PODER: ¿FUERZA O AUTORIDAD? (2)

Narrador — Veamos como los señores políticos plantean su programa de gobierno.

El poder científico — ¡Un momento! Ya que la fuerza física me nombró como su colaborador, quisiera tener la oportunidad de exponer mi postura a favor del progreso.

Narrador — ¡Adelante!

El poder científico — Alego que en principio no se puede ver a la ciencia como una enemiga de la humanidad. Me siento orgullosa de poderme considerar uno de los padres del progreso. Yo he colaborado muchísimo en el avance de la historia con mis descubrimientos, con mi incansable entrega a una labor investigadora dura y muchas veces poco reconocida. ¿Qué me dicen de las comodidades que disfrutamos hoy? Pregúntenles a nuestros antepasados si vivían mejor sin luz eléctrica, sin agua corriente, sin tantos aparatos electrodomésticos, sin tanta facilidad para mantener la salud, para ser intervenidos quirúrgicamente, con aquellos incómodos medios de transporte, sin tantas facilidades de comunicación como hoy puede utilizar cualquier ciudadano… En fin, que la ciencia está para liberar al hombre de sus limitaciones y esclavitudes. Pero he de reconocer que a veces, generalmente por culpa de las necesidades económicas, hemos caído en las redes del poder político o económico, olvidándonos de que nuestra única misión específica es la de servir a la humanidad ayudándole a su propio bienestar. Es en estas situaciones cuando pierdo mi propia identidad y me convierto en la fuerza científica colaboradora de los poderes impositivos.

Narrador — Muy buena intervención, ¡sí señor! Ahora oigamos a los señores políticos.

La autoridad política —Empezaré definiendo la política como la actividad humana que mira a un orden de convivencia mediante el poder decisorio.

La fuerza política — Permítame añadir que nuestro poder siempre tiene que ir respaldado por la fuerza armada y la económica. Una buena administración política se cubre con un ejército bien disciplinado y un campo financiero boyante.

La autoridad política — La verdad es que no estoy al cien por cien de acuerdo con mi colega. Pero tengo que aclarar que, puesto que nuestro poder es decisorio, tenemos que tener mucha autoridad, ser un líder con capacidad de arrastre y ganarnos al ciudadano porque confía en nuestro programa organizativo, en nuestro empeño por mejorar la Nación, teniendo como meta su progreso y desarrollo, a favor del bienestar de todos y cada uno. Y todo esto, hemos de demostrárselo con hechos que avalen nuestras palabras.

La fuerza política — Esto suena muy bien, pero para organizar la sociedad ideal, hay que empezar por pedir a cada ciudadano que se fíe de nuestro programa y secunden nuestras decisiones, después ya veremos como lo llevamos a cabo.

La autoridad política — Estoy de acuerdo, pero no olvidemos que nuestro papel es el de servir al bien común y que cuanto emprendamos ha de ir enfocado a satisfacer los intereses legítimos de todos los ciudadanos que han puesto su confianza en nuestro poder de decisión.

La fuerza política — Creo que debemos de concretar a que intereses nos referimos.

La autoridad política — Sin duda a los intereses que cubren las necesidades de todos nuestros ciudadanos. Primero de todo, la persona debe estar satisfecha, no sólo por subsistir sino por poder disfrutar de una existencia estable y digna, que abarque la alimentación, el vestido, la vivienda, la salud, la educación, el trabajo… Por eso hemos de ponernos en diálogo con nuestros compañeros del poder económico y llegar a una buena organización de distribución de bienes y recursos.

La fuerza política — O sea que, según su Señoría, empezaríamos por una justicia social ¿no

La autoridad política — A sí es. Después vendría el segundo paso. A la persona le interesa relacionarse armónicamente con sus conciudadanos, por lo que le debemos ofrecer el llegar a una convivencia pacífica y corresponsable, donde el enriquecimiento sea recíproco en un clima de solidaridad y libertad para todos.

 La fuerza política — Esto es muy bonito, pero dígame, ¿cómo soluciona los problemas que suelen causar los ciudadanos inadaptados, los insocialmente conformistas, los que causan problemas al bienestar común?

 La autoridad política — Pues… entonces… Hay que acudir al poder judicial, que en principio debe ser justo y proceder por encima de prejuicios y cualquier elemento corruptivo.

La fuerza política — ¡Eso es! Aquí entrarían las fuerzas armadas del orden público, la policía y el poder judicial. ¡Duro con ellos!

La autoridad política — ¡Hombre, tampoco se trata de ser agresivos! Pero por desgracia, no estamos en el paraíso, y en todo orden social se requiere del ejercicio del poder judicial, para controlar los desvíos de los ciudadanos que no aceptan las reglas civiles. Aunque yo no lo plantearía como una amenaza pública, sino como una administración de la justicia en el más pacífico de sus manifestaciones. Como un deber social para mantener el orden cívico.

La fuerza política — Está bien. Volvamos a los hechos. ¿Ya ha terminado sus propuestas para cubrir las necesidades de los ciudadanos?

 La autoridad política — No, existe un tercer y último nivel, que es el más humanizadora. Se trata de cultivar en la persona los intereses por el desarrollo de los valores que más le dignifica.

Puedes tener una sociedad muy bien alimentada, vestida, cómoda y en buenas relaciones con sus vecinos, si se para aquí tu organización social, habrás alcanzado un estado de bienestar de muy escaso nivel. El hombre es mucho más que eso. Hay que proporcionar al ciudadano la riqueza del arte, poesía, ética, estética… filosofía y religión. Hay que ayudarle con todo esto a cultivar su riqueza interior. Si nos planteamos el colaborar socialmente a su desarrollo integral, tendremos que planear y operar en estos tres niveles. Y si olvidamos este último, habremos atrofiado su parte más genuinamente humana.

La fuerza política — ¡Y yo que me hice político para conseguir poder, prestigio y un buen dominio de la sociedad!

La autoridad política — Pues me temo que se equivocó de carrera. Porque cuando el poder político no está a favor de todos los ciudadanos, se expone a llevar la sociedad hacia el fin de una convivencia civil. Este es el riesgo de la toma de decisiones políticas.

La fuerza política — Si esto es así, ¿Cuál es nuestro poder real de decisión?

 La autoridad política — Nuestra capacidad real de decisión debe tener en cuenta siempre el protagonismo de los ciudadanos. De tal manera que las decisiones objetivas estarán en función de las demandas de la sociedad civil.

La fuerza política — O no le he entendido bien o me parece que quiere decir que hay que conducirse haciendo caso a lo que la gente desea o piensa.

La autoridad política — ¿Por qué no? El protagonismo civil acrecienta la participación de la población y si nuestras decisiones tienen que estar al servicio de las necesidades del ciudadano ¿dónde mejor buscar lo que necesitan si no es a través de sus demandas?

(CONTINUARÁ…)

UN MUNDO MEJOR

El anhelo de un mundo mejor es lo radicalmente cristiano. No podemos avergonzarnos, de decir y proclamar que creemos en el Señor de la Historia, que queremos que él sea el protagonista de nuestra existencia.

¿Cómo plantea Andrés este tema?

—Hay que valorar los esfuerzos de mucha gente que trabaja en diversos campos sociales promoviendo, junto con otros, estilos de vida que no están de acuerdo con el poder abu­sivo de unos pocos, el soborno, los privilegios, el favoritismo, la parcialidad… en fin tratamos de denunciar cualquier clase de co­rrupción social. Son personas que se han tomado en serio la res­ponsabilidad personal de entregar a la futura generación un mun­do más humanizado que el que estamos viviendo actualmente.

¿Esta es vuestra filosofía? —Le pregunta M95

—Así es. Tratamos de ir ayudando, para conseguir un desarro­llo más humano, comprometiéndonos por atender los derechos de todos, trabajando por el bienestar del colectivo, como cauce para la realización plena de cada uno de sus miembros. Así, poco a poco, podemos demostrar con hechos lo que defendemos de palabra, pues solo un vivir coherente puede ser la confirmación de nuestra teoría.

¿Y tú creer que los que tienen el poder les interesa esto?

—Depende de cómo se sitúen ante su compromiso de ver la vida, como servicio a favor de los ciudadanos o como plataforma de lucro, y prepotencia.

Y entonces, ¿tú crees que este es el camino de modelo de sociedad que propone la auténtica democracia?

—Si, un camino donde los dirigentes políticos ejercerán su mandato compartido con la aportación ciudadana, siempre a fa­vor del bien común.

¿No es esto mucho arriesgado para los políticos?

—Pues si, pero si están de verdad por hacer un servicio a la comunidad, escucharán las demandas de cualquier ciudada­no. Pero por desgracia no siempre es así, y son muchos los que buscan el puesto como plataforma de poder y enriquecimiento personal aun basándose en intriga y corrupciones de todo tipo.

¡Esto es muy malo! ¿Es esta la causa de problemas de gobierno democrático?

—No exclusivamente del sistema democrático, pues puede ser un mal en cualquier sistema político, pero en todo caso siempre he­mos de luchar por mejorar nuestros gobiernos si queremos avanzar en la construcción de una historia progresista, justa y más humana.

Ya entiendo.

 —De todas las maneras, yo soy optimista y tengo esperanza en el cambio y el progreso. Todo diálogo político que promueva acciones de avance y mejoras ciudadanas han de ser apoyados y favorecidos.

Pienso me equivoco, pero la experiencia dice tus teorías no son con la realidad, sólo son con ilusión y fantasía.

—Tal vez. Pero es que la filosofía que proponemos requiere una gratuidad que difícilmente se garantiza en los políticos. Pero ellos son personas como nosotros y alguno habrá que reaccione según estos principios. ¿No te parece?

Si tú lo dices…

 —Todo es cuestión de ponerse a tiro, para sentir, en lo mejor de sí mismo, esa voz que nos grita la urgencia de trabajar por el bien de todos y no por intereses personales o de partido. Pues con eso solo se benefician unos pocos y a veces a costa de que muchos sean marginados o explotados, hasta llegar incluso al de­terioro y perdida de la dignidad de estos afectados por falta de asistencia social.

¿Esto pasa en este país?

—Veras, es muy común ver en todas las ciudades, gente pobre e indigente que no son capaces de salir de su estado de miseria porque nadie se preocupa por ellos.

Ya entiendo

—Pero no son solos ellos, pues también los hay que por ver­güenza no llegan a manifestarse así, pero que tampoco tienen cubiertas con dignidad sus más elementales necesidades y tantos unos como los otros son ciudadanos que tienen plenos derechos, no sólo al voto sino a ser escuchados y atendidos cuando exigen lo que en justicia se les debe dar para poder desarrollar digna­mente su existencia.

Si tú dices que los ciudadanos votan a sus candidatos ¿Por qué ganan los que tienen planes que no son honrados?

—Pues porque no fueron sinceros en sus programas electora­les, porque engañaron al elector, porque nos prometieron y lue­go, una vez en el poder o no son valientes o no fueron sinceros, o no supieron ir contra corriente y temieron ser fieles a sus prome­sas… mil razones que no justifican ningunas el no ser honestos con los planes presentado en las campañas electorales.

Yo leo que hay muchos grupos y organizaciones que trabajan por los derechos sociales.

—Así es. Da satisfacción ver que cada vez son más los ciu­dadanos que se movilizan para apostar por la construcción de una nueva sociedad auténticamente democrática. Este es nuestro empeño, estar donde se trabaja por esas nuevas formas de convi­vencia como único camino para conquistar un siglo XXI con las armas de la justicia y la paz para todos.

Bueno, también se llega a la paz por el dominio y la opresión del más fuerte.

—Puede ser. Pero el orden y la paz forzada sólo se mantienen externamente, si se mantienen. Por otra parte, la corrupción y la manipulación política atacan a la armonía ciudadana y ambas cosas sólo pueden engendrar hostilidad, malestar, incluso resen­timientos y odios. Por eso, no creo que sean buenas recetas para garantizar la paz auténtica y duradera, ya que pronto aparecerán brotes de rencor, odio y agresividad en esos corazones humilla­dos, aunque aparentemente tengan sus necesidades cubiertas.

¿Es esto luchas políticas?

—Bueno, no me gusta el término lucha porque suena a hos­tilidad y guerra. Por nuestra parte, queremos ofrecer otra alter­nativa pactando por los intereses de todos y por la construcción de una ciudadanía nueva donde se viva realmente la igualdad y se respeten los derechos de cada uno. La verdad es que esta reali­dad nos afecta a todos como deber de responsabilidad histórica, pero hemos de intentar que nuestras armas sean pacificadoras y de concordia. Una humanidad solidaria y fraterna, comprometida con el bien común, ahí está el auténtico progreso de una nación.

¿Y cómo lo hacéis?

Dijo un sabio que para arreglar el mundo se tenía que empezar por arreglar el hombre. La sociedad no funciona si el hombre no se plantea la perfección de su humanismo. Cuando somos fieles a nuestros valores y estos los desarrollamos en favor del crecimiento de la justicia y el amor fraterno, el mundo mejora.  De ahí la respuesta de Andrés:

—Pues ya vas viendo como actuamos. Empezamos por pro­gramas de iniciación en donde los guías o maestros ayudan como primera asignatura el dominio personal.

¿Y creéis que vosotros pocos, podáis cambiar toda la sociedad?

—Si sólo nos limitamos a quejarnos y a esperar pasivamente que otros actúen, por supuesto que no conseguiremos nada, pero cada uno podemos ir echando nuestra semilla en el surco, con­fiando en que algún día veremos nacer la planta.

Dime alguna de esa semilla.

—Pues verás, son gestos de la vida diaria, como palabras de acogida y cercanía, en el trabajo, en casa, en la calle… estar atento a lo que el otro necesita aun antes de que lo pida, ejer­citarnos en escuchar, en ser amables, tolerantes, comprensivos, solidarios… valorar a los demás demostrándoles que reconoce­mos sus dotes, sin envidias, sin ambiciones egoístas, desterrar de nosotros los impulsos de poder, de creernos superiores, de ignorar al otro… respetar otras opiniones, otros puntos de vista sin alterarnos… en fin, educarnos y educar a las nuevas ge­neraciones en el desarrollo de estas actitudes que nos hacen valorar y respetar las diferencias y complementariedad de todos los ciudadanos.

Hay que mantenerse prevenidos, porque el reinado de Dios es una demanda crítica que nunca será aceptada en muchos ambientes de esta sociedad. Los poderosos quieren ocupar el lugar de Dios en la Historia, por eso los cristianos debemos saber que entraremos en conflicto con los que pretenden dominar el mundo, pero no olvidemos que Jesús dijo: 

“En el mundo tendréis grandes tribulaciones: pero tened confianza: Yo he vencido al mundo.”

Y en otra ocasión afirma S. Pablo:

“Si Dios con nosotros ¿quién contra nosotros?”

Porque el Reino de Dios al que Jesús le dedicó su vida, nos trae la justicia y el amor que son la esencia de un mundo mejor.

Una propuesta social

Este colectivo humano que comenzó a plantearse el sentido de sus vidas hace unos años, es ya un a realidad que merece ser estudiada.

M95 está sorprendida y extrañada de tanta novedad. Veamos lo que Juan le va explicando del proceder de ese grupo social

     » Nues­tro mundo necesita de personas comprometidas con el bienestar de todos los ciudadanos. El primer paso por dar es ser consciente de la dignidad y los derechos de cada persona, empeñarnos en que cada uno pueda disfrutar dignamente de su vida, ser respetado en su originalidad y saberse libre para escoger y decidir su propio des­tino ayudando y respetando a los que caminan junto a él a la vez que se sabe ayudado y respetado por sus semejantes.

     » Tratamos de ayudarnos a niveles de cercanía, proponiéndonos llegar a tantos lugares y ambien­tes donde estamos ligados en la vida cotidiana. Allí buscamos el compartir con los otros sus inquietudes sabiendo que cuando uno ve que el otro se preocupa de verdad por él, que le escucha con respeto y se interesa por sus interrogantes y preocupaciones, por su angustiosa búsqueda de sentido existencial… entonces puede comenzar un diálogo en profundidad. Sólo cuando nos sabemos respetados y reconocemos en el otro su libertad y su verdad, podremos establecer unos lazos que ayudan a dar de sí lo mejor.

     » Hemos conseguido crear un cuerpo social don­de se comparte plenamente las condiciones de vida y de trabajo, las dificultades, las luces, las sombras y las expectativas de todos los que formamos este colectivo humano. Nos sabemos empe­ñados en ir construyendo un ambiente favorable, para crear una sociedad más humana y hacer realidad el auténtico bienestar para todos. Tratamos de ayudarnos mutuamente para llegar a una ciu­dadanía que realmente está cómoda y es feliz en su existencia cotidiana.

     » Todos tenemos derecho a ser respetado en nues­tra singularidad y a la vez somos conscientes de que forma­mos la gran familia de la humanidad, y en una familia todos son dignos de ser amados, ayudados y comprendidos.

» Ser feliz es ver satisfechas todas tus necesidades. TODAS. Quiero decir desde las más elementales a las más profundas. Y esto no se consigue si no se vive rodeado de justicia, equidad y so­lidaridad valores que se conquistan con el auténtico amor. Porque el hombre no se puede realizar solo, por tanto, no conseguirá la felicidad mientras no tome conciencia de sus niveles colectivos y no se ocupe de ir construyendo una sociedad de gente feliz