Hoy vamos a situar nuestra lectura, -donde estamos recorriendo los textos bíblicos del libro-, en el aula donde la profesora de informática Kay Moor imparte clase.
Estas dos últimas semanas he estado trabajando con mis alumnos del último curso, un proyecto social que Andrés les ha mandado sobre los derechos del ciudadano y la responsabilidad del gobierno para que el estado de bienestar sea una realidad que disfrute toda persona que habita en el país. Dividí la clase en tres grupos para poder tener distintos enfoques sobre el tema. Los jóvenes buscaron información en internet, haciendo sus ajustes, y reflexiones a nivel individual y más tarde se intercambiaron sus trabajos hasta llegar a un consenso dentro del grupo, siempre valiéndose del ordenador como medio de información y comunicación.
Copio el tercer documento que termina con una reflexión bíblica
¿QUÉ DEMOCRACIA QUEREMOS?
Entendemos que el proceso democrático es asunto de todos, no podemos quejarnos de nuestra insatisfacción ciudadana si nos limitamos a un voto dado el día de las elecciones y protestamos desde el sillón de nuestra casa, lamentándonos del mal que gobiernan nuestros políticos, de que las instituciones públicas que tenemos no nos sirven porque no satisfacen nuestras necesidades, porque las promesas se quedaron en las campañas electorales…
Y como creemos que lo esencial no es producir, ni lucrarse, ni mucho menos consumir, desde aquí nos sublevamos ante una democracia cuyos políticos están bajo el dominio del mercado. La economía financiera no puede ser lo esencial de nuestra existencia. No podemos confundir el ser con el tener, el vivir con el consumir, el existir con la conquista de un beneficio económico.
León Tolstoi, el mismo año de su muerte (1910), escribía en su diario:
“Sólo nos es dada una forma de felicidad del todo inalienable, la del amor. Basta con amar y todo es alegría: el cielo, los árboles, uno mismo… Y, sin embargo, la gente busca la felicidad en todas partes menos en el amor. Y es precisamente esta forma errónea de búsqueda de felicidad en la riqueza, en el poder, en la fama o en amor excluyente, la que no sólo no nos da felicidad, sino que nos la quita del todo”
Por eso apostamos por una transformación social donde lo esencial es conseguir la felicidad. No se trata de una gran idea, sino de un tesoro que sólo se alcanza en la medida que aprendemos a amar porque nos sabemos amados, y esto no se da en un modelo de democracia donde no se trabaja en función de ir creando comunidades sociales que vivan confiadas porque se saben gobernadas por unas instituciones públicas que actúan por el bienestar justo de todos los habitantes del país.
Pero existe aún otra vía por analizar, pues nuestra felicidad irá creciendo en la medida en que cada uno nos comprometamos a ir creando una segura y armónica sociedad, donde la convivencia y la paz tengan como fundamento el amor de hermandad universal, sólo desde este convencimiento, podremos hablar de vivir en lo esencial y será entonces cuando podremos movilizarnos, ejerciendo presión política ante un sistema que nos parezca injusto y desconectado de los intereses de los ciudadanos.
Nos parece urgente que la ciudadanía se movilice a través de los movimientos sociales, organizaciones de vecinos, ONGs, cooperativas laborales… porque, aun que son pequeños espacios, es ahí donde podemos ejercer nuestros derechos y defender esa soberanía del pueblo, donde podamos reivindicar por un futuro basado en la equidad, la justicia social, la solidaridad y la protección medioambiental. El reto está en conquistar el poder de decisión desde los distintos estamentos ciudadanos para que nuestra democracia sea capaz de actuar como fruto de todas las estructuras sociales.
¿Por dónde empezar?
Por tomar conciencia de lo importante que es la participación como ciudadanos comprometidos por el bien común. Hay que comenzar por promover y participar en propuestas colectivas, donde se puedan ejercer la legitimidad política de la ciudadanía, como espacios donde desarrollar nuestra capacidad crítica y desde donde poder hacer presión social, como plataforma para la regeneración democrática que buscamos.
Concluiremos con unos consejos de S. Pablo a los cristianos de Roma:
En cierta ocasión en que M95 estaba hablando con Sara, se le ocurrió hacer este comentario:
—Todo esto suena bien, pero… Y… ¿Qué yo tengo que hacer para pertenecer a vuestro proyecto?
—Bueno, ya te he dicho que S.H. no hace elecciones excluyentes. Su llamada es universal, pero respeta la libertad personal de decisión. De ti depende. De todas las maneras, hay que darle tiempo a una cosa tan comprometida. Tú sigue intentando conocernos y ya llegará el momento de hablar sobre ello. Tienes que tener en cuenta que este modo de vivir supone un nacer de nuevo, un romper con las actitudes y los intereses anteriores, un renunciar a muchas cosas que ahora te parecen imprescindibles. Es, en fin, un decidirte por entregar tu vida al servicio de una auténtica fraternidad con los ojos puestos más allá de la misma historia.
¿Te imaginas la reacción del agente V71 cuando oyó esta conversación?
— ¿Te das cuenta de lo que dijiste?…
—Sí, me parece que hablé sin pensar en las consecuencias.
—¿Cómo se te ocurrió eso? ¿Por qué quieres hacerles creer que buscas auténticamente comprometerte con ellos?
—Reconozco que me precipité colocándome en una situación tan embarazosa. Es verdad que tengo que ir metiéndome en esta sociedad hasta ir descubriendo sus motivaciones para mejor profundizar en su historia, pero a medida que voy penetrando en ella, cuanto más los conozco, más difícil se me va haciendo el mantenerme al margen como simple espectadora. Hay algo en ellos que me atrae, que llama a implicarme en lo más íntimo de sus vidas
—¡Estás yendo demasiado lejos! Esta última actuación tuya, no es una respuesta a la investigación que se nos ha encomendado, sino que responde a algo muy personal.
—Si, tienes razón, pero me sé cada vez más cogida. ¿Qué tienen estas personas que me atraen con una fuerza interior, hasta ahora desconocida, de la que me veo incapaz de liberarme?
—Pues yo, no sé hasta qué punto estoy capacitado para seguirte el juego. Menos mal que no estoy tan ofuscado como tú y veo que el peligro se acerca a pasos agigantados.
—¡Lo siento! Pero son tan verdaderos, tan libres… ¡tan felices! Que me pregunto
si estaremos nosotros equivocados al buscar la felicidad como sinónimo del placer, de no carecer de nada. ¿No nos habremos asentado en demasiados vanos excesos? ¿Por qué aquí son felices acogiendo al otro y compartiendo lo que tienen, y en ello encuentran una satisfacción que nosotros nunca podemos experimentar? ¿Comprenderán en nuestra sociedad su filosofía?
—Estoy seguro de que, si sigues así, habrá muchas cosas que no comprenderán.
—Y, ¿cómo reaccionaran nuestros jefes, cuando se enteren de que vivieron creando su auténtico bienestar, en la justicia como exigencia del derecho de todos a tener todas las necesidades esenciales cubiertas, renunciando a lo superfluo y donde toda la actividad ciudadana estaba en función de hacer felices a los demás?
—¡Todo muy bonito!
¡No te rías! Nosotros creemos haber progresado mucho porque hemos dominado la materia, los secretos de la vida y la misma Naturaleza. Nos gloriamos de ser conquistadores del espacio y del tiempo. Nuestros progresos técnicos son aparentemente insuperables y nuestros recursos económicos superproductivos… ¡Somos triunfadores, dominadores! Y ¿qué?
—¿Adónde quieres llegar?
—Pues sencillamente pienso que, nuestro mundo, con toda su perfección técnica y científica, ha olvidado lo único que puede satisfacer los anhelos más íntimos del hombre.
—¡Ah sí!… ¿qué es?
-—Pues, aunque lo tomes a broma, no estoy muy segura de que nuestros argumentos de, todo está controlado, repartido, clasificado, … sea lo ideal para nuestra existencia. Estoy empezando a tomar conciencia de que se nos ha negado una de las necesidades exclusivas de la raza humana.
—¿De veras?
—Me temo que no podemos tomarlo a guasa, pues ahora echo en falta el que se nos haya negado el disfrutar de la satisfacción de los sentimientos, el desarrollar nuestras capacidades emotivas, el favorecer las relaciones humanas a niveles afectivos. ¿Acaso son estas menos necesarias que las otras?
—No sé, nunca se me ha ocurrido pensar en ello.
—Pues bien, estas necesidades las siento dormidas en mí y sé que se están despertando al contacto con esta gente. Pienso que la sociabilidad y de la comunicabilidad de estas personas, establecen en ellos unas relaciones radicalmente diferentes a analizar en nuestra sociedad.
—Dime. Si algunas de esas personas conectaran con nuestra civilización ¿cómo te parece que nos juzgarían?
—No lo sé, pero seguro que no se sentirían tan atraídas por lo nuestro como yo me estoy sintiendo en su ambiente. Creo que hemos llegado a una cultura donde el sujeto se individualiza hasta el punto de cifrar la libertad en una total indiferencia hacia el otro. ¿Tú crees que seríamos capaces de acogerles con la misma familiaridad con que yo me siento recibida por ellos?
—Seguro que no.
—Pues a eso me refiero. La verdad es que, aunque soy una extraña, me siento muy cómoda aquí. Carecen de muchas cosas, pero no las necesitan. Me estoy dando cuenta de que no son imprescindibles para estar bien contigo misma. ¿Habremos ido creando una cultura de necesidades que nos esclavizan, que nos dominan, que no podemos pasar sin ellas? Es una de las cosas que más admiro de esta gente sus pocas exigencias materiales. ¡Qué poco necesitan para ser felices!
—¿Qué es lo que más te ha llamado la atención de su modo de actuar?
—Pues que obran sin ninguna atadura externa. Tienen una seguridad en sus actuaciones que son dignos de envidiar. Ellos dicen que esa manera de ser tan libres les viene de la seguridad que les da el saberse en las manos de ese ser tan extraño que llaman S.H. ¡Qué mundo tan original el del espíritu que parece alimentar la vida de esta gente! Pero la verdad es que los envidio.
—Agente M95, sé que eres una persona muy observadora, y veo que es para ti muy fácil adaptarte con rapidez a las nuevas situaciones, pero no pensé nunca que te afectara de esta manera tan tajante.
—Yo también estoy sorprendida, esta experiencia me está situando por encima de mis cálculos. No contaba con esa fuerza espiritual que me arrastra con tanta intensidad.
—Me temo que estamos tomando un riesgo que nos puede costar caro.
—Lo que no llego a comprender es cómo una civilización tan avanzada como la nuestra no tiene en cuenta la existencia de la dimensión espiritual del ser humano. ¿No te parece algo esencial?
—Me reservo mi opinión.
—Pues yo empiezo a intuirlo como un olvido muy serio. Por otra parte, me pregunto ¿Existió de verdad ese S.H.? ¿Será realmente el Señor de la Historia?
—¿Qué pretendes con ese cuento?
—No sé. Sin duda aquí parece que les ayudaba en muchos aspectos. Quizás ocurriera algo entre ellos y nosotros, con lo que hemos perdido esa dimensión en nuestra generación. ¡Cuánto tengo aun que investigar sobre este misterio que los hace tan distintos a nosotros, siendo como somos todos seres humanos! Si es en verdad Señor de la Historia, tendría que de algún modo hacerse presente en nuestra generación ¿No te parece? ¡Somos iguales y a la vez tan diferentes! ¡Estoy hecha un lío!
—¡Ten cuidado!
—Pues mira. Te aseguro que esta civilización no ha muerto. ¡La siento dentro de mí!
—¿Qué estás diciendo?
—¡Lo que oyes! Están consiguiendo despertar mi ser interior. Creo que esto es lo que me hace conectar con ellos tan fácilmente. Tal vez este es su secreto y sólo los espirituales les comprenden.
—Pero… ¿Qué te pasa? ¿De dónde te sacas esas conjeturas? ¿Es que has olvidado que el hombre es materia e intelecto? ¿Qué tiene que ver esto con esa vida espiritual de que hablas?
—Pues… la verdad es que no lo sé. Y me temo que esto será muy difícil de explicar a nuestros contemporáneos, pero el caso es que así vivían estas personas, dando a su existencia humana un sentido trascendental, para nosotros desconocido.
—Puede ser que sólo sea otro modo de enfocar la vida.
—Sí, pero esta visión de la realidad me cuestiona sobre mis actitudes y conductas. Son posturas vitales y como tales cogen a toda la persona.
—Bueno, pero no es este el tiempo ni el lugar para comentarlo ni menos discutirlo.
Permíteme que te subraye las últimas frases: “Son posturas vitales y como tales cogen a toda la persona”
Como ves, las actitudes y las conductas que M95 va descubriendo en esas personas no responden más que a un hacer vida el mensaje evangélico en el siglo XXI, por eso en vez de hacerte un comentario personal, te invito a leer La encíclica última del Papa Francisco “Fratelli tutti”: Todos hermanos Sobre la fraternidad y la amistad social.
Ahí encontrarás, con mejores palabras, el mensaje que quise plasmar en toda mi novela.
El seguimiento de Jesús es personal, pero no individual, es comunitario, es un formar parte de un colectivo que no sigue una doctrina, ni una filosofía, ni una ley, ni un catecismo… es un seguir junto con otros, a una persona, Jesús de Nazaret, que tuvo como proyecto de vida el hacer realidad el sueño amoroso de Dios Padre para toda la humanidad.
Esto es lo que M95 intuyó con la información que le estaba proporcionando Juan, sobre el encuentro de Andrés con el supuesto S.H., por eso le preguntó:
—Y ¿cuál es los planes de vosotros de trabajar con la gente?
—Bueno, para que lo entiendas desde tu propio modo de ver las cosas, digamos que nuestra filosofía es anunciar un cambio de vida, para aquellos que buscan la auténtica felicidad.
—¿La auténtica felicidad? ¿Quieres explicar más?
—Mira, la esperanza de una felicidad eterna no es algo que convence a todo el mundo, pero sí la búsqueda de una vida mejor en el aquí y ahora, por eso creemos que hay que lucha por conseguir mejorar nuestra realidad cotidiana, sabiendo que la felicidad autentica va más allá de la vida, pero no podemos esperar que aquella llegue pasivamente ni con resignación estoica. No es algo que se realizará en un después lejano, en un luego más allá de este paso por la vida terrena. Es un después que tiene sus comienzos ya. Estamos experimentando sus primeros brotes aquí y ahora, por eso los que hemos descubierto esta verdad y nos hemos apuntado a este programa de vida, podemos, después de varios años de experiencia, proclamar que es una realidad, que con nuestro programa existencial somos felices ya; aunque con las limitaciones por nuestra corporalidad, vivimos la ilusión y la esperanza de una felicidad para toda la eternidad.
—¿Tú crees así? … El sentido este de la vida ser nuevo para mí.
—¿Acaso no sientes en lo más sincero de tu interior que has nacido para ser feliz? ¿No estás más contenta cuando haces el bien, cuando ayudas a los demás, cuando todo a tu alrededor es armónico?
—Bueno, pero creo que hablamos distinto significado del mismo vocabulario. No lo veo tan fácil.
—Por supuesto que no es fácil, pero ¿qué es para ti la felicidad?
—-Pues… No sé si es la manera que estás diciendo.
—Ser feliz es ver satisfechas todas tus necesidades. TODAS. Quiero decir desde las más elementales a las más profundas. Y esto no se consigue si no se vive rodeado de justicia, equidad y solidaridad valores que se conquistan con el auténtico amor. Porque el hombre no se puede realizar solo, por tanto, no conseguirá la felicidad mientras no tome conciencia de sus niveles colectivos y no se ocupe de ir construyendo una sociedad de gente feliz. Nuestro mundo necesita de personas comprometidas con el bienestar de todos los ciudadanos. El primer paso por dar es ser consciente de la dignidad y los derechos de cada persona, empeñarnos en que cada uno pueda disfrutar dignamente de su vida, ser respetado en su originalidad y saberse libre para escoger y decidir su propio destino ayudando y respetando a los que caminan junto a él a la vez que se sabe ayudado y respetado por sus semejantes.
—-Si, ya sé, eso que se lee por ahí de que todos somos iguales y todos somos únicos.
—Algo así. Todos tenemos derecho a ser respetado en nuestra singularidad y a la vez somos conscientes de que formamos la gran familia de la humanidad, y en una familia todos son dignos de ser amados, ayudados y comprendidos.
—Esto suena muy bonito, pero es todo muy nuevo. Yo no pensar así.
—Ya, pero ten en cuenta que no estoy hablando de algo original, es elementalmente humano. La sociedad actual necesita recuperar este valor tan esencial para saber convivir. Por eso nos hemos propuesto empezar por los más cercanos, intentamos ir creando pequeños grupos donde todos nos ayudemos a ir descubriendo la trascendencia de los valores humanos y a hacerlos vida en nosotros para poder entender y ayudar al que convive conmigo. Aquí tratamos de sentir con los otros los problemas, las inquietudes, las necesidades y las alegrías de cada uno, sabiendo que todo tiene una repercusión colectiva, porque nos hacemos solidarios y el compartir libremente fortalece nuestro desarrollo personal. Este es el secreto de nuestra felicidad.
—¿De verdad vosotros vivir como tú dices?
—¿Acaso crees que puede haber auténtica felicidad cuando palpas la injusticia y los individualismos a tu alrededor?
—Bueno, así pensado… Pero… ¿yo debo pensar que otra persona es como yo y lo que yo tengo, tiene que tener él?
—Así es. Todos somos iguales como seres humanos, por tanto, yo no merezco más ni menos que los otros.
—Es cierto, pero no es en la práctica.
—Esa es una penosa realidad. El aceptar el pluralismo y las diferencias, no está reñido con la igualdad y los derechos de cada uno. Todos tenemos derecho a alcanzar lo mejor en nuestras vidas sin ser coartados ni manipulados y esto es muy difícil pues la psicología humana es muy complicada y posesiva, por eso hay que estar muy alertas para no ser dominadores ni dominados por nadie. Sólo así construiremos una sociedad libre y feliz para todos.
—Pero no estáis solos en este mundo.
—Es verdad, pero al menos tratamos de ayudarnos a niveles de cercanía, proponiéndonos llegar a tantos lugares y ambientes donde estamos ligados en la vida cotidiana. Allí buscamos el compartir con los otros sus inquietudes sabiendo que cuando uno ve que el otro se preocupa de verdad por él, que le escucha con respeto y se interesa por sus interrogantes y preocupaciones, por su angustiosa búsqueda de sentido existencial… entonces puede comenzar un diálogo en profundidad. Sólo cuando nos sabemos respetados y reconocemos en el otro su libertad y su verdad, podremos establecer unos lazos que ayudan a dar de sí lo mejor.
—Esto suena muy interesante
—Sí que lo es. Hemos conseguido crear un cuerpo social donde se comparte plenamente las condiciones de vida y de trabajo, las dificultades, las luces, las sombras y las expectativas de todos los que formamos este colectivo humano. Nos sabemos empeñados en ir construyendo un ambiente favorable, para crear una sociedad más humana y hacer realidad el auténtico bienestar para todos. Tratamos de ayudarnos mutuamente para llegar a una ciudadanía que realmente está cómoda y es feliz en su existencia cotidiana.
—¿Y sois muchos los felices?
—¡Ja, ja, …! Me hace gracia ese calificativo, pero si te refieres a las personas que estamos empeñados en este programa, te diré que cada vez nos van conociendo más gente y algunos se convencen de que vale la pena intentarlo. Pues al fin y al cabo no anunciamos nada extraño a la condición humana, ya que ninguna persona que está satisfecha y feliz se entretiene haciendo el mal o tratando de fastidiar al vecino. Nuestro único deseo es llegar al corazón del cercano, amigo o colega para abrirle al sentido pleno de la existencia humana que es lo único que puede dar razón íntegra a la vida. Si los padres son felices la familia funcionará, si el profesional está contento en todas sus dimensiones rendirá más, si el estudiante está bien motivado dejará de ser una preocupación para el maestro… Si la sociedad es feliz, muchos males desaparecerían por sí mismos. La infelicidad arruina la vida humana, provoca agresividad y seres inconformistas.
¿Qué te parece el programa? Te aseguro que no es una utopía, sino una realidad hecha carne en los seguidores del Señor Jesús en el siglo XXI. Son personas que se saben elegidas, llamadas a colaborar en la acción salvífica de Dios en la historia presente, viviendo el proyecto del Señor apoyados en su Palabra y aprendiendo de su vida, desde cualquier lugar de la geografía humana.
En un momento en el que dos de las potencias mundiales China y Estados Unidos estaban en guerra por ser la mayor economía del mundo, llega un virus que los pone de rodillas y nos manda a todos a un confinamiento obligatorio. El virus no respeta muros, ni entiende de clases sociales afecta a todo el mundo sin preferencias. De repente todo pierde valor y fuerza frente a este enemigo común y nos sitúa desnudos ante nuestra debilidad humana.
Hay gente que se pregunta ¿Dónde está Dios en todo esto? ¿Cómo descubrir su presencia hoy, en la historia presente?
“Vosotros seréis mis testigos”.
A través de nosotros, él quiere actuar. Esta es la buena noticia, que Él está aquí y nos pide que demos testimonio de su presencia. Tenemos que sabernos sus manos, sus pies, su corazón… para que el mundo crea que hoy sigue actuando. Tenemos que ser coherentes con lo que hacemos, poner nuestras capacidades y talento, nuestra imaginación y creatividad, nuestra inteligencia y energía a su servicio, todo esto hecho por amor, pues “solo el Amor es digno de Fe”, sólo así seremos creíbles.
Hoy me atrevo a presentaros la propuesta de Andrés a sus alumnos, quizás a alguien le parezca interesante.
—Busquemos por tanto el reino y su justo crecimiento y todo lo demás hay que saberlo relativizar, colocándolo en el lugar que le corresponde en la escala de valores que constituyen los peldaños para conquistar ese reino. Recordad que hemos de pasar por la historia como elegidos y amados que somos, llamados a ir haciendo realidad el proyecto de S. H., su Reino, y que no es otro que ir sembrando para que crezca la familia de Dios, porque su reino no es de gobernadores y súbditos sino de una familia donde todos se aman sirviendo y atendiendo las necesidades de los hermanos.
—A mí siempre me llama la atención cuando hablas de que somos elegidos. ¿Acaso no hemos sido llamados, toda la humanidad, a ser ciudadanos del reino?
—Por supuesto. Todos somos llamados, pero no todos son conscientes de esta realidad. Y los que hemos tenido la gracia de caer en la cuenta de esta misión no podemos despreciarla o tratar de ignorarla. A eso me refiero al decir que somos elegidos, mejor sería decir que somos conscientes de la elección.
—Es verdad que no todos responden, pero, así y todo, no me negarás que se necesita mucho coraje y mucha confianza en la ayuda del Señor para no flaquear en los momentos difíciles.
—Así es. Y sólo los que lo intentan con constancia lo consiguen. Aunque tenéis que ser realistas, porque esto es tarea de toda la vida, y el enemigo es muy astuto y busca los puntos más débiles para atacar, pero tened ánimo, el amor de Dios puede convertir nuestra debilidad en fortaleza y si estamos llenos de estas inquietudes, nuestras palabras y nuestras obras nos han de delatar, pues de la abundancia del corazón habla la boca.
—¡Esto suena a utopía!
—Yo diría más bien a mucha tarea por hacer. Todo esto no pueden ser sólo palabras bonitas, hay que cambiar el corazón para poder aceptar a todos como hermanos y desearles lo mejor. Claro que no es fácil y por supuesto que no se consigue a fuerza de puños. Pues nuestro hombre egoísta, que reina en el interior de cada uno, lucha por situarse en el puesto que tratamos de arrebatarle.
—Entonces, ¿qué nos recomiendas?
—Trabajar dando paso en nosotros al amor que se nos ha dado y que va desarrollando en nuestro ser, una nueva criatura digna de poder derramar ese amor en los demás. Este es el único camino, así conseguiremos poco a poco ganarle las batallas de esta guerra interior a nuestro cruel enemigo. Se trata pues, de ser valientes y colaborar para que triunfe el bien, con las armas de ese hombre nuevo. Armas de paz, gratuidad, comprensión, acogida, generosidad… En fin, es un ir creando en nosotros un estilo de vida propio de los discípulos del Señor, y solo desde ahí, el mundo podrá ir caminando por sendas donde no crezca la cizaña del egoísmo y la insolidaridad.
—No sé… Hablas con una firmeza y seguridad, que parece como si para ti todo esto resultara muy fácil.
—¡Por supuesto que no lo es! ¿Qué te crees que a mí no me cuesta?, Llevo ya muchos años en esta empresa y a fuerza de ganar y perder batallas voy conquistando terreno al bien que hay en mí y debilitando mi mal. ¿Cómo? buscando las fuerzas en la oración y en la ayuda de los hermanos. Si conseguimos una comunidad que se aviva por la oración y la ayuda mutua, sin duda que conseguiremos nuestra meta. No podemos olvidar que todos nos complementamos y es muy sano sabernos necesarios y necesitados, formando un todo con los demás.
—¿Y qué pasa cuando no te lo agradecen o te interpretan mal?
—Ya os he dicho en otras ocasiones que esto es gratuito. Quiero decir que no podéis actuar según la reacción del beneficiario, esto ni se cobra ni se paga, es otra cosa, no podemos pretender alcanzar seguridades externas o buscar un reconocimiento y mucho menos actuar por ganarnos el prestigio de los otros.
—Pero supongo que, si te mueves entre personas sensatas, pronto te sabrán reconocer.
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—Puede ser, pero no olvides que la envidia es muy sutil y uno de los enemigos más ocultos del ser humano, incluso entre los que se esfuerzan por ser buenos. Pero, aunque esto suceda, no podemos abandonar. Por eso mi empeño en meteros estos fundamentos muy dentro, para que no os sorprenda el mal y sepáis como enfrentaros a él.
—¿Cómo?
—Os lo repito, con la fuerza de vuestra vida interior y la ayuda de un buen consejo fraterno. En cuanto a la relación con los demás, hay que procurar, ir sembrando a nuestro paso gestos de respeto, comprensión, justicia, solidaridad… Que la gente se sienta feliz al compartir con nosotros el esfuerzo cotidiano. Os aseguro que no hay un camino más fácil de ser feliz que empeñarse en hacer felices a los que están con nosotros codo a codo.
—Tienes razón. Y yo creo que poco a poco vamos entrando en esta dinámica que nos propones. ¿Verdad?
—Estoy seguro de que así es. Y no olvidéis que el gran éxito lo conseguiremos cuando tratemos de estar junto al que más lo necesita, para remediarle, o al menos, para darle el consuelo de compartir en compañía solidaria. Os aseguro que no hay mayor dolor que sufrir en solitario, pero todo esto se puede superar en la medida en que aprendáis a vivir desde lo más profundo de vuestro ser. Bueno, dejamos aquí este tema, pues ya es la hora de ir terminando.
Siempre hay algo bueno en el mundo por lo que vales la pena luchar
Hoy en homenaje al 8 de marzo, quiero compartir contigo unas reflexiones sobre el hecho de ser persona.
No se trata solo del ser hombre o mujer, es el ser humano que se realiza como persona, a imagen de Dios en la unidad de la pareja.
¿Cómo enfocan este tema nuestros personajes?
—Es evidente que existe lo femenino y lo masculino, creo que somos dos modos de ser persona, dos modos que se complementan pero que no se pueden confundir. Somos complementarios. Nos necesitamos mutuamente y sabemos que juntos formamos un todo.
» Estamos aún inmersos en una sociedad patriarcal, donde la mujer sigue un paso por detrás de los varones, pero ya va siendo hora de que nos pongamos a estudiar el modo y la manera de que esto vaya cambiando»
» Tenemos que ir corrigiendo esos errores ofreciendo a las nuevas generaciones la complementariedad del hombre-mujer, aceptando las dos dimensiones de la persona humana como necesarias para que la sociedad crezca armónicamente»
—La experiencia biológica de la maternidad como raíz de lo genuinamente femenino, infundirá a la ciudadanía una gran riqueza en el campo relacional. Esos valores de entrega, acogida, apertura, preocupación por el otro, atención por el más débil, inclinación por la solidaridad, la unión, la aceptación de la singularidad de cada uno… En fin, asumir la dimensión femenina en la sociedades hacer una historia más comprensiva y tolerante, abierta a aceptar la igualdad y la originalidad de cada uno de los individuos que la componemos.
Todas estas cualidades que aunque se les puede atribuir como femeninas, sabemos que no dejan de ser más que actitudes de lo mejor del ser humano, de ahí que aquí se trate de valorar a la persona, hombre y mujer, como seres indiscutiblemente llamados a colaborar juntos en el avance del Reino. Por eso en este diálogo que a continuación te copio, se habla de la persona adulta que es consciente de su responsabilidad histórica.
—Nosotros somos un grupo de personas que hemos descubierto la misión específica y única que todo ser humano tiene en la vida. Esta consiste en favorecer la actuación del Señor en la Historia; tratar de hacer que sus planes sobre el aquí y ahora se hagan realidad, por eso no podemos excluir a nadie, todo el que descubra su misión de ir construyendo el Reino de S.H. será bienvenido.
—¡Esto suena muy interesante!
—Pues sí, sí que lo es. Creemos que cada generación, cada cultura tiene una misión concreta dispuesta por el Señor, para ir colaborando con él en sus planes de ir recapitulando todas las cosas hacia la instalación eterna de su Reino. Cada uno tiene que ir descubriendo su papel existencial dentro de ese proyecto divino y entregarse por entero a ser su incondicional instrumento. Por eso nos presentamos como personas adultas que nos comprometemos a vivir el proyecto de S.H. en este presente en el que él nos ha puesto.
—¿Cualquiera persona adulta sirve?
—Por supuesto, la llamada es a cualquier persona en el espacio y en el tiempo, pero no todos son capaces de poner su libertad al servicio de una causa tan gratuita. Esto es muy exigente y requiere un temple de persona que tiene que estar dispuesta a nadar contra corriente.
—¿A nadar…? ¿Cómo?
—Quiero decir que, en muchas ocasiones, pueden surgir dificultades ambientales o sociales ante las que es muy difíciles tomar decisiones o que nos ponen en situaciones muy comprometidas incluso de incomprensión y desprestigio y aquí nos jugamos nuestro pacto con el Señor, por eso hay que tener una fortaleza interior que no se adquiere en dos días.
—Ya veo.
—Está claro que nuestra misión de ir transformando la sociedad, no puede ser exclusivo de unos pocos. S.H. llama al hombre para que colabore en su obra de ir desarrollando la Historia en un proceso ascendente hasta que él decida concluir todas las cosas. Cuando la Historia llegue a su fin, quiere encontrarse a los hombres preparados para un final feliz.
—Esta es una programa muy ambiciosa ¿no?
—Puede ser, pero sabemos que el final no está a la vuelta de la esquina, nuestra misión es ayudar a las personas que el Señor pone en nuestro camino, a tomar conciencia de su destino y acompañarlas hacia su propia meta.
—¿Y cómo sabéis estáis haciendo lo correcto?
—Pues verás. Para que esto sea una realidad contamos con la fuerza del Señor. Él es el que nos enseña todas las cosas y conduce todos nuestros pasos. No solemos hacer nada sin consultarle.
—¿Consultarle?
—Supongo que es muy difícil de entender para una persona ajena a nuestra formación, pero nosotros creemos que su espíritu está en nuestro interior, que se comunica con cada uno y nos ayuda.
—¿En el interior? ¡Esto cada vez más complicado!
—Vamos a ver si te lo sé explicar con palabras sencillas. Todo ser humano, que es sincero consigo mismo, se sabe pobre e incapaz de sobrevivir por sí solo. Necesita de los otros.Todos necesitamos de todos y todos estamos llamados a ayudar a los demás para ir creciendo en armonía. Pero si te embarcas en una causa espiritual, te das cuenta de que las energías y la fuerza para ser eficaz en esa empresa te ha de venir de otra dimensión, la espiritual. Y es allí donde se realizan las auténticas batallas. Existe en nuestro interior un bien y un mal que luchan por ser el dueño de nuestra persona, por conquistar nuestra voluntad, y si optamos por nuestro bien interior, nos encontramos con el Señor como el único que puede ayudarnos a que el bien, que es él, sea el dueño y señor de nuestras decisiones. Bueno y a estos encuentros con él es lo que llamamos oración.
—¡Oh!
—Sí, es en la interiorización, en el encuentro con él en nuestro interior donde le oímos y percibimos sus planes concretos para cada uno y para la comunidad que se reúne para escucharle. Estos términos nos sitúan exclusivamente ante la experiencia de personas creyentes, porque no se puede llegar a hacer este descubrimiento, sino en la medida en que tu mirada está iluminada por la fe.
—¡Ahora sí que me encuentro completamente perdida! Yo no entiendo ese lenguaje espiritual.
—Es comprensible. Pero nosotros creemos en ello y nos va bien. Esta es la fuerza interior que nos da energía y nos hace intrépidos y arriesgados. Estos encuentros con él y los hermanos, son los momentos más fuertes de la jornada. Nos reunimos para compartir los problemas y las experiencias en clima orante. Nos ayudamos y nos damos ánimo, consejo, estímulo… impulsándonos con nuevas energías en la empresa que llevamos entre manos.
«Porque donde están dos o tres reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos» (Mt.18,20)
Hoy te voy a copiar una propuesta que hicieron los alumnos de M95, al preparar en su clase el trabajo de sociales que les había mandado hacer Andrés
Entendemos que el proceso democrático es asunto de todos, no podemos quejarnos de nuestra insatisfacción ciudadana si nos limitamos a un voto dado el día de las elecciones y protestamos desde el sillón de nuestra casa, lamentándonos del mal que gobiernan nuestros políticos, de que las instituciones públicas que tenemos no nos sirven porque no satisfacen nuestras necesidades, porque las promesas se quedaron en las campañas electorales…
Y como creemos que lo esencial no es producir, ni lucrarse, ni mucho menos consumir, desde aquí nos sublevamos ante una democracia cuyos políticos están bajo el dominio del mercado. La economía financiera no puede ser lo esencial de nuestra existencia. No podemos confundir el ser con el tener, el vivir con el consumir, el existir con la conquista de un beneficio económico.
León Tolstoi, el mismo año de su muerte (1910), escribía en su diario:
“Sólo nos es dada una forma de felicidad del todo inalienable, la del amor. Basta con amar y todo es alegría: el cielo, los árboles, uno mismo… Y, sin embargo, la gente busca la felicidad en todas partes menos en el amor. Y es precisamente esta forma errónea de búsqueda de felicidad en la riqueza, en el poder, en la fama o en amor excluyente, la que no sólo no nos da felicidad, sino que nos la quita del todo”
Por eso apostamos por una transformación social donde lo esencial es conseguir la felicidad. No se trata de una gran idea, sino de un tesoro que sólo se alcanza en la medida que aprendemos a amar porque nos sabemos amados, y esto no se da en un modelo de democracia donde no se trabaja en función de ir creando comunidades sociales que vivan confiadas porque se saben gobernadas por unas instituciones públicas que actúan por el bienestar justo de todos los habitantes del país.
Pero existe aún otra vía por analizar, pues nuestra felicidad irá creciendo en la medida en que cada uno nos comprometamos a ir creando una segura y armónica sociedad, donde la convivencia y la paz tengan como fundamento el amor de hermandad universal, sólo desde este convencimiento, podremos hablar de vivir en lo esencial y será entonces cuando podremos movilizarnos, ejerciendo presión política ante un sistema que nos parezca injusto y desconectado de los intereses de los ciudadanos.
Nos parece urgente que la ciudadanía se movilice a través de los movimientos sociales, organizaciones de vecinos, ONGs, cooperativas laborales… porque aun que son pequeños espacios, es ahí donde podemos ejercer nuestros derechos y defender esa soberanía del pueblo, donde podamos reivindicar por un futuro basado en la equidad, la justicia social, la solidaridad y la protección medioambiental. El reto está en conquistar el poder de decisión desde los distintos estamentos ciudadanos para que nuestra democracia sea capaz de actuar como fruto de todas las estructuras sociales.
¿Por dónde empezar?
Por tomar conciencia de lo importante que es la participación como ciudadanos comprometidos por el bien común. Hay que comenzar por promover y participar en propuestas colectivas, donde se puedan ejercer la legitimidad política de la ciudadanía, como espacios donde desarrollar nuestra capacidad crítica y desde donde poder hacer presión social, como plataforma para la regeneración democrática que buscamos.
Concluiremos con unos consejos de S. Pablo a los cristianos de Roma:
“No reina Dios por lo que uno come o bebe, sino por la justicia, la paz y la alegría que da el Espíritu Santo; y el que sirve así a Cristo agrada a Dios, y lo aprueban los hombres. En resumen: esmerémonos en lo que favorece la paz y construye el bien común”
En este mes de noviembre, quiero compartir
contigo mis reflexiones existencialistas sobre el fin de esta vida, y qué mejor
que hacerlo a través de estos personajes, fruto de mis consideraciones más
íntimas.
—Cada ser humano adulto es responsable de su
destino actual y futuro. El hombre, y por supuesto la mujer, son seres
inmortales; estamos hechos para la eternidad, por eso nuestro afán de
liberarnos de las limitaciones físicas y temporales, pues en nuestro fuero
interno luchamos por conquistar la libertad metafísica. Pero eso sólo se
alcanza en plenitud con la muerte física.
—Esto quiere decir que para ti la muerte
es la liberación de las limitaciones humanas. ¿Entendido bien?
—Perfectamente. Yo creo que estamos aquí de
paso. Vamos haciendo el camino personal que nos ha sido encomendado a cada uno,
para llegar a alcanzar la libertad plena al término de nuestro recorrido
terreno. Sólo luego, al final de esta etapa existencial, seremos capaces de
poseer en plenitud eso que tanto anhelamos en esta vida. Será entonces cuando,
libres de toda atadura y limitación, veremos colmadas nuestras ansias de
perfección.
—Esto es mirar la vida con otro sentido.
—Pues sí. Ya te he dicho que
para nosotros esta vida no tiene la última palabra, es un caminar, más o menos
acertados, más o menos convencidos, hacia una meta final. La auténtica vida, por la que
vale la pena jugarse todo, está en la otra orilla, al final, después de la
muerte.
—Todo esto tengo que estudiarlo. Nunca yo
pienso así.
—Tal vez no estás tan lejos de entender como
crees, pero si nunca te has parado a pensar en este tema, te sugiero que no lo
dejes ignorado en tu interior, pues ahí está el sentido auténtico de la
existencia humana.
—Yo pensé que con la muerte todo se acaba.
—¡Pobre de nosotros si no vivimos con la
mirada más allá de la vida terrena!
—Entonces, ¿qué es en realidad la muerte? ¿Qué sentido tiene el sufrimiento?
—Indudablemente, para los que no esperan una
existencia eterna más allá de esta vida, donde la felicidad será plena, el
vivir terreno es tremendamente absurdo cuando constatamos que hay más eventos
negativos que dichosos. Y como te vengo diciendo, ni alcanzan la felicidad
aquí, ni confían en poderla alcanzar después.
—Si esto es así, mejor es morir que seguir
vivo ¿no?
—Es curioso, el que no tiene
fe en un más allá, es el que más pronto se cansa de vivir e intenta cortar por
lo sano deseándose o procurándose la muerte. El suicida, no es precisamente el
hombre que busca su bien después de la muerte, busca tan sólo librarse del mal
presente que le abruma. La persona que vive una existencia de esperanza en una
felicidad eterna sabe que primero tiene que permanecer aquí el tiempo necesario
para ir entrenándose en amar y así estar a punto para captar la auténtica
dicha.
—¿Y la muerte de los niños? ¿Qué tiempo tienen de
entrenar?
—Humanamente
se nos parte el corazón cuando un ser querido que acaba de llegar a este mundo
nos abandona, sin poder disfrutar de los buenos momentos de esta vida, pero,
mirándolo con los ojos de la fe, ¿no son acaso los primeros bienaventurados?
¿Los privilegiadamente escogidos? ¿Los que no han manchado sus túnicas con el
barro de esta vida? Ellos disfrutan de la felicidad eterna, sin haber pasado
por la experiencia de lo negativo de nuestra existencia, sin haber padecido el
sufrimiento y el dolor que tanto nos abruma y deprime. Pero de todas las
maneras, no deja de ser un misterio que va más allá de nuestras categorías
existenciales.
—¿Por qué tienes esa certeza?
—Mira, aunque no creyera por la fe en la
revelación, si te paras a pensar en el instinto de conservación, en los sueños
de eternidad, si piensas que en este mundo es difícil la justicia… todo esto te
hace vivir con la esperanza de un más allá donde celebremos eternamente
nuestros anhelos.
—Entonces, ¿con la muerte todo no acaba?
—Si te refieres a la experiencia material, a
este cuerpo de carne, tal cual es, sí que se acaba. Nuestro cuerpo nos permite
movernos en esta vida, pero llegado al final de esta etapa habremos de
dejarlo. La materia es necesaria para la existencia en este mundo de las
formas, pero fuera de este entorno ya no sirve, por eso se transforma, como el
gusano que se convierte en mariposa, deja su crisálida, pero es ella misma. La
vida fluye como una sucesión de misteriosas transformaciones. Y en el fondo la
vida y la muerte no son más que un proceso de mutación.
—Me parece que me estoy enterando.
—Me alegro de que vayas
cogiendo la idea. Pues hemos de vivir con intensidad cada momento de nuestra
existencia terrena, amando y disfrutando de todo lo que la vida nos pone en el
camino sin temor de concluirlo, porque al final nos espera otra dimensión donde
habremos transcendido las fronteras de nuestras limitaciones. Pero para los
creyentes en el Señor, en ese nuevo estado nos convertimos en ciudadanos de
pleno derecho de su Reino.
—Sí, ya he oído sobre ese Reino. Dime ¿de qué reino habláis?
Hace cinco años, Andrés se casó con una joven de las más comprometidas en el proyecto, se llama Sara. Tienen un hijo de cuatro años y una niña de quince meses. Sara trabaja en la biblioteca municipal, situada en el edificio que el Ayuntamiento ha creado como centro cultural del barrio. Sara trabaja allí prácticamente desde que se abrió el centro, y Andrés también colabora en el pabellón de “artes y oficios” como instructor de mecánica, esa es su afición, todos los sábados pasa la mañana entre motores y grasa. Además, lleva un seminario permanente de formación sobre “Autoconocimiento e integración social”. Pero ellos se saben con una misión más profunda, comprenden que han sido llamados a colaborar en la construcción de la Historia desde lo cotidiano, según el proyecto del Señor. Se saben implicados juntos en ir proclamando el secreto de la auténtica felicidad de todos los que se cruzan en sus vidas.
Te voy a presentar una de sus facetas más íntimas a
través de una conversación que tuvo con M95
—¿Sois muy exigentes en la selección de los candidatos?
—Verás, para llegar a hacer oficialmente el
compromiso, se requiere haber estado un tiempo entre nosotros conociéndonos y
demostrando ser persona idónea. Esto quiere decir que debe estar dispuesta a
renunciar a la vida egoísta y vacía que promueve la sociedad actual. Desde ese
momento, su vida estará al servicio de las necesidades de los que se le acerque,
compartiendo su tiempo y todos sus bienes, tanto materiales como intelectuales
y espirituales. En fin, ha de colocar su vida privada en segundo plano, para
vivir exclusivamente por implantar la fraternidad en el mundo como único
camino para la paz, la justicia y la felicidad de todos.
—Esto lo veo muy exigente, ¿ya no cuentas
en la vida personal?
—Yo no diría que nos privamos de la vida personal, sino que nos percatamos de que la vida tiene otro sentido al que hemos de ser fieles y coherentes, desde el momento en el que somos conscientes de ello. Todo es posible cuando pones el corazón en lo que te parece trascendente y todo lo demás lo consideras secundario.
»
Yo no me puedo quejar de que me falte una relación íntima y reservada con mi familia.
Esto es otra cosa. Hay entre nosotros espacios sagrados de una intimidad
personal como ley elemental de todo ser humano, y nunca pretendemos violar
ningún valor natural, lo que no podemos es retirarnos egoístamente cuando
alguien nos necesita. Cualquier persona es sagrada para mí y si está en juego
su estabilidad personal, yo he de saber renunciar incluso a mi derecho de
intimidad si llegara el caso. Pero es una exigencia personal que a nadie se le
puede obligar desde fuera. Sólo tú lo mides y tomas la decisión. Tu vida, tu
tiempo libre, tus espacios… tú, sólo tú eres libre y responsable para tomar
decisiones ante la entrega a la misión a la que te sabes llamada.
» En
muchas ocasiones, pueden surgir dificultades ambientales o sociales ante las
que es muy difíciles tomar decisiones o que nos ponen en situaciones muy
comprometidas incluso de incomprensión y desprestigio y aquí nos jugamos
nuestro pacto con el Señor, por eso hay que tener una fortaleza interior que no
se adquiere en dos días.
—Esta es una programa muy ambiciosa ¿no?
—Puede ser, pero sabemos que el final no está
a la vuelta de la esquina, nuestra misión es ayudar a las personas que el Señor
pone en nuestro camino, a tomar conciencia de su destino y acompañarlas hacia
su propia meta.
—¿Y cómo sabéis estáis haciendo lo
correcto?
—Pues verás. Para que esto sea una realidad
contamos con la fuerza del Señor. Él es el que nos enseña todas las cosas y
conduce todos nuestros pasos. No solemos hacer nada sin consultarle.
—¿Consultarle?
—Supongo que es muy difícil de entender para una persona ajena a nuestra formación, pero nosotros creemos que su espíritu está en nuestro interior, que se comunica con cada uno y nos ayuda.
—¿En el interior? ¡Esto cada vez más
complicado!
—Bueno a estos encuentros con él es lo que
llamamos oración.
» Sí, es en la
interiorización, en el encuentro con él en nuestro interior donde le oímos y
percibimos sus planes concretos para cada uno y para la comunidad que se reúne
para escucharle. Estos términos nos sitúan exclusivamente ante la experiencia
de personas creyentes, porque no se puede llegar a hacer este descubrimiento,
sino en la medida en que tu mirada está iluminada por la fe.
—¡Ahora sí que me encuentro completamente
perdida! Yo no entiendo ese lenguaje espiritual.
—Es comprensible. Pero nosotros creemos en
ello y nos va bien. Esta es la fuerza interior que nos da energía y nos hace intrépidos
y arriesgados.
» Estos
encuentros con él y los hermanos, son los momentos más fuertes de la jornada.
Nos reunimos para compartir los problemas y las experiencias en clima orante.
Nos ayudamos y nos damos ánimo, consejo, estímulo… impulsándonos con nuevas
energías en la empresa que llevamos entre manos.
» Es como
acercarse a la fuente con los labios secos y salir reconfortada, saciada por
esa agua espiritual que brota del manantial interior de cada uno de los
hermanos.
» Ahora bien,
esta riqueza interior, que tan gratuitamente se nos da, sabemos que tenemos la
misión de comunicarla, de compartir con todo el que llama a nuestra puerta,
para confirmarles que el Señor está presente en el corazón de todos los hombres
y en el centro de todo acontecimiento. Por eso nuestra vida ha de ser el
reflejo de esta interiorización.
—Pues para mí, la comprensión del amor pasa
por la experiencia de haberse sentido amado.
—¿Me puedes explicarme?
—Pues sencillamente, primero descubrimos el
amor al sabernos amados por aquellos que nos han dado la vida, y a partir de
esta experiencia somos capaces de ir conectando con empatía con las demás
personas con las que nos relacionamos a través de nuestra historia personal,
hasta llegar a dar una respuesta de entrega a la amistad o a un amor en
exclusividad.
—¿Y si no se tenía esa primera experiencia?
—Por supuesto que existen niños huérfanos o
abandonados, incluso los hay que tienen que soportar el vivir entre peleas y
odios de sus adultos, pero yo creo que el don del amor forma parte de nuestra
existencia y aunque lo tengas difícil, la naturaleza se cobra esta carencia
social y tarde o temprano tienes que tener esta vivencia, por muy pequeña que
sea, de ser estimada por alguien para poder abrirte al verdadero sentido del
amor que es entregarte a la persona amada rompiendo las cadenas del egoísmo.
—Y esto… yo… no entiendo mucho.
—Mira, el amor es una entrega gratuita. Esto
quiere decir que es una fuerza que impulsa a darte por encima de cualquier respuesta
de la persona amada.
—Pues cuesta entender.
—Vamos a ver, si te lo sé explicar. Porque ya te he dicho que esto se aprende experimentándolo. Pero te diré que, para mí, hay gestos que reflejan su significado. Ama de verdad, el que no exige ser correspondido. Es la gratuidad de una madre, que se desvive por su hijo, a pesar de que éste le falle, y mil veces que le necesite estará disponible para acogerle, aunque no le corresponda. Es la respuesta de una fidelidad conyugal que sabe comprender, tolerar, disculpar, perdonar… que vuelve a confiar sin retornar a la herida abierta, ni guarda rencores mal curados. Es la gratuidad del que entrega todo cuanto es, por crear una sociedad armónica donde reine la comprensión y la justicia. Y yo hago de la justicia sinónima del amor, porque nadie que ama es injusto con la persona amada y ningún justo manipula el amor.
—Amar así… ¿Es fácil?
—Creo que el hombre es primeramente egoísta y posesivo, el amor requiere madurez, el niño sólo quiere poseer a los demás por su seguridad personal. Pero a medida que vas creciendo, que vas adquiriendo seguridad y autonomía, vas ganando la batalla a estas malas inclinaciones. La derrota de estos instintos es un signo de madurez. Sólo el adulto puede llegar a conquistar estos niveles, pues son metas de nuestra naturaleza humana.
—¿Y cómo se conoce esos niveles?
—Mira, está escrito que
El verdadero amor es paciente, sufrido y servicial,es condescendiente, es tolerante,no es envidioso, no presume,
no busca quedar por encima;no ofende, no busca su propio interés,no
se irrita, no piensa mal;no se alegra de la injusticia,pero se
complace en la verdad. Todo
lo disculpa, a todo se acomoda, siempre se fía, siempre espera,y lo soporta todo.
—¿Es esto como vosotros hacéis aquí?
—Esta es la norma de nuestra convivencia. Y aunque no siempre sale, hacia ahí queremos caminar. Entre luces y sombras personales y colectivas, queremos ser coherentes y nos esforzamos por ayudarnos para hacer realidad en cada uno lo que aspiramos como grupo. ¿Qué colectivo humano no tiene fallos? Por lo menos somos conscientes de que este es el camino, y estamos abiertos a colaborar y compartir estas inquietudes con todo aquél y aquélla que pretenda hacer de la justicia-amor la causa primera en la construcción de una historia de gentes felices.
» …sabemos que
la felicidad se fundamenta en el amor y que el amar va creando unas relaciones
humanas cuyos pilares son la justicia y el reconocer a todos sus derechos,
desterrando con ello la desigualdad de oportunidades, la opresión y el dominio,
la rivalidad y toda clase de marginación. Por supuesto que no es fácil, exige
el cultivo de la propia autonomía y del propio altruismo, pero esta es, por así
llamarlo, la meta de nuestra filosofía vital.
Poner amor en todas las
cosas es la mejor norma para ser feliz