Cuando llevas en el corazón la certeza de lo que has visto y oído, sientes la necesidad urgente de compartirlo con otros, de comunicar y contagiar a cuantos te rodean eso que hierve en lo más profundo de tu ser, ese reconocer que el encuentro con Jesús, hoy como hace dos mil años, es real y eficaz. Es, en fin, el ofrecer lo que gratuitamente has recibido.
Porque te sabes mensajero y testigo de alguien que has conocido y que te ha dado un mensaje para todos.
Porque todos somos llamados. No hemos sido engendrados por mera unión de los elementos sexuales de nuestros padres, sino que, ellos fueron instrumentos de Dios para que naciera una nueva criatura con una misión concreta en la vida, nuestra libre colaboración en sus planes de conducir la Historia.
El Evangelio no es solo una historia del pasado o un cuento edificante con buenas enseñanzas morales. El propósito de la Palabra de Dios no es tanto hablar a nuestras mentes, sino que el propósito es el encuentro. Sin encuentro, el Evangelio sigue siendo una historia que leo, que me habla de un Maestro que ofrece enseñanzas sobre la vida pero que no me llega a lo más hondo de mi existencia.
En la entrada anterior os resumía el encuentro de Andrés. Hoy os presento el encuentro de otro de los protagonistas, Juan, el sacerdote del barrio.
Cuando M95 se encontrón con él se sorprende porque la imagen que ella traía de los curas no era tal como él se presentaba.
Recordemos sus palabras:
Yo tenía alguna idea sobre esta figura ya legendaria en nuestra cultura, pero me temo que mi información no corresponde a las vivencias de estas gentes. En mis estudios aprendí que el sacerdote era una persona segregada, solitaria y autoritaria. Un cacique espiritual que mantenía su poder atemorizando a la gente con amenazas de una vida eterna en medio de tremendos tormentos y calamidades si no cumplían. Se creía poseedor absoluto de la verdad y por ello actuaba con una autosuficiencia que más que convencer inspiraba un temor reverente. Engañaba a sus súbditos con supuestos poderes mágicos prometiéndoles la inmortalidad y la felicidad eterna si le eran fieles, manteniéndole económicamente y sirviéndole sin condiciones, sometiéndolos de una manera abusiva, servil y dictatorial.
Pero este sacerdote parece que no sigue este esquema. ¿Por qué?
Porque había sido también tocado por le encuentro. Y es que cuando te encuentras con el Señor en su Palabra, nace y crece un sentimiento, que ya no te deja ser la misma.
Esto es lo que le ocurrió a Juan:
Porque no basta solo con leer, no basta con escuchar, pues muchas veces ocurre que leemos un pasaje del Evangelio y luego lo volvemos a leer, y no pasa nada. Pero un día, al escuchar o releer ese mismo pasaje, nos toca el corazón y comprendemos la profundidad de lo que hemos leído o escuchado. Cogemos el Evangelio, leemos algo y en un momento determinado el Señor se revela, se manifiesta y vivimos la experiencia espiritual única del asombro, y es entonces, cuando experimentamos que el Señor se manifiesta y llena todo nuestro ser.
» Y COMENCÉ a surcar nuevos senderos donde dar a mi existencia otro sentido más interesante que el hecho de vivir sólo para tener, dominar o simplemente para disfrutar de una forma vacía.
Necesitamos encontrarlo vivo hoy en su Palabra y en los rostros de quienes nos mueven a verlo, para ir descubriendo lo que significa amar, acoger, escuchar… ser misericordiosos y libres como Jesús, en lugar de correr tras el poder, la ambición, las estructuras de una sociedad donde no hay espacio para él.
Por eso después de ver cómo actúa y cómo responde la gente de su persona, M95 ser atreve a decir:
–Pero no me encaja toda la información que traigo con la personalidad de Juan. Es íntimo amigo de Andrés, y juntos comparten el liderazgo de este colectivo social.Es un hombre que se ha ganado el cariño de todos y tiene entre ellos una autoridad moral que nadie discute, pero parece ser que no es en absoluto ni impositivo ni dominante, sino todo lo contrario, convence por su entrega y coherencia de vida.
Juan sabe que tenemos que encontrarlo, buscándolo en el presente, a nuestro alrededor. Es necesitamos encontrarnos con Jesús vivo hoy, es importante escuchar y ver a Jesús en los Evangelios y descubrirlo en los rostros de las personas que tratamos en lo cotidiano. Es una cuestión de corazón, de miradas, de conmoción que llega a las entrañas, es descubrir más su persona que su doctrina.
Concluye Juan con estas palabras
» Cada día, antes de comenzar la jornada, nos ponemos a la escucha del espíritu del Señor. Él es el que nos comunica estos buenos consejos y nos enseña a vivir ese día desde un discernimiento comunitario, a la luz de la palabra del mismo Señor. Es ahí donde cogemos fuerzas para el caminar cotidiano. Estos momentos diarios de escucha y de intercambio con los hermanos convocados por el espíritu, es lo que alimenta nuestra vida interior y da energía a toda nuestra jornada»
Este es el secreto: No hay fe sin encuentro, porque la fe es el encuentro personal con Jesús. Porque solo así podremos transmitir lo que hemos visto, oído, lo que hemos experimentado, recogido y vivido de él. Solo así seremos testigos creíbles.
Nuestra fe parte del encuentro personal con Jesús. El cristianismo no trata tanto de una doctrina como de una persona. Nuestro credo no es solo una lista de artículos de fe, sino una persona viva: Jesús , alguien concreto. Por ello, toda reflexión existencial no puede desvincularse de Él sin perder inmediatamente su sentido transcendente.
De aquí que nuestra historia comience por la experiencia de alguien que descubrió el MISTERIO y no dudó en ponerse a la escucha del SEÑOR DE LA HISTORIA -JESUCRISTO-
Toda historia humana cobra su sentido pleno cuando entra por la PUERTA y toma el único CAMINO que le lleva hacia su plenitud.
El Evangelio, la buena noticia, es que por Jesús descubrimos cuanto necesitamos conocer para dar sentido transcendente a nuestra vida.
Podemos conocer todos los dogmas, podemos ser católicos ilustrados, pero sin un contacto constante con Él seguiremos siendo cristianos solo en la cabeza, y la fe no bajará al corazón, no habitará en lo más profundo de nuestro ser. La existencia humana cobra todo su sentido cuando descubre su dimensión espiritual.
Porque para ser verdaderamente cristianos es necesario, que el Verbo, es decir, la Palabra baje y venga a habitar en nosotros.