La esperanza del cambio (1)

Este es otro capítulo interesante, donde podremos recrearnos sobre los valores cívicos y la responsabilidad social, según los criterios de Andrés, el profesor de ciencias sociales del colegio de ese barrio.
Como toda la novela, es M95 la narradora. Y no podemos olvidad que nos encontramos ante una persona que no domina, cien por cien, porque proviene de otra cultura.

Después de terminar las actividades de la tarde en el club, he estado charlando con Andrés en su despacho. Tenía una lista muy larga de interrogantes desde mi asistencia a su clase y pretendía que él me las aclarara.

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—Me gusta que me expliques, eso que llamáis los deberes que tiene una ciudadanía responsable.
—Bueno, yo creo que la persona tiene que sentirse y actuar como parte constructiva de la sociedad donde vive, y nadie puede privarle de este derecho, ni ella misma debe evadirse de esa responsabilidad.
—Entonces, ¿tú apoyas eso que todas personas tienen su papel sociopolítico en la historia?
—Si, así es. Pienso que nadie se puede quejar de estar viviendo en una sociedad que no es de su agrado, si no intenta poner los medios para transformarla, si no trata al menos de mejorarla participando, como un ciudadano con responsabilidad.
—¿Crees esto fácil?
—No, no lo es. Pero las lamentaciones y quejas sin hacer un intento por ayudar no llevan a la solución de las situaciones incómodas. Esa postura pasiva son quejas estériles que terminan por engendrar pesimismo y desaliento o en el peor de los casos una indiferencia, pasotismo y aburrimiento ante la causa social, y no conducen a nada bueno.

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—¿Tú crees en democracia?
—Como te decía, estoy convencido de que todo hombre tiene derecho a participar libremente en su bienestar social, y este es el principio fundamental de todo sistema democrático, la participación de todos los ciudadanos, colaborando en el perfeccionamiento del desarrollo cívico más inmediato, donde el bien de todos se ha de construir con la cooperación de cada uno.
—¿Cómo me explicas esto?
—Pues mira, en la medida en que vayamos profundizando en el valor de la auténtica democracia, no sólo a la hora de dar nuestro voto sino también a lo largo de los periodos legislativos, dando nuestras opiniones, conocimientos, apoyos y recursos al servicio del enriquecimiento de los programas políticos, estaremos actuando como ciudadanos democráticamente responsables.
—Y entonces, ¿tú crees que este es el camino de modelo de sociedad que propone la auténtica democracia?
—Si, un camino donde los dirigentes políticos ejercerán su mandato compartido con la aportación ciudadana, siempre a favor del bien común.


—¿No es esto mucho arriesgado para los políticos?
—Pues si, pero si están de verdad por hacer un servicio a la comunidad, escucharán las demandas de cualquier ciudadano. Pero por desgracia no siempre es así, y son muchos los que buscan el puesto como plataforma de poder y enriquecimiento personal aun basándose en intriga y corrupciones de todo tipo.
—¡Esto es muy malo! ¿Es esta la causa de problemas de gobierno democrático?
—No exclusivamente del sistema democrático, pues puede ser un mal en cualquier sistema político, pero en todo caso siempre hemos de luchar por mejorar nuestros gobiernos si queremos avanzar en la construcción de una historia progresista, justa y más humana.
—Ya entiendo.
—De todas las maneras, yo soy optimista y tengo esperanza en el cambio y el progreso. Todo diálogo político que promueva acciones de avance y mejoras ciudadanas han de ser apoyados y favorecidos.
—¿Es clasista vuestra sociedad?
—¡Por supuesto que sí! La situación social en la que vivimos está cimentada en el tener y no en el ser. Por eso funcionamos entre las categorías de los ricos, inteligentes, poderosos… El que tiene dinero, poder, capacidad intelectual… es el que triunfa, aunque esto lo haya adquirido de una manera poco honesta, y así no construimos positivamente el bienestar de todos, puesto que el que carece de esas cosas, a veces por no querer pactar con ciertos valores, éste se puede encontrar marginado o sencillamente quizás nunca alcance a ser influyente en la sociedad. Pues, aunque en teoría se afirme que todos somos iguales y tenemos los mismos derechos, en la práctica sabemos que no es verdad, y que en ocasiones se llega a violar los principios más elementales de los derechos humanos, por mucho que se diga que la democracia está a favor de estos principios.
—¿Y cuál es vuestra propuesta?

—Sin duda, el ir sensibilizando a los ciudadanos del deber de construir otra realidad social, siendo conscientes de sus obligaciones cívicas, contribuyendo en la cooperación solidaria, a fin de que todos disfruten de una aceptable calidad de vida, al menos con sus necesidades más elementales cubiertas
—¿Tú crees que mejoráis el futuro?

—¡Por supuesto! Ya te he dicho que la solución está en no lamentarnos inútilmente sino en ayudar al cambio para mejorar. Es verdad que la meta es muy ambiciosa, pero creo que al final el bien va a triunfar, y si nos juntamos los que tenemos esta esperanza, y trabajamos por el bien común algo conseguiremos ¿no te parece?



—Puede ser…
—Por mi parte no quisiera pasar por la historia sin haber puesto mi grano de arena para lograrlo. Porque esto es urgente. Si, urge que nos comprometamos socialmente si queremos de verdad que suenen voces que proclamen la justicia, la solidaridad, la participación responsable… Este ha de ser nuestro empeño, ir buscando hacer el bien junto a las personas que tengan estas mismas inquietudes.
—¿Es así donde terminará la pobreza?
—Este es un tema muy complejo. Como ya te he dicho, espero que algún día caigamos en la cuenta de que todos tenemos derecho a tener cubiertas las necesidades más básicas, cosa que aún no es una realidad.
—¿Y tú dices que la democracia es el camino?
—Bueno, es uno de los caminos, supongo que habrá otros, pero cualquiera que busque el desarrollo pleno de la humanidad, ha de optar por colaborar activamente en la construcción de un orden social acorde con las exigencias del bien común y de la distribución equitativa de los bienes del planeta.
—Esto me suena a… ¿
Cómo se dice… utopía?
—Quizás te parezca una meta inalcanzable, pero sabemos hasta dónde pueden llegar nuestras fuerzas y no por eso nos acobardamos ni renunciamos a la lucha.
—¿Cómo me explicas de los países donde los gobernantes buscan su bien económico propio o sólo gobiernan para mandar y dominar?
—Eso es parte de lo que te he comentado. Cuando el poder político está en manos de desaprensivos que sólo tienen miedo de perder su plataforma de poder y dominio, su cómoda existencia y su alta posición social, sin meterse en el tema de la solidaridad apoyando el bienestar de todos los ciudadanos, asistimos al descrédito y al propio suicidio de las instituciones políticas. —¿Tú crees esto?
—Estoy completamente seguro de que el pueblo tarde o temprano se levantaría contra los que así abusan de su poder. Los gobernantes tendrían que plantearse su situación y saber que esto los llevaría a ser los primeros en perder sus privilegios. ¿No te parece?
—Si, me temo tienes razón. ¿Cómo van a responder a las necesidades más urgentes de los ciudadanos, si con esto no se benefician, sino que tienen que renunciar de lo suyo para todos?
—Veo que lo vas captando. Además, hay otro problema que es el que surge en los países donde se pone como meta la producción a consta de la explotación de los propios trabajadores.
—Si, algo leo de esto en una crítica de la sociedad de consumo.
—Son planteamientos económicos que no miran en absoluto la dignidad de la persona. Las fuerzas laborales están organizadas para obtener el máximo beneficio sin tener en cuenta las condiciones de vida de los trabajadores, que son al fin y al cabo los que hacen progresar la economía con sus esfuerzos y sudores. La persona es explotada y sólo se le mira como un instrumento más de la productividad.
—Y así sólo se enriquecen los jefes ¿verdad?
—Así es. Los beneficios del desarrollo económico siguen estando en manos de unos cuantos poderosos que mueven los hilos de toda la producción.
Ya veo.
—Por eso es urgente hacer propuestas alternativas desde la base para cambiar el sistema, poniendo en primer eslabón en el respeto a todas y cada una de las personas que la forman.
—¿Y cuál es tu propuesta?

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—Pues verás, tenemos un programa de orientación ciudadana, en el que se informa a la gente de sus auténticos derechos. También es muy importante la educación de los valores para ir tomando conciencia de que las relaciones humanas tienen como base la igualdad, aboliendo toda forma de explotación y discriminación y por último nos interesamos por la formación de conciencias rectas, honradas, íntegras, que no se dejan embaucar por la injusticia, la inmoralidad de los ambientes que buscan el engaño y el fraude social.
—Esto suena muy interesante.
—Así es. Yo creo que es el camino por el que se podría llegar a construir una sociedad donde se respete al ser humano en toda su dignidad. Cuando el ciudadano conoce sus derechos y los exige, la autoridad ejecutiva no le queda otra alternativa que actuar en favor de esas voces.

MEJORAR EL PRESENTE

Sin duda a ti y a todos no nos gusta el presente, pero cada uno tiene su personal reacción ante esta realidad. Unos se pasan los días lamentándose, echando la culpa a los otros, sin hacer ellos nada, otros pasan del tema con tal de tener las espaldas cubiertas y los hay que se lo toman a la tremenda y arman la marimorena con tal de hacer bronca por una situación que les sobrepasa. En fin, el presente no es perfecto, pero sin duda algo hay que hacer para mejorarlo.

Hoy te voy a comentar parte de la primera entrevista de M95 con el director del colegio

¿Estáis contentos de la democracia del país?

—Bueno, ningún gobierno es perfecto. Hay que tener en cuenta que muchas veces en nombre de una idea se hacen mu­chos disparates, y eso le puede pasar a la democracia, del decir y prometer al actuar por un compromiso realista…; no siempre en la práctica se trabaja por buscar el bien de los que forman la población. El sistema no funciona si los dirigentes no actúan por el bienestar de todos y cada uno de los ciudadanos y por desgra­cia es más frecuente comprobar que en la práctica, digan lo que digan en sus programas electorales, la meta de muchos suele ser la del beneficio personal o del partido.

Eso suena a fraude electoral.

—Y lo es.

¿Por qué?

—Pienso que el problema está cuando las personas no han madurado en el valor de la gratuidad y del servicio a la comuni­dad, cosa que me parece imprescindible en un político que pre­sume de ser demócrata. No se puede trabajar por buscar unos resultados partidistas, por tener más interés en perpetuarse en el poder que en ayudar a la sociedad. No se puede reducir la par­ticipación ciudadana a un simple voto, desvinculando así de sus responsabilidades. No se puede actuar procurando el máximo beneficio personal ignorando los derechos del pueblo. Y si me apuras, no estoy nada de acuerdo cuando veo a mi alrededor la pasividad y la inercia por parte del ciudadano.

Y todo esto cambiáis con educación ¿verdad?

—Veo que vas cogiendo la idea. Como educadores compro­metidos con nuestra labor, nos creemos con la obligación de pre­parar al alumno para ser persona consciente de su dignidad y de la de los otros, a fin de que pueda defender sus derechos y com­prometerse con sus obligaciones. Esto lo vemos como algo esen­cial para tener éxito en sus futuras relaciones sociales. Tratamos de proporcionarles los instrumentos necesarios para que sean capaces de reconocer, cuestionar y gestionar situaciones múlti­ples y complejas que les vayan capacitando para desenvolverse en un futuro inmediato con responsabilidad, comprometiéndose en su participación como ciudadano, sabiendo cómo luchar por mejorar la sociedad, reclamando los derechos de cada individuo en beneficio de todos, no de unos pocos.

Si, yo leo que la educación es un camino para hacer un cambio social.

—Exacto. Hay otros caminos, pero este es el nuestro. Nues­tras sociedades están experimentando profundas transformacio­nes, que pueden llevarnos a un cambio de era con la entrada del nuevo siglo, y nosotros queremos contribuir a ese cambio social entendiendo la educación como un proceso de aprendizaje vinculado a cada contexto y con una intención transformadora. Hay que desarrollar la iniciativa y la autonomía de los alumnos, favoreciendo la flexibilidad y la planificación en la enseñanza, utilizando nuevas técnicas e incluso atreviéndose a innovar.

Todo esto yo tengo estudiar.

—Sí, conviene que lo reflexiones detenidamente y si necesitas aclaraciones no dudes en pedirlas, pues es necesario que entien­das bien nuestra postura educativa.

Sí, yo veo.

—Todo esto tendrá éxito si estamos convencidos de lo que hacemos. Si nuestra última intención es estar al servicio de una enseñanza que favorezca el progreso de cada individuo. Nuestra aportación como educadores nos ha de llevar a la mejora del fu­turo inmediato de todos los ciudadanos que pasan por nuestras aulas.

¡Esta es mucha obligación!

—Así es, pero si creemos que hemos sido llamados a poner lo mejor de nosotros al servicio del cambio por un mundo mejor, lo conseguiremos. Si nos empeñamos por trabajar por una sociedad más justa y respetuosa con los derechos de todos, lo conseguire­mos. Sabiendo que el mundo mejor que logremos siempre será imperfecto, con contradicciones y conflictos propios de la con­dición humana. Aunque nunca se llegará a alcanzar sociedades perfectas, sí que hemos de ser conscientes de que hemos sido llamados a mejorar el presente.

Yo pienso que esto tiene que tener un grupo de profesores muy buenos.

—Sí, esto es un reto para el Centro, pero tenemos la suerte de poder seleccionar al profesorado y prepararlo para que se inte­rese y se comprometa con nuestro ideario educativo. Tienen que estar entusiasmados por una educación que apoye la transforma­ción personal y social, convencidos de que el cambio es posible y que nos hemos embarcado para ser alternancia social. Los pro­fesores han de pretender, desde su tarea cotidiana, favorecer las relaciones entre todos, potenciar y defender los derechos de los alumnos y del colectivo. Con su manera de pensar y actuar, han de ser forjadores de culturas solidarias, sembrando esperanza de un mundo mejor. En una palabra, educadores convencidos de que son llamados a despertar en sus alumnos el deseo de cono­cer, saber y compartir, desarrollando sus capacidades.

¿Y las familias colaboran?

—Cada vez más. Ten en cuenta que la mayoría de nuestros alumnos actuales son hijos de aquellos primeros, testigos de su propia transformación humana y social, y ya han pasado 30 pro­mociones. Esto favorece mucho al progreso de la formación de las nuevas generaciones porque nuestro éxito está en la perfecta colaboración familia-escuela.

Si, que estáis haciendo una buena labor educativa para esta sociedad

—Eso es lo que pretendemos. Creemos que la primera res­ponsabilidad de la familia es su misión educadora y como tal está llamada a ser la primera en participar como agente de transfor­mación social, de aquí nuestro empeño en trabajar al unísono por esa meta común.

Bueno, yo ahora ya estoy parte de este colegio

—Si y recuerda que has de cuidar mucho la participación, que hagan proyectos en grupo, que investiguen y sobre todo que aprendan a tomar decisiones personales y comunitarias. Con esto se ejercitarán para desenvolverse en un colectivo plural y más tarde les servirá para actuar en la comunidad de vecinos, barrio, ciudad, nación…

LA DEMOCRACIA

Democracia participativa – Wikipedia, la enciclopedia libre
” La participación que se desarrolla por diversos medios en muchas democracias modernas está comenzando a consolidarse dentro del ámbito de la democracia representativa como una nueva manera de hacer las cosas. La participación no ha de limitarse, sin embargo, a que las autoridades locales y otros organismos públicos informen a la población de sus actividades y decisiones o inviten a los ciudadanos a presenciar sus debates, sino que implica escuchar a la población en la formulación de sus propios problemas y en la búsqueda de oportunidades y mejoras. Además, es indispensable proporcionarles los medios para encauzar una acción política, social o económica y participar en las decisiones públicas con propósitos de cambio»

¿Cómo enfoca Andrés nuestra participación democrática?

—El principio fundamental de todo sistema democrático es que, todo ciudadano tiene derecho a participar libremente en su bienestar social, colaborando en el perfeccionamiento del desarrollo cívico más inmediato, donde el bien de todos se ha de construir con la cooperación de cada uno, no sólo a la hora de dar nuestro voto sino también a lo largo de los periodos legislativos, dando nuestras opiniones, conocimientos, apoyos y recursos, al servicio del enriquecimiento de los programas políticos…

Si estamos de acuerdo con estos principios ¿por qué los ciudadanos no somos mucho más exigentes con nuestros políticos?, ¿por qué nos dejamos embaucar por líderes cada vez más ineficaces, más mediocres e ineptos?

Sigamos escuchando a Andrés:

—Bueno, yo creo que la persona tiene que sentirse y actuar como parte constructiva de la sociedad donde vive, y nadie puede privarle de este derecho, ni ella misma debe evadirse de esa responsabilidad.

No da igual lo que el ciudadano ha determinado en su voto, si el resultado final es el ocupar el poder a toda costa y no tomar decisiones pensando en el interés del pueblo, sino el del propio político y el de su partido. ¿Cuál ha de ser nuestra respuesta ante esta realidad?

» Pienso que nadie se puede quejar de estar viviendo en una sociedad que no es de su agrado, si no intenta poner los medios para transformarla, si no trata al menos de mejorarla participando, como un ciudadano con responsabilidad.

No vamos a espera que nuestros políticos cambien. Tenemos que ser nosotros, con nuestro trabajo diario, los que ayudemos a generar ese cambio y con ello, contagiar a nuestros conciudadanos, que tampoco se tienen que conformar con lo que está ocurriendo.

» Las lamentaciones y quejas, sin hacer un intento por ayudar, no llevan a la solución de las situaciones incómodas. Esa postura pasiva son quejas estériles que terminan por engendrar pesimismo y desaliento o en el peor de los casos una indiferencia, pasotismo y aburrimiento ante la causa social, y no conducen a nada bueno.

» En la medida en que vayamos profundizando en el valor de la auténtica democracia, no sólo a la hora de dar nuestro voto sino también a lo largo de los periodos legislativos, dando nuestras opiniones, conocimientos, apoyos y recursos al servicio del enriquecimiento de los programas políticos, estaremos actuando como ciudadanos democráticamente responsables.

Estudios realizados por sociólogos y psicólogos han demostrado que las personas que participan en la toma de decisiones son más felices que los que se limitan a aceptar o aplicar las decisiones de otros, debido a que se sienten responsables del mejoramiento del progreso ciudadano

• Otra cosa es que la sociedad prefiera mirar a otro lado y vivir en la ignorancia y en la comodidad de la mediocridad, siendo marionetas en manos de los que nos gobiernan.