En cierta ocasión M95 le pregunta a Juan sobre su experiencia de amar y saberse amado.
He aquí una interesante conversación.
—¿Puedo preguntarte una cosa, aunque sea un poco personal?
—Por supuesto. ¡Adelante!
—Para tí, ¿qué es el amor?
—Pues para mí, la comprensión del amor pasa por la experiencia de haberse sentido amado.
—¿Me puedes explicarme?
—Pues sencillamente, primero descubrimos el amor al sabernos amados por aquellos que nos han dado la vida, y a partir de esta experiencia somos capaces de ir conectando con empatía con las demás personas con las que nos relacionamos a través de nuestra historia personal, hasta llegar a dar una respuesta de entrega a la amistad o a un amor en exclusividad.
—¿Y si no se tenía esa primera experiencia?
—Por supuesto que existen niños huérfanos o abandonados, incluso los hay que tienen que soportar el vivir entre peleas y odios de sus adultos, pero yo creo que el don del amor forma parte de nuestra existencia y aunque lo tengas difícil, la naturaleza se cobra esta carencia social y tarde o temprano tienes que tener esta vivencia, por muy pequeña que sea, de ser estimada por alguien para poder abrirte al verdadero sentido del amor que es entregarte a la persona amada rompiendo las cadenas del egoísmo.
—Y esto… yo… no entiendo mucho.
—Mira, el amor es una entrega gratuita. Esto quiere decir que es una fuerza que impulsa a darte por encima de cualquier respuesta de la persona amada.
—Pues cuesta entender.
—Vamos a ver, si te lo sé explicar. Porque ya te he dicho que esto se aprende experimentándolo. Pero te diré que, para mí, hay gestos que reflejan su significado. Ama de verdad, el que no exige ser correspondido. Es la gratuidad de una madre, que se desvive por su hijo, a pesar de que éste le falle, y mil veces que le necesite estará disponible para acogerle, aunque no le corresponda. Es la respuesta de una fidelidad conyugal que sabe comprender, tolerar, disculpar, perdonar… que vuelve a confiar sin retornar a la herida abierta, ni guarda rencores mal curados. Es la gratuidad del que entrega todo cuanto es, por crear una sociedad armónica donde reine la comprensión y la justicia. Y yo hago de la justicia sinónima del amor, porque nadie que ama es injusto con la persona amada y ningún justo manipula el amor.
—Amar así… ¿Es fácil?
—Creo que el hombre es primeramente egoísta y posesivo, el amor requiere madurez, el niño sólo quiere poseer a los demás por su seguridad personal. Pero a medida que vas creciendo, que vas adquiriendo seguridad y autonomía, vas ganando la batalla a estas malas inclinaciones. La derrota de estos instintos es un signo de madurez. Sólo el adulto puede llegar a conquistar estos niveles, pues son metas de nuestra naturaleza humana.
—¿Y cómo se conoce esos niveles?
—Mira, está escrito que

—¿Es esto como vosotros hacéis aquí?
—Esta es la norma de nuestra convivencia. Y aunque no siempre sale, hacia ahí queremos caminar. Entre luces y sombras personales y colectivas, queremos ser coherentes y nos esforzamos por ayudarnos para hacer realidad en cada uno lo que aspiramos como grupo. ¿Qué colectivo humano no tiene fallos? Por lo menos somos conscientes de que este es el camino, y estamos abiertos a colaborar y compartir estas inquietudes con todo aquél y aquélla que pretenda hacer de la justicia-amor la causa primera en la construcción de una historia de gentes felices.
—¿Cualquiera persona?
—Toda la que sea capaz de trabajar convencida y gratuitamente por transformar la sociedad a fin de dejar a las futuras generaciones una existencia más digna de llamarse humana.
—Parece este plan tuyo muy difícil.
—Fácil no es, ya que te arriesgas a sufrir incomprensiones, mal entendidos, abandono incluso de los que más has pretendido ayudar… Por eso te he querido subrayar desde un principio que es una cuestión de amor gratuito y esto no todo el mundo lo entiende.