La esperanza del cambio (1)

Este es otro capítulo interesante, donde podremos recrearnos sobre los valores cívicos y la responsabilidad social, según los criterios de Andrés, el profesor de ciencias sociales del colegio de ese barrio.
Como toda la novela, es M95 la narradora. Y no podemos olvidad que nos encontramos ante una persona que no domina, cien por cien, porque proviene de otra cultura.

Después de terminar las actividades de la tarde en el club, he estado charlando con Andrés en su despacho. Tenía una lista muy larga de interrogantes desde mi asistencia a su clase y pretendía que él me las aclarara.

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—Me gusta que me expliques, eso que llamáis los deberes que tiene una ciudadanía responsable.
—Bueno, yo creo que la persona tiene que sentirse y actuar como parte constructiva de la sociedad donde vive, y nadie puede privarle de este derecho, ni ella misma debe evadirse de esa responsabilidad.
—Entonces, ¿tú apoyas eso que todas personas tienen su papel sociopolítico en la historia?
—Si, así es. Pienso que nadie se puede quejar de estar viviendo en una sociedad que no es de su agrado, si no intenta poner los medios para transformarla, si no trata al menos de mejorarla participando, como un ciudadano con responsabilidad.
—¿Crees esto fácil?
—No, no lo es. Pero las lamentaciones y quejas sin hacer un intento por ayudar no llevan a la solución de las situaciones incómodas. Esa postura pasiva son quejas estériles que terminan por engendrar pesimismo y desaliento o en el peor de los casos una indiferencia, pasotismo y aburrimiento ante la causa social, y no conducen a nada bueno.

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—¿Tú crees en democracia?
—Como te decía, estoy convencido de que todo hombre tiene derecho a participar libremente en su bienestar social, y este es el principio fundamental de todo sistema democrático, la participación de todos los ciudadanos, colaborando en el perfeccionamiento del desarrollo cívico más inmediato, donde el bien de todos se ha de construir con la cooperación de cada uno.
—¿Cómo me explicas esto?
—Pues mira, en la medida en que vayamos profundizando en el valor de la auténtica democracia, no sólo a la hora de dar nuestro voto sino también a lo largo de los periodos legislativos, dando nuestras opiniones, conocimientos, apoyos y recursos al servicio del enriquecimiento de los programas políticos, estaremos actuando como ciudadanos democráticamente responsables.
—Y entonces, ¿tú crees que este es el camino de modelo de sociedad que propone la auténtica democracia?
—Si, un camino donde los dirigentes políticos ejercerán su mandato compartido con la aportación ciudadana, siempre a favor del bien común.


—¿No es esto mucho arriesgado para los políticos?
—Pues si, pero si están de verdad por hacer un servicio a la comunidad, escucharán las demandas de cualquier ciudadano. Pero por desgracia no siempre es así, y son muchos los que buscan el puesto como plataforma de poder y enriquecimiento personal aun basándose en intriga y corrupciones de todo tipo.
—¡Esto es muy malo! ¿Es esta la causa de problemas de gobierno democrático?
—No exclusivamente del sistema democrático, pues puede ser un mal en cualquier sistema político, pero en todo caso siempre hemos de luchar por mejorar nuestros gobiernos si queremos avanzar en la construcción de una historia progresista, justa y más humana.
—Ya entiendo.
—De todas las maneras, yo soy optimista y tengo esperanza en el cambio y el progreso. Todo diálogo político que promueva acciones de avance y mejoras ciudadanas han de ser apoyados y favorecidos.
—¿Es clasista vuestra sociedad?
—¡Por supuesto que sí! La situación social en la que vivimos está cimentada en el tener y no en el ser. Por eso funcionamos entre las categorías de los ricos, inteligentes, poderosos… El que tiene dinero, poder, capacidad intelectual… es el que triunfa, aunque esto lo haya adquirido de una manera poco honesta, y así no construimos positivamente el bienestar de todos, puesto que el que carece de esas cosas, a veces por no querer pactar con ciertos valores, éste se puede encontrar marginado o sencillamente quizás nunca alcance a ser influyente en la sociedad. Pues, aunque en teoría se afirme que todos somos iguales y tenemos los mismos derechos, en la práctica sabemos que no es verdad, y que en ocasiones se llega a violar los principios más elementales de los derechos humanos, por mucho que se diga que la democracia está a favor de estos principios.
—¿Y cuál es vuestra propuesta?

—Sin duda, el ir sensibilizando a los ciudadanos del deber de construir otra realidad social, siendo conscientes de sus obligaciones cívicas, contribuyendo en la cooperación solidaria, a fin de que todos disfruten de una aceptable calidad de vida, al menos con sus necesidades más elementales cubiertas
—¿Tú crees que mejoráis el futuro?

—¡Por supuesto! Ya te he dicho que la solución está en no lamentarnos inútilmente sino en ayudar al cambio para mejorar. Es verdad que la meta es muy ambiciosa, pero creo que al final el bien va a triunfar, y si nos juntamos los que tenemos esta esperanza, y trabajamos por el bien común algo conseguiremos ¿no te parece?



—Puede ser…
—Por mi parte no quisiera pasar por la historia sin haber puesto mi grano de arena para lograrlo. Porque esto es urgente. Si, urge que nos comprometamos socialmente si queremos de verdad que suenen voces que proclamen la justicia, la solidaridad, la participación responsable… Este ha de ser nuestro empeño, ir buscando hacer el bien junto a las personas que tengan estas mismas inquietudes.
—¿Es así donde terminará la pobreza?
—Este es un tema muy complejo. Como ya te he dicho, espero que algún día caigamos en la cuenta de que todos tenemos derecho a tener cubiertas las necesidades más básicas, cosa que aún no es una realidad.
—¿Y tú dices que la democracia es el camino?
—Bueno, es uno de los caminos, supongo que habrá otros, pero cualquiera que busque el desarrollo pleno de la humanidad, ha de optar por colaborar activamente en la construcción de un orden social acorde con las exigencias del bien común y de la distribución equitativa de los bienes del planeta.
—Esto me suena a… ¿
Cómo se dice… utopía?
—Quizás te parezca una meta inalcanzable, pero sabemos hasta dónde pueden llegar nuestras fuerzas y no por eso nos acobardamos ni renunciamos a la lucha.
—¿Cómo me explicas de los países donde los gobernantes buscan su bien económico propio o sólo gobiernan para mandar y dominar?
—Eso es parte de lo que te he comentado. Cuando el poder político está en manos de desaprensivos que sólo tienen miedo de perder su plataforma de poder y dominio, su cómoda existencia y su alta posición social, sin meterse en el tema de la solidaridad apoyando el bienestar de todos los ciudadanos, asistimos al descrédito y al propio suicidio de las instituciones políticas. —¿Tú crees esto?
—Estoy completamente seguro de que el pueblo tarde o temprano se levantaría contra los que así abusan de su poder. Los gobernantes tendrían que plantearse su situación y saber que esto los llevaría a ser los primeros en perder sus privilegios. ¿No te parece?
—Si, me temo tienes razón. ¿Cómo van a responder a las necesidades más urgentes de los ciudadanos, si con esto no se benefician, sino que tienen que renunciar de lo suyo para todos?
—Veo que lo vas captando. Además, hay otro problema que es el que surge en los países donde se pone como meta la producción a consta de la explotación de los propios trabajadores.
—Si, algo leo de esto en una crítica de la sociedad de consumo.
—Son planteamientos económicos que no miran en absoluto la dignidad de la persona. Las fuerzas laborales están organizadas para obtener el máximo beneficio sin tener en cuenta las condiciones de vida de los trabajadores, que son al fin y al cabo los que hacen progresar la economía con sus esfuerzos y sudores. La persona es explotada y sólo se le mira como un instrumento más de la productividad.
—Y así sólo se enriquecen los jefes ¿verdad?
—Así es. Los beneficios del desarrollo económico siguen estando en manos de unos cuantos poderosos que mueven los hilos de toda la producción.
Ya veo.
—Por eso es urgente hacer propuestas alternativas desde la base para cambiar el sistema, poniendo en primer eslabón en el respeto a todas y cada una de las personas que la forman.
—¿Y cuál es tu propuesta?

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—Pues verás, tenemos un programa de orientación ciudadana, en el que se informa a la gente de sus auténticos derechos. También es muy importante la educación de los valores para ir tomando conciencia de que las relaciones humanas tienen como base la igualdad, aboliendo toda forma de explotación y discriminación y por último nos interesamos por la formación de conciencias rectas, honradas, íntegras, que no se dejan embaucar por la injusticia, la inmoralidad de los ambientes que buscan el engaño y el fraude social.
—Esto suena muy interesante.
—Así es. Yo creo que es el camino por el que se podría llegar a construir una sociedad donde se respete al ser humano en toda su dignidad. Cuando el ciudadano conoce sus derechos y los exige, la autoridad ejecutiva no le queda otra alternativa que actuar en favor de esas voces.

DIÁLOGO INTERSOCIAL

Los cristianos de hoy estamos llamados a escuchar los signos de los tiempos discerniendo por donde sopla el Espíritu de Jesús resucitado que quiere ser Señor del siglo XXI. ¿Qué nos pide la sociedad de hoy? ¿Cómo pasar por la historia de nuestra existencia siendo sal, levadura, iluminando el camino de nuestros coetáneos? Hay que pasar de una moral del miedo al castigo y una pastoral de amenazas y ataques, a una visión de la vida cristiana responsable y abierta a la fraternidad y la solidaridad, a lo social y a lo ecológico. Hay que profundizar y tratar de vivir los valores del Reino como justicia, honradez, tolerancia, equidad, legitimidad …, en una palabra, hay que desarrollar en nosotros la potencialidad del amor fraterno, en diálogo interdisciplinar con las ciencias sociales, políticas y científicas.

Voy a presentarte pinceladas sobre este tema, comenzando por algunas de las apreciaciones y argumentos de Andrés donde se refleja su proceder ante su compromiso existencial a nivel social.          

Después de terminar las actividades de la tarde en el club, he estado charlando con Andrés en su despacho. Tenía una lista muy larga de interrogantes desde mi asistencia a su clase y pretendía que él me las aclarara.

—Me gusta que me expliques, eso que llamáis los deberes que tiene una ciudadanía responsable.

—Bueno, yo creo que la persona tiene que sentirse y actuar como parte constructiva de la sociedad donde vive, y nadie puede privarle de este derecho, ni ella misma debe evadirse de esa responsabilidad.

 —Entonces, ¿tú apoyas eso que todas personas tienen su papel sociopolítico en la historia?

—Si, así es. Pienso que nadie se puede quejar de estar viviendo en una sociedad que no es de su agrado, si no intenta poner los medios para transformarla, si no trata al menos de mejorarla participando, como un ciudadano con responsabilidad.

—¿Crees esto fácil?

 —No, no lo es. Pero las lamentaciones y quejas sin hacer un intento por ayudar no llevan a la solución de las situaciones incómodas. Esa postura pasiva son quejas estériles que terminan por engendrar pesimismo y desaliento o en el peor de los casos una indiferencia, pasotismo y aburrimiento ante la causa social, y no conducen a nada bueno.

—¿Tú crees en democracia?

—Como te decía, estoy convencido de que todo hombre tiene derecho a participar libremente en su bienestar social, y este es el principio fundamental de todo sistema democrático, la participación de todos los ciudadanos, colaborando en el perfeccionamiento del desarrollo cívico más inmediato, donde el bien de todos se ha de construir con la cooperación de cada uno.

—¿Es clasista vuestra sociedad?

—¡Por supuesto que sí! La situación social en la que vivimos está cimentada en el tener y no en el ser. Por eso funcionamos entre las categorías de los ricos, inteligentes, poderosos… El que tiene dinero, poder, capacidad intelectual… es el que triunfa, aunque esto lo haya adquirido de una manera poco honesta, y así no construimos positivamente el bienestar de todos, puesto que el que carece de esas cosas, a veces por no querer pactar con ciertos valores, éste se puede encontrar marginado o sencillamente quizás nunca alcance a ser influyente en la sociedad. Pues, aunque en teoría se afirme que todos somos iguales y tenemos los mismos derechos, en la práctica sabemos que no es verdad, y que en ocasiones se llega a violar los principios más elementales de los derechos humanos, por mucho que se diga que la democracia está a favor de estos principios

—¿Y cuál es vuestra propuesta?

—Sin duda, el ir sensibilizando a los ciudadanos del deber de construir otra realidad social, siendo conscientes de sus obligaciones cívicas, contribuyendo en la cooperación solidaria, a fin de que todos disfruten de una aceptable calidad de vida, al menos con sus necesidades más elementales cubiertas.

—¿Tú crees que mejoráis el futuro?

—¡Por supuesto! Ya te he dicho que la solución está en no lamentarnos inútilmente sino en ayudar al cambio para mejorar. Es verdad que la meta es muy ambiciosa, pero creo que al final el bien va a triunfar, y si nos juntamos los que tenemos esta esperanza, y trabajamos por el bien común algo conseguiremos ¿no te parece?

—Puede ser…

—Por mi parte no quisiera pasar por la historia sin haber puesto mi grano de arena para lograrlo. Porque esto es urgente. Si, urge que nos comprometamos socialmente si queremos de verdad que suenen voces que proclamen la justicia, la solidaridad, la participación responsable… Este ha de ser nuestro empeño, ir buscando hacer el bien junto a las personas que tengan estas mismas inquietudes.

—¿Es así donde terminará la pobreza?

—Este es un tema muy complejo. Como ya te he dicho, espero que algún día caigamos en la cuenta de que todos tenemos derecho a tener cubiertas las necesidades más básicas, cosa que aún no es una realidad.

—Esto me suena a… ¿cómo se dice… utopía?

—Quizás te parezca una meta inalcanzable, pero sabemos hasta dónde pueden llegar nuestras fuerzas y no por eso nos acobardamos ni renunciamos a la lucha.

—¿Cómo me explicas de los países donde los gobernantes buscan su bien económico propio o sólo gobiernan para mandar y dominar?

—Eso es parte de lo que te he comentado. Cuando el poder político está en manos de desaprensivos que sólo tienen miedo de perder su plataforma de poder y dominio, su cómoda existencia y su alta posición social, sin meterse en el tema de la solidaridad apoyando el bienestar de todos los ciudadanos, asistimos al descrédito y al propio suicidio de las instituciones políticas.

—¿Tú crees esto?

—Estoy completamente seguro de que el pueblo tarde o temprano se levantaría contra los que así abusan de su poder. Los gobernantes tendrían que plantearse su situación y saber que esto los llevaría a ser los primeros en perder sus privilegios. ¿No te parece?

—Si, me temo tienes razón. ¿Cómo van a responder a las necesidades más urgentes de los ciudadanos, si con esto no se benefician, sino que tienen que renunciar de lo suyo para todos?

—Veo que lo vas captando. Además, hay otro problema que es el que surge en los países donde se pone como meta la producción a consta de la explotación de los propios trabajadores.

—Si, algo leo de esto en una crítica de la sociedad de consumo.

—Son planteamientos económicos que no miran en absoluto la dignidad de la persona. Las fuerzas laborales están organizadas para obtener el máximo beneficio sin tener en cuenta las condiciones de vida de los trabajadores, que son al fin y al cabo los que hacen progresar la economía con sus esfuerzos y sudores. La persona es explotada y sólo se le mira como un instrumento más de la productividad.

 —Y así sólo se enriquecen los jefes ¿verdad?

—Así es. Los beneficios del desarrollo económico siguen estando en manos de unos cuantos poderosos que mueven los hilos de toda la producción.

—Ya veo.

—Por eso es urgente hacer propuestas alternativas desde la base para cambiar el sistema, poniendo en primer eslabón en el respeto a todas y cada una de las personas que la forman.

—¿Y cuál es tu propuesta?

—Pues verás, tenemos un programa de orientación ciudadana, en el que se informa a la gente de sus auténticos derechos. También es muy importante la educación de los valores para ir tomando conciencia de que las relaciones humanas tienen como base la igualdad, aboliendo toda forma de explotación y discriminación y por último nos interesamos por la formación de conciencias rectas, honradas, íntegras, que no se dejan embaucar por la injusticia, la inmoralidad de los ambientes que buscan el engaño y el fraude social.

—Esto suena muy interesante.

—Así es. Yo creo que es el camino por el que se podría llegar a construir una sociedad donde se respete al ser humano en toda su dignidad. Cuando el ciudadano conoce sus derechos y los exige, la autoridad ejecutiva no le queda otra alternativa que actuar en favor de esas voces.

Este es el secreto que encierra el vivir cotidiano de este colectivo humano desde donde se desarrolla toda la trama de la novela, en un ambiente de iniciativas educativas y sociales.

¿QUÉ DEMOCRACIA QUEREMOS?

Hoy te voy a copiar una propuesta que hicieron los alumnos de M95, al preparar en su clase el trabajo de sociales que les había mandado hacer Andrés

Entendemos que el proceso democrático es asunto de todos, no podemos quejarnos de nuestra insatisfacción ciudadana si nos limitamos a un voto dado el día de las elecciones y protestamos desde el sillón de nuestra casa, lamentándonos del mal que gobiernan nuestros políticos, de que las instituciones públicas que tenemos no nos sirven porque no satisfacen nuestras necesidades, porque las pro­mesas se quedaron en las campañas electorales…

Y como creemos que lo esencial no es producir, ni lu­crarse, ni mucho menos consumir, desde aquí nos suble­vamos ante una democracia cuyos políticos están bajo el dominio del mercado. La economía financiera no puede ser lo esencial de nuestra existencia. No podemos confundir el ser con el tener, el vivir con el consumir, el existir con la conquista de un beneficio económico.

León Tolstoi, el mismo año de su muerte (1910), escribía en su diario:

“Sólo nos es dada una forma de felicidad del todo inalie­nable, la del amor. Basta con amar y todo es alegría: el cielo, los árboles, uno mismo… Y, sin embargo, la gente busca la felicidad en todas partes menos en el amor. Y es precisamen­te esta forma errónea de búsqueda de felicidad en la riqueza, en el poder, en la fama o en amor excluyente, la que no sólo no nos da felicidad, sino que nos la quita del todo”

Por eso apostamos por una transformación social don­de lo esencial es conseguir la felicidad. No se trata de una gran idea, sino de un tesoro que sólo se alcanza en la me­dida que aprendemos a amar porque nos sabemos amados, y esto no se da en un modelo de democracia donde no se trabaja en función de ir creando comunidades sociales que vivan confiadas porque se saben gobernadas por unas insti­tuciones públicas que actúan por el bienestar justo de todos los habitantes del país.

Pero existe aún otra vía por analizar, pues nuestra felici­dad irá creciendo en la medida en que cada uno nos com­prometamos a ir creando una segura y armónica sociedad, donde la convivencia y la paz tengan como fundamento el amor de hermandad universal, sólo desde este convenci­miento, podremos hablar de vivir en lo esencial y será en­tonces cuando podremos movilizarnos, ejerciendo presión política ante un sistema que nos parezca injusto y desco­nectado de los intereses de los ciudadanos.

Nos parece urgente que la ciudadanía se movilice a tra­vés de los movimientos sociales, organizaciones de veci­nos, ONGs, cooperativas laborales… porque aun que son pequeños espacios, es ahí donde podemos ejercer nuestros derechos y defender esa soberanía del pueblo, donde poda­mos reivindicar por un futuro basado en la equidad, la jus­ticia social, la solidaridad y la protección medioambiental. El reto está en conquistar el poder de decisión desde los distintos estamentos ciudadanos para que nuestra demo­cracia sea capaz de actuar como fruto de todas las estruc­turas sociales.

¿Por dónde empezar?

Por tomar conciencia de lo importante que es la partici­pación como ciudadanos comprometidos por el bien común. Hay que comenzar por promover y participar en propuestas colectivas, donde se puedan ejercer la legitimidad política de la ciudadanía, como espacios donde desarrollar nuestra capa­cidad crítica y desde donde poder hacer presión social, como plataforma para la regeneración democrática que buscamos.

Concluiremos con unos consejos de S. Pablo a los cris­tianos de Roma:

“No reina Dios por lo que uno come o bebe, sino por la justicia, la paz y la alegría que da el Espíritu Santo; y el que sirve así a Cristo agrada a Dios, y lo aprueban los hombres. En resumen: esmerémonos en lo que favorece la paz y construye el bien común”

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NOTA DE PRENSA

Hoy voy a copiarte una entrevista que me hicieron cuando publiqué el libro

Mª del Carmen Múrtula debuta de la mano de Círculo Rojo con su libro “S.H. El Señor de la Historia”, una obra que, a través de viajeros en el tiempo y variados paisajes sociales, se invita al lector a formar parte de ella, para así encontrarnos cada uno con nuestra propia historia.

La autora nos explica que la obra nace ante “la inquietud por buscar respuesta a ¿Cómo ser un ciudadano comprometido en una sociedad imperfecta?

Con todo esto le preguntamos:

– ¿Cuánto tiempo llevas escribiendo? Desde muy pequeña, el hecho de gustarme enseñar y compartir, hizo que siempre tuviera necesidad de expresarme en un papel, pues a pesar de todo, siempre me he considerado tímida y me siento más cómoda escribiendo que hablando. Siempre me ha gustado escribir, mis diarios, relatos cortos, artículos en revistas, alguno que otro poema…pero no conservo casi nada de todo ello.

– ¿Por qué te decidiste a escribir esta obra? Porque me interesaba mandar un mensaje de mis vivencias existenciales a cuantas personas me quisieran leer. Me parece muy importante el reflexionar sobre nuestra responsabilidad existencial, este compromiso es lo que ha de dar sentido último a nuestras actuaciones cotidianas

– ¿Qué te ha inspirado para escribirlo?  Ante la búsqueda del sentido de mi existencia, surgió en mí un grito inquieto, al situarme frente a una realidad social que no me gustaba y al descubrir dónde estaba el error y cual podía ser la solución, opté por escribir el libro para comunicar mi deseo de animar a la humanidad presente, compartiendo con el lector la afirmación sobre el valor transcendente de cada vida humana.

– ¿Cuánto tiempo te ha llevado escribir la novela? No puedo decir, pues, aunque la comencé hace muchos años la he ido retomando en algunos momentos puntuales, cuando tenía en mi mente temas que valía la pena reflexionar y compartir. Lo he ido perfilando en mis últimos años profesionales como maestra.

 – ¿Es el primer libro que escribe? ¿Tiene pensado seguir escribiendo? Es el primer libro que he publicado, también tengo experiencia de colaboración con artículos en alguna revista, pero, aunque quisiera continuar, porque tengo argumento para rato, me está costando tanto venderlos que no me animo a seguir.

– ¿Qué es lo que más destacarías de tu libro? La inquietud por buscar respuesta a ¿Cómo ser un ciudadano comprometido en una sociedad imperfecta? Me parece muy importante nuestra responsabilidad existencial, este compromiso es lo que ha de dar sentido último a nuestras actuaciones cotidianas.

– ¿A quién va dirigido? Esta novela es esencialmente pedagógica, por lo que se recomienda a padres y educadores. Pero sobre todo va dirigida tanto a jóvenes como adultos inconformistas que se interrogan y no cesan ante la búsqueda del sentido de la vida y que quieren dar respuestas comprometidas ante el desarrollo de su historia personal.

– ¿Qué se va a encontrar el lector en tu obra? Esto no es un tratado de filosofía existencial, sino sólo una novela donde sus protagonistas se cuestionan cómo colaborar para ir construyendo una sociedad más coherente y humana, frente a unos interrogantes existenciales.

– ¿Piensa que los escritores no están valorados como se merecen? El verdadero reconocimiento ha de venir de los lectores, pues son ellos los únicos que dan vida a las páginas de un libro, pero hoy, hay que reconocer que se publica mucho, pero me da pena constatar que se lee poco.

¿Qué consejos le darías a aquellos escritores noveles que desean ver cumplido su sueño de publicar un libro? Que no se frenen ante las dificultades, un libro es una prolongación de tu persona. Estoy convencida que el escritor siempre se retrata en su obra, por tanto, algo de sí queda al descubierto en su obra y eso no tiene precio.

– ¿Es lucrativo hoy el escribir? Una cosa es escribir para lucrarse y otra por la necesidad vital de expresar tus ideas más brillantes. Yo he publicado una sola novela en la que me he volcado para expresar el sentido de la existencia desde mi punto de vista. ¿A cuánto se puede vender este relato? Para mí sin duda que no tiene precio, (de hecho, todos los beneficios son para una obra benéfica) pero me encanta ir comentándola poco a poco en mi web, donde gratuitamente me comunico con todos los que me siguen. Creo que si sientes lo que escribes no puedes poner precio a tu obra.

– Es un libro que sus beneficios van destinados a la Asociación ACOMAR, ¿qué nos podría contar de la misma? ¿Y qué le une a ella? Cuando me vi con los beneficios del libro y con la sugerencia me ofrecía la editorial Círculo Rojo de su proyecto de libros solidarios, me embarqué en buscar un colectivo humano a quién beneficiar con mi recaudación, y después de consultar a personas fiables, me interesé por esa asociación, y ahora cada vez que vendo unos cuantos libros, me acerco por allí y les doy cuanto percibo.

ACOMAR es un proyecto alicantino que va dirigido a beneficiar a las personas sin hogar o en riesgo de exclusión social. Son personas que tienen en común la marginalidad y el desarraigo social, que viven en la calle, sin recursos económicos, de cualquier nacionalidad y/o raza, conocidos como “los sintecho”

– ¿Algo más por añadir? Si, que ahora toca el conectarse con mi web, donde voy a ayudar a entender cada paso de los que fui dando a lo largo de sus páginas. Quiero ayudar al lector a bucear en su filosofía confiando en que comprendas la profundidad de su mensaje. 

Sígueme cada semana en esta dirección de internet:

www. minovela.home.blog

Espero poder conectar con todos los que lo lean, segura de que se creará un vínculo imborrable entre nosotros, porque su novedad va más allá de lo cotidiano y su mensaje no os va a dejar indiferentes.

 Por último, ¿cuál es tu libro favorito? La Biblia

Como ves si eres de los que aún no has leído la novela, te sugiero que no te pierdas esta buena ocasión, incluso lo puedes adquirir por e-book.

Si no vives en Alicante, puedes conseguir un ejemplar a través de tu librería bajo demanda o directamente desde amazon.es:

TITULO: “S.H. EL SEÑOR DE LA HISTORIA”

AUTORA: Mª del Carmen Múrtula Villacieros

 EDITORIAL: CIRCULO ROJO

MEJORAR EL PRESENTE

Sin duda a ti y a todos no nos gusta el presente, pero cada uno tiene su personal reacción ante esta realidad. Unos se pasan los días lamentándose, echando la culpa a los otros, sin hacer ellos nada, otros pasan del tema con tal de tener las espaldas cubiertas y los hay que se lo toman a la tremenda y arman la marimorena con tal de hacer bronca por una situación que les sobrepasa. En fin, el presente no es perfecto, pero sin duda algo hay que hacer para mejorarlo.

Hoy te voy a comentar parte de la primera entrevista de M95 con el director del colegio

¿Estáis contentos de la democracia del país?

—Bueno, ningún gobierno es perfecto. Hay que tener en cuenta que muchas veces en nombre de una idea se hacen mu­chos disparates, y eso le puede pasar a la democracia, del decir y prometer al actuar por un compromiso realista…; no siempre en la práctica se trabaja por buscar el bien de los que forman la población. El sistema no funciona si los dirigentes no actúan por el bienestar de todos y cada uno de los ciudadanos y por desgra­cia es más frecuente comprobar que en la práctica, digan lo que digan en sus programas electorales, la meta de muchos suele ser la del beneficio personal o del partido.

Eso suena a fraude electoral.

—Y lo es.

¿Por qué?

—Pienso que el problema está cuando las personas no han madurado en el valor de la gratuidad y del servicio a la comuni­dad, cosa que me parece imprescindible en un político que pre­sume de ser demócrata. No se puede trabajar por buscar unos resultados partidistas, por tener más interés en perpetuarse en el poder que en ayudar a la sociedad. No se puede reducir la par­ticipación ciudadana a un simple voto, desvinculando así de sus responsabilidades. No se puede actuar procurando el máximo beneficio personal ignorando los derechos del pueblo. Y si me apuras, no estoy nada de acuerdo cuando veo a mi alrededor la pasividad y la inercia por parte del ciudadano.

Y todo esto cambiáis con educación ¿verdad?

—Veo que vas cogiendo la idea. Como educadores compro­metidos con nuestra labor, nos creemos con la obligación de pre­parar al alumno para ser persona consciente de su dignidad y de la de los otros, a fin de que pueda defender sus derechos y com­prometerse con sus obligaciones. Esto lo vemos como algo esen­cial para tener éxito en sus futuras relaciones sociales. Tratamos de proporcionarles los instrumentos necesarios para que sean capaces de reconocer, cuestionar y gestionar situaciones múlti­ples y complejas que les vayan capacitando para desenvolverse en un futuro inmediato con responsabilidad, comprometiéndose en su participación como ciudadano, sabiendo cómo luchar por mejorar la sociedad, reclamando los derechos de cada individuo en beneficio de todos, no de unos pocos.

Si, yo leo que la educación es un camino para hacer un cambio social.

—Exacto. Hay otros caminos, pero este es el nuestro. Nues­tras sociedades están experimentando profundas transformacio­nes, que pueden llevarnos a un cambio de era con la entrada del nuevo siglo, y nosotros queremos contribuir a ese cambio social entendiendo la educación como un proceso de aprendizaje vinculado a cada contexto y con una intención transformadora. Hay que desarrollar la iniciativa y la autonomía de los alumnos, favoreciendo la flexibilidad y la planificación en la enseñanza, utilizando nuevas técnicas e incluso atreviéndose a innovar.

Todo esto yo tengo estudiar.

—Sí, conviene que lo reflexiones detenidamente y si necesitas aclaraciones no dudes en pedirlas, pues es necesario que entien­das bien nuestra postura educativa.

Sí, yo veo.

—Todo esto tendrá éxito si estamos convencidos de lo que hacemos. Si nuestra última intención es estar al servicio de una enseñanza que favorezca el progreso de cada individuo. Nuestra aportación como educadores nos ha de llevar a la mejora del fu­turo inmediato de todos los ciudadanos que pasan por nuestras aulas.

¡Esta es mucha obligación!

—Así es, pero si creemos que hemos sido llamados a poner lo mejor de nosotros al servicio del cambio por un mundo mejor, lo conseguiremos. Si nos empeñamos por trabajar por una sociedad más justa y respetuosa con los derechos de todos, lo conseguire­mos. Sabiendo que el mundo mejor que logremos siempre será imperfecto, con contradicciones y conflictos propios de la con­dición humana. Aunque nunca se llegará a alcanzar sociedades perfectas, sí que hemos de ser conscientes de que hemos sido llamados a mejorar el presente.

Yo pienso que esto tiene que tener un grupo de profesores muy buenos.

—Sí, esto es un reto para el Centro, pero tenemos la suerte de poder seleccionar al profesorado y prepararlo para que se inte­rese y se comprometa con nuestro ideario educativo. Tienen que estar entusiasmados por una educación que apoye la transforma­ción personal y social, convencidos de que el cambio es posible y que nos hemos embarcado para ser alternancia social. Los pro­fesores han de pretender, desde su tarea cotidiana, favorecer las relaciones entre todos, potenciar y defender los derechos de los alumnos y del colectivo. Con su manera de pensar y actuar, han de ser forjadores de culturas solidarias, sembrando esperanza de un mundo mejor. En una palabra, educadores convencidos de que son llamados a despertar en sus alumnos el deseo de cono­cer, saber y compartir, desarrollando sus capacidades.

¿Y las familias colaboran?

—Cada vez más. Ten en cuenta que la mayoría de nuestros alumnos actuales son hijos de aquellos primeros, testigos de su propia transformación humana y social, y ya han pasado 30 pro­mociones. Esto favorece mucho al progreso de la formación de las nuevas generaciones porque nuestro éxito está en la perfecta colaboración familia-escuela.

Si, que estáis haciendo una buena labor educativa para esta sociedad

—Eso es lo que pretendemos. Creemos que la primera res­ponsabilidad de la familia es su misión educadora y como tal está llamada a ser la primera en participar como agente de transfor­mación social, de aquí nuestro empeño en trabajar al unísono por esa meta común.

Bueno, yo ahora ya estoy parte de este colegio

—Si y recuerda que has de cuidar mucho la participación, que hagan proyectos en grupo, que investiguen y sobre todo que aprendan a tomar decisiones personales y comunitarias. Con esto se ejercitarán para desenvolverse en un colectivo plural y más tarde les servirá para actuar en la comunidad de vecinos, barrio, ciudad, nación…

Los jóvenes

Este colectivo humano ha reconocido que la educación es la herramienta más poderosa para transformar la sociedad.

Por eso, han tomado la decisión de prolongar su formación atendiéndolos en el centro social del barrio, fuera de sus horas del ámbito obligatorio de la educación formal.

Hoy te voy a contar a lo que se dedica esta gente en sus tiempos libres.

Si te acercas por el club cualquier tarde, puedes disfrutar de la vitalidad del ambiente que en él se respira. La mayoría de las actividades están llevadas por adultos que gratuitamente ofrecen su tiempo libre para ir construyendo esta nueva sociedad. Niños, jóvenes y adultos, acuden al terminar sus ocupaciones cotidianas a este centro. Tertulias, juegos, audiciones musicales, talleres de tea­tro, artesanía, primeros auxilios clínicos, aprendizaje de idiomas, informática, gimnasia, bailes regionales… toda actividad cultural es válida para completar los intereses de chicos y mayores. Los mo­nitores se ofrecen voluntarios para atender la demanda según sus conocimientos, y así, poco a poco, la gente se encuentra satisfecha ocupando sus horas de ocio en actividades que les interesa y a la vez amplían su formación.

Veamos una conversación de M95 con Andrés en la que le cuenta los objetivos de esas tareas del tiempo libre.

 —Y ¿cómo ayudáis vosotros esto?

—Pues verás. Nos preocupamos de buscar la manera de acompañar a los jóvenes a que descubran y valoren sus propias capacidades y se vuelquen en la conquista del desarrollo perso­nal, que aprendan a tomar sus propias decisiones de una manera digna y responsable. Sólo así se librarán de las manipulaciones y engaños de la sociedad consumista que despersonaliza y crea necesidades, haciéndolos ambiciosos, rivales e insolidarios, como frutos de este mundo competitivo.

¿Tú crees que vuestra sociedad es así?

—No me gusta generalizar, pues hay que reconocer que esta­mos en una era de todos los signos y colores.

Perdona, creo que no entiendo.

—¡Ah claro! Perdóname tú. Quiero decir, que puedes encon­trar toda clase de propuestas. Pero la que puede resultar más lla­mativa, y yo diría peligrosa, es la de un sector muy influyente que está muy interesado por apoyar la despersonalización y la instrumentalización del individuo y así no sólo nos cargamos a la persona, sino que podemos ir acelerando el final de la destruc­ción de la sociedad que pretendemos salvar. Me temo que puede ser una confabulación de los poderosos para mantener a raya a los de abajo, cosa que no es nada positiva.

¿Y dónde están los positivos?

—Pues también los hay. Gracias a Dios, existe otro sector, que empieza a ser influyente y a hacerse oír, en el que sus intere­ses son los de ayudar a crear otra alternativa social, donde toda persona pueda disfrutar de un lugar digno donde se pueda convi­vir en libertad y en justicia, un colectivo de personas que puedan crecer en una convivencia solidaria.

Yo veo. ¿Y dónde está lo más peligroso?

—A mí me parece que, se ha de empezar por intentar eliminar cuanto antes el poco interés por desarrollar el nivel cultural de la persona en todas sus dimensiones, atendiendo a la integridad humana de cada individuo.

Ya entiendo

—Una ciudadanía ignorante es fácil de manipular, deslumbrar y engañar.

¿En este país así pasa?

—Bueno, no todas las personas que están en la cumbre del poder son honestas. Por esto, cuando alguien va con buenas in­tenciones, siempre tiene que ir prevenido, pues puede encontrar­se frente a otro que no actúe con tan buenas pretensiones y trate de engañarle aprovechándose de su integridad de corazón.

Ya comprendo.

—Tenemos que enseñar a nuestros jóvenes a ir con cautela ante lo desconocido, pues siempre puede haber el peligro de fiar­se más de la cuenta y ser víctima de esos avispados. Por eso hay que tratar de mantenerse siempre lo más capacitado y cualificado posible, con un nivel de reflexión y estudio permanente que les habilite para sostenerse con criterios maduros y comprometidos.

Entonces, ¿esta es la meta de vuestro funcionamiento educador?

—Sí. Todos los programas que aquí se imparten conducen a este fin. El fomento de buenas lecturas informativas y recreati­vas, las visitas a museos, fábricas, empresas, exposiciones, con­ferencias, acampadas… el cultivo de nuestra herencia folklórica… en fin, todos los departamentos del centro tienen como meta el despertar la inquietud cultural de nuestros jóvenes, dándoles una formación integral, haciéndoles conscientes de su responsabili­dad ante una sociedad que ellos tienen que ir construyendo.

Siempre oigo decir eso de educación integral y no sé si comprendo.

—Pues se trata de dar una formación completa atendiendo a todas las dimensiones de la persona. Pensamos que en nuestros programas educativos en el ámbito oficial existe un desequilibrio intelectual, donde se valora más los aspectos técnicos-científicos y se tiende a olvidar otras riquezas como son las ciencias que desarrollan el pensamiento, lo estético, incluso lo ético y si me apuras también está poco valorada la dimensión espiritual, por eso aquí tratamos de rellenar los huecos de los programas de educación oficiales, para completar la formación de nuestros jó­venes cubriendo esas lagunas.

Y ¿esto no trae complicaciones? ¿Qué pasa si descubren que ense­ñáis otras cosas que las oficiales?

—Nuestro gobierno no es tan estricto, mientras en los cole­gios cumplamos con los programas oficiales, nada pueden decir­nos si a otros niveles queremos enseñar otras cosas a los jóvenes, siempre que nos movamos dentro de unos comportamientos que ellos consideren éticos, y respetemos los valores más genui­nos de nuestro pueblo.

¿Os dejan enseñar cualquiera cosa?

—Bueno, lo más problemático sería si sospecharan que vamos contra el régimen político o les sonara ética o moralmente dudoso.

¡Ah! ¿Y nunca han sospechado?

—Pues sí, en ocasiones hemos tenido alguna inspección, pero hasta ahora hemos salido bien parados. Ten en cuenta que vivimos en un país de régimen democrático por lo que el gobierno debe respetar la manera de pensar y actuar de los ciudadanos, siempre que no atenten contra los derechos fundamentales, que recoge la constitución del Estado aceptada por sufragio universal.

Ya.

 —Mira, aunque nos quejamos de no tener un gobierno per­fecto, hay que reconocer que gozamos de una discreta libertad democrática. Pero siempre hay que tener en cuenta que vivimos en un mundo que está desarrollado las ciencias tecnológicas como si fueran algo absoluto e irrefutable y con ello estamos perdiendo otras dimensiones tan humanas que merecen también nuestra atención a la hora de valorar el desarrollo de la persona.

La colaboración entre profesorado y familias hacen que todos los adultos sean agentes transformadores de la sociedad

UNA FORMACIÓN DEMOCRÁTICA

Como maestra que soy, esta novela que te estoy comentando, tiene toda ella un alma pedagógica que va fluyendo entre sus páginas, como respuesta a mi inquietud por la educación de las nuevas generaciones. Por eso hoy paso a comentar el talante pedagógico del colegio donde M95 trabaja.

—Nuestro primer objetivo, es hacer que cada alumno tome conciencia de sus propias capacidades, para que las desarrolle con responsabilidad, enseñándole a asu­mir sus compromisos personales y sociales a fin de poder insertarse de forma consciente y activa en una sociedad democrática, donde ha de luchar por un lugar digno para todos y cada uno de sus ciudadanos. Y nuestro último objetivo es ir formando una generación participativa, social y políticamente capaz de incidir responsablemente en la transformación de la sociedad.

«Esto sólo se consigue mediante una educación transforma­dora que se preocupa por el pensar, estudiar y actuar con libertad y creatividad ante las situaciones cotidianas, fortaleciendo una conciencia crítica y una participación colectiva.

Porque todas las decisiones grandes y pequeñas que tomamos a lo largo del quehacer cotidiano pueden tener una versión más o menos social.

Siempre hemos intentado desarrollar una cultura que facilite la capacidad de una maduración responsable, estableciendo un proceso didáctico desde la supervivencia hasta el razonamiento y la toma de decisiones para crear su propio futuro.

«Tratamos de inculcar a nuestros alumnos la res­ponsabilidad de ser ciudadanos activos, con espíritu crítico, pues estamos convencidos de que para progresar en la democracia y construir el bienestar de todos, es urgente el implicarse constru­yendo juntos el futuro que queremos. No hemos de desarrollar la inteligencia sólo, sino también enseñarles a tomar las cosas con determinación y responsabilidad para avanzar en la cultura del bien de todos, no sólo para la de unos cuantos privilegiados.

Educarlos para ser conscientes del mundo en que vivimos, darnos cuenta de las repercusiones de nuestros actos y decisiones, tener una actuación responsable de los derechos de todos nuestros conciudadanos es el comienzo de un cambio revolucionario en el mundo.

—Tratamos de desarrollar programas educativos forma­dores de pensamiento crítico por medio de la investigación, el estudio, el análisis de la realidad, pretendiendo superar la pasivi­dad, la dependencia y la apatía que respiran a su alrededor, conduciendolos hasta insertarles en el mundo de los adultos siendo auténticos demócratas cada uno en su contexto social. Formarles para que lleguen a ser personas realistas y críticas, conocedoras y de­fensoras de sus derechos y responsabilidades.

Muchas veces son cosas que hemos integrado con tanta naturalidad en nuestra vida ordinaria que no percibimos ese plus que pueden tener en favor o en contra del bien colectivo.

—Pensamos que los centros educativos han de ser lu­gares de aprendizaje y socialización. Que deben cumplir una do­ble tarea, la de difundir saberes y formar ciudadanos. En un mo­mento en que las estructuras familiares y sociales van perdiendo los valores éticos y las referencias culturales, nosotros hemos de mantenernos firmes para que no desaparezcan esos bienes. Esta es la labor cotidiana de los profesores, enseñar a cada uno de los alumnos a ser responsables de sus tareas, a respetar y aceptar las diferencias, a ser solidarios, a cuidar el medio ambiente, a ser honrados y sinceros, a no ser violentos, ni tramposos… en fin son esa serie de pequeñas estrategias que les encaminarán a ser adultos íntegros, honrados y responsables.

   Cada uno puede ahondar en su día a día en la importancia que tiene tomar pequeñas decisiones y enseñar a tomarlas a nuestros niños y jóvenes

—En un mundo plural como en el que nos movemos, nos hace falta una democracia auténtica, que acepte muchos modelos y formas de vida, donde el respeto a la dignidad de la persona y a lo diferente, se acepte en todos los niveles. Una democracia donde el pueblo se sepa auténticamente representado, abierta a todas las disciplinas sociales, políticas, religiosas, cultura­les y económicas; todo esto es por lo que trabajamos al educar a nuestros alumnos, aspirando a que un día se comporten como ciu­dadanos libres y responsables anulando de una vez por todas, esa ciudadanía actual pasiva, competitiva, individualista y consumista, que se mueve por la ley del menor esfuerzo y el nulo compromiso, que actúa como marioneta en manos de los “listillos” de turno.

     Porque en el fondo hemos de enseñar a discernir entre el bien y el mal para tomar el camino del bien. Pero también a discernir entre dos bienes para elegir siempre el bien mayor.

Un manifiesto

Con todo lo que hemos comentado en la entrada anterior, ¿cómo reaccionan los alumnos de Andrés?
Leamos su manifiesto:

“Los demócratas de esta Nación, comprometidos con la libertad y la prosperidad de toda la población, atendien­do a la realidad que vivimos, declaramos que, el programa político para adquirir una auténtica sociedad de bienestar, entre otras cosas, debe tener en cuenta que los ciudadanos han de gozar de un profundo sentimiento de felicidad que no coincide con un nivel económico más o menos boyan­te, sino más bien con la satisfacción de poder disfrutar de una armonía vital por tener sus necesidades básicas cubiertas

Por tanto, pedimos a nuestros dirigentes políticos:

– Que las instituciones políticas, democráticamente ele­gidas, sean dignas del poder que se les encomendó, gober­nando para el bien del pueblo y no para su propio beneficio.

– Que trabajen para ofrecernos unas coyunturas políti­cas y sociales sólidas y libres, apostando por la justicia para velar por los derechos de cada individuo.

– Reclamamos el derecho de toda persona a tener un ni­vel de bienestar mínimo de acuerdo con su dignidad hu­mana

– Que se establezca límites al poder político sobre la vida del patrimonio de las personas, velando por el respeto a la libertad ciudadana en su derecho a la vida, a la intimidad, a la educa­ción de sus hijos conforme a sus valores, a no ser denigrado por sus convicciones religiosas, a su libertad de conciencia, a requerir un límite justo en el pago de los impuestos…

– Que se procure para todos los ciudadanos la participa­ción en un mercado laboral que ofrezca un trabajo digno y estable, según las capacidades de cada individuo y adapta­do a las necesidades de la población.

– Que dispongamos de un sistema que garantice la pro­tección social atendiendo a las necesidades de desempleo, baja laborales por accidentes, enfermedad, maternidad y paternidad, así como la edad de jubilación.

– Un sistema que promueva la igualdad, la solidaridad, los derechos sociales, una atención sanitaria digna y una educación para todos.

– Puesto que todos pagamos impuestos, pedimos que se revise, con justicia retributiva, los sueldos de los políticos y el quehacer de los sindicatos para que su obrar sea un servir a los ciudadanos y no una ocasión para su propio lucro.

– Reclamamos igualmente que se garantice un poder ju­dicial que no sea partidista, que ejerza el derecho para to­dos los ciudadanos por igual, libre de presiones políticas y coacciones económicas.

– Solicitamos que se pida cuenta de los gastos de las ad­ministraciones públicas a fin de evitar que los programas sociales se desvíen hacia beneficiados particulares.

– Requerimos así mismo una auténtica garantía de la sostenibilidad ecológica.

Y con el convencimiento de que nuestro gobierno traba­ja por el desarrollo pleno de todas las personas que habitan en el país, estamos dispuestos a colaborar con correspon­sabilidad y solidaridad para alcanzar el bienestar colectivo, pero también exigimos a nuestros representantes políticos que establezcan y hagan realidad este manifiesto por medio de las instituciones públicas democráticamente constitui­das para el bien común.

Es precisamente con esos jóvenes con los que hemos de trabajar, con quienes serán los líderes de un futuro no muy lejano, ayudándoles a formarse con criterios democráticos y trabajando en la búsqueda de la excelencia en la gestión política porque necesitaremos de otra clase política bien distinta a la actual.