diría que es muy exigente y radical. Es verdad que no se consiguen estas propuestas vitales de repente y que tienes que tratar de mantenerte en una sociedad donde tus criterios son antipopulares, pero te aseguro que vale la pena. Tan sólo sea por el apoyo comunitario que nos hace vivir en una armonía grupal. A veces se tienen experiencias difíciles que uno solo no puede afrontar y el contar con la familia, con los más allegados, te hace sentir capaz de vencer cualquier obstáculo. ¿No te parece?

—Supongo…  pero… es que todo es distinto a mi vivida antes.

—Te comprendo. Pero por mi propia experiencia te digo que creo que nuestra existencia humana es esencialmente comunitaria y que, por eso mismo, tiene como parte insustituible el compartir y el ayudar. De aquí que nos sentimos a gusto al sabernos ayudados y a la vez poder ser necesarios para ayudar a otros.

—Si eso funciona así, la vida será más fácil para todos, pero me temo que todo el mundo no piensa así.

—Por supuesto que es una hermosa utopía el pretender que toda la humanidad de una respuesta afirmativa, pero sí van brotando aquí y allá núcleos de personas que acuden con generosidad a la invitación del Señor, y por ellas el mundo y la historia podrían dar un giro de 360 grados. ¿No te parece interesante?

—Sí que lo es. Pero… me resulta tan extraño…

—Puede parecértelo, pero el secreto está en tomarte en serio tus intereses vitales y asumir tu propia historia con responsabilidad.

—¿Tú crees que sale bien?

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—Esta es la pena, que somos frágiles y a veces no nos sale. Pero, aunque no somos perfectos, ¡qué ser humano lo es!, ya te habrás dado cuenta durante este tiempo que estás con nosotros, que no son meras palabras o bonitas reflexiones; aquí, aunque a veces no nos salga, tratamos de ser coherentes en nuestro vivir cotidiano con lo que decimos.

—Esto es verdad. Y ¿qué pasa cuando no lo haces?

—Somos seres libres, y este es el riesgo más grato y a la vez más conflictivo y exigente del ser humano. El Señor no obliga ni fuerza, te invita, pero quiere que seas tú la responsable de tu decisión. Toda opción tiene su riesgo, cuando eliges algo renuncias a lo otro, por eso es muy importante estudiar con discernimiento nuestras elecciones.

LA CONDICIÓN FEMENINA (4)

Esta semana se nos plantean tres comentarios a reflexionar: La entrega como instinto maternal de la mujer adulta. El bucear en la interioridad para encontrar el sentido transcendente de la vida. La fidelidad a tu destino para ser auténticamente feliz.

Tres propuestas que vale la pena tener en cuenta a la hora de tomar el pulso a nuestra existencia.

—Y hablando otra vez de Marta, ¿quieres explicarme cómo ve ella eso de ser madre?

—Pues Sí. En ella su propia condición femenina le lleva a enfocar la entrega y abnegación desde su instinto maternal. Es una mujer adulta consagrada por completo a entregarse a los otros y con ello se siente realizando su potencial de hacer familia, dedicándose plenamente a este nuevo modo de ir construyendo una historia más fraterna.

¡Qué interesante!

—Sí que lo es. Para ella el construir una familia, una hermandad con todos los que trata, pasa por delante de sus intereses personales. Por otra parte, es una mujer que está habituada a mirar los acontecimientos cotidianos con ojos contemplativos.

—¿Cómo? Perdón, yo no entender muy bien eso.

—Quiero decir que ante cualquier cosa que sucede, Marta rápidamente sabe hacer una referencia sobrenatural. Para ella no existe la casualidad, todo tiene un por qué trascendente, por eso además de su instinto femenino, se entrega abandonada ante la presencia del Señor que todo lo ve y lo permite.

—¡Uf! Creo que estas son palabras misteriosas para mí.

—Supongo que sí, estamos hablando en términos que a nivel puramente humano puede parecer absurdos.

—¿Cómo de absurdos?

—Verás. Cuando hablamos de verdades espirituales a personas que no están iniciadas en estos temas, puede resultar difícil porque nos situamos desde distintas posturas ante la mente humana. Cuando explicamos verdades espirituales a personas de espíritu, no las exponemos en el lenguaje que enseña el saber humano, sino que nos situamos en un nivel espiritual.

—Entonces, para comprender ¿tengo que aprender un vocabulario especial?

—No se trata sólo de términos de vocabulario sino de conceptos mentales que únicamente lo captan los familiarizados con los criterios del espíritu. Los que vivimos con los ojos puesto en el Señor de la Historia, somos capaces de detectar esas emisiones de señales diferentes que nos descubren, en los acontecimientos cotidianos, dónde se encuentra la presencia del Señor.

—Me parece que estoy perdida.

—A ver cómo te lo explico. Mira, por encima de los sucesos cotidiano y ordinario, donde se suele dar una opinión de una mirada rápida y superficial, hay personas iniciadas en la comunicación con lo trascendental, que saben descifrar ese particular código de señales que anuncia la presencia del Señor. Personas que tienen experiencia de interiorizar el vivir

—¡Uf! ¿Y Marta es así?

—Sí. Su vida tiene un permanente interlocutor y vive pendiente de serle fiel colaboradora. Por eso su entrega va más allá de ser una ayuda para el otro. Es una disponibilidad incondicional a la misión para la que se sabe llamada por el Señor, y desde esa actitud vital, intenta ir construyendo la parcela existencial que se le ha confiado, tratando de ser coherente con sus propias convicciones.

—Y entonces, ¿esto es mejor que ser casada?

—Ni mejor ni peor. Son como las dos caras de una misma moneda, dos maneras de realizarse propio del ser adulto. Cada uno ha de saber encontrar su equilibrio en el propio camino para cumplir su destino. Reconozco que en ocasiones el matrimonio puede ser una limitación para estar disponible, pero también tiene otras compensaciones que no son ni mejores ni peores, sino según tu inclinación vocacional. Todos tenemos un cometido que cumplir en la sociedad, nadie se puede evadir de ella si quieres ser auténticamente feliz y sentirte realizándote en plenitud, por eso tienes que encontrarlo y seguir fiel en tu puesto.

LA CONDICIÓN FEMENINA (3)

Hoy Sera nos va a argumentar sobre su concepto de igualdad entre el hombre y la mujer y la riqueza que supone para la historia que la mujer tome parte en el devenir de la sociedad.

—Entonces, ¿tú eres de las feministas?

 —Bueno, no soy de las que van reivindicando para la mujer unos derechos de igualdad con el varón. Sencillamente creo que somos dos modos de ser persona, dos modos que se complementan pero que no se pueden confundir. Somos equivalentes, pero no iguales. Ahora bien, otra cosa es que, como ser humano, ante la ley y demás, todos debemos ser personas con los mismos derechos y deberes. Es evidente que existe lo femenino y lo masculino, pero no podemos verlo como castas o diferentes niveles del ser, sino como complementarios que se necesitan mutuamente, porque saben que juntos forman un todo.

—Sin embargo, en muchos de los países aún es la mujer como ciudadano de segunda categoría. ¿No?

—Sí, esta es una triste realidad. Pero es gratificante el pensar que parte de la sociedad mundial está ya despertando ante la evidencia. Lamentablemente, a lo largo de la historia poco se ha tenido en cuenta el valor de esta complementariedad y ha sido tremendamente machista. Pero sin duda que es un signo de nuestro tiempo el ir tomando conciencia de la riqueza que la mujer puede aportar a la marcha de la historia. Tenemos que ir corrigiendo esos errores ofreciendo a las nuevas generaciones la complementariedad del hombre-mujer, aceptando las dos dimensiones de la persona humana como necesarias para que la sociedad crezca armónicamente.

—Esto es un camino muy largo para recorrer aún, ¿verdad?

—Por supuesto. Estamos aún inmersas en una sociedad patriarcal, donde la mujer sigue un paso por detrás de los varones, pero ya va siendo hora de que nos pongamos a estudiar el modo y la manera de que esto vaya cambiando. Hay que ir transformando las mentes hacia la aceptación de la participación igualitaria de hombres y mujeres a todos los niveles cívicos. De hecho, ya se van abriendo cauces en las estructuras políticas, económicas y profesionales, dando paso, incluso en los campos directivos, a la participación femenina. Aún los hombres tienden a elegir a sus iguales, los varones, porque actúan como ellos y a veces la lógica de las mujeres les descoloca. Pero sin duda que, con el reconocimiento de la mujer, la sociedad se verá muy pronto beneficiada. Su aceptación en las tareas públicas la está convirtiendo en agente de transformación de la sociedad y yo creo que es un signo de progreso de la historia.

—Y dime, ¿cómo ven los líderes de este país esta problema?

—Aún hay mucho que hacer, pero se va tomando conciencia de ello. Es verdad que nuestro concepto de hombre y mujer, como ya hemos comentado, tiene raíces muy machistas y es muy difícil eliminarlos en una primera generación, pero te aseguro que estoy satisfecha de los pequeños pasos que se están dando, tanto en el ámbito social, laboral e incluso educacional.

—¿Y qué cambiará la sociedad por la mujer?

—Pues verás, tomando el tema desde sus raíces existenciales, la experiencia biológica de la maternidad como raíz de lo genuinamente femenino, infundiría a la ciudadanía una gran riqueza en el campo relacional. Esos valores de entrega, acogida, apertura, preocupación por el otro, atención por el más débil, inclinación por la solidaridad, la unión, la aceptación de la singularidad de cada uno… en fin, asumir la dimensión femenina en la sociedad es hacer una historia más comprensiva y tolerante, abierta a aceptar la igualdad y la originalidad de cada uno de los individuos que la componemos.

—Me temo que tiene mucho que girar nuestra planeta para ser esto una verdad universal. ¿No te parece?

—Pues sí. Pero ya es hora de que nos vayamos dando cuenta de que excluyéndonos no sale ganando la historia. Esto es irreversible, y es una realidad que la presencia femenina en todos los ámbitos de la sociedad enriquece al bien común.

—Pero yo creo que también hay mujeres muy severas y duras ¿no son femeninas?

—Bueno, estos criterios femeninos no son exclusivos de la mujer, ni tampoco lo son los contrarios del hombre. El ser humano es muy complejo y el equilibrio femenino-masculino no se da con toda pureza en nadie, somos imperfectos y cada uno tiene sus inclinaciones que le hace único y genuino.

LA CONDICIÓN FEMENINA (2)

Hoy Sara nos vas a presentar dos modos de ser mujer. Nos va a hablar de la mujer célibe, la que hace de su vida una opción exclusiva por el Reino y la que elije ser esposa y madre. Son dos formas de realizarse como mujer adulta, que no es mejor ni peor, sino más bien yo diría que cada mujer tiene que proyectar su existencia de acuerdo con los planes que Dios dispuso al crearla. Sólo así se podrá sentir satisfecha al alcanzar sus motivaciones vitales

—Hay una cosa que no entiendo.

—Tú dirás.

—¿Por qué si valoráis tanto a la familia, Marta y Juan no son casados?

—Como Andrés y yo por ejemplo ¿no?

—Sí. ¿No es algo negativo no tener una familia para prolongar este sentido de vivir? Yo no puedo entender. ¿No es una fallar, alguien que no ayuda a que la historia siga con vuestras esquemas etnográficas?

—Puede ser que desde fuera así parezca, y respeto tu punto de vista, pero tienes que saber que para nosotros tiene un profundo sentido la opción de estas personas por renunciar a crear su propia familia en favor del desarrollo del Reino.

— ¿Me lo puedes explicar más fácil?

—Veras. Me refiero que, ellos han renunciado a algo tan valioso como es la familia para poder dedicarse en exclusividad a la empresa que nos convoca en libertad y disponibilidad. Pues sin duda que están más libres al no tener que condicionar sus decisiones al bien de los suyos y de nadie son responsables familiarmente hablando, por eso pueden estar al servicio de los demás sin las condiciones que reclama la familia. Además, son signos que nos recuerdan, dónde está lo absoluto en nuestra vida cotidiana. Ellos, con su estilo de vida, nos ayudan a relativizar todas las cosas y los acontecimientos, pues todo, por muy importante y necesario que nos parezca, tiene un valor limitado y no debemos absolutizarlo. Hay veces que hacemos de nuestros intereses familiares nuestros dioses, estos se convierten en los ídolos del siglo, y luchamos por ellos como si nos fuera la existencia en tenerlos satisfechos. Por eso, las personas célibes, quiero decir, las que optan por no casarse por esta causa, son dignas de nuestra admiración y respeto si ponen su libertad al servicio del Reino.

—Pero yo oír mucho en contra de la vida de los curas por eso que llamáis célibe.

—Es verdad, hay mucha polémica sobre este tema del celibato, aunque por otra parte también se critica la maternidad o la paternidad responsable. Corremos unos tiempos de inconformismo y de cuestionar todo, y si hiciéramos caso a tanta protesta y critica negativa, esto sería un caos de esclavos, pues la manipulación y propaganda de los medios, a veces, lo únicos que consiguen es confundir, no aclarar con otras alternativas.

—¡Qué novedoso!

—¿Te lo parece? Pues te diré más. Aunque te cueste creerlo, muchas veces, la actitud de estas personas célibes por la causa del Señor me interpela, incluso para medir mi entrega conyugal y mi responsabilidad maternal.

—¡A ver, a ver! Explícame eso.

—Pues verás. Nuestras responsabilidades como pareja nos llevan a ayudarnos mutuamente. Cada mañana, al despertarnos renovamos nuestros compromisos y nos animamos a ser fieles en la tarea cotidiana y por la noche, en la intimidad de nuestro lecho nos tomamos cuenta de cómo nos ha ido la jornada.

—Y ellos célibes, ¿cómo lo llevan?

—Bueno, ellos tienen otros recursos, el caso es vivir  entregado por el bien de los demás. Porque, ¿qué es para ti la maternidad?

—Pues… la verdad… Bueno…, en realidad es tema interesante, pero pienso que tú eres la que tienes la experiencia ¿no?

—Seguramente. Pero por el hecho de ser mujer adulta, estás predispuesta a comprender las motivaciones más profundas del instinto maternal que todas llevamos por naturaleza. Porque no es sólo el hecho físico en sí, sino que, con nuestro desarrollo corporal, va creciendo en nosotras unas capacidades y unos valores, incluso unos sentimientos, que son propios de nuestro ser de mujer. Rasgos meramente femeninos, maternos, que no son mejores ni peores que los masculinos pero que son los propios nuestros. Es una manera de sentir, pensar y expresar nuestras vivencias relacionales desde dentro de nosotras mismas. Es algo indiscutible del género femenino que nos hace sintonizar con las otras mujeres. Somos como cómplices de unas actitudes que debemos compartir con el hombre pero que nos caracteriza, que nos hace femeninas, distintas y complementarias con la otra parte de la humanidad que es el varón.

—¿Cómo es eso?

—Pues verás. Pienso que toda mujer está existencialmente hecha para acoger, sufrir con el otro, sentir y expresar ternura y compasión, ser paciente y servicial, cariñosa y tolerante, cercana, desinteresada y gratuita, en fin, una serie de valores humanos que son propios de la experiencia de sentir en nuestro interior la vida de otro ser. Por eso es para nosotras más fácil el ser solidarias, acogedoras, comprensivas, pacientes, cercanas… nos mueve la sensibilidad, la piedad, la compasión, la ternura… en fin una serie de valores que, aunque son rasgos genuinos de la humanidad, son indiscutiblemente propios de la condición femenina. Y esto no necesariamente se da a partir de la experiencia física de la maternidad, aunque supongo que lo favorece, sino que es algo que toda mujer adulta, por el simple hecho de serlo, ya lo posee en potencia y hemos de tratar de despertarlo y desarrollarlo hasta concluir en la entrega total. Esto, como te digo, no sólo dando nuestro cuerpo para ser procreadoras, sino cuando en la madurez de tu ser femenino, te das toda tú a la construcción de los lazos relacionales según la intuición que nos caracteriza y nos hace capaces de formar una familia con las personas que nos rodean. Como ves, esto va más allá del simple papel de madre y esposa.