Hay una obra de la apologética cristiana, escrita, quizás, en las postrimerías del siglo II, que refleja el vivir de las primeras comunidades cristianas y como modelo a imitar la propongo en la novela,
Nos situamos en una conversación sostenida entre los dos agentes del futuro M95 y V71.
Este le revela que, a pesar de querer mantenerse neutral, también ha investigado por su cuenta intentando descubrir las últimas motivaciones por las que actúan esas personas a las que están tratando de conocer, llegando hasta ese documento que bien los describe.
—Bueno, ya que estamos en la última propuesta de reflexiones personales, te voy a confesar algo que hasta ahora no me he atrevido ni a decírmelo a mí mismo, porque yo también he transgredido las reglas del proyecto haciendo una investigación paralela por mi cuenta.
—¿De verdad?
—Pues sí. Ya ves que nadie es perfecto.
—¡Me encanta! ¡Cuenta, cuéntame!
—Pues veras, a medida que ibas entregándome información de los acontecimientos que vivías, yo también me sentía interpelado y ha podido más la curiosidad que la tarea árida de sólo ir recogiendo tus datos.
—¡Qué interesante! ¿Y qué has hecho?
—Recurrí a otras informaciones anteriores, llegando a descubrir algo que puede ser interesante.
—¡Me tienes en ascuas!
—Se trata de un documento sobre la vida de los cristianos del siglo I de la era común, donde he podido obtener conclusiones muy sorprendentes.
—¿Es que te tengo que sacar las cosas con sacacorchos? ¡Dilo todo ya de golpe!
—Bien, Teniendo en cuenta de que se trata de otra civilización con una cultura muy distinta y salvando la distancia histórica, he descubierto rasgos específicos que se repiten en las dos generaciones.

“Los cristianos no se distinguen de los demás hombres porque vivan en regiones diferentes, así como tampoco por su idioma o sus vestidos. Tampoco habitan en ciudades propias, ni emplean un lenguaje insólito, ni llevan una vida singular. Ni su doctrina ha sido descubierta por ellos a fuerza de reflexión o búsqueda de ingenio humano, ni se hacen, como tantos otros, los defensores de una doctrina humana. Viven en ciudades griegas o bárbaras, según donde a cada uno le ha caído en suerte; siguen las costumbres locales en su modo de vivir, de alimentarse y de comportarse, manifestando al mismo tiempo las leyes extraordinarias y verdaderamente paradójicas de su república espiritual. Son ciudadanos de sus respectivas patrias, pero sólo como extranjeros domiciliados. Cumplen con todos los deberes de ciudadanos y soportan todas las cargas como extranjeros. Se casan como todos y tienen hijos; pero no abandonan a los recién nacidos. Participan todos de la misma mesa, pero no del mismo lecho. Habitan en la tierra, pero son ciudadanos del cielo. Se atienen a las leyes establecidas, y con su estilo de vida superan las leyes. Aman a todos, y todos les persiguen. Se les ignora y se les condena; se les mata, pero son vivificados. Carecen de todo y todo les sobra. Se les insulta y bendice; les hacen ultrajes y responden honrando a los demás. Hacen el bien y los castigan como criminales; y mientras padecen el castigo, se alegran como si nacieran a la vida… Para decirlo de una vez: lo que el alma en el cuerpo eso mismo son los cristianos en el mundo… Dios fue quien los puso en tamaña condición, y no les está permitido desertar de ella.”
—¡Auténticamente asombroso!
—¿Verdad que tenía razón? Me he saltado algunos párrafos, la carta es más larga, pero más o menos te puedes hacer una idea con lo que te acabo de leer.
—Estando como estamos en umbral del siglo XXI, no esperaba encontrarme con esta semejanza con tantos siglos de distancia. Hombres y mujeres insertos en el mundo, comprometidos en la transformación de la sociedad en la que viven.
—Así es. Parece que fuera un comentario sobre esta generación que estamos estudiando ¿verdad?
—El caso es que, según la información que nuestros profesores nos han impartido, el cristianismo estaba en decadencia en esta generación dividida por tantas sectas y grupos contestatarios que abusaban y se contradecían con el Evangelio en la mano; también los sistemas capitalistas y los avances científicos habían ganado la batalla a la vieja iglesia; nuevas creencias y nuevas filosofías iban tomando cuerpo colocando a la sociedad en el camino recto hacia nuestro progreso pragmático y funcional donde poco tenía que ver con el mensaje de esa filosofía cristiana..
—Sí, al parecer hay algo que no encaja.
—Puede ser que, no todos los colectivos humanos de esa época actuaran según la información que teníamos antes de venir.
—Vistos en perspectiva, me atrevo a pensar que el vivir de esta gente que estamos tratando, es la confirmación de que en cualquier época de la Historia es posible dar el salto hacia lo transcendente buscando la plenitud humana más allá de la misma Historia, como aquí afirman.
—Estos acontecimientos me están dejando perpleja. Mañana, en la primera ocasión que tenga, voy a preguntar abiertamente a alguno de los líderes de esta comunidad si ellos son los cristianos descendientes de aquella primera sociedad y si S.H. tiene algo que ver con ese Jesús de Nazaret.
—Sí, si. Investiga si toda la sabiduría de esta gente tiene sus respuestas en un libro donde, según los datos de aquellos cristianos, se recogieron todos los dichos y hechos de ese Jesús que, al parecer, después de haber sido matado, resucitó y predicaban que estaba vivo.
—Si es así, no me extrañaría que ese Jesús sea el Señor de la Historia, y por eso permanece a través de ella.