COMO LOS PRIMEROS

Hay una obra de la apologética cristiana, escrita, quizás, en las postrimerías del siglo II, que refleja el vivir de las primeras comunidades cristianas y como modelo a imitar la propongo en la novela,

Nos situamos en una conversación sostenida entre los dos agentes del futuro M95 y V71.

Este le revela que, a pesar de querer mantenerse neutral, también ha investigado por su cuenta intentando descubrir las últimas motivaciones por las que actúan esas personas a las que están tratando de conocer, llegando hasta ese documento que bien los describe.

—Bueno, ya que estamos en la última propuesta de reflexiones personales, te voy a confesar algo que hasta ahora no me he atrevido ni a decírmelo a mí mismo, porque yo también he transgredido las reglas del proyecto haciendo una investigación paralela por mi cuenta.

—¿De verdad?

—Pues sí. Ya ves que nadie es perfecto.

—¡Me encanta! ¡Cuenta, cuéntame!

—Pues veras, a medida que ibas entregándome información de los acontecimientos que vivías, yo también me sentía interpelado y ha podido más la curiosidad que la tarea árida de sólo ir recogiendo tus datos.

—¡Qué interesante! ¿Y qué has hecho?

—Recurrí a otras informaciones anteriores, llegando a descubrir algo que puede ser interesante.

—¡Me tienes en ascuas!

 —Se trata de un documento sobre la vida de los cristianos del siglo I de la era común, donde he podido obtener conclusiones muy sorprendentes.

—¿Es que te tengo que sacar las cosas con sacacorchos? ¡Dilo todo ya de golpe!

—Bien, Teniendo en cuenta de que se trata de otra civilización con una cultura muy distinta y salvando la distancia histórica, he descubierto rasgos específicos que se repiten en las dos generaciones.

Escucha esta carta dirigida a un tal Diogneto de aquella época:

Los cristianos no se distinguen de los demás hombres porque vivan en regiones diferentes, así como tampoco por su idioma o sus vestidos. Tampoco habitan en ciudades propias, ni emplean un lenguaje insólito, ni llevan una vida singular. Ni su doctrina ha sido descubierta por ellos a fuerza de reflexión o búsqueda de ingenio humano, ni se hacen, como tantos otros, los defensores de una doctrina humana. Viven en ciudades griegas o bárbaras, según donde a cada uno le ha caído en suerte; siguen las costumbres locales en su modo de vivir, de alimentarse y de comportarse, manifestando al mismo tiempo las leyes extraordinarias y verdaderamente paradójicas de su república espiritual. Son ciudadanos de sus respectivas patrias, pero sólo como extranjeros domiciliados. Cumplen con todos los deberes de ciudadanos y soportan todas las cargas como extranjeros. Se casan como todos y tienen hijos; pero no abandonan a los recién nacidos. Participan todos de la misma mesa, pero no del mismo lecho. Habitan en la tierra, pero son ciudadanos del cielo. Se atienen a las leyes establecidas, y con su estilo de vida superan las leyes. Aman a todos, y todos les persiguen. Se les ignora y se les condena; se les mata, pero son vivificados. Carecen de todo y todo les sobra. Se les insulta y bendice; les hacen ultrajes y responden honrando a los demás. Hacen el bien y los castigan como criminales; y mientras padecen el castigo, se alegran como si nacieran a la vida… Para decirlo de una vez: lo que el alma en el cuerpo eso mismo son los cristianos en el mundo… Dios fue quien los puso en tamaña condición, y no les está permitido desertar de ella.”

—¡Auténticamente asombroso!

—¿Verdad que tenía razón? Me he saltado algunos párrafos, la carta es más larga, pero más o menos te puedes hacer una idea con lo que te acabo de leer.

—Estando como estamos en umbral del siglo XXI, no esperaba encontrarme con esta semejanza con tantos siglos de distancia. Hombres y mujeres insertos en el mundo, comprometidos en la transformación de la sociedad en la que viven.

—Así es. Parece que fuera un comentario sobre esta generación que estamos estudiando ¿verdad?

—El caso es que, según la información que nuestros profesores nos han impartido, el cristianismo estaba en decadencia en esta generación dividida por tantas sectas y grupos contestatarios que abusaban y se contradecían con el Evangelio en la mano; también los sistemas capitalistas y los avances científicos habían ganado la batalla a la vieja iglesia; nuevas creencias y nuevas filosofías iban tomando cuerpo colocando a la sociedad en el camino recto hacia nuestro progreso pragmático y funcional donde poco tenía que ver con el mensaje de esa filosofía cristiana..

—Sí, al parecer hay algo que no encaja.

—Puede ser que, no todos los colectivos humanos de esa época actuaran según la información que teníamos antes de venir.

—Vistos en perspectiva, me atrevo a pensar que el vivir de esta gente que estamos tratando, es la confirmación de que en cualquier época de la Historia es posible dar el salto hacia lo transcendente buscando la plenitud humana más allá de la misma Historia, como aquí afirman.

—Estos acontecimientos me están dejando perpleja. Mañana, en la primera ocasión que tenga, voy a preguntar abiertamente a alguno de los líderes de esta comunidad si ellos son los cristianos descendientes de aquella primera sociedad y si S.H. tiene algo que ver con ese Jesús de Nazaret.

—Sí, si. Investiga si toda la sabiduría de esta gente tiene sus respuestas en un libro donde, según los datos de aquellos cristianos, se recogieron todos los dichos y hechos de ese Jesús que, al parecer, después de haber sido matado, resucitó y predicaban que estaba vivo.

—Si es así, no me extrañaría que ese Jesús sea el Señor de la Historia, y por eso permanece a través de ella.

EL EQUILIBRIO PERSONAL

Hoy sorprendemos a M95 hablando con Andrés. Ella está confusa ante las relaciones sociales que va descubriendo en este colectivo humano y se atreve a preguntarle cual es el secreto de ese equilibrio relacional que manifiestan los ciudadanos de esta sociedad.

—¿Y cómo lo hacéis?

—Pues ya vas viendo como actuamos. Empezamos por programas de iniciación en donde los guías o maestros ayudan como primera asignatura el dominio personal.

—A ver, explícamelo.

—Mira, una persona que no sabe controlar su maldad difícilmente podrá entender, aceptar, ayudar a los otros. Si tú no has controlado tus ambiciones desordenadas, difícilmente podrás presentarte como líder para ayudar a los demás, puesto que irás movido por la ambición, el poder, el dominio. Por eso lo primero que se ha de aprender es a saber dominar el mal que crece en el interior de cada uno. Nosotros somos nuestro primer enemigo y hay que ir ganando las batallas correspondientes según las edades psicológicas. El alcanzar el equilibrio interior es tarea de toda la vida. Hay que ir orientando nuestro corazón para que no caiga en la opresión, abuso, rencores, egoísmos, envidias, odios, celos… todo esto son tumores del espíritu del mal que están en nuestra naturaleza, que van minando la capacidad de relacionarnos con amor. El conquistar un bienestar interior, hace que disfrutemos de una auténtica reconciliación con nosotros mismos, como primer peldaño para reconocer comprensivamente la realidad distinta del otro y acogerlos para buscar juntos el bien común.

—¡Qué interesante!

—Si, es una buena guía en el campo psicológico de la persona, la aceptación de uno mismo tal como somos en realidad, con nuestras luces y sombras sabiendo que podemos ir conduciéndolas hacia el equilibrio interior, no sólo evita muchos males, sino que nos lleva a conquistar la verdadera satisfacción.

—A ver si me entiendo. ¿Tú dices que lo primero hay que luchar por dentro de ti?

—Lo has entendido muy bien. Pero, como te he dicho, es una asignatura para toda la vida. Pues no es el mal que viene de fuera el peor, sino que nuestro mayor enemigo es el propio desorden interior. Es la corrupción interior la que destruye toda posibilidad de ir creando paz y hermandad a nuestro paso.

—¡Vaya!

—Permíteme que te lea un párrafo de una carta de uno de nuestros primeros líderes:

¡Sí que es esto un buen programa de vivir!

—Por eso es la primera asignatura que acatamos. Nos va la vida en esa limpieza interior. Si no comenzamos por gastar nuestras energías bélicas en combatir con nuestro propio mal, difícilmente llegaremos a ser capaces de conquistar la armonía de una convivencia ciudadana. Sólo desde una serena y constante práctica de interiorización, podemos llegar al dominio personal y desde ahí sabernos preparados para comprender y ayudar a los demás.

¿Es este vuestra fuerza de pacifista?

—Así lo puedes llamar. Si analizamos los motivos de los enfrentamientos humanos, el noventa y nueve por ciento tiene sus raíces en esta falta de equilibrio personal. Es el reclamo, más o menos certero, de los derechos legítimos que supuestamente le son negados. Porque en justicia no se puede permitir el querer tener más o creerse superior al otro.

Y es así donde están los derechos humanos ¿verdad?

—Sí. Nos hemos dado cuenta de que este camino funciona. Sólo viviendo con estas actitudes conseguiremos una sociedad justa y estable, pues nunca se llegará a una sana convivencia si se ve en el otro a un competidor, un enemigo, un inferior…

DESCUBRIENDO CAMINOS

Hoy te invito a que presencies una de las clases de Andrés, donde hace un comentario sobre un pasaje del Evangelio

—Vamos a continuar el tema que comentábamos el último día.

 »Decíamos que el reino está dentro de nosotros. Todos llevamos esa semilla en nuestro interior, pero hay que poner los medios para que se vaya desarrollando. Hay quienes no tienen interés por estas cosas y de esto se aprovecha el enemigo, para robarle o ahogar la buena simiente de su corazón. Hay otros que empiezan con ilusión y entusiasmo, pero son cobardes y en cuanto aparece la dificultad abandonan. Los hay que les parece interesante el cultivar esta hermosa vida interior, pero las ambiciones mundanas del poder, la riqueza, los honores y placeres de este mundo, les pueden y renuncian a lo más importante, por esas otras luces engañosas y superficiales. Por fin hay también gente con coraje, que desarrollan lo mejor de su existencia.

»Busquemos por tanto el reino y su justo crecimiento y todo lo demás hay que saberlo relativizar, colocándolo en el lugar que le corresponde en la escala de valores que constituyen los peldaños para conquistar ese reino. Recordad que hemos de pasar por la historia como elegidos y amados que somos, llamados a ir haciendo realidad el proyecto de S. H., su Reino, y que no es otro que ir sembrando para que crezca la familia de Dios, porque su reino no es de gobernadores y súbditos sino de una familia donde todos se aman sirviendo y atendiendo las necesidades de los hermanos.

—A mí siempre me llama la atención cuando hablas de que somos elegidos. ¿Acaso no hemos sido llamados, toda la humanidad, a ser ciudadanos del reino?

—Por supuesto. Todos somos llamados, pero no todos son conscientes de esta realidad. Y los que hemos tenido la gracia de caer en la cuenta de esta misión no podemos despreciarla o tratar de ignorarla. A eso me refiero al decir que somos elegidos, mejor sería decir que somos conscientes de la elección.

—A veces es una tarea costosa.

—Por supuesto que exige renunciar a muchas cosas, a muchos ídolos que atan nuestro corazón, por eso hay tantos que abandonan. Pues en el fondo es cuestión de generosidad, de comprender el valor del amor desinteresado y gratuito, pero nunca se nos impondrá, es una decisión libre y voluntaria. Pero el Señor no se deja ganar en generosidad, y cuando ve nuestro interés y nuestro esfuerzo, se pone de nuestra parte.

—Es verdad que no todos responden, pero, así y todo, no me negarás que se necesita mucho coraje y mucha confianza en la ayuda del Señor para no flaquear en los momentos difíciles.

—Así es. Y sólo los que lo intentan con constancia lo consiguen. Aunque tenéis que ser realistas, porque esto es tarea de toda la vida, y el enemigo es muy astuto y busca los puntos más débiles para atacar, pero tened ánimo, el amor de Dios puede convertir nuestra debilidad en fortaleza y si estamos llenos de estas inquietudes, nuestras palabras y nuestras obras nos han de delatar, pues de la abundancia del corazón habla la boca.

—Aunque al oírte no lo parece, la verdad es que en realidad no es tan sencillo. ¿Cómo hacer para que todas nuestras inquietudes y nuestros deseos estén enfocados hacia los intereses del Señor exclusivamente?

—Ya os lo he dicho, con paciencia y perseverancia. Poniendo nuestra confianza en el espíritu del Señor que nos guía y nos da fuerza. Se trata de romper con todo de una vez, y optar con determinación a caminar en lo sucesivo, hacia esta meta. Pero esto no se hace de una por todas. Hay que intentarlo cada día, empeñarnos en cada nueva situación por la causa que nos convoca. Levantándonos en las caídas y no hundirnos ante el fracaso. Poco a poco se va adquiriendo más conciencia de ello y se crea en nuestro interior unos hábitos que favorecen el actuar cada vez con menos tensión y más confianza en la fuerza de su espíritu que nos habita.

—A mí a veces me da la sensación de que estamos viviendo contra corriente, pues nuestra sociedad te bombardea constantemente con otros valores y sólo aquí me encuentro seguro.

—De acuerdo, pero recuerda lo del tesoro escondido. Cuando uno lo encuentra y es capaz de medir su valor, nada ni nadie se le pone como obstáculo para poder conseguirlo. Aunque a los ojos de los demás sea una locura, él vende cuanto posee, se desprende de todo, olvida cuanto tiene con tal de conseguir lo que para él es algo que vale la pena aun al precio de perderlo todo. Si esto es lo que da sentido a tu vida, vale la pena arriesgarte y dejar todo lo demás. ¿No te parece?

 —Sí. Yo estoy de acuerdo contigo, pero ¿por qué somos tan pocos?

—Este es uno de los grandes misterios de la condición humana. Pero a nosotros se nos pide el proclamar esta verdad, quizás si fuéramos más responsables de anunciar y vivir lo que hemos descubierto, más personas se convencerían de esta realidad, puesto que todos somos llamados al Reino.

—Sí, pienso que hemos de ser más audaces y no acobardarnos al primer desplante.

—No lo dudes, si has captado esta buena noticia, no puedes ya seguir viviendo como antes, porque has descubierto la única verdad que merece ser seguida. Este es tu tesoro que tienes que ir conquistando y anunciando.

—Esto supone una gran responsabilidad.

—Por supuesto. Pero el día que te convenzas de que es el mismo espíritu del Señor el que va moldeando tu corazón y haciendo crecer tu semilla interior, te será todo más fácil.

¡sorprendente pero real! Así sigue Andrés comunicando su mensaje, como si nada ajeno al tema ocupara su mente y sus sentimientos

—Las primicias del Reino se está manifestando en esta nueva sociedad que entre todos queremos construir. Una sociedad que responda al proyecto que el Señor tiene sobre la humanidad. Una humanidad solidaria y fraterna. Una sociedad donde todos ten[1]gamos un sitio digno, donde todos nos sepamos personas aceptadas tal como somos, con nuestras luces y sombras, pero con perseverancia y con confianza, a la vez que nos sabemos con el compromiso de colaborar por la felicidad de los otros

—¡Esto suena a utopía!

—Yo diría más bien a mucha tarea por hacer. Todo esto no pueden ser sólo palabras bonitas, hay que cambiar el corazón para poder aceptar a todos como hermanos y desearles lo mejor. Claro que no es fácil y por supuesto que no se consigue a fuerza de puños. Pues nuestro hombre egoísta, que reina en el interior de cada uno, lucha por situarse en el puesto que tratamos de arrebatarle.

—Entonces, ¿qué nos recomiendas?

 —Trabajar dando paso en nosotros al amor que se nos ha dado y que va desarrollando en nuestro ser, una nueva criatura digna de poder derramar ese amor en los demás. Este es el único camino, así conseguiremos poco a poco ganarle las batallas de esta guerra interior a nuestro cruel enemigo. Se trata pues, de ser valientes y colaborar para que triunfe el bien, con las armas de ese hombre nuevo. Armas de paz, gratuidad, comprensión, acogida, generosidad… En fin, es un ir creando en nosotros un estilo de vida propio de los discípulos del Señor, y solo desde ahí, el mundo podrá ir caminando por sendas donde no crezca la cizaña del egoísmo y la insolidaridad.

 —No sé… Hablas con una firmeza y seguridad, que parece como si para ti todo esto resultara muy fácil.

 —¡Por supuesto que no lo es! ¿Qué te crees que a mí no me cuesta?, Llevo ya muchos años en esta empresa y a fuerza de ganar y perder batallas voy conquistando terreno al bien que hay en mí y debilitando mi mal. ¿Cómo? buscando las fuerzas en la oración y en la ayuda de los hermanos. Si conseguimos una comunidad que se aviva por la oración y la ayuda mutua, sin duda que conseguiremos nuestra meta. No podemos olvidar que todos nos complementamos y es muy sano sabernos necesarios y necesitados, formando un todo con los demás.

—¿Y qué pasa cuando no te lo agradecen o te interpretan mal?

 —Ya os he dicho en otras ocasiones que esto es gratuito. Quiero decir que no podéis actuar según la reacción del beneficiario, esto ni se cobra ni se paga, es otra cosa, no podemos pretender alcanzar seguridades externas o buscar un reconocimiento y mucho menos actuar por ganarnos el prestigio de los otros.

—Pero supongo que, si te mueves entre personas sensatas, pronto te sabrán reconocer.

—Puede ser, pero no olvides que la envidia es muy sutil y uno de los enemigos más ocultos del ser humano, incluso entre los que se esfuerzan por ser buenos. Pero, aunque esto suceda, no podemos abandonar. Por eso mi empeño en meteros estos fundamentos muy dentro, para que no os sorprenda el mal y sepáis como enfrentaros a él.

—¿Cómo?

—Os lo repito, con la fuerza de vuestra vida interior y la ayuda de un buen consejo fraterno. En cuanto a la relación con los demás, hay que procurar, ir sembrando a nuestro paso gestos de respeto, comprensión, justicia, solidaridad… Que la gente se sienta feliz al compartir con nosotros el esfuerzo cotidiano. Os aseguro que no hay un camino más fácil de ser feliz que empeñarse en hacer felices a los que están con nosotros codo a codo.

—Tienes razón. Y yo creo que poco a poco vamos entrando en esta dinámica que nos propones. ¿Verdad?

—Estoy seguro de que así es. Y no olvidéis que el gran éxito lo conseguiremos cuando tratemos de estar junto al que más lo necesita, para remediarle, o al menos, para darle el consuelo de compartir en compañía solidaria. Os aseguro que no hay mayor dolor que sufrir en solitario, pero todo esto se puede superar en la medida en que aprendáis a vivir desde lo más profundo de vuestro ser. Bueno, dejamos aquí este tema, pues ya es la hora de ir terminando.

EL HIJO PRÓDIGO

Hoy vamos a leer un capítulo muy atrevido. Se trata de una adaptación actualizada del texto bíblico del hijo pródigo (Lc 15.11-32).

 Y dice una nota a pie de página:

(Este relato que es una copia del texto bíblico Lc 15, 11-32 lo presento aquí, como un hecho que puede ser realidad cotidiana de perdón y de acogida, en un contexto familiar donde se vive el amor que el Señor nos predicó)

Estaba una tarde M95 charlando con Dña. María cuando aquella le preguntó:

—¿Qué pasa cuando alguien con familia quiere él solo unirse a este proyecto? ¿Cómo hace para no complicar a los demás de familia?

A lo que Dña. María le respondió

—Te voy a contar un caso entre tantos que va bien para tu pregunta.

 Ocurrió hace unos cuantos años:

»Un viudo que tenía dos hijos y era de los más ricos de la ciudad, se determinó por tomar parte en nuestro proyecto. Cuando dio ese paso, valoró todos sus bienes y redactó el testamento dejando a sus hijos en herencia cuanto poseía en aquel momento, alegando que, del fruto de su trabajo en lo sucesivo, era su voluntad el no disponer de ello, ni él ni sus hijos, sin contar con las necesidades de la comunidad con la que libremente desde aquel momento se comprometía, reteniendo únicamente lo que le fuera absolutamente indispensable para su mantenimiento y el de sus hijos mientras no se independizasen. Así se dispuso, con el consentimiento de los dos hijos. Pero un día el más joven de ellos le dijo:

‘Padre, ya soy mayor de edad y quiero disponer del dinero que me pertenece, para establecerme por mi cuenta.

»Y el padre, después de sugerirle que llevara una buena administración, le dio la parte que le correspondía de la herencia.

 »Cuando el hijo adquirió la independencia económica, se marchó al extranjero. Allí, mal aconsejado, malgastó su patrimonio, viviendo disolutamente entre bebida, juego y mujeres. Pronto se encontró arruinado y solo y tuvo que optar por buscar de qué vivir. Por fin encontró trabajo en una granja al cuidado de los animales y allí se vio, mal pagado y peor alimentado. Cansado de tanta miseria, se puso a reflexionar sobre lo que había perdido al abandonar su familia y se dijo:

 ‘¡Cuánto mejor estaría en la casa de mi padre! Allí hasta el último de los jornaleros anda sobrado de comida y es respetado, mientras que yo aquí me muero de hambre y de miseria. Dejaré todo esto, volveré a mi casa y le diré a mi padre: ‘Padre, reconozco que no he obrado bien. Te he fallado. No merezco ser llamado hijo tuyo, pero al menos, trátame como a uno de tus empleados y déjame reparar mi mal sirviéndote con dignidad’.

»Como lo pensó lo hizo.

»Estaba llegando a su casa, cuando el padre le vio y se le conmovieron las entrañas. Y echando a correr salió a su encuentro, se tiró a su cuello y le besó fervientemente. El chico estaba aturdido, no se esperaba este recibimiento y después de unos segundos reaccionó y le dijo:

 ‘Padre, reconozco que te he fallado, no he sabido seguir tus consejos, sé que ya no soy digno de ser tu hijo, no merezco tener un padre que así me recibe, que así me perdona, yo…

‘Bueno, bueno, has vuelto y esto es lo que ahora importa. Olvida esta mala experiencia y vuelve a sentirte en casa como si nada hubiera pasado.

 ‘¡Pero padre…! ¿Y todo lo que he malgastado? ¡Estoy en deuda contigo! ¡Tengo que devolvértelo! Te prometo que trabajaré sin condiciones económicas y te juro que te restituiré hasta el último céntimo

‘Mira hijo, lo importante es que estás aquí de regreso y sin nada grave que lamentar. Ya verás como juntos la vida nos volverá a sonreír. Ahora entra en casa, quítate estos andrajos, báñate y vamos a celebrar tu vuelta. De lo demás ya tendremos tiempo de hablar. Eres joven y tienes toda la vida por delante para afrontarla con serenidad y honradez.

 »Mientras estaba arreglándose, le avisaron que la cena sería en el restaurante del club, porque su padre había sufrido con todos nosotros y era justo que compartiéramos juntos la alegría de su regreso.

»Cuando estábamos cenando, llegó el hijo mayor y al enterarse de lo acontecido, ser acercó al club, pero no quiso entrar y llamando al padre le dijo:

‘¡Esto no es justo! Sabes que yo siempre te he obedecido y que jamás te he fallado. Y tú nunca me lo has agradecido ofreciéndome la posibilidad de invitar a mis amigos. Y ahora llega ese, que ha derrochado tu dinero, tirándolo en las cloacas de la sociedad y has montado para él un gran banquete.

‘Hijo, es verdad que tú siempre estás conmigo, pero este también es mi hijo y tu hermano, y es lógico que nos alegremos y celebremos el haberle recuperado.

»Con estas y otras palabras, el padre intentó ablandar el corazón egoísta del muchacho, cerrado a acoger la vuelta de su hermano arrepentido. Así estuvieron un buen rato platicando y cuando el pequeño salió a saludarle, el padre le empujó disimuladamente y los dos se abrazaron. Así los tres entraron en el salón donde estábamos cenando entre gozo y alegría sincera.

»A los postres, Juan dirigiéndose al muchacho le dijo:

 ‘Ya ves, estos acontecimientos familiares, los sufrimos y celebramos juntos y es un sentir veraz, pues te acogemos como si cada uno viviera la vuelta de nuestro propio hijo, gozosos de tenerte de nuevo entre nosotros. ¡Brindemos por ello!

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Doña María concluyó su relato diciendo:

—Esto sucedió aproximadamente hace cuatro años y en este momento, el chico tiene un trabajo digno y entrega a su padre su sueldo íntegro.

Sí que es una historia curiosa.

—Muchos son los sucesos que te podría contar. Todos ellos van marcando los avances que rotulan el vivir en fraternidad con la esperanza puesta en un final eternamente feliz.

AMAD LA HERMANDAD

Te quiero informar sobre una charla que dio Andrés ayer tarde.

—Hoy vamos a comentar este texto del Libro:

 »En otra ocasión se decía de ellos:

»¿Qué os quiero decir con todo esto? Pues que tenemos que cuidar nuestras relaciones internas, ayudándonos según las necesidades de cada uno, poniendo nuestra riqueza al servicio de las necesidades de los demás. ¡Qué hermoso si también pudieran decir eso de nosotros, que así nos amamos siendo la admiración de cuantos nos observan!

»El sabernos hermanos y hermanas nos ayuda a caminar y a crecer. Es lo que nos da fuerza e impulso para trabajar con los otros. Aceptando a cada persona por su propia dignidad de pertenencia a la familia humana. Todos tenemos una misión personal e intransferible en la construcción de la historia, y si queremos vivir en un mundo más justo y solidario, si queremos liberar y sanear la sociedad del egoísmo que la corroe, hemos de empezar por nuestras pequeñas comunidades sociales.

—Andrés, en la charla del otro día me quedó un interrogante, que quizás pueda engancharse con lo que hoy quieres comentarnos.

 —¿De qué se trata?

—Pues verás, muchas veces te he oído hablar de la bondad del hombre y a mí me cuesta mucho a simple vista creer en esa capacidad cuando veo cómo existe tanto mal y cómo me cuesta a mí hacer las cosas bien.

—Bueno, una cosa es que el hombre es capaz de ser bueno y vencer los obstáculos para serlo y otra que lo consiga. Todo depende de cómo se sitúe ante su realidad. Al Señor sólo se le descubre en el interior del hombre, allí donde se desarrolla su parte positiva. Y donde está él, hay optimismo y confianza en el triunfo del bien. Pero esto requiere una actitud vigilante y paciente perseverando, aunque el camino sea largo y angosto. En dos palabras, hemos de ir descubriendo su presencia en los signos cotidianos. La comunicación del Señor con los humanos nunca se interrumpe y es de él de donde recibimos las luces y la fuerza, pero necesitamos caminar con ojos puros y con oídos de discípulos, para ver y oír dónde él nos quiere conducir. Y en ese camino, es donde puedes descubrir la cantidad de hombres y mujeres que buscan y que se hacen preguntas como tú. Una gente que camina por lo cotidiano inquieta por ir construyendo un futuro mejor. Personas en busca de sentido, que no quieren pasar por la vida como parásitos, sino que tratan de poner su grano positivo en la tierra de la historia. Esa es la buena gente que vive a nuestro alrededor. Pero hay que ir detectándolas e incluso hay que estar disponibles para ayudar a que todos descubramos nuestra misión personal.

—Cuando tú hablas todo parece muy sencillo.

—Quizás no lo sea, pero yo sé que es posible. Porque a nosotros se nos ha dado el conocimiento al acoger la buena noticia y hemos de ser mensajeros y mensajeras de ella. El mundo nos está reclamando el ser eco del Señor que habla en lo más íntimo de nuestros corazones.

—¡Esto es muy comprometido!

—Sí, lo es. Por eso no podemos pasar por la vida con una mirada superficial que resbala sobre la existencia de las personas y de las cosas evitando cualquier clase de compromiso.

LA CONDICIÓN FEMENINA (4)

Esta semana se nos plantean tres comentarios a reflexionar: La entrega como instinto maternal de la mujer adulta. El bucear en la interioridad para encontrar el sentido transcendente de la vida. La fidelidad a tu destino para ser auténticamente feliz.

Tres propuestas que vale la pena tener en cuenta a la hora de tomar el pulso a nuestra existencia.

—Y hablando otra vez de Marta, ¿quieres explicarme cómo ve ella eso de ser madre?

—Pues Sí. En ella su propia condición femenina le lleva a enfocar la entrega y abnegación desde su instinto maternal. Es una mujer adulta consagrada por completo a entregarse a los otros y con ello se siente realizando su potencial de hacer familia, dedicándose plenamente a este nuevo modo de ir construyendo una historia más fraterna.

¡Qué interesante!

—Sí que lo es. Para ella el construir una familia, una hermandad con todos los que trata, pasa por delante de sus intereses personales. Por otra parte, es una mujer que está habituada a mirar los acontecimientos cotidianos con ojos contemplativos.

—¿Cómo? Perdón, yo no entender muy bien eso.

—Quiero decir que ante cualquier cosa que sucede, Marta rápidamente sabe hacer una referencia sobrenatural. Para ella no existe la casualidad, todo tiene un por qué trascendente, por eso además de su instinto femenino, se entrega abandonada ante la presencia del Señor que todo lo ve y lo permite.

—¡Uf! Creo que estas son palabras misteriosas para mí.

—Supongo que sí, estamos hablando en términos que a nivel puramente humano puede parecer absurdos.

—¿Cómo de absurdos?

—Verás. Cuando hablamos de verdades espirituales a personas que no están iniciadas en estos temas, puede resultar difícil porque nos situamos desde distintas posturas ante la mente humana. Cuando explicamos verdades espirituales a personas de espíritu, no las exponemos en el lenguaje que enseña el saber humano, sino que nos situamos en un nivel espiritual.

—Entonces, para comprender ¿tengo que aprender un vocabulario especial?

—No se trata sólo de términos de vocabulario sino de conceptos mentales que únicamente lo captan los familiarizados con los criterios del espíritu. Los que vivimos con los ojos puesto en el Señor de la Historia, somos capaces de detectar esas emisiones de señales diferentes que nos descubren, en los acontecimientos cotidianos, dónde se encuentra la presencia del Señor.

—Me parece que estoy perdida.

—A ver cómo te lo explico. Mira, por encima de los sucesos cotidiano y ordinario, donde se suele dar una opinión de una mirada rápida y superficial, hay personas iniciadas en la comunicación con lo trascendental, que saben descifrar ese particular código de señales que anuncia la presencia del Señor. Personas que tienen experiencia de interiorizar el vivir

—¡Uf! ¿Y Marta es así?

—Sí. Su vida tiene un permanente interlocutor y vive pendiente de serle fiel colaboradora. Por eso su entrega va más allá de ser una ayuda para el otro. Es una disponibilidad incondicional a la misión para la que se sabe llamada por el Señor, y desde esa actitud vital, intenta ir construyendo la parcela existencial que se le ha confiado, tratando de ser coherente con sus propias convicciones.

—Y entonces, ¿esto es mejor que ser casada?

—Ni mejor ni peor. Son como las dos caras de una misma moneda, dos maneras de realizarse propio del ser adulto. Cada uno ha de saber encontrar su equilibrio en el propio camino para cumplir su destino. Reconozco que en ocasiones el matrimonio puede ser una limitación para estar disponible, pero también tiene otras compensaciones que no son ni mejores ni peores, sino según tu inclinación vocacional. Todos tenemos un cometido que cumplir en la sociedad, nadie se puede evadir de ella si quieres ser auténticamente feliz y sentirte realizándote en plenitud, por eso tienes que encontrarlo y seguir fiel en tu puesto.

LA CONDICIÓN FEMENINA (1)

Vamos hoy a comenzar un nuevo capítulo que nos llevará unas cuantas semanas, pero vale la pena recrearnos en su lectura porque describen el talante interesante de la personalidad de Marta, la enfermera del grupo.

Es su amiga Sara la que la va definiendo y con ella va marcando un modelo de mujer entregada a servir a los demás.

Encabeza M95 el capítulo narrando sus primeras impresiones sobre esta persona tan interesante.

Marta es una gran mujer, amiga incondicional de todo aquel que se le acerca. Vive con su madre, pero ésta sabe que tiene que asumir el estilo peculiar de los compromisos existenciales de su hija y procura ser una buena colaboradora en todas sus actividades. Su casa está siempre abierta para todo el que la requiera y más de un/a joven con problemas ha pasado el tiempo que ha necesitado, compartiendo sus preocupaciones con estas dos mujeres. Marta les inculca la ilusión por la vida, les hace descubrir los valores por los que uno tiene que ser capaz de jugarse el tipo, trata de ayudarles a comprender que la paz y la alegría de vivir dependen de las motivaciones que llenan la existencia de cada uno. Y así, poco a poco, les va llevando a cambiar de actitud frente a las dificultades que sin duda seguirán encontrando, pero que, desde esa relación, se saben con nuevas fuerzas para enfrentarse a ellas. Todos reconocen que allí siempre encontrarán unas desinteresadas amigas dispuestas a echarles una mano. Marta es compañera de Sara desde la infancia. Juntas pasaron las primeras peripecias de la niñez adolescencia y juntas conocieron a Andrés y su manera de enfocar la vida. Cuando ellos decidieron formar una familia, Marta se les unión incondicionalmente, formando un trío de una fuerte influencia en el ambiente donde se mueven. Más tarde, cuando terminó sus estudios de enfermera, decidieron juntos la conveniencia de especializarse en el campo de la drogadicción. Como todos ellos, dedica su tiempo libre a dar gratuitamente una orientación formativa de su especialidad en el club del barrio. Seminarios de medicina preventiva, planificación familiar, primeros auxilios… Después de la conversación que tuve con ella, a raíz de los acontecimientos anteriores, me interesaba saber de su persona, por eso he pensado que la más indicada para darme la información perfecta era Sara.

Aprovechando que tenía la mañana libre, pues mis alumnos se han ido a visitar el museo Prehistórico de la ciudad, me he acercado a la biblioteca a probar suerte y la he tenido, pues son pocas las personas que acostumbran a usarla a esas horas de la mañana y hemos podido conversar prácticamente sin interrupciones. Era el primer día que la veía después de lo ocurrido a su hijo la semana pasada.

(El niño quedó ciego a consecuencia de una meningitis bacteriana)

—¿Qué tal estás?

—Pues mira, haciéndome el ánimo, porque esto es algo que te viene y te coge de sorpresa, pero no puedes darte porrazos contra la pared, la vida te da duros golpes y hay que ir aprendiendo a asumirlos y a ir caminando con ello.

—¿Y cómo está el niño?

—¡Imagínate!  A él le cuesta más que a mí, pues a su edad no se tiene los recursos que podemos buscar los adultos, pero hemos tenido la suerte de que Elsa lo sabe llevar muy bien y parece que va adaptándose a su nueva realidad.

—¡Ah sí! Ya recuerdo que Elsa está trabajando de niñera con tus hijos.

—Sí, ha sido un buen regalo, pues es una chica muy responsable y se ha encariñado mucho con los pequeños.

—Es suerte por las dos partes, pues para ti también es un descanso.

—Ya lo creo, además Marta quiere, aprovechando su condición de enfermera, asistir a un curso de educadores de invidentes, que se va a impartir en las vacaciones de invierno, para poder luego orientarnos en la tarea de ayudar a Daniel a desenvolverse con habilidad en su nueva situación.

—Pero, me contó su madre, pensaba pasar las vacaciones con ella en un balneario en el norte del país. ¿Cómo va a poder estar en las dos cosas?

—Bueno. No es la primera vez que sus planes pasan a segundo término cuando alguien la requiere. Estoy segura de que lo hubiera hecho por cualquiera de nosotros. Se sabe miembro corresponsable en esta gran familia que estamos entre todos construyendo. Por eso sus intereses, tanto personales como familiares y profesionales, están siempre en función de las urgencias que le pide el ir favoreciendo la hermandad comunitaria que intentamos vivir.

—¡Ah! Por eso ayudar a vosotros pasó antes de sus vacaciones ¿no?

—Exacto. Esta tarde mismo va a cancelar el viaje y a matricularse en ese curso. Su talante de vida solidaria se descubre en estos gestos concretos de disponibilidad.

—Pero ¿esto lo que hacéis todos o es algo de ella?

—Mira, aquí a nadie se le obliga a dar más de lo que su propia generosidad le exige. Pero tratamos de ir creando en nosotros una conciencia opuesta al individualismo, para liberarnos de ataduras egoístas y buscamos estilos de vida propios de la agilidad de los que han puesto su existencia al servicio del hermano que te reclama por su necesidad.

—¡Esto es muy obligado!

—Pues sí. A esta gestión, que nos coge la vida, consagramos, no sólo nuestro tiempo libre, sino toda nuestra existencia. Por eso, cuando llega el caso, pasa por delante de nuestros planes personales.

—Una cosa así, supone mirar primero a los problemas de los otros.

—Ya veo que lo vas entendiendo. Nosotros pretendemos ser sal de la tierra. Sal que hace su servicio sin ser notada, que no se ve pero que se necesita y se le hecha de menos si falta; sal que se hecha mano de ella para que dé buen sabor, para que el conjunto del guiso se beneficie al estar allí, sin ser visible pero útil. O como la levadura, que se sabe de su presencia porque es la que hace crecer. Todo esto es imprescindible para que la fraternidad vaya desarrollándose.

—Así dices tú que es Marta ¿verdad? Como la sal y como la levadura en esta sociedad.

—Sí, somos amigas de toda la vida, por eso creo que hago justicia al definirla así. Este es el estilo de Marta. Tiene la gracia de estar siempre disponible, a punto para sacar a cualquiera de un apuro. Está siempre ahí para echar una mano, para cubrir una necesidad, incluso para remediar un desagravio. Está ahí siendo sal, luz, levadura… en fin construyendo el Reino con sus actitudes de disponibilidad.

RELACIONES INTERPERSONALES

  Para mucha gente, el 2020 está siendo un tsunami que arrastra tras de sí muchos sueños y proyectos; un terremoto que está haciendo tambalear nuestras vidas. ¿Está lo peor por venir? ¿Quiénes van a sacar la mejor tajada de todo esto?

Hemos de ser prevenidos y cautos. Hay que estar alertas para que no nos encuentren soñolientos los que planean cambiar la sociedad, porque bien sabemos que con los estímulos correctos todos los seres humanos podemos llegar a ser moldeables, más aún si somos incapaces de cuestionarnos las cosas;  por eso no podemos creer todo lo que vemos y oímos, de ahí que es primordial mantenernos correctamente informados, pues en esta época de la libre circulación de información, suelen haber personas que cuentan con intenciones oscuras detrás de cada proposición, por lo que hemos de tener claro nuestro principios y valores para no dejarnos sorprender por el sutil engaño, que nos pueden arrastrar hacia un cambio de decisiones y comportamientos.

Lo que es evidente en un futuro próximo, que todos vamos a salir más o menos tocados por esta situación.

Por ello, después de haber podido analizar el planteamiento existencial del colectivo humano expuesto en la novela, donde lo primero es la dignidad del hombre, y sus relaciones interpersonales van enfocadas a una conciencia de hermandad universal, quiero informarte de la reacción futurista de sus personajes:

—¡Este es el secreto de esta gente, el móvil que les impulsa a construir la historia con los ojos puestos más allá de la misma historia! ¡Qué diferente planteamiento a la programación establecida en nuestra civilización!

—¿Ya estamos de nuevo hablando despropósitos?

—Bueno, tienes que reconocer que es una manera distinta de mirar la vida. Es verdad que a nosotros se nos proporciona cuanto necesitamos, pero nuestras necesidades e intereses no pasan de ser superficiales. Tenemos el alimento necesario y abundante, se nos atiende en nuestras enfermedades, disfrutamos de todas las comodidades que precisa una persona de nuestro siglo y eso en el ámbito universal, pues nadie sabe lo que significa ser pobre o menesteroso materialmente hablando, pero ¡qué pobres son nuestras relaciones interpersonales! ¿Dónde están nuestros sentimientos? Me parece que estoy empezando a despertar del letargo de satisfecha-engañada, y siento que me va la vida en escuchar las voces de estas gentes que me orientan hacia la única meta que para mí ahora mismo tiene sentido. ¿A quién le interesa que todo siga tal como está?

—Entre otras personas a mí. ¿No te das cuenta de que no puedes seguir así, desacreditando tan descaradamente nuestra civilización?

—Pienso que esto se debe a que hemos sido educados en determinados principios que controlan nuestras capacidades intelectuales y emotivas, pero ahora caigo en la cuenta de que esto no es lo correcto. No está previsto que los ciudadanos se aparten de esas normativas que se han hecho hábito en nuestro comportamiento, pero ¿dónde queda nuestra libertad de expresión y de escoger?

—¡Qué ganas de complicarte la vida!

—Quizás, pero dime, ¿ quién es capaz en nuestra sociedad, de pasarse un rato con un amigo compartiendo las penas y las alegrías?

—¿Para qué? Hay otras formas de solucionar estas cosas.

—¡Por supuesto! Cuando te ves en conflicto, vas al orientador de turno y te resuelve el tema. ¿Verdad?

—¿Qué malo hay en ello?

—No, si todo esto está muy bien. Pero yo te pregunto ¿Has llamado alguna vez a la puerta de tu vecino porque necesitabas algo de él?

— ¡Nunca lo he necesitado!

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— ¡Ahí esta! Hemos perdido la capacidad de necesitar al otro. Ya no podemos saber lo que significa la alegría de ser útil, el gozo de poder compartir, la belleza de la íntima relación con el misterio de cada uno.

—¡Patochadas! Yo no echo en falta nada de esto.

—¡Eso es lo malo! Ahogaron nuestras necesidades relacionales. Esa acogida de la amistad es ajena a nuestra sociedad. Ese trato personal que he descubierto en esta gente, creo que es una riqueza que hemos perdido y que convendría recuperar.

—¡Tonterías! Tú no eres quien debe decidir esto.

—¡Por supuesto que no! Pero reconoce que es más humano el poder conectar con los mismos sentimientos que tu compañero de empresa.

—¿Para qué?

—Pues para poder tomarte tu trabajo con otro interés, porque te sabes haciendo camino junto con otros que tienen la misma meta. Tratar de no ver en el otro un enemigo que te puede denunciar, traicionar o simplemente hundirte en una competencia de poder. Aquí he visto todo lo contrario. He descubierto que en esta sociedad viven atentos a ir juntos construyendo la marcha de la historia. Una historia que ahora me parece más humana.

—¡Estupideces!

—¿A quién se le ocurre en nuestro ambiente preocuparse por lo simple y lo inútil? Aquí he descubierto la ilusión por lo pequeño, lo simple, el detalle. El valor de lo menos útil, la acogida y rehabilitación del minusválido, la comprensión del menos dotado, la aceptación de lo diferente como un valor a respetar, por venir de un ser humano… ¿No habremos perdido algo positivo de las civilizaciones pretéritas? ¿Por qué tantos prejuicios?

 —¡Bobadas! Está visto que tienes la cabeza embotada con tanta novedad.

—Quizás, pero ¿no te llama a ti también la atención que no demos importancia a las relaciones interpersonales, a lo afectivo, a los valores relacionales?

 —Supongo que serán cosas de otro siglo.

—Puede ser que la explicación esté en que ignoramos la transcendencia de esta vida y no profundizamos en la hondura del ser humano, porque no reconocemos su dimensión espiritual. Por eso me cuesta tanto seguir el diálogo de estas gentes cuando hablan de cosas tan profundas que según ellos no podemos percibirlo porque sólo se puede juzgar con criterios del espíritu.

 —Oye. ¿No tienes miedo de cansarme y que sea yo el que te denuncie dando la voz de alarma a la base del proyecto

—Es posible. Esto es un riesgo, que soy consciente he de asumir si quiero desahogar con alguien todo lo que estoy viviendo. Así que sólo me queda esperar que no me defraudes y me escuches sin prejuicios ni temores.

—No sé hasta cuando seré capaz de aguantar tanta necedad.

—Bueno, ¿qué me dices de la desigualdad de género que existía en esta sociedad que estamos estudiando?

—No me negarás que en esto hemos avanzado

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—Por su puesto. Aunque en donde estoy residiendo no puedo experimentar estas diferencias, al parecer seguía siendo una asignatura pendiente a escala prácticamente mundial en esta época, de ahí los congresos y las reuniones internacionales que van tomando conciencia de esta realidad. Como ves, aquí puedo apuntar en favor de nuestra civilización. Hemos conquistado la igualdad de sexos, el no hacer diferencias ni valoraciones partidarias entre hombre-mujer. Podemos estar orgullosos del resultado generacional al haber conseguido dejar atrás la idea de superioridad de un sexo sobre el otro. ¡En este campo les hemos aventajado!

—¡Menos mal que hemos progresado en algo!

—No seas sarcástico. Claro que hemos adquirido nuevos conceptos valorativos de la persona, al considerarla en su aspecto de eficacia y productividad. Esto ha hecho que se rompieran aquellos esquemas. Pero tienes que reconocer que aquí sólo cuenta tu capacidad para ser útil al progreso y al bienestar de esta sociedad.

—¡Ya lo has estropeado

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—Pues es verdad, pero en la época que estamos estudiando, esta diferencia era el motivo de una lucha, a veces hasta violenta por parte de la mujer, por conseguir ser reconocida, escuchada y valorada.

—¡Vaya, barbaros!

—Ríete cuanto quieras, aunque reconozco que nosotros hemos aprendido a mirar con otros ojos y a escuchar con otros oídos, y el resultado ha sido el acostumbrarnos a oír y ver sin distinción entre un hombre o una mujer, en un trato que bien podríamos llamar neutro.

—¿Y eso es bueno o malo para ti?

—Si sigues lanzándome esos dardos tan irónicos. Mejor será que demos por concluido aquí nuestro informe de hoy.

la fuerza de lo transcendente

En cierta ocasión en que M95 estaba hablando con Sara, se le ocurrió hacer este comentario:

Todo esto suena bien, pero… Y… ¿Qué yo tengo que hacer para pertenecer a vuestro proyecto?

—Bueno, ya te he dicho que S.H. no hace elecciones excluyentes. Su llamada es universal, pero respeta la libertad personal de decisión. De ti depende. De todas  las maneras, hay que darle tiempo a una cosa tan comprometida. Tú sigue intentando conocernos y ya llegará el momento de hablar sobre ello. Tienes que tener en cuenta que este modo de vivir supone un nacer de nuevo, un romper con las actitudes y los intereses anteriores, un renunciar a muchas cosas que ahora te parecen imprescindibles. Es, en fin, un decidirte por entregar tu vida al servicio de una auténtica fraternidad con los ojos puestos más allá de la misma historia.

¿Te imaginas la reacción del agente V71 cuando oyó esta conversación?

 — ¿Te das cuenta de lo que dijiste?…

—Sí, me parece que hablé sin pensar en las consecuencias.

—¿Cómo se te ocurrió eso? ¿Por qué quieres hacerles creer que buscas auténticamente comprometerte con ellos?

—Reconozco que me precipité colocándome en una situación tan embarazosa. Es verdad que tengo que ir metiéndome en esta sociedad hasta ir descubriendo sus motivaciones para mejor profundizar en su historia, pero a medida que voy penetrando en ella, cuanto más los conozco, más difícil se me va haciendo el mantenerme al margen como simple espectadora. Hay algo en ellos que me atrae, que llama a implicarme en lo más íntimo de sus vidas

—¡Estás yendo demasiado lejos! Esta última actuación tuya, no es una respuesta a la investigación que se nos ha encomendado, sino que responde a algo muy personal.

—Si, tienes razón, pero me sé cada vez más cogida. ¿Qué tienen estas personas que me atraen con una fuerza interior, hasta ahora desconocida, de la que me veo incapaz de liberarme?

—Pues yo, no sé hasta qué punto estoy capacitado para seguirte el juego. Menos mal que no estoy tan ofuscado como tú y veo que el peligro se acerca a pasos agigantados.

—¡Lo siento! Pero son tan verdaderos, tan libres… ¡tan felices! Que me pregunto

si estaremos nosotros equivocados al buscar la felicidad como sinónimo del placer, de no carecer de nada. ¿No nos habremos asentado en demasiados vanos excesos? ¿Por qué aquí son felices acogiendo al otro y compartiendo lo que tienen, y en ello encuentran una satisfacción que nosotros nunca podemos experimentar? ¿Comprenderán en nuestra sociedad su filosofía?

—Estoy seguro de que, si sigues así, habrá muchas cosas que no comprenderán.

—Y, ¿cómo reaccionaran nuestros jefes, cuando se enteren de que vivieron creando su auténtico bienestar, en la justicia como exigencia del derecho de todos a tener todas las necesidades esenciales cubiertas, renunciando a lo superfluo y donde toda la actividad ciudadana estaba en función de hacer felices a los demás?

—¡Todo muy bonito!

¡No te rías! Nosotros creemos haber progresado mucho porque hemos dominado la materia, los secretos de la vida y la misma Naturaleza. Nos gloriamos de ser conquistadores del espacio y del tiempo. Nuestros progresos técnicos son aparentemente insuperables y nuestros recursos económicos superproductivos… ¡Somos triunfadores, dominadores! Y ¿qué?

 —¿Adónde quieres llegar?

—Pues sencillamente pienso que, nuestro mundo, con toda su perfección técnica y científica, ha olvidado lo único que puede satisfacer los anhelos más íntimos del hombre.

—¡Ah sí!… ¿qué es?

-—Pues, aunque lo tomes a broma, no estoy muy segura de que nuestros argumentos de, todo está controlado, repartido, clasificado, … sea lo ideal para nuestra existencia. Estoy empezando a tomar conciencia de que se nos ha negado una de las necesidades exclusivas de la raza humana.

—¿De veras?

—Me temo que no podemos tomarlo a guasa, pues ahora echo en falta el que se nos haya negado el disfrutar de la satisfacción de los sentimientos, el desarrollar nuestras capacidades emotivas, el favorecer las relaciones humanas a niveles afectivos. ¿Acaso son estas menos necesarias que las otras?

—No sé, nunca se me ha ocurrido pensar en ello.

—Pues bien, estas necesidades las siento dormidas en mí y sé que se están despertando al contacto con esta gente. Pienso que la sociabilidad y de la comunicabilidad de estas personas, establecen en ellos unas relaciones radicalmente diferentes a analizar en nuestra sociedad.

—Dime. Si algunas de esas personas conectaran con nuestra civilización ¿cómo te parece que nos juzgarían?

 —No lo sé, pero seguro que no se sentirían tan atraídas por lo nuestro como yo me estoy sintiendo en su ambiente. Creo que hemos llegado a una cultura donde el sujeto se individualiza hasta el punto de cifrar la libertad en una total indiferencia hacia el otro. ¿Tú crees que seríamos capaces de acogerles con la misma familiaridad con que yo me siento recibida por ellos?

—Seguro que no.

—Pues a eso me refiero. La verdad es que, aunque soy una extraña, me siento muy cómoda aquí. Carecen de muchas cosas, pero no las necesitan. Me estoy dando cuenta de que no son imprescindibles para estar bien contigo misma. ¿Habremos ido creando una cultura de necesidades que nos esclavizan, que nos dominan, que no podemos pasar sin ellas? Es una de las cosas que más admiro de esta gente sus pocas exigencias materiales. ¡Qué poco necesitan para ser felices!

—¿Qué es lo que más te ha llamado la atención de su modo de actuar?

—Pues que obran sin ninguna atadura externa. Tienen una seguridad en sus actuaciones que son dignos de envidiar. Ellos dicen que esa manera de ser tan libres les viene de la seguridad que les da el saberse en las manos de ese ser tan extraño que llaman S.H. ¡Qué mundo tan original el del espíritu que parece alimentar la vida de esta gente! Pero la verdad es que los envidio.

—Agente M95, sé que eres una persona muy observadora, y veo que es para ti muy fácil adaptarte con rapidez a las nuevas situaciones, pero no pensé nunca que te afectara de esta manera tan tajante.

—Yo también estoy sorprendida, esta experiencia me está situando por encima de mis cálculos. No contaba con esa fuerza espiritual que me arrastra con tanta intensidad.

—Me temo que estamos tomando un riesgo que nos puede costar caro.

—Lo que no llego a comprender es cómo una civilización tan avanzada como la nuestra no tiene en cuenta la existencia de la dimensión espiritual del ser humano. ¿No te parece algo esencial?

 —Me reservo mi opinión.

—Pues yo empiezo a intuirlo como un olvido muy serio. Por otra parte, me pregunto ¿Existió de verdad ese S.H.? ¿Será realmente el Señor de la Historia?

—¿Qué pretendes con ese cuento?

—No sé. Sin duda aquí parece que les ayudaba en muchos aspectos. Quizás ocurriera algo entre ellos y nosotros, con lo que hemos perdido esa dimensión en nuestra generación. ¡Cuánto tengo aun que investigar sobre este misterio que los hace tan distintos a nosotros, siendo como somos todos seres humanos! Si es en verdad Señor de la Historia, tendría que de algún modo hacerse presente en nuestra generación ¿No te parece? ¡Somos iguales y a la vez tan diferentes! ¡Estoy hecha un lío!

—¡Ten cuidado!

—Pues mira. Te aseguro que esta civilización no ha muerto. ¡La siento dentro de mí!

—¿Qué estás diciendo?

—¡Lo que oyes! Están consiguiendo despertar mi ser interior. Creo que esto es lo que me hace conectar con ellos tan fácilmente. Tal vez este es su secreto y sólo los espirituales les comprenden.

—Pero… ¿Qué te pasa? ¿De dónde te sacas esas conjeturas? ¿Es que has olvidado que el hombre es materia e intelecto? ¿Qué tiene que ver esto con esa vida espiritual de que hablas?

 —Pues… la verdad es que no lo sé. Y me temo que esto será muy difícil de explicar a nuestros contemporáneos, pero el caso es que así vivían estas personas, dando a su existencia humana un sentido trascendental, para nosotros desconocido.

 —Puede ser que sólo sea otro modo de enfocar la vida.

—Sí, pero esta visión de la realidad me cuestiona sobre mis actitudes y conductas. Son posturas vitales y como tales cogen a toda la persona.

—Bueno, pero no es este el tiempo ni el lugar para comentarlo ni menos discutirlo.

Permíteme que te subraye las últimas frases: “Son posturas vitales y como tales cogen a toda la persona”

Como ves, las actitudes y las conductas que M95 va descubriendo en esas personas no responden más que a un hacer vida el mensaje evangélico en el siglo XXI, por eso en vez de hacerte un comentario personal, te invito a leer La encíclica última del Papa Francisco “Fratelli tutti”: Todos hermanos Sobre la fraternidad y la amistad social.

Ahí encontrarás, con mejores palabras, el mensaje que quise plasmar en toda mi novela.


DIÁLOGO INTERSOCIAL

Los cristianos de hoy estamos llamados a escuchar los signos de los tiempos discerniendo por donde sopla el Espíritu de Jesús resucitado que quiere ser Señor del siglo XXI. ¿Qué nos pide la sociedad de hoy? ¿Cómo pasar por la historia de nuestra existencia siendo sal, levadura, iluminando el camino de nuestros coetáneos? Hay que pasar de una moral del miedo al castigo y una pastoral de amenazas y ataques, a una visión de la vida cristiana responsable y abierta a la fraternidad y la solidaridad, a lo social y a lo ecológico. Hay que profundizar y tratar de vivir los valores del Reino como justicia, honradez, tolerancia, equidad, legitimidad …, en una palabra, hay que desarrollar en nosotros la potencialidad del amor fraterno, en diálogo interdisciplinar con las ciencias sociales, políticas y científicas.

Voy a presentarte pinceladas sobre este tema, comenzando por algunas de las apreciaciones y argumentos de Andrés donde se refleja su proceder ante su compromiso existencial a nivel social.          

Después de terminar las actividades de la tarde en el club, he estado charlando con Andrés en su despacho. Tenía una lista muy larga de interrogantes desde mi asistencia a su clase y pretendía que él me las aclarara.

—Me gusta que me expliques, eso que llamáis los deberes que tiene una ciudadanía responsable.

—Bueno, yo creo que la persona tiene que sentirse y actuar como parte constructiva de la sociedad donde vive, y nadie puede privarle de este derecho, ni ella misma debe evadirse de esa responsabilidad.

 —Entonces, ¿tú apoyas eso que todas personas tienen su papel sociopolítico en la historia?

—Si, así es. Pienso que nadie se puede quejar de estar viviendo en una sociedad que no es de su agrado, si no intenta poner los medios para transformarla, si no trata al menos de mejorarla participando, como un ciudadano con responsabilidad.

—¿Crees esto fácil?

 —No, no lo es. Pero las lamentaciones y quejas sin hacer un intento por ayudar no llevan a la solución de las situaciones incómodas. Esa postura pasiva son quejas estériles que terminan por engendrar pesimismo y desaliento o en el peor de los casos una indiferencia, pasotismo y aburrimiento ante la causa social, y no conducen a nada bueno.

—¿Tú crees en democracia?

—Como te decía, estoy convencido de que todo hombre tiene derecho a participar libremente en su bienestar social, y este es el principio fundamental de todo sistema democrático, la participación de todos los ciudadanos, colaborando en el perfeccionamiento del desarrollo cívico más inmediato, donde el bien de todos se ha de construir con la cooperación de cada uno.

—¿Es clasista vuestra sociedad?

—¡Por supuesto que sí! La situación social en la que vivimos está cimentada en el tener y no en el ser. Por eso funcionamos entre las categorías de los ricos, inteligentes, poderosos… El que tiene dinero, poder, capacidad intelectual… es el que triunfa, aunque esto lo haya adquirido de una manera poco honesta, y así no construimos positivamente el bienestar de todos, puesto que el que carece de esas cosas, a veces por no querer pactar con ciertos valores, éste se puede encontrar marginado o sencillamente quizás nunca alcance a ser influyente en la sociedad. Pues, aunque en teoría se afirme que todos somos iguales y tenemos los mismos derechos, en la práctica sabemos que no es verdad, y que en ocasiones se llega a violar los principios más elementales de los derechos humanos, por mucho que se diga que la democracia está a favor de estos principios

—¿Y cuál es vuestra propuesta?

—Sin duda, el ir sensibilizando a los ciudadanos del deber de construir otra realidad social, siendo conscientes de sus obligaciones cívicas, contribuyendo en la cooperación solidaria, a fin de que todos disfruten de una aceptable calidad de vida, al menos con sus necesidades más elementales cubiertas.

—¿Tú crees que mejoráis el futuro?

—¡Por supuesto! Ya te he dicho que la solución está en no lamentarnos inútilmente sino en ayudar al cambio para mejorar. Es verdad que la meta es muy ambiciosa, pero creo que al final el bien va a triunfar, y si nos juntamos los que tenemos esta esperanza, y trabajamos por el bien común algo conseguiremos ¿no te parece?

—Puede ser…

—Por mi parte no quisiera pasar por la historia sin haber puesto mi grano de arena para lograrlo. Porque esto es urgente. Si, urge que nos comprometamos socialmente si queremos de verdad que suenen voces que proclamen la justicia, la solidaridad, la participación responsable… Este ha de ser nuestro empeño, ir buscando hacer el bien junto a las personas que tengan estas mismas inquietudes.

—¿Es así donde terminará la pobreza?

—Este es un tema muy complejo. Como ya te he dicho, espero que algún día caigamos en la cuenta de que todos tenemos derecho a tener cubiertas las necesidades más básicas, cosa que aún no es una realidad.

—Esto me suena a… ¿cómo se dice… utopía?

—Quizás te parezca una meta inalcanzable, pero sabemos hasta dónde pueden llegar nuestras fuerzas y no por eso nos acobardamos ni renunciamos a la lucha.

—¿Cómo me explicas de los países donde los gobernantes buscan su bien económico propio o sólo gobiernan para mandar y dominar?

—Eso es parte de lo que te he comentado. Cuando el poder político está en manos de desaprensivos que sólo tienen miedo de perder su plataforma de poder y dominio, su cómoda existencia y su alta posición social, sin meterse en el tema de la solidaridad apoyando el bienestar de todos los ciudadanos, asistimos al descrédito y al propio suicidio de las instituciones políticas.

—¿Tú crees esto?

—Estoy completamente seguro de que el pueblo tarde o temprano se levantaría contra los que así abusan de su poder. Los gobernantes tendrían que plantearse su situación y saber que esto los llevaría a ser los primeros en perder sus privilegios. ¿No te parece?

—Si, me temo tienes razón. ¿Cómo van a responder a las necesidades más urgentes de los ciudadanos, si con esto no se benefician, sino que tienen que renunciar de lo suyo para todos?

—Veo que lo vas captando. Además, hay otro problema que es el que surge en los países donde se pone como meta la producción a consta de la explotación de los propios trabajadores.

—Si, algo leo de esto en una crítica de la sociedad de consumo.

—Son planteamientos económicos que no miran en absoluto la dignidad de la persona. Las fuerzas laborales están organizadas para obtener el máximo beneficio sin tener en cuenta las condiciones de vida de los trabajadores, que son al fin y al cabo los que hacen progresar la economía con sus esfuerzos y sudores. La persona es explotada y sólo se le mira como un instrumento más de la productividad.

 —Y así sólo se enriquecen los jefes ¿verdad?

—Así es. Los beneficios del desarrollo económico siguen estando en manos de unos cuantos poderosos que mueven los hilos de toda la producción.

—Ya veo.

—Por eso es urgente hacer propuestas alternativas desde la base para cambiar el sistema, poniendo en primer eslabón en el respeto a todas y cada una de las personas que la forman.

—¿Y cuál es tu propuesta?

—Pues verás, tenemos un programa de orientación ciudadana, en el que se informa a la gente de sus auténticos derechos. También es muy importante la educación de los valores para ir tomando conciencia de que las relaciones humanas tienen como base la igualdad, aboliendo toda forma de explotación y discriminación y por último nos interesamos por la formación de conciencias rectas, honradas, íntegras, que no se dejan embaucar por la injusticia, la inmoralidad de los ambientes que buscan el engaño y el fraude social.

—Esto suena muy interesante.

—Así es. Yo creo que es el camino por el que se podría llegar a construir una sociedad donde se respete al ser humano en toda su dignidad. Cuando el ciudadano conoce sus derechos y los exige, la autoridad ejecutiva no le queda otra alternativa que actuar en favor de esas voces.

Este es el secreto que encierra el vivir cotidiano de este colectivo humano desde donde se desarrolla toda la trama de la novela, en un ambiente de iniciativas educativas y sociales.