M95 ha sido preparada meticulosamente para este proyecto de investigación histórica.
La formación de la agente M95 ha sido escrupulosamente diseñada y aplicada. No se ha puesto ningún reparo en la empresa. Sus vestidos, su alimentación, las costumbres y el dinero de aquella gente que va a tratar… todo lo que supusiera para ella novedoso, se le ha proporcionado y facilitado para ir adaptando su persona al lugar histórico en el que se le enviaría cuando estuviera preparada para ello. Ha tenido el tiempo necesario para aprender a adaptarse al ambiente y al propio idioma permaneciendo durante el período que lo ha requerido, viviendo en un ecosistema lo más similar posible al que iba a ser enviada. Y el día que ella dijo estar preparada, después de un meticuloso examen físico e intelectual, se le implantó un tatuaje digital para controlar sus constantes vitales en todo momento y se le dio luz verde para emprender esta aventura.
Dejemos que sea la misma M95 la que nos lo cuente
Recuerdo que fue a los 16 años cuando empecé a trabajar para este proyecto. Fuimos seleccionadas siete jóvenes de las 50 que formábamos el curso, para ser preparadas con el fin de llevar a cabo esta investigación histórica.
Desde entonces, todas mis energías han sido programadas para que esto fuera posible. Además de aprender el idioma, la cultura y costumbres de la gente con la que me iba a relacionar, al menos por el periodo de un año, tuve que adaptarme a su alimentación, a su modo de vestir, de relacionarse… a tantas y tantas cosas que nos diferencian de nuestro vivir presente, hasta el punto de pasarme los dos últimos años encerrada en un laboratorio convertido en una pequeña ciudad de finales del siglo XX, donde se simulaba todo, hasta la polución, que tanto nos ha costado crear y que es una de las cosas que podía ser más peligrosas para mi salud, dada nuestra limpieza atmosférica en el ecosistema que habitamos. Todo esto para evitar mi inadaptación al medio ambiente de esta época histórica.
Mis otras compañeras fueron poco a poco orientadas para trabajar en los distintos departamentos del proyecto, mientras que yo me iba quedando sola en la tarea de ser enviada a través del tiempo.
Fue en esta época del laboratorio-ciudad, cuando apareciste tú (V71) en el proyecto ¿Te acuerdas? Yo acababa de salir del internado femenino, ya estaba preparada para relacionarme con la sociedad adulta. Entonces tú llegaste y comenzamos a trabajar juntos. Creo que desde el principio nos hemos entendido bien y hemos formado una pareja muy sintonizada, a pesar de nuestras discusiones frecuentes, por las diferencias de opinión.
—Sí, porque me cuesta mucho cuando te pones tozuda y cabezota.
—¡Jajaja! A estas alturas, pienso que, a pesar de todo, hemos llegado a ser capaces de tolerar mutuamente nuestras diferencias, y todo eso más que distanciarnos nos ha servido a los dos como camino para enriquecernos. ¡Por eso va bien el equipo!
La verdad es que ha sido un plan duro, pero ahora que estoy aquí, no me arrepiento de haber tenido que pasar por ello. ¡Estoy aprendiendo tanto! Creo que, aunque sólo sea por eso, valió la pena.
Pero no es todo oro puro lo que M95 va descubriendo en nuestra sociedad, también se enfrenta con nuestros fallos y debilidades y así lo comenta en cierta ocasión
Otro asunto que resultaba también un problema difícil de solucionar en esta sociedad era la implicación corruptiva de algunos agentes del orden social. Entre sacando de varias informaciones del momento, podríamos llegar a resumir los hechos en estos términos:
El auge de la delincuencia organizada. Las mafias internacionales. Individuos acusados por atraco a mano armada, tráfico de drogas, falsificación de documentos y monedas, blanqueo de dinero, robos, prostitución, abuso de menores, evasión de capitales… El aumento de la delincuencia organizada se daba con mayores posibilidades gracias a la implicación corruptiva de los sectores jurídicos, políticos, económicos y policiales.
La salida era difícil, la desmoralización de muchos agentes del orden dedicados con honradez a solucionar esta maraña de complicidad hacía que las autoridades judiciales y políticas detectaran la gravedad del caso como problema de primer orden en la tarea social.
Y en otra ocasión, en la que estuvo hablando con Ana sobre los abusos económicos de nuestra civilización, hizo este comentario a su compañero
—Este tema que hoy tratamos fue uno de los puntos débiles de esta sociedad.
—Sí, tengo entendido que por aquí comenzó a hundirse el barco de esta civilización.
—Claro, bien sabemos que por el caos económico sucumbió, a raíz de la abrumadora presión que ejerció la abusiva gestión mercantil.
—Y no podemos olvidar las explotaciones y corrupción del poder en la cuestión financiera, que dio lugar a la desigualdad insostenible de las clases sociales.
—Como en todas las sociedades capitalistas, el rico era cada vez más rico y el pobre cada vez más pobre.
—La verdad es que, en este campo sí que podemos apuntarnos un tanto por la excelente conquista de nuestra civilización.
—Desde luego, hoy podemos contar con una experta y competente política económica, mucho más organizada y equitativa, que promete un boyante futuro. Nada nos falta. Todos tenemos nuestras necesidades cubiertas.
—Si, y esto nos basta.
Como ves lector, no es oro todo lo que reluce. Pero en nuestro caminar cotidiano está la fuerza y determinación que nos ha de conducir a ir enmendando nuestros propios fallos. El devenir de la historia se va haciendo con la respuesta de sus ciudadanos y nuestra responsabilidad civil no es transferible.
Hoy vamos a escuchar a Andrés que nos va a hablar sobre su planteamiento ante la autoridad judicial de un sistema democrático.
—Háblame del sistema judicial.
—Este es otro punto realmente interesante para el auténtico bienestar de la nación. Este colectivo judicial tiene una tarea de mucha responsabilidad, y yo creo que el secreto de su eficiencia real está en el actuar con independencia absoluta frente a los poderes políticos, y al mismo tiempo deben destacarse por su honestidad y eficacia al servicio de su auténtica causa, la justicia.
—¿Son fácil de sobornar?
—Como en todos los campos humanos, existe el peligro de que no sean del todo honrados. Pero el que es de verdad un auténtico profesional de la justicia, no mira el soborno ni las amenazas y se juega todo por defender los derechos de los menos favorecidos, siendo portavoz de aquél que la injusticia y el egoísmo humano le ha colocado en situaciones desfavorables.
—¿Qué te parece a ti que hacen los jueces en los casos de corrupción?
—Verás, son situaciones muy delicadas. Hay casos donde se mezclan grandes fortunas, prestigiosos políticos, especuladores bursátiles… en fin, personas con poder que son muy difíciles de condenar.
—Ya veo.
—Lo cierto es que son los jueces los que deberían ayudar a poner las cosas en su sitio si se ajustaran a hacer su trabajo de defensores de la justicia y el orden. Yo creo que si el que incurre en algún acto ilícito supiera que la justicia funciona como debería, más de uno se lo pensaría antes de delinquir.
—Yo he oído una protesta porque se libran de la cárcel los que tienen dinero para pagar la fianza.
—Así es, los delincuentes pobres que no tienen dinero para pagar las cantidades que se les adjudica por el delito cometido, esos no se libran de la prisión, los ricos y poderosos, tan culpables o más que ellos, con abonar los costes marcados por el juez, aunque sean cantidades enormes, suelen librarse de pasar un solo día en la cárcel.
—¿qué haces cuando ves una injusticia?
—Mira como queremos ir buscando creativamente los caminos pacificadores de reconciliación ante los conflictos cotidianos, lo primero que hay que evitar es toda clase de irritación o agresividad, pero nunca mantenernos pasivos ni indiferentes ante ella. La mentira, la falsedad de la manipulación del poder o ante la privación de los más elementales derechos de la persona como son el ser respetado con dignidad, el recibir el trato que se merece por el sólo hecho de ser persona, el tener lo mínimo para subsistir en cualquier situación, son condiciones que nos mueven a alzar la voz contra los hechos injustos. Aquí es donde jugamos la partida más arriesgada, pues se requiere mucho tacto para poder convencer a los contrarios con mano de hierro en guante de terciopelo. ¿Entiendes lo que quiero decir?
—Sí, que hay que ser firmes, pero no agresivos.
—¡Eres una chica muy lista!
—Gracias. Explícame. ¿Si una ley permite algo que no os parece recto, vosotros podéis negaros a hacerlo?
—Como ciudadanos de una sociedad democrática tenemos que saber cuáles son nuestros derechos y no acobardarnos ante una legislación que no está de acuerdo con nuestros principios morales, pues por encima de toda ley está la conciencia como última instancia que hemos de seguir a la hora de actuar y no podemos apoyar una legislación que no está a favor de la persona, un orden democrático debe respetar la conciencia de cada uno.
—¿Y si os equivocáis?
—Por eso la urgencia de una buena formación, de consultar a expertos, a personas con autoridad moral, con garantía de seriedad y rectitud de conciencia. Desde ahí es donde nos atrevemos a enfrentarnos, lo que es lo mismo, a objetar sobre una ley que consideramos injusta o incorrecta.
—¿Supongo que no todos tienen ocasión de consultar a expertos?
—Supones bien. En cualquier caso, ante la duda de la rectitud de un comportamiento concreto, siempre hay un recurso que no falla, y es el preguntarnos qué es lo que va más a favor de la persona, qué nos hace más humanos, qué es lo que nos ayuda a vivir más dignamente.
—¿Dónde trabajáis para poder ayudar a la gente que necesita?
—En cualquier estamento social, hay que ir introduciendo este estilo humanizador. Hay que vivirlo en el trabajo, en el lugar donde estudias, en casa, en fin, donde tienes ocasión de relacionarte con los demás. Pero es sobre todo en el campo de la educación y en los medios de comunicación donde nos jugamos el mayor reto, pues son lugares donde se puede ir haciendo pensamiento, donde se puede ofrecer otra alternativa para enfocar la existencia humana. Estamos allí donde son convocados los ciudadanos. Se trata de ir trazando otro camino, no sólo con la palabra sino con la coherencia de vida. Es así como tratamos de dar nuestra opinión desde el diálogo, el ejemplo y nunca desde la fuerza ni la violencia.
—¿Y hay muchos jóvenes que os siguen?
—Pues veras, esta generación de jóvenes, lo tiene muy difícil porque son muchas las fuerzas, y de muy variados signos, las que tratan de ganarlos o confundirlos. Los jóvenes son seres aun sin criterio y por tanto fáciles de manipular, pero yo creo que el papel más influyente pueden tenerlo los padres y los educadores. La familia aún tiene un lugar privilegiado para formar el futuro de nuestra sociedad, aunque haya otras fuerzas que trabajen con energía para destruirla. Hoy por hoy, son los padres los que, con su coherencia de vida, pueden impulsar a sus niños a ser honrados, trabajadores, generosos, solidarios, porque, aun yendo en contra de las estructuras sociales, deben de luchar por conquistar para sus hijos un futuro donde todos puedan participar de una mesa fraterna.
Para terminar, permíteme que te copie un documento resultado de un trabajo de sus alumnos del último curso de bachiller
LOS DERECHOS DE LA CIUDADANÍA
“En un país que presume de llamarse democrático, el Estado debe velar porque todos sus habitantes tengan todas sus necesidades básicas cubiertas.
Todo ciudadano posee unos derechos básicos, que implica al gobierno del país en justicia, a que se les facilite, a fin de adquirir unas condiciones de vida digna de un estado democrático.
La falta de atención al cumplimiento de estos derechos fomenta la desigualdad y genera la indigencia, con el agravante que supone el potenciar con ello la delincuencia y el pillaje por la carencia de medios de los más excluidos.
Es por ello por lo que pretendemos tomar conciencia de que la construcción del estado de bienestar se conseguirá a partir de un sistema en el que se garantice el derecho de toda persona a tener un nivel de recursos básicos cubiertos, de acuerdo con su dignidad humana. Un sistema que promueva la igualdad, la solidaridad, la sostenibilidad ecológica, los derechos sociales y económicos, que faciliten el desarrollo pleno de cada individuo, es digno de llamarse justo.
Por tanto nos pronunciamos a favor de todo ciudadano, abogando por sus derechos al pleno desarrollo de una vida digna, haciendo hincapié en el sistema de protección social del Estado, para defender en justicia los derechos cívicos de cada persona, velando porque se le proporcione una vivienda, un empleo, un salario y una jubilación digna, una atención sanitaria y una educación que le abra las puertas para el acceso a la cultura y a todos los ámbitos de la vida pública, convencidos como estamos de que el estudio y la formación son elementos claves en la transformación y el progreso de la sociedad.
Todo esto es un toque de atención, no sólo para reflexionar sino para actuar e incluso para denunciar, ante las situaciones de injusticia si procede, porque es compromiso de todos el conseguir una sociedad equilibrada y armoniosa, apoyando los procesos de transformación social y cultural, pero es deber del Estado el garantizar este progreso con unos servicios públicos, que velen por el cumplimiento de los derechos de los habitantes del país”
Hoy vamos a introducirnos en la casa de Andrés y Sara.
Esta tarde están tomando el té con Marta y Kay. La conversación viene llevada por un problema que ha surgido al presentarse la ocasión de ayudar a una chica que se ha metido en el mundo de la droga. M95 provoca el tema con una pregunta
—¿La droga es una problema fuerte?
—Sí, realmente es preocupante —comentó Marta—, pero lo peor es que se especula mucho con el tema y muchas veces la información hace que la curiosidad pueda más que un buen control de parte de los que tienen autoridad. Es un problema que va más allá del conocimiento de los ciudadanos.
-—Sí. En general —siguió Andrés—, la delincuencia organizada en nuestro país, en la que sin duda está incluida el tráfico de droga, supera con mucho el conocimiento público. Este es un tema pendiente en el que el propio gobierno está implicado, pues es una de las batallas más duras de la policía y de los funcionarios judiciales de la nación.
—Por eso, tú Marta te lo estudias ¿no?
—Sí, así fue. A fuerza de tanta necesidad o pasas del tema sin ver la importancia social que en sí tiene, o te decides a implicarte en ello y buscas la manera de cómo poder ayudar. Aunque sea a muy pobre escala siempre se puede remediar algo.
—Lo que no se puede, de ninguna manera —ahora era Sara la que intervino—, es cruzarse de brazos y negarse a colaborar, cuando sabes que con un poco de esfuerzo puedes echar una mano positivamente. Cada uno según sus posibilidades, pero sin duda el problema es de todos y cada uno tiene que responder de su implicación en el tema.
—La verdad es que, en muchos temas —dije como si pensara en alto— hay el peligro de leer, oír o ver y tú vivir con la tranquilidad de que no son los problemas esos tuyos.
—Exacto. Este es el peligro, que podemos tranquilamente vivir acostumbrándonos a las desgracias y calamidades de las otras personas porque no somos solidarios con el mal ajeno.
—Sólo desde una decisión de responsabilidad humanitaria se nos despiertan los sentimientos ante la causa del que sufre y reclama más o menos conscientemente nuestra ayuda.
—¿Tú has visto muchos que morir por la droga? —pregunté a Marta.
H
—Sí, varios casos. La mayor parte de los que ingieren droga dura, terminan muriendo, sin que la tragedia se pueda evitar ni clínica ni socialmente, pues, aunque no está legalizada, no es pequeño el número de víctimas.
—¿Y no es mejor legalizarla?
—Clínicamente no creo que valga la pena, este tema es muy resbaladizo, es verdad que lo prohibido llama, pero hay cosas que son veneno y que hay que prohibirlas cueste lo que cueste. Es un verdadero cáncer.
—Es lo que pasa con el tabaco, mucha información de lo nocivo que es para la salud, pero es el mismo gobierno el que se beneficia con su venta.
—Y no es sólo eso —prosiguió Sara—, en lo referente a la droga, está también el peligro de la adulteración empleada por los propios traficantes, que para sacar más beneficio económico rebajan la cantidad y con ello la calidad, aumentando el riesgo mortal.
—El tema de la legalización —comentó Andrés—, es también un asunto que toca niveles morales. ¿Cómo autorizar que se consuma una sustancia con la posibilidad de provocar una enfermedad o quizás una muerte? Me parece un acto cruel de insolidaridad con la humanidad.
—Bueno, también el tabaco no está bien y nadie te prohíbe comprar y fumar ¿no?
—Llevas razón, pero si se ha fumado por tantísimo tiempo ¿quién puede hoy retirar del mercado ese negocio por muy nocivo que sea? y lo peor de este tema, como apuntaba Marta, es que en eso está metido el comercio estatal.
—¿Y ese ser tu miedo de la droga?
—Así es. Su aceptación legal y social es inconcebible en cualquier conciencia recta, puesto que es un mal para la persona y me temo que una vez legalizada no se pueda dar marcha atrás.
—El uso de cualquier sustancia química, fuera de una necesidad curativa, sólo por el placer o evasión de la realidad, nunca debe permitirse legalmente puesto que estas sustancias disminuyen las capacidades físicas y mentales en el que las toman.
—¿Y por qué la gente lo toman?
—Por incontables motivos. A veces son varios en la misma persona, pero a parte de la mera curiosidad o por la simpleza de una moda, hay motivos serios a tener en cuenta como los problemas surgidos por la crisis económica del país que conlleva la falta de puestos de trabajo, la pérdida de los valores espirituales, las corrientes modernas destructoras de ideologías y creencias, el miedo existencial… en fin, personas que pierden su proyección de futuro, que no encuentran sentido a su vida y por no valorar su existencia la destruyen con lo que está a su alcance, engañosamente creyendo que el uso de esa evasión, de ese placer momentáneo les liberará de su cruel realidad.
—Y tú Marta, ¿cómo los curas?
—Primero con un proceso de desintoxicación controlando las dosis que se les administra hasta anular la necesidad. Pero al mismo tiempo les proporcionamos una atención personificada ayudándoles a recuperarse psicológicamente, comenzando por la aceptación de sí mismo en su situación vital; con ello, si reaccionan, consiguen una paz y serenidad que les lleva a plantearse de nuevo la vida desde otros esquemas. Aprenden a ser libres y responsables, rehaciendo así su propia autoestima separada de los problemas exteriores. Desde ahí, pueden ser capaces de reaccionar en positivo ante las dificultades ambientales y están preparados para platearse la vida como una responsabilidad ante la misión personal e intransferible para la que han nacido. Pues todo ser humano tiene que encontrar ese fin último de su existencia y en la medida que se encamine hacia él, se realizará como persona. Sólo esto nos puede hacer realmente felices.
—¿Sabes cuál es el mayor problema por solucionar ante una persona en este estado? —me preguntó Sara.
—¿Cuál?
—La enorme falta de comunicación en esta sociedad individualista, llena de prisas, que no tiene tiempo para escuchar los problemas, deseos e inquietudes de los que pasan a nuestro lado cada día. La comunicación es sin duda la medicina preventiva más eficaz en estos casos.
—Cierto. Es lo mejor para combatir los problemas de tantas personas que no saben cómo seguir adelante existencialmente, porque se han metido en un túnel donde no ven la salida. Por eso hay que tratarlos en el ámbito individual. Son casos muy personales, y hay que ver la realidad de cada individuo, en un contacto de corazón a corazón. Esto es imprescindible si se quiere llegar a una auténtica rehabilitación, pero sin duda no es un proceso fácil pues muchas veces se encuentra resistencia por parte de la persona que se le quiere ayudar.
—Todo esto me parece muy interesante, pero muy difícil.
—Verdaderamente no es fácil. Pero es necesario vencer barreras y no dar paso al conformismo ni a la indiferencia ante el problema ajeno, como si no fuera con nosotros lo que es en sí un asunto de cada uno de los que integramos esta sociedad enferma.
—Sí, es cierto. No podemos ignorarlo ni silenciar este mal.
—Hemos de tratar de colaborar para que todo vaya mejor y el camino es llenar nuestro corazón de verdaderos sentimientos de fraternidad.
—Para ir transformando las estructuras sociales —comentó Andrés—, hay que empezar por ser personas que están al lado del dolor físico y moral de los más cercanos.
—Es cierto —siguió Marta—. Hemos de acercarnos al sufrimiento y sintonizar con los sentimientos del que padece, para ir aliviando, en lo que podamos, el dolor del mundo.
—Se trata de vivir con la disposición interior de querer ayudar al otro y ponerse en sus zapatos. Como suele decirse —prosiguió Andrés—. Todos hemos nacido para ser felices y no tenemos por qué impedir, con nuestros egoísmos sociales, que algunas personas alcancen esa meta existencial. El peor enemigo de la felicidad es el egoísmo humano.
—La solución está en unirnos en el amor y luchar en favor de la felicidad de todos.
—Sí, el trabajar en colaboración con las personas que buscan hacer el bien, hace que el colectivo tenga más fuerza para influir en la sociedad que tratamos de mejorar.
— Todo saldrá bien, en la medida en que tratemos de ayudarnos mutuamente. Si actuamos juntos, si confiamos unos en otros porque todos buscamos hacer el bien, sin duda que conseguiremos un mundo mejor y tendremos que lamentar menos errores de los que ahora somos víctimas
—Si todos fuéramos así, estoy segura de que no habría tantas diferencias entre las personas. ¿Por qué hay ricos y pobres?
—Bueno, esto es muy difícil de explicar —le contestó Andrés—. Lo que sí es cierto que en el mundo hay subsistencias para todos. El hambre y las carencias más elementales son producto de una mala distribución universal, fruto del egoísmo y la avaricia humana. Es el propio hombre el que tiene en sus manos el remedio de estas diferencias, pero es él mismo el que crea esa absurda desigualdad. Y es esa misma insatisfacción la que lleva a muchos a saciarla en el vicio o con la sublevación.
Hizo una pausa para beber y prosiguió:
—Hay personas que viven una vida superficial y no se dan cuenta de que nuestro paso por la historia tiene una misión más allá del confort, el placer, el egoísmo. Estamos aquí para ir construyendo una sociedad para todos, un lugar digno donde todos gocemos de un mínimo de bienestar, donde sembremos a nuestro alrededor un clima de satisfacción y fraternidad..
—Tenemos que ir creando entre todos, un nuevo estilo de relaciones en el que la primacía es ayudar al que más lo necesita.
—Por eso nos sentimos satisfechos cuando se nos presenta la ocasión de echa una mano a alguien. Pues al hacerlo, arrancamos un poco de injusticia a esta sociedad y nos colocamos ante la posibilidad de sembrar buen trigo en el campo de nuestra historia concreta.
—Hemos de buscar otra alternativa al egoísmo. La cizaña, la mala hierba del mundo, son esas personas egoístas que se colocan como únicas, en el centro de la sociedad y todo ha de girar a su antojo y necesidad. Sin duda que los demás tienen derecho a reclamarles lo que les pertenece en justicia, pero cuando no se consigue por las buenas, se recurre a medios violentos que son los resultados del odio y la envidia.
—Esto verdaderamente suena a utopía — comentó André—, pero si comprendiéramos nuestro lugar en la historia, y fuéramos capaces de colocarnos en nuestro sitio, automáticamente estableceríamos la armonía social y crearíamos una paz duradera. Lo primero que hay que intentar es el destierro interior de nuestro deseo de codicia, el afán de ser más que los otros, el querer tener y dominar, poseer y acumular…, en fin, esos hijos perversos del egoísmo humano que son los enemigos irreconciliables del auténtico amor y que están en el fondo de todo ser humano, fruto de nuestra naturaleza.
—Si hay ese mal. Yo pregunto ¿cómo se quita?
—Mira Kay, esto no se consigue de la noche a la mañana —me explicó Sara—, es un trabajo de toda la vida, pero nunca nos podemos permitir bajar la guardia, hay que estar en una actitud permanente de buscar siempre el bien común en una entrega incondicional.—Si. El ser humano es el único responsable de su destino, pero sin duda que todos influimos en todos. No somos islas, en el fondo formamos una unidad, incluso con toda la creación. Si no dime ¿no tomas tus decisiones según las necesidades de tu familia o la influencia de tus compañeras, amigos, profesores…? Todos, para bien o para mal, condicionamos a los demás y somos a la vez influenciados por ellos.
—Por eso hemos de cuidar nuestras relaciones con los demás y saber cómo comportarnos. Hemos nacido en una familia —comentó Marta—, pertenecemos a un concreto círculo social, y aunque nos cueste admitirlo, todos dependemos de todos y todos influimos en los demás para bien o para mal. Lo que somos es el resultado de mi yo y de mi entorno.