V71 se hallaba en su dormitorio echado sobre la cama. Tenía los brazos detrás de la nuca y respiraba larga y serenamente. Pretendía relajarse, pero su fuerza interior le podía. Había hecho un gran esfuerzo, pero al fin su trabajo estaba concluido. Al día siguiente entregaría los dos legajos.
Sabía que no había sido él el promotor de esta nueva empresa y que era el primero en sorprenderse, pero estaba convencido de que tenía que dar su consentimiento libremente para dejarse llevar hacia su destino.
Se sabía una persona distinta, como quien empieza una vida nueva, la sentía correr por sus venas al ritmo de su propia sangre. Era el comienzo de una experiencia inaudita. No conocía la causa, pero se sabía vulnerable, frágil y al mismo tiempo con las fuerzas necesarias para cualquier cosa que el destino le tuviera designado. Era una fuerza interior que le colmaba de seguridad y valor. Se sabía completamente seguro en las manos de alguien que se había adueñado de su propia persona y le hacía ver la vida desde otra dimensión. La claridad de su visión le sorprendía. Le fascinaba la riqueza vital que todo aquello encerraba. Su mente trabajaba con nuevas categorías. Conocía sus limitaciones, pero a la vez percibía que estaba en la puerta de una gran experiencia llamada a lo transcendente y esto le llenaba de energías para cruza el umbral y caminar por sendas de libertad sabiéndose sostenido y acompañado por alguien lleno de novedad. Sentía su propio corazón latiendo con unos sentimientos que sólo unos meses atrás ignoraba, y por ello no le asustaba iniciar esa nueva senda que le cogía su ser entero.
Miró a su alrededor, las cosas seguían igual, pero percataba que una presencia oculta llenaba todo el espacio de la habitación. No estaba sólo, ya nunca se sentiría sólo, S.H. empezaba a ser el Señor de su propia historia personal. Experimentaba un sosiego, una gran paz que le daba una fuerza nueva, unos sentimientos absolutamente inusuales, era como vivir sobrecogido ante una promesa rica en experiencias inéditas e impredecibles. Tenía la certeza de que su vida sería un sí absoluto al proyecto encomendado. Y se sorprendió pensando:
—A la larga la persona no consiente que se le arranque el alma. La verdad divina es más fuerte que el ser humano. El verdadero Señor de la Historia siempre es el vencedor.
Sentía que estas palabras no provenían de su intelecto, ¿de dónde podían venir? La respuesta le sobrecogió, porque revelaba una gran agudeza que no creía poseer. Y recordó aquellas palabras que leyó en cierta ocasión:
“Yo estaré con vosotros hasta el fin de los siglos”
A la mañana siguiente, después de entregar el informe al Supremo Consejo, se dirigió a la oficina del Mayor C60 y le dio la documentación original.
Salió radiante del edificio. En su interior escuchaba:
“No guardes bajo llave las palabras
de este libro profético
Porque se acerca el momento.
¡Ea! Llego pronto. Y conmigo mi galardón,
para retribuir a cada uno conforme a su proceder.
Yo soy el Alfa y el Omega, el Primero y el Último,
Seguimos escuchando la conversación entre M95 y Juan
—Voy a ser sincera. Me gustaría creer en lo de siempre, en lo que me han enseñado. Veo que mis conocimientos me hacen caminar por una dirección de ideas distintos de vosotros, pero desde que estoy viviendo por aquí me estoy confundida. Tengo muchos de sorpresas y temores, y lucho por seguir a mi vida de siempre, por saber que allí está la verdad, pero ahora quiero decir que empiezo a ver la verdad en vosotros, pero me gustaría que no lo sea, que sois vosotros los equivocados, pero veo que no es eso. Cada vez que hablo con alguno de vosotros entiendo más que no puedo seguir pensando lo que siempre he creído que era la única verdad de la vida humana.
—¡Uf! ¡Qué bien te has expresado!
—Tenía tantas ganas de decirlo, que me ha salido como un chorro de sangre de una herida abierta.
—Está bien. Tómalo con calma. Es bueno que vayas descubriendo nuevos conceptos existenciales sin poner ninguna resistencia. Las preguntas transcendentes hay que hacérselas con temor y temblor, pues rozamos el misterio y hemos de ir iniciándonos en este camino.
—Bueno, yo tengo mucha ignorancia de esto. Yo estudié el significado de Dios a través de la historia. Sé que unas culturas lo ven como un ser que da la vida a cuanto existe; otras creen que somos prolongación de él mismo, creo que son los panteístas; otros creen la doctrina de Platón que dicen que Dios es el arquitecto del Universo; también Newton y Leibnitz dicen que el orden del mundo es porque Dios trabaja como un relojero, o como un omnipotente ingeniero que hace funcionar todas las cosas según sus planes; otros dicen que Dios es la causa de todo el universo, es el creador, el principio y el fin de todo lo que existe; en otro lugar también tratan de llegar a él definiéndole como el ser que tiene todos los atributos de la existencia terrena: la belleza, bondad, justicia… Bueno, no sé cuantas más razones. Pero todo esto es distinto a lo que vosotros me habéis hecho sentir. Vuestro Dios es un Dios íntimo y cercano que invita a una relación personal.
—Sí, esto es parte del misterio. Dios, aunque se presenta muy cercano, no deja de ser un ser superior que nunca podremos abarcar y comprender. Todas esas teorías son pruebas de que a lo largo de la historia el hombre ha tratado de entenderlo y explicarlo, pero somos demasiado cortos de mente para abarcarlo y por eso siempre nos desborda. Pero el camino para llegar a él no consiste en estudiarlo como si de una investigación científica se tratara. Nos podemos pasar toda la vida intentando conocerlo sin éxito, a lo más llegar a la conclusión de que no depende de nuestra capacidad intelectual o de una falsa comprensión, sino de que él es un ser libre y como tal manifiesta su intimidad como quiere y a quien quiere. Es su secreto que se lo oculta a los sabios e inteligentes pero que se lo revela a los de corazón sencillo y confiado.
—¿Tú crees que es así?
—Yo creo que nadie puede entrar en el misterio de Dios sin haberse sentido expresamente invitado. Por todo esto hemos de situarnos ante él como delante de una persona que nos ofrece tomar parte en su impenetrable intimidad descubriéndonos su amor secreto.
—¿No es esto una explicación muy bonita?
—Pues sí. Ten siempre presente que esta relación parte de él y que el gozar de la experiencia de su presencia se mide en términos de intimidad. Es él que se acerca gratuitamente a sus hijos, cuando quiere y como quiere. Porque nuestro Dios nos invita a participar no sólo en una relación de amistad, sino que, como Padre que es, nos llama a tomar parte de su familia que está formada por toda la humanidad, por eso el que no descubre esa filiación difícilmente podrá abrirse a la auténtica relación fraterna.
—¡Esto suena a muy compromiso!
—Así es. Pero el deseo ya es señal de que él está moviendo tu corazón para que lo busques y te dispongas a relacionarte con él. Es el Señor quien sale a nuestro encuentro, quien nos busca y nos desea, como un padre a quien se le ha marchado el hijo y lo espera y lo acoge sin reproches, con gestos de gratuidad, por encima de nuestras respuestas.
—Este aspecto de Dios nunca lo pensé.
—Pues es uno de los cimientos más profundo de nuestra fe. Y es lo que más nos mueve a la confianza. Dios es padre y así se comporta con todos nosotros. Escucha lo que nos dice en el libro:
»¿No te parece hermoso? Este es nuestro Dios. Un ser lleno de cariño y ternura. Por eso en otro lugar puedes leer la oración de un creyente que no duda en afirmar:
»Y es que, en cualquier circunstancia, el creyente sabe que la mano paterna y materna del Señor nunca le va a faltar. Sentimos su presencia amorosa en el silencio de nuestra intimidad aun en los momentos más dolorosos y más solitarios. Aun en la pérdida de los afectos más queridos, no nos sentimos totalmente desamparados, porque sabemos que Dios se inclina misericordioso y comprensivo llenando nuestra amargura con un gozo que tiene sabor a eternidad.
—¿Tú crees que esto es fácil para yo llegar a sentirlo así?
—¿Por qué no? Ya te digo que estás dando los primeros pasos para este encuentro. Esto es un proceso personal, cada cual avanza según sus potencialidades y su disposición franca y autónoma. Pero ten en cuenta que no se trata de una decisión voluntarista, sino de reconocer su presencia en ti. De saberte habitada por dentro, de descubrir que es él el que quiere hacerte una nueva criatura y que sólo espera tu decisión libre de convertirte en colaboradora de su obra, para que así, todo tu ser, con todas tus facultades movidas por la acción de Dios y tu libertad, conquistéis juntos esa batalla interior. Por tu parte has de intentar corresponder a su amor con una actitud de súplica confiada, segura de que es él quien te impulsa desde dentro a desprenderte de tu ser anterior, egoísta y pecador para lanzarte a amar a Dios y a los hermanos
—¡Qué descubrimiento!
—Yo creo que estás en una disposición muy positiva para empezar la experiencia del encuentro, pero no me preguntes cuando se dará.
—-Al menos supongo que me daré cuenta cuando pase ¿no?
—Supongo que sí. Se trata de estar atenta. Es un proceso que invade suavemente todo nuestro ser y lo vamos descubriendo en nuestra mente, nuestros sentimientos, nuestras resistencias… todo tu yo. Y llegará el día en que, sin saber cómo ni por qué, te pararás a contemplarte y te reconocerás como una mujer nueva, con nuevos ojos y nuevos oídos, ante la realidad humana y la vida toda, en busca de nuevos horizontes. Es entonces cuando caerás en la cuenta de que ha llegado el momento de sabes que tu existencia ha de ir por un camino distinto, por el que tienes libremente que optar generosa y gratuitamente, si quieres embarcarte en esta empresa de colaborar en construir una historia distinta, con la esperanza de que estamos avanzando con él hacia una nueva humanidad que tiene su meta en la otra vida.
Hoy vamos a escuchar una conversación de M95 con Juan
—¿Cómo puedo ponerme en comunicación personal con S.H.? — le he preguntado hoy a Juan.
—Eso depende de ti. Sólo puedes llegar a él, si los ojos de tu mente están abiertos a lo transcendente y si los oídos de tu corazón están dispuestos a escuchar el amor que el mundo te reclama. No porque el ciego no vea, las cosas no están. No porque tu mente y tu corazón no estén a tiro para alcanzarle, deja él de estar cercano.
—Pero yo soy muy lejos de esta ciencia religiosa que vosotros tenéis.
—No lo creas. Todos, por el simple hecho de ser persona, estamos llamados por Dios a vivir esa intimidad con él. Desde su origen, el ser humano fue creado para el diálogo con Dios. Es el Señor el que quiere esa relación, y se comunica en cuanto ve el mínimo deseo sincero en nuestro interior, aunque este sea más o menos acertado. Él conoce nuestros sentimientos más que nosotros mismos y está siempre disponible para dar el primer paso, lanzando su propuesta de amistad, pero siempre respeta nuestra respuesta, de ahí el riesgo de la libertad humana.
—¿Es esto verdad?
—Por supuesto. Él llama, valiéndose de cualquier acontecimiento humano y se deja oír dentro de cada uno, si estamos atentos a su voz.
—¿Cómo?
—Sencillamente tratando de estar alerta a esa llamada interior. Queriendo de verdad escucharle. Esta apertura interior a lo transcendente es lo que más dignifica a la persona.
—¡Explícame!
—Pues verás, El interior del hombre tiene que ser sencillo, sin pretensiones de superioridad y autorrealización soberbia, confiando en que tiene que realizarse desde dentro, donde Él está haciéndonos una criatura nueva según su corazón.
—¿Cómo, no somos la responsable de nuestra persona?
—Sí y no. Me explico.
—Sí, sí, porque esto me está complicando mucho.
—Tú misma experiencia te habrá llevado a reconocer que en nosotros hay dos fuerzas que luchan por dominarnos. El bien y el mal. Están ahí y nunca somos capaces de conseguir que vivan con armonía porque no son compatibles y a la vez no nos podemos liberar de ninguna de ellas.
—Si, eso es así. Y ¿qué hacer?
—Hay que conocerse por dentro, saber cuáles son las fuerzas personales que más poder tiene en nosotros y tratar de analizar qué clase de persona queremos desarrollar.
—¿Así de sencillo?
—No te creas. Siempre el mal es más fácil y por tanto más peligroso. Ya nos lo dice S.H. que
—Entonces, ¿cuál es lo que hay que hacer?
—Verás. La soberbia, el dominio, el egoísmo, la autosuficiencia son los enemigos más peligrosos del hombre interior. No se trata de inteligencia ni de cualquier estrategia humana, sino que, si de veras deseas vivir conquistando el bien de tu interior, tienes que ejercitarte en la paciencia, la fe, la humildad y la confianza estando en una actitud constante de interiorización, de escucha en tu interior. Lo primero la paciencia porque es un proceso de por vida, la fe porque es asunto de la dimensión transcendente del hombre que nunca se impone, pero que se debe de pedir con empeño y constancia, en alerta permanente de renuncia a lo que el mal te sugiere, la humildad porque no es cuestión de creerte con la suficiente fuerza para salir triunfadora y la confianza porque sabemos que al final es el bien el que ganará la última batalla si somos perseverantes.
—Esto es todo muy novedoso.
—Puede ser que nunca hayas oído hablar de esto antes, pero es la verdad más existencial que se te puede plantear en la vida.
—¿Por dónde empezar?
—Lo primero por creer que el Señor está en tu interior para ayudarte a ir venciendo tu mal. Él está en tí, en lo más profundo de tí misma, en todo lo bueno que tú deseas. Ya lo posees, pero tienes que ir haciéndolo presente. Tienes que ser consciente de su presencia.
—¿Cómo?
—Deseándolo sinceramente y estando sin reservas abierta a su voz.
—¿Dónde habla?
—En multitud de ocasiones cotidianas. En todo lo bueno que hay en tí y a tu alrededor. En el ejercicio del amor gratuito, en la lucha por la justicia y la acogida a todos, en tantas personas como nos hablan del bien con sus buenas obras… en fin, si estás atenta puedes descubrirle y con ello sin duda que cambiará tu punto de vista ante la vida.
—Créeme que mi vida ya está cambiando, con tanto como me estáis enseñando en estos meses que estoy con vosotros.
—Me alegro de que así sea. Con esto verás que el Señor ya te está hablando.
—¿Tú crees esto?
—Por supuesto que sí. Lo que pasa es que aún no sabes ponerle nombre a estas sensaciones nuevas que estás descubriendo en las relaciones que vas teniendo con todos nosotros.
—Supongo que así es.
—¿Nunca has tenido la impresión de que una fuerza interior te impulsa a hacer algo positivo?
—Seguro, pero no me sé explicarlo con vuestras palabras.
—Bueno, pero eso significa que ahí está la fuerza potencial de tu energía espiritual, y que debes estar atenta a sus impulsos si de verdad quieres meterte en este camino de conquista de tu bien interior. Pero tienes que saber que esto va más allá de lo que tú puedes intuir a la luz de tu inteligencia, es alguien que te está guiando en tu interior que se te insinúa pero que respeta tu libertad.
—¿Qué pruebas que todo esto es verdad?
—Bueno, yo estoy completamente seguro de ello. Así lo siento, lo creo, lo vivo… ¿Pruebas? … ¿Las hay?… Esto no se puede comprobar con los ojos, ni con razonamientos de causas intelectuales… ¡Y qué! Lo que le falta al mundo de hoy es ese enlace entre lo material tangible y probable y lo espiritual que está en otra dimensión no medible. ¿Pruebas? Yo no las necesito, pero me va mejor que a muchos de los que no han descubierto lo transcendente de la persona humana. Es aquí donde tienes que plantearte tu existencia. Este es un proceso personal y una determinación individual, en el que cada uno tiene que hacer un vacío interior de sus prejuicios y lanzarse a bucear en lo más profundo de esta maravillosa aventura existencial.
Esta semana se nos plantean tres comentarios a reflexionar: La entrega como instinto maternal de la mujer adulta. El bucear en la interioridad para encontrar el sentido transcendente de la vida. La fidelidad a tu destino para ser auténticamente feliz.
Tres propuestas que vale la pena tener en cuenta a la hora de tomar el pulso a nuestra existencia.
—Y hablando otra vez de Marta, ¿quieres explicarme cómo ve ella eso de ser madre?
—Pues Sí. En ella su propia condición femenina le lleva a enfocar la entrega y abnegación desde su instinto maternal. Es una mujer adulta consagrada por completo a entregarse a los otros y con ello se siente realizando su potencial de hacer familia, dedicándose plenamente a este nuevo modo de ir construyendo una historia más fraterna.
—¡Qué interesante!
—Sí que lo es. Para ella el construir una familia, una hermandad con todos los que trata, pasa por delante de sus intereses personales. Por otra parte, es una mujer que está habituada a mirar los acontecimientos cotidianos con ojos contemplativos.
—¿Cómo? Perdón, yo no entender muy bien eso.
—Quiero decir que ante cualquier cosa que sucede, Marta rápidamente sabe hacer una referencia sobrenatural. Para ella no existe la casualidad, todo tiene un por qué trascendente, por eso además de su instinto femenino, se entrega abandonada ante la presencia del Señor que todo lo ve y lo permite.
—¡Uf! Creo que estas son palabras misteriosas para mí.
—Supongo que sí, estamos hablando en términos que a nivel puramente humano puede parecer absurdos.
—¿Cómo de absurdos?
—Verás. Cuando hablamos de verdades espirituales a personas que no están iniciadas en estos temas, puede resultar difícil porque nos situamos desde distintas posturas ante la mente humana. Cuando explicamos verdades espirituales a personas de espíritu, no las exponemos en el lenguaje que enseña el saber humano, sino que nos situamos en un nivel espiritual.
—Entonces, para comprender ¿tengo que aprender un vocabulario especial?
—No se trata sólo de términos de vocabulario sino de conceptos mentales que únicamente lo captan los familiarizados con los criterios del espíritu. Los que vivimos con los ojos puesto en el Señor de la Historia, somos capaces de detectar esas emisiones de señales diferentes que nos descubren, en los acontecimientos cotidianos, dónde se encuentra la presencia del Señor.
—Me parece que estoy perdida.
—A ver cómo te lo explico. Mira, por encima de los sucesos cotidiano y ordinario, donde se suele dar una opinión de una mirada rápida y superficial, hay personas iniciadas en la comunicación con lo trascendental, que saben descifrar ese particular código de señales que anuncia la presencia del Señor. Personas que tienen experiencia de interiorizar el vivir
—¡Uf! ¿Y Marta es así?
—Sí. Su vida tiene un permanente interlocutor y vive pendiente de serle fiel colaboradora. Por eso su entrega va más allá de ser una ayuda para el otro. Es una disponibilidad incondicional a la misión para la que se sabe llamada por el Señor, y desde esa actitud vital, intenta ir construyendo la parcela existencial que se le ha confiado, tratando de ser coherente con sus propias convicciones.
—Y entonces, ¿esto es mejor que ser casada?
—Ni mejor ni peor. Son como las dos caras de una misma moneda, dos maneras de realizarse propio del ser adulto. Cada uno ha de saber encontrar su equilibrio en el propio camino para cumplir su destino. Reconozco que en ocasiones el matrimonio puede ser una limitación para estar disponible, pero también tiene otras compensaciones que no son ni mejores ni peores, sino según tu inclinación vocacional. Todos tenemos un cometido que cumplir en la sociedad, nadie se puede evadir de ella si quieres ser auténticamente feliz y sentirte realizándote en plenitud, por eso tienes que encontrarlo y seguir fiel en tu puesto.
A menudo nos preguntamos por el sentido de la vida, si es posible transformar la realidad cotidiana, si las circunstancias pueden limitar mi autonomía y libertad… quizás no encontremos fácilmente respuesta a las sencillas preguntas de ¿quién soy yo? ¿cómo actuar correctamente según mis intereses más profundos? Múltiples interrogantes de más o menos trascendencia salen al encuentro de nosotros mismos y quizás también muchos silencios por respuesta.
Creo que ha llegado el momento de encontrarnos con el‘yo profundo’ con nuestra interioridad y para ello te propongo que terminemos la conversación que comenzaron Juan y M95 donde esta le descubre sus inquietudes más existenciales.
—Créeme que mi vida ya está cambiando, con tanto como me estáis enseñando en estos meses que estoy con vosotros.
—Me alegro de que así sea. Con esto verás que el Señor ya te está hablando.
—¿Tú crees esto?
—Por supuesto que sí. Lo que pasa es que aún no sabes ponerle nombre a estas sensaciones nuevas que estás descubriendo en las relaciones que vas teniendo con todos nosotros.
—Supongo que así es.
—¿Nunca has tenido la impresión de que una fuerza interior te impulsa a hacer algo positivo?
—Seguro, pero no me sé explicarlo con vuestras palabras.
—Bueno, pero eso significa que ahí está la fuerza potencial de tu energía espiritual, y que debes estar atenta a sus impulsos si de verdad quieres meterte en este camino de conquista de tu bien interior. Pero tienes que saber que esto va más allá de lo que tú puedes intuir a la luz de tu inteligencia, es alguien que te está guiando en tu interior que se te insinúa pero que respeta tu libertad.
—¿Qué pruebas que todo esto es verdad?
—Bueno, yo estoy completamente seguro de ello. Así lo siento, lo creo, lo vivo… ¿Pruebas? … ¿Las hay?… Esto no se puede comprobar con los ojos, ni con razonamientos de causas intelectuales… ¡Y qué! Lo que le falta al mundo de hoy es ese enlace entre lo material tangible y probable y lo espiritual que está en otra dimensión no medible. ¿Pruebas? Yo no las necesito, pero me va mejor que a muchos de los que no han descubierto lo transcendente de la persona humana. Es aquí donde tienes que plantearte tu existencia. Este es un proceso personal y una determinación individual, en el que cada uno tiene que hacer un vacío interior de sus prejuicios y lanzarse a bucear en lo más profundo de esta maravillosa aventura existencial.
—Voy a ser sincera. Me gustaría creer en lo de siempre, en lo que me han enseñado. Veo que mis conocimientos me hacen caminar por una dirección de ideas distintos de vosotros, pero desde que estoy viviendo por aquí me estoy confundida. Tengo muchos de sorpresas y temores, y lucho por seguir a mi vida de siempre, por saber que allí está la verdad, pero ahora quiero decir que empiezo a ver la verdad en vosotros, pero me gustaría que no lo sea, que sois vosotros los equivocados, pero veo que no es eso. Cada vez que hablo con alguno de vosotros entiendo más que no puedo seguir pensando lo que siempre he creído que era la única verdad de la vida humana.
—¡Uf! ¡Qué bien te has expresado!
—Tenía tantas ganas de decirlo, que me ha salido como un chorro de sangre de una herida abierta.
—Está bien. Tómalo con calma. Es bueno que vayas descubriendo nuevos conceptos existenciales sin poner ninguna resistencia. Las preguntas transcendentes hay que hacérselas con temor y temblor, pues rozamos el misterio y hemos de ir iniciándonos en este camino.
—Bueno, yo tengo mucha ignorancia de esto. Yo estudié el significado de Dios a través de la historia. Sé que unas culturas lo ven como un ser que da la vida a cuanto existe; otras creen que somos prolongación de él mismo, creo que son los panteístas; otros creen la doctrina de Platón que dicen que Dios es el arquitecto del Universo; también Newton y Leibnitz dicen que el orden del mundo es porque Dios trabaja como un relojero, o como un omnipotente ingeniero que hace funcionar todas las cosas según sus planes; otros dicen que Dios es la causa de todo el universo, es el creador, el principio y el fin de todo lo que existe; en otro lugar también tratan de llegar a él definiéndole como el ser que tiene todos los atributos de la existencia terrena: la belleza, bondad, justicia… Bueno, no sé cuántas más razones. Pero todo esto es distinto a lo que vosotros me habéis hecho sentir. Vuestro Dios es un Dios íntimo y cercano que invita a una relación personal
—Sí, esto es parte del misterio. Dios, aunque se presenta muy cercano, no deja de ser un ser superior que nunca podremos abarcar y comprender. Todas esas teorías son pruebas de que a lo largo de la historia el hombre ha tratado de entenderlo y explicarlo, pero somos demasiado cortos de mente para abarcarlo y por eso siempre nos desborda. Pero el camino para llegar a él no consiste en estudiarlo como si de una investigación científica se tratara. Nos podemos pasar toda la vida intentando conocerlo sin éxito, a lo más llegar a la conclusión de que no depende de nuestra capacidad intelectual o de una falsa comprensión, sino de que él es un ser libre y como tal manifiesta su intimidad como quiere y a quien quiere. Es su secreto que se lo oculta a los sabios e inteligentes pero que se lo revela a los de corazón sencillo y confiado.
—¿Tú crees que es así?
—Yo creo que nadie puede entrar en el misterio de Dios sin haberse sentido expresamente invitado. Por todo esto hemos de situarnos ante él como delante de una persona que nos ofrece tomar parte en su impenetrable intimidad descubriéndonos su amor secreto.
—¿No es esto una explicación muy bonita?
—Pues sí. Ten siempre presente que esta relación parte de él y que el gozar de la experiencia de su presencia se mide en términos de intimidad. Es él que se acerca gratuitamente a sus hijos, cuando quiere y como quiere. Porque nuestro Dios nos invita a participar no sólo en una relación de amistad, sino que, como Padre que es, nos llama a tomar parte de su familia que está formada por toda la humanidad, por eso el que no descubre esa filiación difícilmente podrá abrirse a la auténtica relación fraterna.
—¡Esto suena a muy compromiso!
—Así es. Pero el deseo ya es señal de que él está moviendo tu corazón para que lo busques y te dispongas a relacionarte con él. Es el Señor quien sale a nuestro encuentro, quien nos busca y nos desea, como un padre a quien se le ha marchado el hijo y lo espera y lo acoge sin reproches, con gestos de gratuidad, por encima de nuestras respuestas.
—Este aspecto de Dios nunca lo pensé.
—Pues es uno de los cimientos más profundo de nuestra fe. Y es lo que más nos mueve a la confianza. Dios es padre y así se comporta con todos nosotros. Escucha lo que nos dice en el libro:
¿Acaso olvida una mujer a su niño de pecho, sin compadecerse del hijo de sus entrañas? Pues, aunque ella llegase a olvidar, Yo no te olvido.
» ¿No te parece hermoso? Este es nuestro Dios. Un ser lleno de cariño y ternura. Por eso en otro lugar puedes leer la oración de un creyente que no duda en afirmar:
Si mi padre y mi madre me abandonan, El Señor me recogerá.
» Y es que, en cualquier circunstancia, el creyente sabe que la mano paterna y materna del Señor nunca le va a faltar. Sentimos su presencia amorosa en el silencio de nuestra intimidad aun en los momentos más dolorosos y solitarios. Aun en la pérdida de los afectos más queridos, no nos sentimos totalmente desamparados, porque sabemos que Dios se inclina misericordioso y comprensivo llenando nuestra amargura con un gozo que tiene sabor a eternidad.
—¿Tú crees que esto es fácil para yo llegar a sentirlo así?
—¿Por qué no? Ya te digo que estás dando los primeros pasos para este encuentro. Esto es un proceso personal, cada cual avanza según sus potencialidades y su disposición franca y autónoma. Pero ten en cuenta que no se trata de una decisión voluntarista, sino de reconocer su presencia en ti. De saberte habitada por dentro, de descubrir que es él el que quiere hacerte una nueva criatura y que sólo espera tu decisión libre de convertirte en colaboradora de su obra, para que así, todo tu ser, con todas tus facultades movidas por la acción de Dios y tu libertad, conquistéis juntos esa batalla interior. Por tu parte has de intentar corresponder a su amor con una actitud de súplica confiada, segura de que es él quien te impulsa desde dentro a desprenderte de tu ser anterior, egoísta y pecador para lanzarte a amar a Dios y a los hermanos.
—¡Qué descubrimiento!
—Yo creo que estás en una disposición muy positiva para empezar la experiencia del encuentro, pero no me preguntes cuando se dará.
—-Al menos supongo que me daré cuenta cuando pase ¿no?
—Supongo que sí. Se trata de estar atenta. Es un proceso que invade suavemente todo nuestro ser y lo vamos descubriendo en nuestra mente, nuestros sentimientos, nuestras resistencias… todo tu yo. Y llegará el día en que, sin saber cómo ni por qué, te pararás a contemplarte y te reconocerás como una mujer nueva, con nuevos ojos y nuevos oídos ante la realidad humana y la vida toda, en busca de nuevos horizontes. Es entonces cuando caerás en la cuenta de que ha llegado el momento de sabes que tu existencia ha de ir por un camino distinto, por el que tienes libremente que optar generosa y gratuitamente, si quieres embarcarte en esta empresa de colaborar en construir una historia distinta, con la esperanza de que estamos avanzando con él hacia una nueva humanidad que tiene su meta en la otra vida.
—Pero todo esto es un vivir muy distinto.
—Así es. Esto no es un mero cambio de mentalidad, se trata de algo más profundo, que afecta toda la persona, al sentido de tu vida personal y social, a tus valores, tus criterios, tus centros de interés, tus…
Nos interrumpió una llamada telefónica. Sin duda era una noticia mala por la expresión de Juan. Cuando colgó me dijo:
—Uno de nuestros muchachos ha sufrido un accidente laboral y está muy grave en el hospital. Me disculpas ¿verdad? Creo que debo acercarme allí sin perder tiempo.
Como comprenderás, el estilo de vida de este colectivo social donde se desarrolla la novela, le parece a M95 de lo más extraño y original, puesto que ella proviene de otra civilización nihilista que se mueve sólo por valores pragmáticos y escépticos.
Hoy te invito a escuchar una conversación de ella con Juan, el sacerdote del barrio, donde este trata de aclararle muchos de sus interrogantes existenciales.
—¿Cómo puedo ponerme en comunicación personal con S.H.?
—Eso depende de ti. Sólo puedes llegar a él, si los ojos de tu mente están abiertos a lo trascendente y si los oídos de tu corazón están dispuestos a escuchar el amor que el mundo te reclama. No porque el ciego no vea, las cosas no están. No porque tu mente y tu corazón no estén a tiro para alcanzarle, deja él de estar cercano.
—Pero yo soy muy lejos de esta ciencia religiosa que vosotros tenéis.
—No lo creas. Todos, por el simple hecho de ser persona, estamos llamados por Dios a vivir esa intimidad con él. Desde su origen, el ser humano fue creado para el diálogo con Dios. Es el Señor el que quiere esa relación, y se comunica en cuanto ve el mínimo deseo sincero en nuestro interior, aunque este sea más o menos acertado. Él conoce nuestros sentimientos más que nosotros mismos y está siempre disponible para dar el primer paso, lanzando su propuesta de amistad, pero siempre respeta nuestra respuesta, de ahí el riesgo de la libertad humana.
—¿Es esto verdad?
—Por supuesto. Él llama, valiéndose de cualquier acontecimiento humano y se deja oír dentro de cada uno, si estamos atentos a su voz.
—¿Cómo?
—Sencillamente tratando de estar alerta a esa llamada interior. Queriendo de verdad escucharle. Esta apertura interior a lo transcendente es lo que más dignifica a la persona.
—¡Explícame!
—Pues verás, El interior del hombre tiene que ser sencillo, sin pretensiones de superioridad y autorrealización soberbia, confiando en que tiene que realizarse desde dentro, donde Él está haciéndonos una criatura nueva según su corazón.
—¿Cómo, no somos la responsable de nuestra persona?
—Sí y no. Me explico.
—Sí, sí, porque esto me está complicando mucho.
—Tú misma experiencia te habrá llevado a reconocer que en nosotros hay dos fuerzas que luchan por dominarnos. El bien y el mal. Están ahí y nunca somos capaces de conseguir que vivan con armonía porque no son compatibles y a la vez no nos podemos liberar de ninguna de ellas.
—Si, eso es así. Y ¿qué hacer?
—Hay que conocerse por dentro, saber cuáles son las fuerzas personales que más poder tiene en nosotros y tratar de analizar qué clase de persona queremos desarrollar.
—¿Así de sencillo?
—No te creas. Siempre el mal es más fácil y por tanto más peligroso. Ya nos lo dice S.H. que
“La puerta para entrar en el reino es angosta y estrecha, y sólo los esforzados entran por ella”
—Entonces, ¿cuál es lo que hay que hacer?
—Verás. La soberbia, el dominio, el egoísmo, la autosuficiencia son los enemigos más peligrosos del hombre interior. No se trata de inteligencia ni de cualquier estrategia humana, sino que, si de veras deseas vivir conquistando el bien de tu interior, tienes que ejercitarte en la paciencia, la fe, la humildad y la confianza estando en una actitud constante de interiorización, de escucha en tu interior. Lo primero la paciencia porque es un proceso de por vida, la fe porque es asunto de la dimensión transcendente del hombre que nunca se impone, pero que se debe de pedir con empeño y constancia, en alerta permanente de renuncia a lo que el mal te sugiere, la humildad porque no es cuestión de creerte con la suficiente fuerza para salir triunfadora y la confianza porque sabemos que al final es el bien el que ganará la última batalla si somos perseverantes.
—Esto es todo muy novedoso.
—Puede ser que nunca hayas oído hablar de esto antes, pero es la verdad más existencial que se te puede plantear en la vida.
—¿Por dónde empezar?
—Lo primero por creer que el Señor está en tu interior para ayudarte a ir venciendo tu mal. Él está en ti, en lo más profundo de ti misma, en todo lo bueno que tú deseas. Ya lo posees, pero tienes que ir haciéndolo presente. Tienes que ser consciente de su presencia.
—¿Cómo?
—Deseándolo sinceramente y estando sin reservas abierta a su voz.
—¿Dónde habla?
—En multitud de ocasiones cotidianas. En todo lo bueno que hay en ti y a tu alrededor. En el ejercicio del amor gratuito, en la lucha por la justicia y la acogida a todos, en tantas personas como nos hablan del bien con sus buenas obras… en fin, si estás atenta puedes descubrirle y con ello sin duda que cambiará tu punto de vista ante la vida.
Según mi corto entender, nuestra existencia tiene un sentido trascendente que sólo lo podemos vislumbrar a la luz de nuestra vida interior.
Nuestros padres fueron los primeros instrumentos de los que Dios se valió para formar en el seno materno un ser elegido para cumplir una misión específica y única en la historia de la humanidad. Cada uno tenemos un cometido único e irremplazable, que hemos de ir asumiendo a lo largo de la vida.
-TU MISIÓN- “lo que tú no haces se quedará sin hacer, aunque otros hagan su parte, faltará tu colaboración y de esto, sólo de esto, el Señor te pedirá cuenta”.
Hemos de ser personas reflexivas, pues en la medida en que vamos profundizando en el porqué de nuestro vivir, se nos ilumina el conocimiento y descubrimos la verdad de nuestra existencia.
Partiendo de esta afirmación, hoy te voy a presentar cómo descubrió Andrés su misión, y aunque lo he plasmado en un episodio fantasioso, basándome en diversas selecciones bíblicas de “elegidos” que enriquecieron mi imaginación, no deja de ser el relato de una experiencia que bien podría ser realidad.
—Mi primer encuentro con ‘el misterio’, ocurrió en las vacaciones de primavera hace 15 años, tres días después de lo que te conté la otra tarde.
» Una noche que paseaba por el campo después de cenar, gozándome en el placer de la brisa y de la soledad del campo desierto a aquellas horas, me sorprendió, a corta distancia, una luz extraña. Me acerqué a ella, y cuando estaba a un par de metros, la luz se fue agrandando hasta que quedé dentro de ella. Mi reacción primera fue tratar de huir, pero mis pies no respondieron y quedé como pegado al suelo enfrente de un hombre que me extendió su brazo y sin violencia me tomó de la mano y me llevó hacia una puerta que yo no había visto hasta ese momento. La verja se abrió automáticamente en cuanto pisamos el umbral.
» ¿Qué hacía yo allí? ¿Por qué no ponía resistencia? ¿Hacia dónde nos dirigíamos? Estaba muy confuso, pero no sentía ninguna inquietud.
» Por fin llegamos a una gran sala intensamente iluminada.
«Durante la visión miré y vi que colocaban unos tronos. Un Anciano se sentó. Su vestido era blanco como nieve; su cabellera, como lana limpísima; su trono, llamas de fuego; sus ruedas, llamaradas; un río impetuoso brotaba delante de él. Miles y miles le servían, millones estaban a sus órdenes»
» Yo no sabía si estaba soñando o despierto. ¡Me parecía todo tan irreal y absurdo!
» ¿Dónde estaba realmente? ¿Era aquello un sueño o una ilusión?
» Seguí mirando. Y en mi visión nocturna vi venir
«Una especie de hombre entre las nubes del cielo. Avanzó hacia el Anciano venerable y llegó hasta su presencia. A él se le dio poder, honor y el Reino. Y todos los pueblos, naciones y lenguas le sirvieron. Su poder es eterno, que nunca pasará. Su Reino no será destruido jamás«
» Yo estaba realmente confundido, no podía salir de mi asombro, estas visiones me espantaban. No cesaba de preguntarme si todo aquello estaba sucediendo de verdad.
» Miré a mi alrededor buscando una explicación, una salida… algo que me sacara del estado en el que me encontraba. Sentía la urgencia de situarme seguro ante este evento que desbordaba mis esquemas mentales.
» Me sentía agitado por dentro, y me turbaban las visiones de mi fantasía.
» Me acerqué a uno de los que estaban allí en pie y le pedí que me explicase todo aquello. Él me contestó exponiéndome el sentido de la visión:
‘Esto es el fin. Así ha de concluir la historia de tu mundo. Ese que ves delante del Anciano es S.H. –El Señor de la Historia-, el cual es imagen de Él-Ser y su propio Hijo. Para S.H. Él-Ser ha hecho todas las cosas y todo tiene que ir caminando hacia su propio fin, hasta hacerse dignas de ser agradable a sus ojos y a su corazón.
«Todas las cosas, en el cielo y en la tierra, las visibles y las invisibles, pues todo fue creado por él y para él. Él existe con anterioridad a todo, y todo tiene en él su consistencia. En él mismo os eligió desde el principio y habéis sido destinados a entrar en su herencia y predestinados conforme al designio de quien lo realiza todo según el plan de su voluntad. El poder real y el dominio sobre todos los reinos bajo el cielo será entregado al pueblo de los santos del Altísimo. Será un reino eterno, y todos los señores de la tierra le servirán y le obedecerán«
» Yo no entendía nada, -aún no se me había dado el entendimiento espiritual-
» Y oí una voz que decía:
‘¿A quién enviaré? ¿Quién irá por nosotros?
» Yo sin pensar la respuesta dije:
‘Heme aquí. Envíame.
» ¿Qué había hecho? ¿Cómo se me había ocurrido responder así? ¿Habían salido de verdad esas palabras de mi boca? ¿Quién me impulsaba a tomar esa decisión tan comprometida ante una llamada que no entendía? ¿Qué sabía yo de todo aquello? ¡Cuántas preguntas en tan poco espacio de tiempo!
» ¿Poco tiempo?…
» ¿Cuánto tiempo había transcurrido en realidad? ¿Cuánto me quedaba aún por estar ante este acontecimiento? ¿Qué iba a suceder a continuación?
» Pues sucedió que se me acercó el propio S.H. y dijo:
‘Abre la boca y come lo que te voy a dar. Miré y he aquí que una mano extendía hacia él un libro enrollado. Lo desenrolló ante mi vista; estaba escrito por dentro y por fuera. Y me dijo: ‘Come lo que se te ofrece; come este rollo, y ve luego a hablar a tu gente sobre ello. Nutre tu vientre y llena tus entrañas de este rollo que te doy’. Lo comí y fue en mi boca como la miel por su dulzura.
» S.H. me explicó una vez que ya había concluido:
‘Mira, he puesto mi ley en tu corazón. No te habrá de instruir nadie, porque yo mismo seré tu maestro. Todas las palabras que te diga acógelas en tu corazón, escúchalas atentamente. Después ve, llégate a tus hermanos y háblales diciendo: Así dice el que me ha enviado. Sea que te escuchen o que te rechacen no les temas, porque yo estoy contigo, mi fuerza y mi poder te sostienen en todo momento. Diles que a los que sois míos, estaréis conmigo en mi Reino. Yo os tomaré de todas las naciones y os reuniré de todos los países y os conduciré a vuestra tierra. Yo derramaré sobre vosotros un agua pura que os purificará. Y os daré un corazón nuevo. Y pondré en vosotros unespíritu nuevo. Pondré en vuestro interior mi espíritu. Y haré que sigáis mis preceptos y guardéis mis leyes.
» Yo me daba cuenta de que algo superior a mis propias fuerzas me impulsaba a aceptar todo aquello por encima de mi entendimiento…Y me dejé conquistar. Esto me seducía… y me dejé seducir
» S.H. proseguía:
‘Yo haré de ti como muro invencible, combatirán contra ti, pero no te vencerán, porque yo estaré contigo para salvarte, para liberarte. Porque todo colabora para bien de quienes me ama, de aquellos a quienes mi Padre ha elegido.
» Cuando S.H. terminó de decir estas cosas, yo sentí que todo me daba vueltas… ¿Era yo o eran las cosas que se movían a mi alrededor?
» … Silencio… quietud… Paz…
» El sol estaba alto y yo me encontraba en el mismo lugar en el que había visto aquella luz… ¿Cuándo…? ¿Había sido la noche anterior…? ¿Qué tiempo había realmente transcurrido? ¿Fue un sueño?
» ¡Qué disparate! ¡Qué absurdo! ¡Qué inverosímil!
» Pero algo dentro de mí me decía que aquello había sucedido y no lo podía ignorar.
» ¡Era una realidad! Me sabía portador de un mensaje, había sido llamado a realizar una misión bien concreta y exigente. Me quemaba la urgencia de contar a todo el mundo la fuerza de esta experiencia.
» Pero… ¿cómo? … ¿Quién me va a creer?
» Y me decía a mí mismo: Esto hay que madurarlo. No puedo precipitarme. Es demasiado serio como para tomarlo a la ligera. He de darme una respuesta convincente primero a mí mismo, y cuando yo me lo crea de verdad, sabré como transmitirlo. Y con esta inquietud volví a casa.
» Pasé todo el día incómodo y me decía:
» No me acordaré más de él, y no hablaré en su nombre. Pero era en mi corazón fuego, un fuego devorador retenido en mis entrañas. No podía retenerlo y no podía soportarlo.
» Tenía la impresión de haberme metido en un callejón sin salida.
» ¿Quiénes eran todas esas personas que así se habían apoderado de mí?
» Sospechaba que me había puesto en contacto con seres superiores que me querían hacer cómplice de un proyecto que estaba por encima de las fuerzas humanas.
» Por otra parte me veía impulsado a creer que había sido elegido para algo positivo para la humanidad, como mensajero del destino de la Historia.
» Confieso que esto no me disgustaba. Siempre me he sentido atraído por conocer el secreto de la existencia humana. Quizás ya lo llevaba en los genes. El caso es que ahí me encontraba yo aquel día. Con un insondable misterio ante mí. Y una misión que me seducía a la vez que me abrumaba.
» ¿Qué partido tomar?
(los párrafos destacados y en negrita son textos copiados de la Biblia)
Sin duda que el Papa Francisco va a pasar a la historia como una persona que quiere dar respuesta al problema ecológico mundial. Ya nos sorprendió con su doctrina en la Encíclica “Laudato si” y lo ha vuelto a hacer en la última exhortación apostólica postsinodal “Querida Amazonia”. En el número 58 leemos: “La gran ecología siempre incorpora un aspecto educativo que provoca el desarrollo de nuevos hábitos en las personas y en los grupos humanos” Me parece muy interesante unir ecología con educación.
Por eso hoy voy a pararme a leerte esta conversación entre Marta y M95, a raíz de una acampada de los jóvenes del club en la que aquella tomó parte.
—¿Qué tal os ha ido este fin de semana?
—Muy bien, pero de esto siempre vuelve una rendida, aunque vale la pena pues se disfruta mucho viendo el entusiasmo de los jóvenes.
—Y ¿qué queréis con todo esto? Pues pienso que es algo más que pasarlo bien ¿no?
—Por supuesto, todas estas salidas tienen un objetivo educativo. Pretendemos ofrecer otra alternativa a los jóvenes tan maleables y vulnerables en esta sociedad de adultos que en muchas ocasiones los manipulan buscándolos sólo como producto de sus intereses de consumo.
—Y ¿qué tiene que ver eso con la Ecología?
—Esto, como todas las actividades del club, son medios que ofrecemos para conducirlos por un camino que les lleve a desarrollar su personalidad y a adquirir defensas frente a las atracciones que les acosan por otros cauces. Por eso nos interesamos en ayudarles a interiorizar los acontecimientos cotidianos. Las cosas pequeñas que pasan desapercibidas, los detalles concretos que se nos escapan y que pueden ser interesantes tenerlos en cuenta, todo esto va creando en ellos criterios firmes, para tomar decisiones libres y responsables. En concreto, hablando de la acampada, les ayudamos a observar el brote de un arbusto, el posarse de un insecto, el sonido de la naturaleza, el salir de las estrellas, las constelaciones, el amanecer… una hoja, una nube… todo ayuda a cultivar una actitud de acogida armónica de los bienes que nos proporciona la Naturaleza, y con ello se va desarrollando una rica sensibilidad y un recio espíritu que les lleva a amar la vida de toda la existencia creada, frente a la superficialidad y el egocentrismo de la sociedad que nos bombardea con su demanda de placer y consumo. El respeto de la Naturaleza es una buena vía para respetar la belleza de las cosas y aprender a usarlas sin abusar de ellas.
—¿Y los jóvenes le gusta?
—Pues sí. Como todas las actividades son voluntarias, se apuntan a lo que más les atrae y desde allí se encuentran a gusto. En las acampadas, toman los apuntes de sus descubrimientos, de sus interrogantes, y en el tiempo de la puesta en común exponen sus datos, con lo que todos se enriquecen escuchando la aportación de cada uno. Al final de la jornada, se palpa la satisfacción de haber adquirido nuevos conocimientos con la participación de todos. La Naturaleza es uno de los mejores campos educativos, se enseña y se aprende con facilidad e interés y nos hace consciente del valor específico de cada ser. Esto es interesante porque muchas veces no usamos la capacidad de percibir lo que el hábitat nos ofrece, embaucados en nuestro entorno urbano de asfalto y máquinas. Por eso el fin de estas salidas es el ir despertando en ellos la conciencia de que el mundo es más amplio que su círculo cotidiano y no podemos ignorar que todo es útil y necesario, y nunca permitirnos el despreciarlo o destruirlo. Con esto descubren su responsabilidad ante la polución, los desperdicios, los gases tóxicos, el peligro de los incendios forestales… en fin todo lo que está a su alcance que puede llevar al deterioro de la biosfera o de cualquier otra parte del desarrollo de la naturaleza que tan inconscientemente maltratamos. A veces pienso que, si alguien nos viera desde otro planeta, no comprendería cómo seres inteligentes tratan de destruir algo tan vital para ellos mismos.
—¿Sentís la problema del destrucción ecológica?
—A nivel local no mucho, el tema se sitúa como una toma de conciencia a nivel planetario. Creemos que a un ciudadano ecológico le debe interesar la higiene ambiental, el respeto a los seres vivos y su desarrollo, la protección de todo lo que genera vida, pero también tiene que ser consciente de la justa distribución de los recursos de la naturaleza, que es uno de los temas más olvidados en los países industrializados.
—¿Son muchos los ecologistas en este país?
—Hay gente inquieta por la sostenibilidad ecológica y se asocian para tener voz ante la sociedad, pero nosotros queremos ir más allá. En el fondo de nuestro proyecto educativo lo que pretendemos es ayudar a las futuras generaciones a ser personas capaces de sentir amor, interés e ilusión por la vida que les rodea. Esto no cuadra mucho dentro de una sociedad que se empeña en hacer de ellos robots, donde todas sus capacidades se reducen a tener en sí un almacén de datos y una formación puramente tecnológica. Esto está bien para las máquinas, pero en mi opinión, las personas somos algo más. ¿No te parece?
—¡Por supuesto! También quería que me contaras que es eso de los programas comarcales.
—¡Ah! es otra proyección de estos cursos. Durante las vacaciones estivales los jóvenes participan en los intercambios de desarrollo ecológico comarcales.
—¡Explícame esto!
—Pues verás. Puesto que nuestros jóvenes suelen vivir en la ciudad y tienen poco contacto con la naturaleza, en verano marchan a pueblos y aldeas donde conviven con sus habitantes, enriqueciéndose mutuamente con la experiencia. Allí participan, junto con lo específico de cada lugar, de talleres diversos que les hace tomar conciencia del ahorro ecológico, reciclaje y cuidado del medio ambiente, en fin, programas sencillos que les despierta su responsabilidad personal y colectiva ante el respeto y colaboración del mantenimiento de la naturaleza. Todo esto, les enseña a valorar las riquezas de otras personas que no viven como ellos y también les hace madurar en las relaciones humanas a nivel más amplio.
—¡Qué interesante!
—Sí que lo es. Esto es una manera creativa de ir fomentando entre ellos un nuevo estilo de colaboración, complementariedad y de desarrollo no sólo físico sino también relacional. Con ello se van preparando para ser ciudadanos abiertos a intereses humanos con una mira más amplia que la del comercio de la ciudad. Desde ahí pueden romper barreras y diferencias, reconociendo y agradeciendo los valores de las distintas realidades. ¿No te parece?
—¡Claro, claro!
—Otro programa vacacional son los cursos de voluntariado. En ellos los jóvenes se van preparando para ser futuros monitores de las nuevas generaciones.
Hoy en homenaje al 8 de marzo, quiero compartir contigo unas reflexiones sobre el hecho de ser persona.
No se trata solo del ser hombre o mujer, es el ser humano que se realiza como persona, a imagen de Dios en la unidad de la pareja.
¿Cómo enfocan este tema nuestros personajes?
—Es evidente que existe lo femenino y lo masculino, creo que somos dos modos de ser persona, dos modos que se complementan pero que no se pueden confundir. Somos complementarios. Nos necesitamos mutuamente y sabemos que juntos formamos un todo.
» Estamos aún inmersos en una sociedad patriarcal, donde la mujer sigue un paso por detrás de los varones, pero ya va siendo hora de que nos pongamos a estudiar el modo y la manera de que esto vaya cambiando»
» Tenemos que ir corrigiendo esos errores ofreciendo a las nuevas generaciones la complementariedad del hombre-mujer, aceptando las dos dimensiones de la persona humana como necesarias para que la sociedad crezca armónicamente»
—La experiencia biológica de la maternidad como raíz de lo genuinamente femenino, infundirá a la ciudadanía una gran riqueza en el campo relacional. Esos valores de entrega, acogida, apertura, preocupación por el otro, atención por el más débil, inclinación por la solidaridad, la unión, la aceptación de la singularidad de cada uno… En fin, asumir la dimensión femenina en la sociedades hacer una historia más comprensiva y tolerante, abierta a aceptar la igualdad y la originalidad de cada uno de los individuos que la componemos.
Todas estas cualidades que aunque se les puede atribuir como femeninas, sabemos que no dejan de ser más que actitudes de lo mejor del ser humano, de ahí que aquí se trate de valorar a la persona, hombre y mujer, como seres indiscutiblemente llamados a colaborar juntos en el avance del Reino. Por eso en este diálogo que a continuación te copio, se habla de la persona adulta que es consciente de su responsabilidad histórica.
—Nosotros somos un grupo de personas que hemos descubierto la misión específica y única que todo ser humano tiene en la vida. Esta consiste en favorecer la actuación del Señor en la Historia; tratar de hacer que sus planes sobre el aquí y ahora se hagan realidad, por eso no podemos excluir a nadie, todo el que descubra su misión de ir construyendo el Reino de S.H. será bienvenido.
—¡Esto suena muy interesante!
—Pues sí, sí que lo es. Creemos que cada generación, cada cultura tiene una misión concreta dispuesta por el Señor, para ir colaborando con él en sus planes de ir recapitulando todas las cosas hacia la instalación eterna de su Reino. Cada uno tiene que ir descubriendo su papel existencial dentro de ese proyecto divino y entregarse por entero a ser su incondicional instrumento. Por eso nos presentamos como personas adultas que nos comprometemos a vivir el proyecto de S.H. en este presente en el que él nos ha puesto.
—¿Cualquiera persona adulta sirve?
—Por supuesto, la llamada es a cualquier persona en el espacio y en el tiempo, pero no todos son capaces de poner su libertad al servicio de una causa tan gratuita. Esto es muy exigente y requiere un temple de persona que tiene que estar dispuesta a nadar contra corriente.
—¿A nadar…? ¿Cómo?
—Quiero decir que, en muchas ocasiones, pueden surgir dificultades ambientales o sociales ante las que es muy difíciles tomar decisiones o que nos ponen en situaciones muy comprometidas incluso de incomprensión y desprestigio y aquí nos jugamos nuestro pacto con el Señor, por eso hay que tener una fortaleza interior que no se adquiere en dos días.
—Ya veo.
—Está claro que nuestra misión de ir transformando la sociedad, no puede ser exclusivo de unos pocos. S.H. llama al hombre para que colabore en su obra de ir desarrollando la Historia en un proceso ascendente hasta que él decida concluir todas las cosas. Cuando la Historia llegue a su fin, quiere encontrarse a los hombres preparados para un final feliz.
—Esta es una programa muy ambiciosa ¿no?
—Puede ser, pero sabemos que el final no está a la vuelta de la esquina, nuestra misión es ayudar a las personas que el Señor pone en nuestro camino, a tomar conciencia de su destino y acompañarlas hacia su propia meta.
—¿Y cómo sabéis estáis haciendo lo correcto?
—Pues verás. Para que esto sea una realidad contamos con la fuerza del Señor. Él es el que nos enseña todas las cosas y conduce todos nuestros pasos. No solemos hacer nada sin consultarle.
—¿Consultarle?
—Supongo que es muy difícil de entender para una persona ajena a nuestra formación, pero nosotros creemos que su espíritu está en nuestro interior, que se comunica con cada uno y nos ayuda.
—¿En el interior? ¡Esto cada vez más complicado!
—Vamos a ver si te lo sé explicar con palabras sencillas. Todo ser humano, que es sincero consigo mismo, se sabe pobre e incapaz de sobrevivir por sí solo. Necesita de los otros.Todos necesitamos de todos y todos estamos llamados a ayudar a los demás para ir creciendo en armonía. Pero si te embarcas en una causa espiritual, te das cuenta de que las energías y la fuerza para ser eficaz en esa empresa te ha de venir de otra dimensión, la espiritual. Y es allí donde se realizan las auténticas batallas. Existe en nuestro interior un bien y un mal que luchan por ser el dueño de nuestra persona, por conquistar nuestra voluntad, y si optamos por nuestro bien interior, nos encontramos con el Señor como el único que puede ayudarnos a que el bien, que es él, sea el dueño y señor de nuestras decisiones. Bueno y a estos encuentros con él es lo que llamamos oración.
—¡Oh!
—Sí, es en la interiorización, en el encuentro con él en nuestro interior donde le oímos y percibimos sus planes concretos para cada uno y para la comunidad que se reúne para escucharle. Estos términos nos sitúan exclusivamente ante la experiencia de personas creyentes, porque no se puede llegar a hacer este descubrimiento, sino en la medida en que tu mirada está iluminada por la fe.
—¡Ahora sí que me encuentro completamente perdida! Yo no entiendo ese lenguaje espiritual.
—Es comprensible. Pero nosotros creemos en ello y nos va bien. Esta es la fuerza interior que nos da energía y nos hace intrépidos y arriesgados. Estos encuentros con él y los hermanos, son los momentos más fuertes de la jornada. Nos reunimos para compartir los problemas y las experiencias en clima orante. Nos ayudamos y nos damos ánimo, consejo, estímulo… impulsándonos con nuevas energías en la empresa que llevamos entre manos.
«Porque donde están dos o tres reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos» (Mt.18,20)
Nuestra fe no se fundamenta en unos conocimientos o unos conceptos filosóficos, sino en el convencimiento de que existimos porque Dios nos ama y Jesucristo nos ha redimido, haciéndonos capaces de poder corresponder al amor incondicional de Dios.
La clave está en creer que en cada ser humano el Señor interviene amándonos en nuestra singularidad, en nuestra autonomía y en nuestra dependencia fraterna.
Este es el secreto que encierra el vivir cotidiano de este colectivo humano donde se desarrolla toda la trama de la novela.
Andrés un día se encontró con el Señor y le descubrió como eje de su existencia, haciéndole desde entonces Señor de su historia personal. Él vive para ser fiel a su misión existencial y ayudar a sus conciudadanos a descubrir esta verdad. Y aunque hace unos meses te lo presenté, hoy voy a completar la información con los comentarios que M95 va recogiendo en sus primeros contactos con sus coetáneos.
Andrés es uno de los profesores de Ciencias Sociales del colegio donde trabajo.
Según los datos que he ido recogiendo de aquí y allá, es un hombre inquieto, inconformista, entregado a su profesión hasta tal punto que tuvo que contar con este compromiso a la hora de plantearse el formar una familia. Es un idealista y como tal, parece que el mundo le necesita para ir rectificando los errores de la historia.
Lleva 18 años ejerciendo su profesión y de ellos doce en este Centro. En varias ocasiones se le ha propuesto para llevar la dirección pedagógica de secundaria, pero a lo más que ha aceptado es a ser jefe de departamento. Al parecer, su interés se centra en colaborar, más que en presidir, prefiere apoyar y ayudar al que dirige, que tener el impedimento que provoca la aceptación de sumisión de los de abajo. Parece ser que su objetivo es impulsar la formación humana-social de las nuevas generaciones.
Andrés es para algunos un idealista utópico, un soñador, un hombre que se crea obligaciones extras más allá de lo que le toca. Pero para otros es alguien genial, un tipo estupendo, inquieto y coherente, comprometido con lo que cree, capaz de ponerse al lado del más débil, del que se puede fácilmente marginar, sin medir consecuencias personales. Los chicos no me lo saben definir, pero se encuentran bien con él. Es exigente, pero es un amigo sincero y reconocen que siempre trata de ayudarles.
—Es de los que saben escuchar y te ayuda a tomar tus propias decisiones —me comentan.
Son muchos los que le buscan por su autoridad moral.
Marta, la hija de mi casera, me ha completado esta semblanza, mientras tomábamos café esta tarde en su casa:
—Andrés está completamente dedicado a su vocación de educador social. Para él es vital su compromiso personal en favor de ir colaborando a impulsar el desarrollo integral de cada persona. Está convencido de que el futuro será según el empeño colectivo de los educadores del presente. Es un hombre lleno de coraje y esperanza, y está sinceramente preocupado por la sociedad que ofrecemos a las nuevas generaciones. Él cree en lo bueno del hombre. Sabe que lo más humano es el bien que hay en cada uno y trata de descubrirlo e impulsarlo. Para él este es el sentido existencial de toda persona.
» Su meta es el formar una futura sociedad de adultos comprometidos con su misión histórica, la concreta en la educación de los jóvenes, despertando en ellos su propio interés por ir construyendo un mundo mejor y para todos. Procura ayudarles en su participación comprometida con el presente, de una manera creativa, crítica y constructiva, empeñándolos en procurar un futuro mejor, buscando lo permanente. Les hace tomar conciencia de los signos culturales del hoy para tratar de ir apoyando y construyendo todo lo positivo de la humanidad en el vivir de cada día.
» Para él es fácil conectar con el mundo afectivo del otro, porque se acerca amándolo, y se le descubre enseguida el interés por su interlocutor. Con su actitud de escucha y acogida, los jóvenes se sienten cómodos, saben que tiene real interés por cada uno. Esto indiscutiblemente les ayuda a crecer estimulados al saberse valorados y aceptados como son.
» Es de esas personas que siempre está abierta y disponible para escucharte y ayudarte a buscar juntos la solución a tus propias inquietudes. Esta postura ante los que se acercan a él, jóvenes o adultos, le ha llevado a ser uno de los líderes de nuestro barrio
—¿Y qué hacéis Andrés y todas estas personas? —Pregunté en otra ocasión a Juan
—Él fue el primero, luego nos contagió poco a poco a los que le conocíamos o trabajaban cerca de él. Fuimos descubriendo por su convencimiento, que la vida tiene otro sentido más allá del tener, el placer, el poder, el egoísmo… Como supondrás, la personalidad de Andrés, que tan original te resulta, su madurez, su gran riqueza interior, es el resultado de estos años, viviendo entregado a esta causa. No es que a la vuelta de aquellos días de vacaciones ya era lo que es ahora, pero aquel encuentro marcó el principio de un camino. Fue un hacerse poco a poco, un ir calando las experiencias que iba viviendo interiormente, un ir descubriendo cada vez con más lucidez el sentido de su existencia, hasta profundidades insondables, dejándose interpelar por esa voz interior que le conduce hacia el cumplimiento cotidiano de su misión en la vida.
—¿Y esto le hace el líder de la gente?
—Así es. Su misión se la marcó aquel encuentro, pero como todo comienzo, poco a poco se ha ido convirtiendo en lo que es hoy. El tiempo y su postura de permanente fidelidad a este ideal, ha ido rotulando su persona. Su sentido existencial tiene una única meta que le da capacidad para impulsar todos los elementos que constituyen su personalidad.
Juan terminó su información diciéndome:
—Verdaderamente, en estos años Andrés ha ido formando su personalidad. Aquella experiencia espiritual ahondó en los cimientos de su existencia y ha ido madurado profundamente por su relación de amistad con el Señor. Él entro en su vida experimentalmente, compartiendo sus más íntimos sentimientos y motivaciones. Una amistad que va creciendo con los años. Una relación que es inédita en cada individuo y que no es fácil ponerle palabras porque va más allá de lo tangible. Las respuestas vitales de Andrés son dadas desde un estado permanente de su vivir atento ante los intereses y planes que el Señor le va marcando en su jornada cotidiana. Él se sabe amigo y colaborador incondicional por la causa del Señor y como tal actúa siempre.
El día que descubrimos el sentido profundo de nuestra existencia y nos lanzamos a ser protagonista de esa hermosa aventura, reconoceremos que nuestras vidas están impulsadas por la fuerza del Espíritu Santo, y aunque éste a veces nos lleve a hacer cosas que no se entiende mucho, sabremos que son necesarias para hacer brotar aquí y ahora el Reino de Dios. Para que él sea el Señor de la Historia.