De niña a mujer (7)

» Habían pasado unos tres meses cuando un día, por pri­mera vez, no aparecí por la cabaña a la hora convenida. Él se cansó de esperarme y fue directamente a buscarme. Me encontró medio dormida en mi habitación. Bruscamente entró y me preguntó casi gritando:

‘¿Por qué no has venido?

‘Hoy no me apetecía —dije en un susurro de voz para evi­tar que me oyeran en las otras habitaciones, al tiempo que me incorporaba y me cubría hasta el cuello con la ropa de la cama.

‘¿Por qué? ¿Qué te ha hecho cambiar de opinión? —me preguntó cogiéndome fuertemente de un brazo para obli­garme a salir de la cama.

‘¡Suéltame! —le ordené forcejeando con él—. Me estás haciendo daño.

‘Perdona —Se disculpó soltándome. Y continuó sentán­dose a mi lado y llevándose mi mano a sus labios—. Pero es que me costaría mucho el que terminara todo así. Sabes que no podría pasar sin ti.

‘Pues tendrás que ir acostumbrándote, porque esto se acabó —le dije retirándole la mano.

‘¡Qué dices insensata!

‘Bueno, tarde o temprano tenía que suceder, así que tienes que saber que estoy embarazada —le confesé bajando los ojos como si con ello ocultara mis sentimientos de culpabilidad.

‘¿Cómo? ¿Estás segura? ¿A caso no te has cuidado como te advertí con aquellas pastillas que te di?

‘No. Tuve miedo y las eché por el váter.

‘¡Desgraciada ignorante! ¿Y ahora qué?

‘Ahora ya ves, esperando un hijo tuyo.

‘Esto no es lo convenido. A ninguno de los dos nos inte­resa. Tendrás que pensar en deshacerte del crío.

‘¡Eso nunca! —Le contesté con firmeza.

‘Pues si te empeñas en seguir, tú verás cómo afrontas la situación. Esto ha sido sólo culpa tuya porque eres una ca­bezona y como te empeñas en no seguir mis consejos ¡arré­glatelas! —Y dando media vuelta, se marchó dando un por­tazo que hizo vibrar los cristales de la ventana. Seguro que todos en la casa lo oyeron, pero de esto no tengo noticia. Allí, en mi habitación me pasé el resto del día, pero nadie se preocupó de mí.

» A la mañana siguiente traté de no encontrarme con mi madre, cogí cuanto dinero tenía ahorrado, metí mi ropa en una bolsa y después de dejar una carta encima de la cama, salí hacia la puerta de la finca, a esperar que mis hermanos marcharan a la escuela en la furgoneta. Les dije que iba a pasar unos días a casa de una amiga y me despedí de todos.

» En cuanto me vi sola, me dirigí a la estación y cogí el primer tren que pasó, bajándome en la última ciudad donde este moría.

—Sin duda que mi padrastro es un hombre muy inteligente —concluyó en su relato Elsa

Sabía que a la fuerza y con amena­zas no conseguiría su propósito de tenerme a su merced, como él pretendía. Y al verme tan resuelta perdió todos sus falsos en­cantos. Gracias a Dios pude salir de aquella situación, pues lo que más temía era verme indefensa ante su ternura y halagos y caer en la tentación de abortar como él pretendía. Ahora veo que era como una sutil araña envolviéndome en su tela. De ninguna ma­nera debía consentir más aquello que tanto me trastornaba y que podía llegar a convencerme de que tenía que abortar. ¡Matar a mi propio hijo! Ya sé que hay jóvenes que no piensas como yo, pero yo sigo creyendo que lo esencial en la mujer es la maternidad y no concibo el renunciar a ello por egoísmo o por lujuria.

» ¡He disfrutado tanto cuando la iba sintiendo moverse en mi interior!, ahora comprendo el gesto de las futuras madres tocán­dose la tripa porque ahí va sintiendo como va creciendo su bebé. Y ¿qué decirte del momento del parto? Cuando notas al bebé sa­lir y le ves todo amoratado y embadurnado como de una grasilla blanca y te lo ponen encima. Desde ese instante no puede nada, absolutamente nada, hacer que deje de ser tu bebé y ese momento queda grabado para siempre en tu corazón. Y piensas: ‘¡Es mi hija! Esa personita que tengo ahora sobre mi pecho, ¡es mi hija! Que ha estado todos estos meses viviendo, formándose, creciendo, ali­mentándose y respirando, porque yo la he protegido dentro de mí.

» Por todo esto nunca podré dar suficientes gracias al Señor por haberme librado de mi padrastro y haberme puesto en mi camino a Marta. Ha sido como si hubiera roto un pacto con el mismo diablo y encontrar compensación con las atenciones de un ángel. Esto ha sido Marta para mí. Sobre todo, me ha ayudado a confirmarme en mis principios, y ahora sé que, aunque hice mal, mis convicciones son rectas.

Quisiera hacerte unas preguntas. —Le propuso M95

—¡Adelante!

¿Cuántos años tiene tu padrastro?

—Cuarenta y dos y mi madre treinta y siete.

¿Otra?

—¡Vale!

¿Sabe tu madre dónde estás?

—No. Sé que es muy duro para ella, pero temo que si le doy cualquier pista él se lo saque y le dé por venir a buscarme. Pero tuve ocasión de mandarle una carta y le dije a Juan que la enviara desde otra ciudad. En ella le contaba parte de la verdad, lo sufi­ciente para que esté tranquila, pero nada le dije para que pueda localizarme.

Una última pregunta.

—Las que quieras.

¿Qué significa eso de que tú eras su amante?

—Bueno, eso le llamamos al hombre y la mujer que tienen relaciones íntimas sin estar casados. 

(Reflexiones de M95 ante su realidad)

¿Quién de nuestra sociedad sabe que la función principal de la existencia de la mujer es el ser madre? ¿Quién de nuestras jóvenes pue­den sospechar que son capaces de engendrar e ir formando en ella un nuevo ser como se hace en nuestros laboratorios? ¿Cómo reaccionarían estas mujeres si se enteraran que nuestras adolescentes desde el momento de su primera menstruación hasta los 21 año que celebran la mayoría de edad con el rito del cierre de la trompa de Falopio permanecen com­pletamente aisladas del mundo masculino? (4)

» Y yo me pregunto: ¿Qué función le queda por cumplir a la mujer en nuestra generación? ¿Somos individuos sin un papel propio, dado que se nos privó de nuestra función reproductora? ¿Es un avance el haber privado a la mujer de la experiencia de ser madre?

» Cuando he sido estos meses testigo de tantos sentimientos positivos respecto a este asunto, sin duda que me cuestiono nuevamente el poner en duda los avances de nuestra civilización en esta materia. ¿Es más humano que las relaciones sexuales se limiten a ser simplemente una satisfacción de los placeres higiénicos de los adultos?

» He aquí como hemos ido perdiendo el sentido relacional de la pareja y su misión de formar una familia. La madre probeta es la encargada de la gestación y el desarrollo del bebe. Hemos privado a nuestras mujeres de algo tan hermoso como debe ser (según he podido comprobar por la información de estos meses) la experiencia maternal de sentir el crecimiento de un bebé dentro de ellas.

¡Esto es impensable para nuestra generación femenina!

¿Otro avance del progreso de nuestra civilización?

__________

(4) Lo que ni ella misma sospecha es que todas las adultas de su generación fun­cionan con un ovario sólo, ya que, en aquella ceremonia, se lo extirpan para fecundarlo en los laboratorios maternos.

FIN del capítulo 15 DE NIÑA A MUJER

De niña a mujer (2)

» Tenía yo ya trece años, cuando una tarde, al volver de la escuela, vimos que alguien estaba en la casa grande, había un coche blanco, que a mí me pareció muy grande, en la puerta. Mi padre se dirigió hacia allí en cuanto nos dejó en casa.

» Aquella noche, oí que mi padre comentar a mi madre:

‘Dice que se va a quedar aquí por una larga temporada y que mañana arreglaremos los asuntos del trabajo. Quiere que tú vayas a servirle como hacías con sus padres. Sólo piensa ocupar la planta baja y dice que mañana mismo irá al pueblo a buscar quién te ayude con tantísimo polvo y suciedad acumulada en estos años. Pues eso, que vayas cada mañana, el desayuno, el arreglo de la casa, de su ropa y la comida. Por lo demás que piensa ser muy generoso y que compartiremos más los beneficios.

» Pero hubo más, también compartieron la mujer. Aunque de esto no se enteró mi padre hasta que, pasado casi un año, un día ella tuvo que confesarle, entre suspiros y llantos, que estaba embarazada del patrón. Yo estudiaba en la pieza de al lado y pude seguir la conversación, porque no se preocupa­ban del tono en el que hablaban y como quería enterarme bien, me atreví a mirarlos a través de las rendijas de la puerta de madera.

‘Al principio no fue así —le explicaba mi madre—-. Pero un día, yo le vi que me rondaba mucho mientras le hacía la comida. Se sentó en la mesa de la cocina frente a mí y me dijo que ya no podía más, que estaba cansado de estar solo. Yo le aconsejé que se buscara alguna moza, que era joven y bien parecido y que estaba segura de que cualquier chica se sentiría honrada con ser la elegida. Pero él me dijo que no tenía ninguna necesidad de ir a buscar a nadie porque estaba yo. ¡Me cogió tan de sorpresa!, que me costó reaccionar.

‘¡Será sinvergüenza! —Comentó mi padre fuera de sí.

» Mi madre se le acercó más y le tomó la mano. Él quiso rechazarla, pero se contuvo. Ella continuó:

‘En cuanto pude, le quise hacer ver lo absurdo de la pro­puesta. Pero por más explicaciones y razones que traté de darle, no quiso ceder. ¡Se había encaprichado conmigo y no había manera!

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‘¡Yo lo mato!

‘Espera. Al principio trató de ir por las buenas, pero cuando vio mi resistencia me amenazó con echarnos a to­dos de la finca.

‘¡El muy hijo de perra!

‘¿Qué otra cosa podía hacer? ¿Qué iba a ser de nosotros si no cedía? Por supuesto que yo temía este momento de tener que contártelo, por eso traté siempre de ocultártelo, pero esto ha llegado muy lejos. Engañarte con un hijo de otro, ¡es demasiado!

‘¿Y él sabe que estás preñada? —la voz le salía ronca. Ella veía que a medida que le iba relatando los hechos, se iba congestionando, pero ahora tenía que seguir.

‘No te fatigues. Déjame llegar hasta el final, pero tienes que serenarte porque me está dando miedo que te de algo.

‘¿Y cómo quieres que esté? ¿Tengo que aplaudir lo que te ha hecho ese niñote miserable y prepotente? —los gritos eran ensordecedores.

‘Por favor, Tomás, cálmate —le insistía con un hilo de voz—. Hazlo por nuestros hijos, no quiero que se enteren. Ya sé que esto es muy vergonzoso. Es el precio de los po­bres. Pero esta mañana se lo he dicho.

‘¿Y cómo ha reaccionado?

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‘Me ha dicho “¿No tienes marido? Pues es lo más lógico. ¡Mi enhorabuena!” y yo le contesté “Usted bien sabe que este hijo que llevo en mis entrañas no es de él”. Y continuó desafiándome: “¿Ah, no? ¿A caso vas a poder demostrarlo?” Y siguió con tono autoritario

“¡Por supuesto que es de él! Y no quiero oír ni una palabra más sobre este asunto. Arrégla­telas para que esto salga sí, por el bien de todos”.

‘¡Yo lo mato! —dijo mi padre levantándose bruscamente y dando un puñetazo en la mesa.

» Pero un ataque de tos le hizo retroceder. Mi madre le asió del brazo y le devolvió a la silla. Le ofreció un vaso de agua mientras le frotaba la espalda intentando que se relajara y prosiguió:

‘¿Qué ganaríamos recurriendo a la violencia? ¿Quieres hacer desgraciada a tu familia? Guarda tu orgullo de mari­ do ofendido. Tú sabes —continuó mientras le acariciaba el pelo y atraía su cabeza hacia su regazo— que siempre serás mi único hombre. Pero este es el destino de los pobres.

» Así estaban las cosas.

» Durante aquel año, la finca prosperó mucho. El amo se asoció a una cooperativa agrícola que le proporcionó toda lo necesario para organizar la finca, aperos, semillas, plantas… toda clase de material, abonos, maquinarias… y contrató a nuevos jornaleros. Prepararon los olivos olvidados, y se aco­taron varias hectáreas para sembrar. Construyeron un lagar para almacenar la cosecha con una prensa para las aceitunas y una refinería de aceite; aumentaron los animales y se ins­talaron técnicas modernas para aprovechar al máximo los productos lácteos. Seis jóvenes parejas de los temporeros fueron contratados como agricultores permanentes y se les ofreció vivienda. Para ello se construyeron pequeñas casas con dos habitaciones, un cuarto de baño completo y una buhardilla, además de un espacio grande en la entrada que servía de cocina-comedor. Cada casa tenía un pequeño tro­zo de terreno para la propia asistencia familiar.

»Como mi padre no gozaba de buena salud, y conside­rando su fidelidad de tantos años, se le dejó prácticamente que siguiera haciendo lo de siempre, vendiendo en la ca­mioneta sus productos a los clientes de toda la vida, pues la envergadura que tomaba la finca iba más allá de sus posibili­dades. Con todo esto, pudo soportar el llevar medianamente sus fatigas asmáticas, pero aquello de ser “padre postizo” le costó la poca salud que le quedaba. Y durante el invierno siguiente fueron cada vez más persistentes los ataques. To­dos temíamos que se ahogara en uno de aquellos golpes de tos tan fatigosos. Hasta que una noche, en la que parecía no tener suficiente aire para sus agotados pulmones, le dio un ataque de corazón y no se le pudo hacer reaccionar.

EN ESTADO DE BUENA ESPERANZA

Una de las cosas que más desconcierta a M95 es la sorprendente y bella naturalidad con que las mujeres del siglo XXI viven su estado de buena esperanza.

He aquí las dos posturas:

‘Lo sé tan mío, que llena todos los confines de mi existencia. No sólo lo llevo en mi cuerpo, sino en mi corazón y en mi mente. Me siento portadora de algo tan grande que estaría todo el día absorbida por su presencia. Sólo el pensarlo me estremece. Desde que lo sentí en mí por primera vez, mi vida tiene un único motivo acogerle y darle vida.

 ‘Pues yo, le he creado un precioso lugar en mi interior y le nutro con lo mejor de mi vida. Cuando encuentro algo hermoso, trato de transmitírselo a través de ese alimento misterioso con que le voy haciendo crecer dentro de mí. En el silencio de las noches, le cuento lo bonita que es la vida, lo hermosa que es la naturaleza, lo bello que es el mar y lo deseosa que estoy de que contemple todo esto con sus propios ojitos.

‘Estos días en los que falta Toni —su marido estaba de viaje—, los vuelco más en atenciones hacia mi bebé. Le pongo música suave y melodiosa mientras estoy trajinando por la casa y cuando reposo, lo arrullo en la mecedora y le digo palabras tiernas llenas de deseos de estrecharle con mis brazos. Estoy ansiosa por oírle, ver cómo se llena la casa con sus llantos y sus gorgojos infantiles, sentir su vida fuera de mí, comentar con Toni su crecimiento cotidiano. Sueño con la deliciosa experiencia de poder juntos compartir nuestra paternidad. La casa será otra cuando nazca

Respuesta de M95 y su compañero

—¡Esto es extraordinario y rarísimo! Es algo que ya me llamó muchísimo la atención, cuando tropecé por primera vez en mis estudios con la forma de reproducción de las personas de esta generación. Pero lo que no podía sospechar es que pusieran esta carga afectiva ante el hecho tan extraño de que sea la mujer la que engendra en el interior de su cuerpo a un ser humano. ¡Como si fueran animales! ¿Cómo puede disfrutar al detectar cómo va creciendo en su interior un ser vivo, al tiempo que ella se ve deformada en su aspecto físico?

—Es verdad, yo que creo que os habíais librado de una carga inhumana.

—Así pensaba yo. Siempre presuponía que debería ser algo muy molesto y engorroso. Ver tu cuerpo deformarse, los consabidos trastornos físicos, sentir los malestares propios de algo extraño en tu interior que iba creciendo…

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—Al parecer todo eso no les resultaba tan desagradable, por lo menos en este caso.

—Creo que este tema puede ser interesante para hablarlo más a fondo con alguna de estas mujeres, quizás nos ayude a comprender el misterio de la reproducción fuera del laboratorio. ¿Es más progresista una sociedad que así se reproduce?

—Esto es algo que bien podría interesar a nuestra civilización como sugerencia novedosa.

Y en otra ocasión en la que visita a una madre primeriza, comenta:

—Lo de ser madre, me está impresionando mucho. Aunque no debe ser lo mismo el vivirlo dentro de ti o el seguir de cerca el embarazo de una joven, que la simple información que nos proporciona nuestros libros.

Con todo esto, y lo que me comentó Sara sobre el tema de la maternidad, pienso que me voy acercando a lo que estas mujeres pueden sentir al vivir en ellas esta experiencia única, que ninguna de nosotras podremos sospechar.

—¡Esto sí que es una exclusiva para los que estudiamos las civilizaciones pretéritas! Nuestro sistema de reproducción es tan diferente…

Por lo que vamos recogiendo de los informes anteriores, ya ves que está resultando un tema apasionante por lo novedoso.

»¿Quién de nuestra sociedad sabe que la función principal de la existencia de la mujer es el ser madre? ¿Quién de nuestras jóvenes pueden sospechar que son capaces de engendrar e ir formando en ella un nuevo ser como se hace en nuestros laboratorios? ¿Cómo reaccionarían estas mujeres si se enteraran que nuestras adolescentes desde el momento de su primera menstruación hasta los 21 año que celebran la mayoría de edad con el rito del cierre de la trompa de Falopio permanecen completamente aisladas del mundo masculino?

Lo que ni ella misma sospecha es que todas las adultas de su generación funcionan con un ovario sólo, ya que, en aquella ceremonia, se lo extirpan para fecundarlo en los laboratorios maternos.

Y yo me pregunto: ¿Qué función le queda por cumplir a la mujer en nuestra generación? ¿Somos individuos sin un papel propio, dado que se nos privó de nuestra función reproductora? ¿Es un avance el haber privado a la mujer de la experiencia de ser madre?

» Cuando he sido estos meses testigo de tantos sentimientos positivos respecto a este asunto, sin duda que me cuestiono nuevamente el poner en duda los avances de nuestra civilización en esta materia. ¿Es más humano que las relaciones sexuales se limiten a ser simplemente una satisfacción de los placeres higiénicos de los adultos

»He aquí como hemos ido perdiendo el sentido relacional de la pareja y su misión de formar una familia. La madre probeta es la encargada de la gestación y el desarrollo del bebe. Hemos privado a nuestras mujeres de algo tan hermoso como debe ser (según he podido comprobar por la información de estos meses) la experiencia maternal de sentir el crecimiento de un bebé dentro de ellas.

—¡Esto es impensable para nuestra generación femenina!

—¿Otro avance del progreso de nuestra civilización?