Hoy en homenaje al 8 de marzo, quiero compartir contigo unas reflexiones sobre el hecho de ser persona.
No se trata solo del ser hombre o mujer, es el ser humano que se realiza como persona, a imagen de Dios en la unidad de la pareja.
¿Cómo enfocan este tema nuestros personajes?
—Es evidente que existe lo femenino y lo masculino, creo que somos dos modos de ser persona, dos modos que se complementan pero que no se pueden confundir. Somos complementarios. Nos necesitamos mutuamente y sabemos que juntos formamos un todo.

» Estamos aún inmersos en una sociedad patriarcal, donde la mujer sigue un paso por detrás de los varones, pero ya va siendo hora de que nos pongamos a estudiar el modo y la manera de que esto vaya cambiando»
» Tenemos que ir corrigiendo esos errores ofreciendo a las nuevas generaciones la complementariedad del hombre-mujer, aceptando las dos dimensiones de la persona humana como necesarias para que la sociedad crezca armónicamente»

—La experiencia biológica de la maternidad como raíz de lo genuinamente femenino, infundirá a la ciudadanía una gran riqueza en el campo relacional. Esos valores de entrega, acogida, apertura, preocupación por el otro, atención por el más débil, inclinación por la solidaridad, la unión, la aceptación de la singularidad de cada uno… En fin, asumir la dimensión femenina en la sociedades hacer una historia más comprensiva y tolerante, abierta a aceptar la igualdad y la originalidad de cada uno de los individuos que la componemos.
Lo femenino
8 AGOSTO, 2019 MARY CARMEN MURTULA
Todas estas cualidades que aunque se les puede atribuir como femeninas, sabemos que no dejan de ser más que actitudes de lo mejor del ser humano, de ahí que aquí se trate de valorar a la persona, hombre y mujer, como seres indiscutiblemente llamados a colaborar juntos en el avance del Reino. Por eso en este diálogo que a continuación te copio, se habla de la persona adulta que es consciente de su responsabilidad histórica.
—Nosotros somos un grupo de personas que hemos descubierto la misión específica y única que todo ser humano tiene en la vida. Esta consiste en favorecer la actuación del Señor en la Historia; tratar de hacer que sus planes sobre el aquí y ahora se hagan realidad, por eso no podemos excluir a nadie, todo el que descubra su misión de ir construyendo el Reino de S.H. será bienvenido.
—¡Esto suena muy interesante!
—Pues sí, sí que lo es. Creemos que cada generación, cada cultura tiene una misión concreta dispuesta por el Señor, para ir colaborando con él en sus planes de ir recapitulando todas las cosas hacia la instalación eterna de su Reino. Cada uno tiene que ir descubriendo su papel existencial dentro de ese proyecto divino y entregarse por entero a ser su incondicional instrumento. Por eso nos presentamos como personas adultas que nos comprometemos a vivir el proyecto de S.H. en este presente en el que él nos ha puesto.
—¿Cualquiera persona adulta sirve?
—Por supuesto, la llamada es a cualquier persona en el espacio y en el tiempo, pero no todos son capaces de poner su libertad al servicio de una causa tan gratuita. Esto es muy exigente y requiere un temple de persona que tiene que estar dispuesta a nadar contra corriente.
—¿A nadar…? ¿Cómo?
—Quiero decir que, en muchas ocasiones, pueden surgir dificultades ambientales o sociales ante las que es muy difíciles tomar decisiones o que nos ponen en situaciones muy comprometidas incluso de incomprensión y desprestigio y aquí nos jugamos nuestro pacto con el Señor, por eso hay que tener una fortaleza interior que no se adquiere en dos días.
—Ya veo.
—Está claro que nuestra misión de ir transformando la sociedad, no puede ser exclusivo de unos pocos. S.H. llama al hombre para que colabore en su obra de ir desarrollando la Historia en un proceso ascendente hasta que él decida concluir todas las cosas. Cuando la Historia llegue a su fin, quiere encontrarse a los hombres preparados para un final feliz.
—Esta es una programa muy ambiciosa ¿no?
—Puede ser, pero sabemos que el final no está a la vuelta de la esquina, nuestra misión es ayudar a las personas que el Señor pone en nuestro camino, a tomar conciencia de su destino y acompañarlas hacia su propia meta.
—¿Y cómo sabéis estáis haciendo lo correcto?
—Pues verás. Para que esto sea una realidad contamos con la fuerza del Señor. Él es el que nos enseña todas las cosas y conduce todos nuestros pasos. No solemos hacer nada sin consultarle.
—¿Consultarle?
—Supongo que es muy difícil de entender para una persona ajena a nuestra formación, pero nosotros creemos que su espíritu está en nuestro interior, que se comunica con cada uno y nos ayuda.
—¿En el interior? ¡Esto cada vez más complicado!
—Vamos a ver si te lo sé explicar con palabras sencillas. Todo ser humano, que es sincero consigo mismo, se sabe pobre e incapaz de sobrevivir por sí solo. Necesita de los otros.Todos necesitamos de todos y todos estamos llamados a ayudar a los demás para ir creciendo en armonía. Pero si te embarcas en una causa espiritual, te das cuenta de que las energías y la fuerza para ser eficaz en esa empresa te ha de venir de otra dimensión, la espiritual. Y es allí donde se realizan las auténticas batallas. Existe en nuestro interior un bien y un mal que luchan por ser el dueño de nuestra persona, por conquistar nuestra voluntad, y si optamos por nuestro bien interior, nos encontramos con el Señor como el único que puede ayudarnos a que el bien, que es él, sea el dueño y señor de nuestras decisiones. Bueno y a estos encuentros con él es lo que llamamos oración.
—¡Oh!
—Sí, es en la interiorización, en el encuentro con él en nuestro interior donde le oímos y percibimos sus planes concretos para cada uno y para la comunidad que se reúne para escucharle. Estos términos nos sitúan exclusivamente ante la experiencia de personas creyentes, porque no se puede llegar a hacer este descubrimiento, sino en la medida en que tu mirada está iluminada por la fe.
—¡Ahora sí que me encuentro completamente perdida! Yo no entiendo ese lenguaje espiritual.
—Es comprensible. Pero nosotros creemos en ello y nos va bien. Esta es la fuerza interior que nos da energía y nos hace intrépidos y arriesgados. Estos encuentros con él y los hermanos, son los momentos más fuertes de la jornada. Nos reunimos para compartir los problemas y las experiencias en clima orante. Nos ayudamos y nos damos ánimo, consejo, estímulo… impulsándonos con nuevas energías en la empresa que llevamos entre manos.
«Porque donde están dos o tres reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos» (Mt.18,20)