De nuevo hemos de situarnos ante el tribunal del Supremo Consejo del Orden Mundial
—Se presenta la agente M95 para informarles mi decisión sobre el proyecto encomendado.
—Y bien agente, ¿Ya han decidido reestructurar el trabajo como se les indicó?
—Siento defraudar a sus Señorías, pero me sé incapaz de reconstruir el informe ignorando toda la riqueza que ha supuesto para mí las reflexiones sobre esta experiencia.
—¡Qué desfachatez!

—Les ruego que me permitan expresarme hasta el final. Por honradez personal quiero proceder sabiendo cual es mi autentica misión. Ya no es el saberme enviada por los responsables del proyecto a estudiar aquella civilización, sino que he descubierto el sentido de mi existencia al saberme llamada a transmitir a mis coetáneos el misterio de la dimensión espiritual de la persona. Sé que existe en nosotros, como nuestro corazón y nuestro cerebro una dimensión transcendental que se nos escapa pero que no podemos ignorarlo si de verdad creemos en el desarrollo y evolución de la humanidad. Ahora me resulta difícil prescindir de ello. Como el aire que respiro que, aunque no lo veo siento necesidad vital de poseerlo, así me sucede con la experiencia de saber que nuestra existencia es mucho más que materia, que no es sólo un ser que nace, crece, se desarrolla y muere. Tienen que comprender que nuestra capacidad existencial no se puede reducir a sólo eso, pues existe en nosotros, en lo más profundo, un misterio inabarcable pero real que va más allá de nuestros sentidos, nuestro pensar y razonar. Es algo que se le escapa a la ciencia porque salta a otra dimensión donde ella nada tiene que ver, pero que nos pertenece como seres privilegiados de la existencia viva. Por todo ello, sería un error por mi parte, presentar el informe mutilado cuando tanta riqueza puede proporcionarnos el profundizar en lo que acabo de mencionar.
—Agente M95, ¿cómo se atreve a hacernos perder el tiempo con ese discurso tan caótico?
—Me temo que se ha dejado corromper por aquellas gentes. Pero no pretenda que esta generación le escuche. Se estudia la historia para que nos enseñe a progresar y para no caer en los errores del pasado. Tomar sus mismos parámetros mentales es retroceder. Y esto puede tener un alto precio, con el riesgo de llegar a cometer sus mismas equivocaciones.
—Permítanme sus Señorías que, les diga según mi humilde percepción, que nuestra civilización no es mejor que aquella por muchos avances técnicos y científicos que tengamos. Es verdad que, como humanos, en todas las épocas históricas se pueden detectar auténticos fallos, y estoy de acuerdo con que se necesita un distanciamiento generacional para juzgarlos con una óptica más real. Pero también les pido que abran sus mentes y que sepan aceptar que quizás podemos haber dejado en el camino algo valioso que sería interesante retomar.
—¿Por qué no se convence de que lo que ellos vivieron nunca podemos tomarlo como punto de partida, sino que siempre hemos de ir por caminos paralelos, sin mezclar nuestro perfil de comportamiento con el de ellos?
—De todas las maneras tienen que reconocer que nuestras mentes están embotadas por tanto razonamiento pragmático y tanto relativismo. Me temo que somos unos ignorantes en lo que respecta a nuestra vida más profunda. Hemos perdido esa dimensión espiritual que sin duda también forma parte del ser persona.
—¡Basta ya agente! Déjese de comportarse como un vulgar pensador de la Edad Media. Ya hace tiempo que todo este discurso pasó. No son más que fantasías y grandes palabras vacías de contenido para el pensamiento actual.
—No se puede olvidar que los mayores sistemas filosóficos, fueron el despertador de una sociedad dormida, pero que fueron los grandes sistemas de pensamiento no productivo los que llevaron a la ruina a las distintas civilizaciones de la historia.
—Así es. Hace tiempo que la humanidad se apartó de esas teorías, hoy sin sentido para el ciudadano de nuestra época. Hemos conquistado una sociedad muy progresista y eficiente y no podemos perder el tiempo con filosofías baratas. Lo que soluciona el presente, nuestro vivir diario, es lo que pronostica el desarrollo de la humanidad, todo lo demás son sistemas añejos.
—Bueno, yo creo que esto va a caer por su propio peso —intervino C60 —. Si seguimos con el proyecto verán que aquella generación también era vulnerable, y pronto advertiremos cómo no fue oro todo lo que ahora aplaude la agente M95.
—Me temo que nos hemos equivocado con Usted. Parece mentira que así nos haya fallado.
—Así parece ser. Tendremos que lamentar nuestro grave error al confiarle tan arriesgada misión si sigue insistiendo en resistirse a obedecer.
—Si que es lástima. Una persona que prometía tanto…
—Es cierto. —comentó el Mayor C60 — Se le seleccionó y preparó entre muchas candidatas para esta investigación, se le envió para cumplir un encomendado concreto, pero parece ser que ha sido incapaz de llevarlo a buen término.
—Sí. Parece que no ha sabido responder a la perfección que de usted se esperaba, por lo que tendremos que vernos obligados a proceder en consecuencia.

—Puede ser que me haya excedido, que haya abusado de la confianza que se puso en mí. No sé cómo sería el final de aquellas personas, pero fuera lo que fuere, nadie me puede quitar la experiencia que he vivido. Aunque me retiren del proyecto, aunque este tribunal sentencie la pena máxima en mi contra, se ciertamente que no estoy errada. He descubierto una vida diferente y aunque no sepa o no pueda transmitirla a los demás, la siento en lo más profundo de mi ser y nadie podrá arrebatármela. Y por mucho que sus Señorías insistan, ni yo misma puedo ya liberarme de ello. Estoy tan convencida, que me atrevo a afirmar como cierto que ya exista, ya desaparezca, en la vida y en la muerte, sé que S.H. no es un mito. Nunca lo he visto con estos ojos carnales, pero es una realidad y sé con certeza que no estoy equivocada. Tampoco puedo explicar cuando empezó todo esto, pero me sé habitada por dentro, siento la misma experiencia interior de su presencia como la pudieron vivir Andrés, Marta, Juan… cualquiera de aquellos.
—Señorías, ¿vamos a seguir escuchando tanto desatino?
El superintendente Mayor C60, poniéndose de pie intervino diciendo:
—Agente M95, como promotor y último responsable de este proyecto, me siento confundido ante la trayectoria que está tomando esta situación. ¿Cómo se le ha ocurrido al acercarse a aquella generación optar por ellos? ¿Quién le garantiza que consiguieron alcanzar sus fantasiosos ideales? -—Señores, les ruego que vayan concluyendo, el tiempo apremia.
El consejo se puso a deliberar entre ellos:
—Creo que se ha de seguir con la investigación, aunque haya que prescindir de una de nuestras mejores agentes. Este es el riesgo del progreso, todos cometemos errores y al parecer el agente M95 es uno de ellos.
—Sin duda nos equivocamos al confiar en ella y el precio de este fallo puede ser grande.
—No tendríamos que haberla dejado hablar con la prensa. Espero que se revisen los artículos antes de ser publicados.
—Sí, estamos en ello —aclaró C60.
Estos minutos de espera se hicieron eternos para la agente M95 que permanecía de pie ante el tribunal.
Por fin el Mayor C60 dirigiéndose a ella le dijo en voz alta:
—Agente M95, puesto que no ha sido capaz de merecer la confianza que este Supremo Consejo depositó en usted, será condenada por él mismo. Mañana mismo recibirá la sentencia. Y si no tiene más que alegar, se levanta la sesión.
—Un momento Señorías, sí que quiero añadir algo. Alego que esta decisión es sólo mía. Quiero decir que por ningún motivo deben dudar de la honradez del agente V71. Él en todo momento trató de advertirme y persuadirme para que me mantuviera firmemente fiel a las normas establecidas. Y si en alguna ocasión no aparece clara su postura quiero que conste que siempre era yo la que le obligaba a informar de todo lo que yo estaba viviendo, como a mí me parecía que debería ser contado.
—Agente M95, estamos tratando su proceso y como tal queda levantada la sesión.