DIÁLOGO INTERSOCIAL

Los cristianos de hoy estamos llamados a escuchar los signos de los tiempos discerniendo por donde sopla el Espíritu de Jesús resucitado que quiere ser Señor del siglo XXI. ¿Qué nos pide la sociedad de hoy? ¿Cómo pasar por la historia de nuestra existencia siendo sal, levadura, iluminando el camino de nuestros coetáneos? Hay que pasar de una moral del miedo al castigo y una pastoral de amenazas y ataques, a una visión de la vida cristiana responsable y abierta a la fraternidad y la solidaridad, a lo social y a lo ecológico. Hay que profundizar y tratar de vivir los valores del Reino como justicia, honradez, tolerancia, equidad, legitimidad …, en una palabra, hay que desarrollar en nosotros la potencialidad del amor fraterno, en diálogo interdisciplinar con las ciencias sociales, políticas y científicas.

Voy a presentarte pinceladas sobre este tema, comenzando por algunas de las apreciaciones y argumentos de Andrés donde se refleja su proceder ante su compromiso existencial a nivel social.          

Después de terminar las actividades de la tarde en el club, he estado charlando con Andrés en su despacho. Tenía una lista muy larga de interrogantes desde mi asistencia a su clase y pretendía que él me las aclarara.

—Me gusta que me expliques, eso que llamáis los deberes que tiene una ciudadanía responsable.

—Bueno, yo creo que la persona tiene que sentirse y actuar como parte constructiva de la sociedad donde vive, y nadie puede privarle de este derecho, ni ella misma debe evadirse de esa responsabilidad.

 —Entonces, ¿tú apoyas eso que todas personas tienen su papel sociopolítico en la historia?

—Si, así es. Pienso que nadie se puede quejar de estar viviendo en una sociedad que no es de su agrado, si no intenta poner los medios para transformarla, si no trata al menos de mejorarla participando, como un ciudadano con responsabilidad.

—¿Crees esto fácil?

 —No, no lo es. Pero las lamentaciones y quejas sin hacer un intento por ayudar no llevan a la solución de las situaciones incómodas. Esa postura pasiva son quejas estériles que terminan por engendrar pesimismo y desaliento o en el peor de los casos una indiferencia, pasotismo y aburrimiento ante la causa social, y no conducen a nada bueno.

—¿Tú crees en democracia?

—Como te decía, estoy convencido de que todo hombre tiene derecho a participar libremente en su bienestar social, y este es el principio fundamental de todo sistema democrático, la participación de todos los ciudadanos, colaborando en el perfeccionamiento del desarrollo cívico más inmediato, donde el bien de todos se ha de construir con la cooperación de cada uno.

—¿Es clasista vuestra sociedad?

—¡Por supuesto que sí! La situación social en la que vivimos está cimentada en el tener y no en el ser. Por eso funcionamos entre las categorías de los ricos, inteligentes, poderosos… El que tiene dinero, poder, capacidad intelectual… es el que triunfa, aunque esto lo haya adquirido de una manera poco honesta, y así no construimos positivamente el bienestar de todos, puesto que el que carece de esas cosas, a veces por no querer pactar con ciertos valores, éste se puede encontrar marginado o sencillamente quizás nunca alcance a ser influyente en la sociedad. Pues, aunque en teoría se afirme que todos somos iguales y tenemos los mismos derechos, en la práctica sabemos que no es verdad, y que en ocasiones se llega a violar los principios más elementales de los derechos humanos, por mucho que se diga que la democracia está a favor de estos principios

—¿Y cuál es vuestra propuesta?

—Sin duda, el ir sensibilizando a los ciudadanos del deber de construir otra realidad social, siendo conscientes de sus obligaciones cívicas, contribuyendo en la cooperación solidaria, a fin de que todos disfruten de una aceptable calidad de vida, al menos con sus necesidades más elementales cubiertas.

—¿Tú crees que mejoráis el futuro?

—¡Por supuesto! Ya te he dicho que la solución está en no lamentarnos inútilmente sino en ayudar al cambio para mejorar. Es verdad que la meta es muy ambiciosa, pero creo que al final el bien va a triunfar, y si nos juntamos los que tenemos esta esperanza, y trabajamos por el bien común algo conseguiremos ¿no te parece?

—Puede ser…

—Por mi parte no quisiera pasar por la historia sin haber puesto mi grano de arena para lograrlo. Porque esto es urgente. Si, urge que nos comprometamos socialmente si queremos de verdad que suenen voces que proclamen la justicia, la solidaridad, la participación responsable… Este ha de ser nuestro empeño, ir buscando hacer el bien junto a las personas que tengan estas mismas inquietudes.

—¿Es así donde terminará la pobreza?

—Este es un tema muy complejo. Como ya te he dicho, espero que algún día caigamos en la cuenta de que todos tenemos derecho a tener cubiertas las necesidades más básicas, cosa que aún no es una realidad.

—Esto me suena a… ¿cómo se dice… utopía?

—Quizás te parezca una meta inalcanzable, pero sabemos hasta dónde pueden llegar nuestras fuerzas y no por eso nos acobardamos ni renunciamos a la lucha.

—¿Cómo me explicas de los países donde los gobernantes buscan su bien económico propio o sólo gobiernan para mandar y dominar?

—Eso es parte de lo que te he comentado. Cuando el poder político está en manos de desaprensivos que sólo tienen miedo de perder su plataforma de poder y dominio, su cómoda existencia y su alta posición social, sin meterse en el tema de la solidaridad apoyando el bienestar de todos los ciudadanos, asistimos al descrédito y al propio suicidio de las instituciones políticas.

—¿Tú crees esto?

—Estoy completamente seguro de que el pueblo tarde o temprano se levantaría contra los que así abusan de su poder. Los gobernantes tendrían que plantearse su situación y saber que esto los llevaría a ser los primeros en perder sus privilegios. ¿No te parece?

—Si, me temo tienes razón. ¿Cómo van a responder a las necesidades más urgentes de los ciudadanos, si con esto no se benefician, sino que tienen que renunciar de lo suyo para todos?

—Veo que lo vas captando. Además, hay otro problema que es el que surge en los países donde se pone como meta la producción a consta de la explotación de los propios trabajadores.

—Si, algo leo de esto en una crítica de la sociedad de consumo.

—Son planteamientos económicos que no miran en absoluto la dignidad de la persona. Las fuerzas laborales están organizadas para obtener el máximo beneficio sin tener en cuenta las condiciones de vida de los trabajadores, que son al fin y al cabo los que hacen progresar la economía con sus esfuerzos y sudores. La persona es explotada y sólo se le mira como un instrumento más de la productividad.

 —Y así sólo se enriquecen los jefes ¿verdad?

—Así es. Los beneficios del desarrollo económico siguen estando en manos de unos cuantos poderosos que mueven los hilos de toda la producción.

—Ya veo.

—Por eso es urgente hacer propuestas alternativas desde la base para cambiar el sistema, poniendo en primer eslabón en el respeto a todas y cada una de las personas que la forman.

—¿Y cuál es tu propuesta?

—Pues verás, tenemos un programa de orientación ciudadana, en el que se informa a la gente de sus auténticos derechos. También es muy importante la educación de los valores para ir tomando conciencia de que las relaciones humanas tienen como base la igualdad, aboliendo toda forma de explotación y discriminación y por último nos interesamos por la formación de conciencias rectas, honradas, íntegras, que no se dejan embaucar por la injusticia, la inmoralidad de los ambientes que buscan el engaño y el fraude social.

—Esto suena muy interesante.

—Así es. Yo creo que es el camino por el que se podría llegar a construir una sociedad donde se respete al ser humano en toda su dignidad. Cuando el ciudadano conoce sus derechos y los exige, la autoridad ejecutiva no le queda otra alternativa que actuar en favor de esas voces.

Este es el secreto que encierra el vivir cotidiano de este colectivo humano desde donde se desarrolla toda la trama de la novela, en un ambiente de iniciativas educativas y sociales.

UN CAMBIO DE VIDA COLECTIVO

El seguimiento de Jesús es personal, pero no individual, es comunitario, es un formar parte de un colectivo que no sigue una doctrina, ni una filosofía, ni una ley, ni un catecismo… es un seguir junto con otros, a una persona, Jesús de Nazaret, que tuvo como proyecto de vida el hacer realidad el sueño amoroso de Dios Padre para toda la humanidad.

Esto es lo que M95 intuyó con la información que le estaba proporcionando Juan, sobre el encuentro de Andrés con el supuesto S.H., por eso le preguntó:

—Y ¿cuál es los planes de vosotros de trabajar con la gente?

—Bueno, para que lo entiendas desde tu propio modo de ver las cosas, digamos que nuestra filosofía es anunciar un cambio de vida, para aquellos que buscan la auténtica felicidad.

—¿La auténtica felicidad? ¿Quieres explicar más?

—Mira, la esperanza de una felicidad eterna no es algo que convence a todo el mundo, pero sí la búsqueda de una vida mejor en el aquí y ahora, por eso creemos que hay que lucha por conseguir mejorar nuestra realidad cotidiana, sabiendo que la felicidad autentica va más allá de la vida, pero no podemos esperar que aquella llegue pasivamente ni con resignación estoica. No es algo que se realizará en un después lejano, en un luego más allá de este paso por la vida terrena. Es un después que tiene sus comienzos ya. Estamos experimentando sus primeros brotes aquí y ahora, por eso los que hemos descubierto esta verdad y nos hemos apuntado a este programa de vida, podemos, después de varios años de experiencia, proclamar que es una realidad, que con nuestro programa existencial somos felices ya; aunque con las limitaciones por nuestra corporalidad, vivimos la ilusión y la esperanza de una felicidad para toda la eternidad.

—¿Tú crees así? … El sentido este de la vida ser nuevo para mí.

 —¿Acaso no sientes en lo más sincero de tu interior que has nacido para ser feliz? ¿No estás más contenta cuando haces el bien, cuando ayudas a los demás, cuando todo a tu alrededor es armónico?

—Bueno, pero creo que hablamos distinto significado del mismo vocabulario. No lo veo tan fácil.

—Por supuesto que no es fácil, pero ¿qué es para ti la felicidad?

—-Pues… No sé si es la manera que estás diciendo.

—Ser feliz es ver satisfechas todas tus necesidades. TODAS. Quiero decir desde las más elementales a las más profundas. Y esto no se consigue si no se vive rodeado de justicia, equidad y solidaridad valores que se conquistan con el auténtico amor. Porque el hombre no se puede realizar solo, por tanto, no conseguirá la felicidad mientras no tome conciencia de sus niveles colectivos y no se ocupe de ir construyendo una sociedad de gente feliz. Nuestro mundo necesita de personas comprometidas con el bienestar de todos los ciudadanos. El primer paso por dar es ser consciente de la dignidad y los derechos de cada persona, empeñarnos en que cada uno pueda disfrutar dignamente de su vida, ser respetado en su originalidad y saberse libre para escoger y decidir su propio destino ayudando y respetando a los que caminan junto a él a la vez que se sabe ayudado y respetado por sus semejantes.

 —-Si, ya sé, eso que se lee por ahí de que todos somos iguales y todos somos únicos.

—Algo así. Todos tenemos derecho a ser respetado en nuestra singularidad y a la vez somos conscientes de que formamos la gran familia de la humanidad, y en una familia todos son dignos de ser amados, ayudados y comprendidos.

—Esto suena muy bonito, pero es todo muy nuevo. Yo no pensar así.

—Ya, pero ten en cuenta que no estoy hablando de algo original, es elementalmente humano. La sociedad actual necesita recuperar este valor tan esencial para saber convivir. Por eso nos hemos propuesto empezar por los más cercanos, intentamos ir creando pequeños grupos donde todos nos ayudemos a ir descubriendo la trascendencia de los valores humanos y a hacerlos vida en nosotros para poder entender y ayudar al que convive conmigo. Aquí tratamos de sentir con los otros los problemas, las inquietudes, las necesidades y las alegrías de cada uno, sabiendo que todo tiene una repercusión colectiva, porque nos hacemos solidarios y el compartir libremente fortalece nuestro desarrollo personal. Este es el secreto de nuestra felicidad.

—¿De verdad vosotros vivir como tú dices?

—¿Acaso crees que puede haber auténtica felicidad cuando palpas la injusticia y los individualismos a tu alrededor?

—Bueno, así pensado… Pero… ¿yo debo pensar que otra persona es como yo y lo que yo tengo, tiene que tener él?

—Así es. Todos somos iguales como seres humanos, por tanto, yo no merezco más ni menos que los otros.

—Es cierto, pero no es en la práctica.

—Esa es una penosa realidad. El aceptar el pluralismo y las diferencias, no está reñido con la igualdad y los derechos de cada uno. Todos tenemos derecho a alcanzar lo mejor en nuestras vidas sin ser coartados ni manipulados y esto es muy difícil pues la psicología humana es muy complicada y posesiva, por eso hay que estar muy alertas para no ser dominadores ni dominados por nadie. Sólo así construiremos una sociedad libre y feliz para todos.

—Pero no estáis solos en este mundo.

—Es verdad, pero al menos tratamos de ayudarnos a niveles de cercanía, proponiéndonos llegar a tantos lugares y ambientes donde estamos ligados en la vida cotidiana. Allí buscamos el compartir con los otros sus inquietudes sabiendo que cuando uno ve que el otro se preocupa de verdad por él, que le escucha con respeto y se interesa por sus interrogantes y preocupaciones, por su angustiosa búsqueda de sentido existencial… entonces puede comenzar un diálogo en profundidad. Sólo cuando nos sabemos respetados y reconocemos en el otro su libertad y su verdad, podremos establecer unos lazos que ayudan a dar de sí lo mejor.

—Esto suena muy interesante

—Sí que lo es. Hemos conseguido crear un cuerpo social donde se comparte plenamente las condiciones de vida y de trabajo, las dificultades, las luces, las sombras y las expectativas de todos los que formamos este colectivo humano. Nos sabemos empeñados en ir construyendo un ambiente favorable, para crear una sociedad más humana y hacer realidad el auténtico bienestar para todos. Tratamos de ayudarnos mutuamente para llegar a una ciudadanía que realmente está cómoda y es feliz en su existencia cotidiana.

—¿Y sois muchos los felices?

—¡Ja, ja, …! Me hace gracia ese calificativo, pero si te refieres a las personas que estamos empeñados en este programa, te diré que cada vez nos van conociendo más gente y algunos se convencen de que vale la pena intentarlo. Pues al fin y al cabo no anunciamos nada extraño a la condición humana, ya que ninguna persona que está satisfecha y feliz se entretiene haciendo el mal o tratando de fastidiar al vecino. Nuestro único deseo es llegar al corazón del cercano, amigo o colega para abrirle al sentido pleno de la existencia humana que es lo único que puede dar razón íntegra a la vida. Si los padres son felices la familia funcionará, si el profesional está contento en todas sus dimensiones rendirá más, si el estudiante está bien motivado dejará de ser una preocupación para el maestro… Si la sociedad es feliz, muchos males desaparecerían por sí mismos. La infelicidad arruina la vida humana, provoca agresividad y seres inconformistas.

¿Qué te parece el programa? Te aseguro que no es una utopía, sino una realidad hecha carne en los seguidores del Señor Jesús en el siglo XXI. Son personas que se saben elegidas, llamadas a colaborar en la acción salvífica de Dios en la historia presente, viviendo el proyecto del Señor apoyados en su Palabra y aprendiendo de su vida, desde cualquier lugar de la geografía humana.

Una propuesta social

Este colectivo humano que comenzó a plantearse el sentido de sus vidas hace unos años, es ya un a realidad que merece ser estudiada.

M95 está sorprendida y extrañada de tanta novedad. Veamos lo que Juan le va explicando del proceder de ese grupo social

     » Nues­tro mundo necesita de personas comprometidas con el bienestar de todos los ciudadanos. El primer paso por dar es ser consciente de la dignidad y los derechos de cada persona, empeñarnos en que cada uno pueda disfrutar dignamente de su vida, ser respetado en su originalidad y saberse libre para escoger y decidir su propio des­tino ayudando y respetando a los que caminan junto a él a la vez que se sabe ayudado y respetado por sus semejantes.

     » Tratamos de ayudarnos a niveles de cercanía, proponiéndonos llegar a tantos lugares y ambien­tes donde estamos ligados en la vida cotidiana. Allí buscamos el compartir con los otros sus inquietudes sabiendo que cuando uno ve que el otro se preocupa de verdad por él, que le escucha con respeto y se interesa por sus interrogantes y preocupaciones, por su angustiosa búsqueda de sentido existencial… entonces puede comenzar un diálogo en profundidad. Sólo cuando nos sabemos respetados y reconocemos en el otro su libertad y su verdad, podremos establecer unos lazos que ayudan a dar de sí lo mejor.

     » Hemos conseguido crear un cuerpo social don­de se comparte plenamente las condiciones de vida y de trabajo, las dificultades, las luces, las sombras y las expectativas de todos los que formamos este colectivo humano. Nos sabemos empe­ñados en ir construyendo un ambiente favorable, para crear una sociedad más humana y hacer realidad el auténtico bienestar para todos. Tratamos de ayudarnos mutuamente para llegar a una ciu­dadanía que realmente está cómoda y es feliz en su existencia cotidiana.

     » Todos tenemos derecho a ser respetado en nues­tra singularidad y a la vez somos conscientes de que forma­mos la gran familia de la humanidad, y en una familia todos son dignos de ser amados, ayudados y comprendidos.

» Ser feliz es ver satisfechas todas tus necesidades. TODAS. Quiero decir desde las más elementales a las más profundas. Y esto no se consigue si no se vive rodeado de justicia, equidad y so­lidaridad valores que se conquistan con el auténtico amor. Porque el hombre no se puede realizar solo, por tanto, no conseguirá la felicidad mientras no tome conciencia de sus niveles colectivos y no se ocupe de ir construyendo una sociedad de gente feliz