De niña a mujer (7)

» Habían pasado unos tres meses cuando un día, por pri­mera vez, no aparecí por la cabaña a la hora convenida. Él se cansó de esperarme y fue directamente a buscarme. Me encontró medio dormida en mi habitación. Bruscamente entró y me preguntó casi gritando:

‘¿Por qué no has venido?

‘Hoy no me apetecía —dije en un susurro de voz para evi­tar que me oyeran en las otras habitaciones, al tiempo que me incorporaba y me cubría hasta el cuello con la ropa de la cama.

‘¿Por qué? ¿Qué te ha hecho cambiar de opinión? —me preguntó cogiéndome fuertemente de un brazo para obli­garme a salir de la cama.

‘¡Suéltame! —le ordené forcejeando con él—. Me estás haciendo daño.

‘Perdona —Se disculpó soltándome. Y continuó sentán­dose a mi lado y llevándose mi mano a sus labios—. Pero es que me costaría mucho el que terminara todo así. Sabes que no podría pasar sin ti.

‘Pues tendrás que ir acostumbrándote, porque esto se acabó —le dije retirándole la mano.

‘¡Qué dices insensata!

‘Bueno, tarde o temprano tenía que suceder, así que tienes que saber que estoy embarazada —le confesé bajando los ojos como si con ello ocultara mis sentimientos de culpabilidad.

‘¿Cómo? ¿Estás segura? ¿A caso no te has cuidado como te advertí con aquellas pastillas que te di?

‘No. Tuve miedo y las eché por el váter.

‘¡Desgraciada ignorante! ¿Y ahora qué?

‘Ahora ya ves, esperando un hijo tuyo.

‘Esto no es lo convenido. A ninguno de los dos nos inte­resa. Tendrás que pensar en deshacerte del crío.

‘¡Eso nunca! —Le contesté con firmeza.

‘Pues si te empeñas en seguir, tú verás cómo afrontas la situación. Esto ha sido sólo culpa tuya porque eres una ca­bezona y como te empeñas en no seguir mis consejos ¡arré­glatelas! —Y dando media vuelta, se marchó dando un por­tazo que hizo vibrar los cristales de la ventana. Seguro que todos en la casa lo oyeron, pero de esto no tengo noticia. Allí, en mi habitación me pasé el resto del día, pero nadie se preocupó de mí.

» A la mañana siguiente traté de no encontrarme con mi madre, cogí cuanto dinero tenía ahorrado, metí mi ropa en una bolsa y después de dejar una carta encima de la cama, salí hacia la puerta de la finca, a esperar que mis hermanos marcharan a la escuela en la furgoneta. Les dije que iba a pasar unos días a casa de una amiga y me despedí de todos.

» En cuanto me vi sola, me dirigí a la estación y cogí el primer tren que pasó, bajándome en la última ciudad donde este moría.

—Sin duda que mi padrastro es un hombre muy inteligente —concluyó en su relato Elsa

Sabía que a la fuerza y con amena­zas no conseguiría su propósito de tenerme a su merced, como él pretendía. Y al verme tan resuelta perdió todos sus falsos en­cantos. Gracias a Dios pude salir de aquella situación, pues lo que más temía era verme indefensa ante su ternura y halagos y caer en la tentación de abortar como él pretendía. Ahora veo que era como una sutil araña envolviéndome en su tela. De ninguna ma­nera debía consentir más aquello que tanto me trastornaba y que podía llegar a convencerme de que tenía que abortar. ¡Matar a mi propio hijo! Ya sé que hay jóvenes que no piensas como yo, pero yo sigo creyendo que lo esencial en la mujer es la maternidad y no concibo el renunciar a ello por egoísmo o por lujuria.

» ¡He disfrutado tanto cuando la iba sintiendo moverse en mi interior!, ahora comprendo el gesto de las futuras madres tocán­dose la tripa porque ahí va sintiendo como va creciendo su bebé. Y ¿qué decirte del momento del parto? Cuando notas al bebé sa­lir y le ves todo amoratado y embadurnado como de una grasilla blanca y te lo ponen encima. Desde ese instante no puede nada, absolutamente nada, hacer que deje de ser tu bebé y ese momento queda grabado para siempre en tu corazón. Y piensas: ‘¡Es mi hija! Esa personita que tengo ahora sobre mi pecho, ¡es mi hija! Que ha estado todos estos meses viviendo, formándose, creciendo, ali­mentándose y respirando, porque yo la he protegido dentro de mí.

» Por todo esto nunca podré dar suficientes gracias al Señor por haberme librado de mi padrastro y haberme puesto en mi camino a Marta. Ha sido como si hubiera roto un pacto con el mismo diablo y encontrar compensación con las atenciones de un ángel. Esto ha sido Marta para mí. Sobre todo, me ha ayudado a confirmarme en mis principios, y ahora sé que, aunque hice mal, mis convicciones son rectas.

Quisiera hacerte unas preguntas. —Le propuso M95

—¡Adelante!

¿Cuántos años tiene tu padrastro?

—Cuarenta y dos y mi madre treinta y siete.

¿Otra?

—¡Vale!

¿Sabe tu madre dónde estás?

—No. Sé que es muy duro para ella, pero temo que si le doy cualquier pista él se lo saque y le dé por venir a buscarme. Pero tuve ocasión de mandarle una carta y le dije a Juan que la enviara desde otra ciudad. En ella le contaba parte de la verdad, lo sufi­ciente para que esté tranquila, pero nada le dije para que pueda localizarme.

Una última pregunta.

—Las que quieras.

¿Qué significa eso de que tú eras su amante?

—Bueno, eso le llamamos al hombre y la mujer que tienen relaciones íntimas sin estar casados. 

(Reflexiones de M95 ante su realidad)

¿Quién de nuestra sociedad sabe que la función principal de la existencia de la mujer es el ser madre? ¿Quién de nuestras jóvenes pue­den sospechar que son capaces de engendrar e ir formando en ella un nuevo ser como se hace en nuestros laboratorios? ¿Cómo reaccionarían estas mujeres si se enteraran que nuestras adolescentes desde el momento de su primera menstruación hasta los 21 año que celebran la mayoría de edad con el rito del cierre de la trompa de Falopio permanecen com­pletamente aisladas del mundo masculino? (4)

» Y yo me pregunto: ¿Qué función le queda por cumplir a la mujer en nuestra generación? ¿Somos individuos sin un papel propio, dado que se nos privó de nuestra función reproductora? ¿Es un avance el haber privado a la mujer de la experiencia de ser madre?

» Cuando he sido estos meses testigo de tantos sentimientos positivos respecto a este asunto, sin duda que me cuestiono nuevamente el poner en duda los avances de nuestra civilización en esta materia. ¿Es más humano que las relaciones sexuales se limiten a ser simplemente una satisfacción de los placeres higiénicos de los adultos?

» He aquí como hemos ido perdiendo el sentido relacional de la pareja y su misión de formar una familia. La madre probeta es la encargada de la gestación y el desarrollo del bebe. Hemos privado a nuestras mujeres de algo tan hermoso como debe ser (según he podido comprobar por la información de estos meses) la experiencia maternal de sentir el crecimiento de un bebé dentro de ellas.

¡Esto es impensable para nuestra generación femenina!

¿Otro avance del progreso de nuestra civilización?

__________

(4) Lo que ni ella misma sospecha es que todas las adultas de su generación fun­cionan con un ovario sólo, ya que, en aquella ceremonia, se lo extirpan para fecundarlo en los laboratorios maternos.

FIN del capítulo 15 DE NIÑA A MUJER

De niña a mujer (2)

» Tenía yo ya trece años, cuando una tarde, al volver de la escuela, vimos que alguien estaba en la casa grande, había un coche blanco, que a mí me pareció muy grande, en la puerta. Mi padre se dirigió hacia allí en cuanto nos dejó en casa.

» Aquella noche, oí que mi padre comentar a mi madre:

‘Dice que se va a quedar aquí por una larga temporada y que mañana arreglaremos los asuntos del trabajo. Quiere que tú vayas a servirle como hacías con sus padres. Sólo piensa ocupar la planta baja y dice que mañana mismo irá al pueblo a buscar quién te ayude con tantísimo polvo y suciedad acumulada en estos años. Pues eso, que vayas cada mañana, el desayuno, el arreglo de la casa, de su ropa y la comida. Por lo demás que piensa ser muy generoso y que compartiremos más los beneficios.

» Pero hubo más, también compartieron la mujer. Aunque de esto no se enteró mi padre hasta que, pasado casi un año, un día ella tuvo que confesarle, entre suspiros y llantos, que estaba embarazada del patrón. Yo estudiaba en la pieza de al lado y pude seguir la conversación, porque no se preocupa­ban del tono en el que hablaban y como quería enterarme bien, me atreví a mirarlos a través de las rendijas de la puerta de madera.

‘Al principio no fue así —le explicaba mi madre—-. Pero un día, yo le vi que me rondaba mucho mientras le hacía la comida. Se sentó en la mesa de la cocina frente a mí y me dijo que ya no podía más, que estaba cansado de estar solo. Yo le aconsejé que se buscara alguna moza, que era joven y bien parecido y que estaba segura de que cualquier chica se sentiría honrada con ser la elegida. Pero él me dijo que no tenía ninguna necesidad de ir a buscar a nadie porque estaba yo. ¡Me cogió tan de sorpresa!, que me costó reaccionar.

‘¡Será sinvergüenza! —Comentó mi padre fuera de sí.

» Mi madre se le acercó más y le tomó la mano. Él quiso rechazarla, pero se contuvo. Ella continuó:

‘En cuanto pude, le quise hacer ver lo absurdo de la pro­puesta. Pero por más explicaciones y razones que traté de darle, no quiso ceder. ¡Se había encaprichado conmigo y no había manera!

Ver las imágenes de origen

‘¡Yo lo mato!

‘Espera. Al principio trató de ir por las buenas, pero cuando vio mi resistencia me amenazó con echarnos a to­dos de la finca.

‘¡El muy hijo de perra!

‘¿Qué otra cosa podía hacer? ¿Qué iba a ser de nosotros si no cedía? Por supuesto que yo temía este momento de tener que contártelo, por eso traté siempre de ocultártelo, pero esto ha llegado muy lejos. Engañarte con un hijo de otro, ¡es demasiado!

‘¿Y él sabe que estás preñada? —la voz le salía ronca. Ella veía que a medida que le iba relatando los hechos, se iba congestionando, pero ahora tenía que seguir.

‘No te fatigues. Déjame llegar hasta el final, pero tienes que serenarte porque me está dando miedo que te de algo.

‘¿Y cómo quieres que esté? ¿Tengo que aplaudir lo que te ha hecho ese niñote miserable y prepotente? —los gritos eran ensordecedores.

‘Por favor, Tomás, cálmate —le insistía con un hilo de voz—. Hazlo por nuestros hijos, no quiero que se enteren. Ya sé que esto es muy vergonzoso. Es el precio de los po­bres. Pero esta mañana se lo he dicho.

‘¿Y cómo ha reaccionado?

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‘Me ha dicho “¿No tienes marido? Pues es lo más lógico. ¡Mi enhorabuena!” y yo le contesté “Usted bien sabe que este hijo que llevo en mis entrañas no es de él”. Y continuó desafiándome: “¿Ah, no? ¿A caso vas a poder demostrarlo?” Y siguió con tono autoritario

“¡Por supuesto que es de él! Y no quiero oír ni una palabra más sobre este asunto. Arrégla­telas para que esto salga sí, por el bien de todos”.

‘¡Yo lo mato! —dijo mi padre levantándose bruscamente y dando un puñetazo en la mesa.

» Pero un ataque de tos le hizo retroceder. Mi madre le asió del brazo y le devolvió a la silla. Le ofreció un vaso de agua mientras le frotaba la espalda intentando que se relajara y prosiguió:

‘¿Qué ganaríamos recurriendo a la violencia? ¿Quieres hacer desgraciada a tu familia? Guarda tu orgullo de mari­ do ofendido. Tú sabes —continuó mientras le acariciaba el pelo y atraía su cabeza hacia su regazo— que siempre serás mi único hombre. Pero este es el destino de los pobres.

» Así estaban las cosas.

» Durante aquel año, la finca prosperó mucho. El amo se asoció a una cooperativa agrícola que le proporcionó toda lo necesario para organizar la finca, aperos, semillas, plantas… toda clase de material, abonos, maquinarias… y contrató a nuevos jornaleros. Prepararon los olivos olvidados, y se aco­taron varias hectáreas para sembrar. Construyeron un lagar para almacenar la cosecha con una prensa para las aceitunas y una refinería de aceite; aumentaron los animales y se ins­talaron técnicas modernas para aprovechar al máximo los productos lácteos. Seis jóvenes parejas de los temporeros fueron contratados como agricultores permanentes y se les ofreció vivienda. Para ello se construyeron pequeñas casas con dos habitaciones, un cuarto de baño completo y una buhardilla, además de un espacio grande en la entrada que servía de cocina-comedor. Cada casa tenía un pequeño tro­zo de terreno para la propia asistencia familiar.

»Como mi padre no gozaba de buena salud, y conside­rando su fidelidad de tantos años, se le dejó prácticamente que siguiera haciendo lo de siempre, vendiendo en la ca­mioneta sus productos a los clientes de toda la vida, pues la envergadura que tomaba la finca iba más allá de sus posibili­dades. Con todo esto, pudo soportar el llevar medianamente sus fatigas asmáticas, pero aquello de ser “padre postizo” le costó la poca salud que le quedaba. Y durante el invierno siguiente fueron cada vez más persistentes los ataques. To­dos temíamos que se ahogara en uno de aquellos golpes de tos tan fatigosos. Hasta que una noche, en la que parecía no tener suficiente aire para sus agotados pulmones, le dio un ataque de corazón y no se le pudo hacer reaccionar.

LA CONDICIÓN FEMENINA (2)

Hoy Sara nos vas a presentar dos modos de ser mujer. Nos va a hablar de la mujer célibe, la que hace de su vida una opción exclusiva por el Reino y la que elije ser esposa y madre. Son dos formas de realizarse como mujer adulta, que no es mejor ni peor, sino más bien yo diría que cada mujer tiene que proyectar su existencia de acuerdo con los planes que Dios dispuso al crearla. Sólo así se podrá sentir satisfecha al alcanzar sus motivaciones vitales

—Hay una cosa que no entiendo.

—Tú dirás.

—¿Por qué si valoráis tanto a la familia, Marta y Juan no son casados?

—Como Andrés y yo por ejemplo ¿no?

—Sí. ¿No es algo negativo no tener una familia para prolongar este sentido de vivir? Yo no puedo entender. ¿No es una fallar, alguien que no ayuda a que la historia siga con vuestras esquemas etnográficas?

—Puede ser que desde fuera así parezca, y respeto tu punto de vista, pero tienes que saber que para nosotros tiene un profundo sentido la opción de estas personas por renunciar a crear su propia familia en favor del desarrollo del Reino.

— ¿Me lo puedes explicar más fácil?

—Veras. Me refiero que, ellos han renunciado a algo tan valioso como es la familia para poder dedicarse en exclusividad a la empresa que nos convoca en libertad y disponibilidad. Pues sin duda que están más libres al no tener que condicionar sus decisiones al bien de los suyos y de nadie son responsables familiarmente hablando, por eso pueden estar al servicio de los demás sin las condiciones que reclama la familia. Además, son signos que nos recuerdan, dónde está lo absoluto en nuestra vida cotidiana. Ellos, con su estilo de vida, nos ayudan a relativizar todas las cosas y los acontecimientos, pues todo, por muy importante y necesario que nos parezca, tiene un valor limitado y no debemos absolutizarlo. Hay veces que hacemos de nuestros intereses familiares nuestros dioses, estos se convierten en los ídolos del siglo, y luchamos por ellos como si nos fuera la existencia en tenerlos satisfechos. Por eso, las personas célibes, quiero decir, las que optan por no casarse por esta causa, son dignas de nuestra admiración y respeto si ponen su libertad al servicio del Reino.

—Pero yo oír mucho en contra de la vida de los curas por eso que llamáis célibe.

—Es verdad, hay mucha polémica sobre este tema del celibato, aunque por otra parte también se critica la maternidad o la paternidad responsable. Corremos unos tiempos de inconformismo y de cuestionar todo, y si hiciéramos caso a tanta protesta y critica negativa, esto sería un caos de esclavos, pues la manipulación y propaganda de los medios, a veces, lo únicos que consiguen es confundir, no aclarar con otras alternativas.

—¡Qué novedoso!

—¿Te lo parece? Pues te diré más. Aunque te cueste creerlo, muchas veces, la actitud de estas personas célibes por la causa del Señor me interpela, incluso para medir mi entrega conyugal y mi responsabilidad maternal.

—¡A ver, a ver! Explícame eso.

—Pues verás. Nuestras responsabilidades como pareja nos llevan a ayudarnos mutuamente. Cada mañana, al despertarnos renovamos nuestros compromisos y nos animamos a ser fieles en la tarea cotidiana y por la noche, en la intimidad de nuestro lecho nos tomamos cuenta de cómo nos ha ido la jornada.

—Y ellos célibes, ¿cómo lo llevan?

—Bueno, ellos tienen otros recursos, el caso es vivir  entregado por el bien de los demás. Porque, ¿qué es para ti la maternidad?

—Pues… la verdad… Bueno…, en realidad es tema interesante, pero pienso que tú eres la que tienes la experiencia ¿no?

—Seguramente. Pero por el hecho de ser mujer adulta, estás predispuesta a comprender las motivaciones más profundas del instinto maternal que todas llevamos por naturaleza. Porque no es sólo el hecho físico en sí, sino que, con nuestro desarrollo corporal, va creciendo en nosotras unas capacidades y unos valores, incluso unos sentimientos, que son propios de nuestro ser de mujer. Rasgos meramente femeninos, maternos, que no son mejores ni peores que los masculinos pero que son los propios nuestros. Es una manera de sentir, pensar y expresar nuestras vivencias relacionales desde dentro de nosotras mismas. Es algo indiscutible del género femenino que nos hace sintonizar con las otras mujeres. Somos como cómplices de unas actitudes que debemos compartir con el hombre pero que nos caracteriza, que nos hace femeninas, distintas y complementarias con la otra parte de la humanidad que es el varón.

—¿Cómo es eso?

—Pues verás. Pienso que toda mujer está existencialmente hecha para acoger, sufrir con el otro, sentir y expresar ternura y compasión, ser paciente y servicial, cariñosa y tolerante, cercana, desinteresada y gratuita, en fin, una serie de valores humanos que son propios de la experiencia de sentir en nuestro interior la vida de otro ser. Por eso es para nosotras más fácil el ser solidarias, acogedoras, comprensivas, pacientes, cercanas… nos mueve la sensibilidad, la piedad, la compasión, la ternura… en fin una serie de valores que, aunque son rasgos genuinos de la humanidad, son indiscutiblemente propios de la condición femenina. Y esto no necesariamente se da a partir de la experiencia física de la maternidad, aunque supongo que lo favorece, sino que es algo que toda mujer adulta, por el simple hecho de serlo, ya lo posee en potencia y hemos de tratar de despertarlo y desarrollarlo hasta concluir en la entrega total. Esto, como te digo, no sólo dando nuestro cuerpo para ser procreadoras, sino cuando en la madurez de tu ser femenino, te das toda tú a la construcción de los lazos relacionales según la intuición que nos caracteriza y nos hace capaces de formar una familia con las personas que nos rodean. Como ves, esto va más allá del simple papel de madre y esposa.

LOS DOS HERMANOS

Hoy nos vamos a recrear conociendo la vida de D. Juan, el sacerdote del barrio.  La narradora será Josefa, su sirvienta de toda la vida. M95, aprovechando la ausencia de aquél, se acerca a su casa para fisgonear sobre el asunto y así nos enteramos de una historia muy interesante.

—¿Hace mucho tiempo que está trabajando aquí?

—Bueno, si se refiere a la materialidad de esta vivienda, vinimos hace unos diez años, pero a D. Juan lo he tenido en mis brazos el mismo día de su nacimiento.

 —¿Sí? ¡Cuénteme! ¡Me encantan las historias de familia!

—Esta no es del todo muy agradable. Aunque, ¿acaso hay una historia humana realmente sin problemas? Pero creo que será una manera de matar el tiempo mientras estamos juntas.

—¡Oh, bueno! Si lo prefiere… podemos poner la televisión, puede ser hay algo interesante. Yo soy con pena de cambiar sus planes.

—No hay que hablar para nada sobre eso. Si algo me tiene recomendado D. Juan es que he de atender bien a las personas que llaman a nuestra puerta. Así que, si está interesada en saber la historia de la familia, nadie mejor que yo para contársela, ya que fui a servir a aquella casa como regalo de la abuela en la boda de la madre de D. Juan.

—¿Sí?

—Sí, así fue. Mi padre era el administrador de “Mi huerta” la finca mayor de las propiedades de la familia, y cuando se casó el señorito, el padre de D. Juan, su madre le dijo a la mía que quería que yo fuera como doncella a servir a la nueva señora. Y allí me fui. Yo tenía dieciocho años cuando comencé. Bueno, todo esto es para decirle que cuando nació el primogénito, Carlos, yo ya estaba con ellos y por supuesto cuando nació el segundo que fue D. Juan.

—¿No hay más hermanos?

—Hubo una niña, la tercera, pero murió de una meningitis a los cuatro años. La señora lo sintió tanto, que decidió cambiar completamente de vida y dedicarse con exclusividad a la atención de sus dos hijos.

—¿Antes no lo hacía?

—Era joven. Pienso que demasiado joven. Y ese acontecimiento le hizo madurar. Fue la muerte de aquella preciosa niña lo que la hizo sentar cabeza y despertó en ella la responsabilidad materna. A partir de aquel momento, los niños siempre la encontraban en casa cuando volvían del colegio y si por asuntos profesionales de su marido tenía que ausentarse, yo era la que los atendía, con estrictas instrucciones de la madre.

—¿Era muy severa?

—Era muy exigente en llevar orden y disciplina. Nunca me hubiera perdonado, que a la vuelta de una de sus ausencias los niños hubieran aflojado en el esfuerzo de su dedicación educativa.

Hizo una pausa para beber y prosiguió:

—Con el curso del tiempo, los dos hermanos iban creciendo bajo la mirada de la madre, y a pesar de que ella procuraba tratarlos por igual, en cada uno se iba forjando una personalidad completamente distinta.

—En el físico no había mucha diferencia, aun ahora se les ve los rasgos de familia, pero mientras Juan era un niño travieso, alegre, inquieto, extrovertido y resultaba muchas veces agotador, Carlos, por lo contrario, era la tranquilidad andando. Era tímido, silencioso, muy introvertido, prefería pasar las horas delante de un libro interesante que corretear detrás de su hermano. Pero es verdad que a la hora de sentarse a estudiar los dos rendían por igual. Juan era el típico niño que disfruta y gasta todas sus energías en actividades dinámicas, pero también cogía al vuelo cuanto le enseñaban en el colegio. ¡Cómo disfrutaba cuando marchábamos a la finca de la abuela por las vacaciones de verano! En la ciudad había veces que parecía se le venía encima las paredes de la casa.

» Pero esta familia necesitó siempre de experiencias fuertes para cambiarles la vida, y fue en un verano cuando ocurrió algo que decidió el futuro de los dos muchachos.

 —¿Sí? ¿Qué fue?

 —Pues, era ya a finales de agosto. Carlos tenía entonces veinte años y Juan dieciocho. Una mañana, cuando estaba ordeñando una vaca para preparar el desayuno, cosa que me gustaba hacer a mí personalmente, apareció por puerta Marián, la hija de uno de los colonos fijos de la finca. Hacía mucho tiempo que no la veía y me sorprendió verla tan crecida. Se había hecho muy bonita y reflejaba la salud que disfrutan todas las mozas del campo. Estaba hecha una mujer. Aunque siempre me había parecido muy descarada y pretenciosa, aquella mañana se mostró sinceramente insolente.

 ‘Vete diciendo a los viejos que se vayan haciendo a la idea de casarme con su hijo’ —me soltó con brusquedad.

 ‘¿De dónde sacas tantos humos?’ —le reproché.

‘De donde puedo —me contestó—. Quizás cambies de idea cuando te diga que estoy ‘preñá’ de uno de esos señoritos’.

‘¿Qué has hecho descarada? ¿Cómo se te ha ocurrido tentar a un inocente?’

 ‘Yo no tengo la culpa. Nos queremos y ese es el resultado de nuestros amores’

‘¿Tú? ¡Tú no quieres a nadie! —le dije asiéndole de los brazos—. Te has aprovechado de un niño para trepar alto’

 ‘¡Suéltame! Pero que conste que no es tan crío, pues ya sabe cómo amar a una mujer’

‘Y tú has sido su maestra ¿no?’

‘Seguramente’

 ‘¡Furcia! ¡Mala pécora! ¿Qué has hecho?’

 ‘¡Suéltame! ¡No vuelvas a tocarme! Además, que yo sepa eso es cosa de dos. ¿Por qué no le preguntas a él?’

» Ya imaginará lo furiosa que volví a la cocina. No daba pie con bola. Se me salió la leche, se quemaron las tostadas… ¡un desastre! Sólo estaba pendiente de cómo coger al toro por los cuernos y enterarme de todo. ¿Qué había pasado? ¿Cómo era posible que Juan…? -porque yo no dudaba quién había sido- Así que, en cuanto terminaron el desayuno, cogí de un empuño a Juan y me lo llevé casi a rastras hasta mi habitación. El chico se resistía, pero yo no le soltaba y le insistía en que no hiciera ningún escándalo pues lo que quería tratar con él era muy íntimo.

 ‘¿Se puede saber qué mosca te ha picado? —me preguntó cuando estuvimos allí.

 ‘Eso quiero saber yo, qué ha pasado aquí’

‘¿Aquí dónde? ¡No entiendo nada! ¿Quieres explicarte?’

‘Si, eso voy a hacer —y armándome de valor le ataqué directamente—. Mira Juan, yo sé que eres ya un hombre y que no te puedo tratar como hasta ahora lo he hecho. Tú sabes que te quiero como si fueras mi hijo y por eso me atrevo a hablarte como tal. Hay cosas que se tienen que resolver con urgencia, y aunque sea lo último que haga en mi vida lo voy a hacer’

 ‘¡Uf, qué trágica! ¡Anda, suéltalo ya!’

‘Quiero que me cuentes qué hay entre tú y esa Marián’

‘¡Ah! ¿Es eso? Mira Jose, a mí no me vengas con esos chismes, yo no tengo nada que decir. Eso es cosa de mi hermano’

 ‘¿De Carlos?’ ‘Que yo sepa no tengo otro’

 ‘Pero si yo..

‘¡Por supuesto! ¿Tú creías que era yo?… ¡Guau! ¡Qué gracia! ¡Es él! Él que se escabulle por las noches cuando todos estamos en la cama. Espera un rato y cuando se cree que yo duermo, va y se escapa, pero siempre lo oigo. Al principio lo seguía, pero me aburría, no podía hacer ningún ruido y todo estaba oscuro, así que decidí esperarle tranquilamente en mi cama ¡era más cómodo! Aunque tengo que confesarte que como tarda tanto la mayoría de las noches no me entero cuando regresa’

‘¿Hace mucho tiempo de todo esto?’

‘Bueno, empezó el verano pasado. Y durante este invierno se han escrito algunas veces’

 ‘¿Escrito? ¿Y ella envía las cartas a casa?’

‘¡Por supuesto que no! Se las envía a la dirección de un compañero de la “Uni”. Por cierto, que se las cobra bien caro, pues el muy fresco le chantajea con apuntes y exámenes’

‘Y aparte de ese chico y tú, ¿lo sabe alguien más?’

‘Que yo sepa no. Pero es que él no sabe que yo estoy enterado de todo’

‘Pues me temo que esto ha llegado demasiado lejos y que dentro de poco lo va a saber todo el mundo’

‘¿Sí? ¿Vas a ser capaz de contarlo tú?’

‘Yo no. Ella’

‘¿Ella?’

‘Sí. Pero tú de esto ni una palabra. Cuando llegue la noticia hazte de nuevas ¿vale? Tú nada tienes que ver con este asunto. ¿Te has enterado?’

 ‘Está bien, como quieras. La verdad que es sólo cosa de ellos’

‘Por eso’

» A los pocos días la bomba explotó. Hubo reunión familiar y el resultado fue que Carlos se tendría que comprometer a casarse con ella y Juan marcharía interno a un colegio de curas. Aquellos tiempos eran así. Seguro que hoy se hubiera resuelto el asunto de otra manera, pero entonces no había otro camino para un hombre con honra. ¡Bien lo tenía planeado aquella lagarta! Un embarazo era la puerta más segura para cambiar de posición social y entrar por la puerta grande hacia un brillante futuro. ¡Y fue a elegir al hombre más inocente de la tierra!

(Continuará)

LA MADRE

Terminemos este capítulo con un tema que ya hemos tocado en otras ocasiones, pero que ahora lo vemos en su auténtico contexto. Se trata de conocer los acontecimientos que llevaron hasta el presente la realidad de María y su hijo.

—Al año de estar trabajando en la radio, me casé y nos vinimos a vivir aquí donde ya vivía Santiago. Cuando María y Toni contrajeron matrimonio, nosotros ya teníamos una niñita de año y medio. Ellos se mudaron al 8º A y juntas volvimos a marchar cada mañana al trabajo. Toni estaba, por aquellas fechas, preparando unas oposiciones judiciales y se pasaba largas horas del día entre bibliotecas y la audiencia. Al cabo de unos meses recibimos dos buenas noticias, él aprobó las oposiciones y ella esperaba un bebé. El tiempo transcurría sin novedad. Un día, faltaban sólo dos meses para salir de cuentas del embarazo, María me comunicó que Toni estaba haciendo una investigación muy delicada sobre el tráfico de drogas en nuestro país. El asunto era muy serio, pues se sospechaba que había implicada gente de altos cargos, por ello había que llevarlo con mucho sigilo. Con este motivo, dado que el centro de las sospechas se encontraba en el norte del país, comenzó a ausentarse de la ciudad. Durante ese tiempo, María compensaba sus ausencias comunicándome su relación con su bebé. Fue entonces cuando descubrí una nueva faceta de su interioridad. ¡Qué mujer más tierna y profunda!

‘Lo sé tan mío —me decía—, que llena todos los confines de mi existencia. No sólo lo llevo en mi cuerpo, sino en mi corazón y en mi mente. Me siento portadora de algo tan grande que estaría todo el día absorbida por su presencia. Sólo el pensarlo me estremece. Desde que lo sentí en mí por primera vez, mi vida tiene un único motivo acogerle y darle vida. ¿No te pasó a tí lo mismo?

 ‘No sé —le respondí—. Quizás yo sea menos sensible… más prosaica… nunca se me ocurrió pensar así esta realidad. Por supuesto que es hermoso, pero creo que tú lo vives con un entusiasmo distinto y más bonito.

 ‘Pues yo —me confesaba con gran emoción—, le he creado un precioso lugar en mi interior y le nutro con lo mejor de mi vida. Cuando encuentro algo hermoso, trato de transmitírselo a través de ese alimento misterioso con que le voy haciendo crecer dentro de mí. En el silencio de las noches, le cuento lo bonita que es la vida, lo hermosa que es la naturaleza, lo bello que es el mar y lo deseosa que estoy de que contemple todo esto con sus propios ojitos.

» Y así me iba comunicando sus vivencias de ser madre.

 ‘Estos días en los que falta Toni —prosiguió en otra ocasión—, los vuelco más en atenciones hacia mi bebé. Le pongo música suave y melodiosa mientras estoy trajinando por la casa y cuando reposo, lo arrullo en la mecedora y le digo palabras tiernas llenas de deseos de estrecharle con mis brazos. Estoy ansiosa por oírle, ver cómo se llena la casa con sus llantos y sus gorgojos infantiles, sentir su vida fuera de mí, comentar con Toni su crecimiento cotidiano. Sueño con la deliciosa experiencia de poder juntos compartir nuestra paternidad. La casa será otra cuando nazca.

—Los meses iban pasando. Una noche en la que Toni había regresado de uno de sus viajes de incógnito, cenamos los cuatro aquí en casa. Recuerdo que la conversación terminó centrándose en su profesión. Santiago le preguntó:

 ‘¿De verdad crees que el juez es libre ante las presiones políticas?

 ‘Sin duda que el ejercicio de la jurisdicción tiene ese riesgo, que muchas veces resulta una losa aplastante. Por una parte, como cualquier ciudadano, él tiene el derecho a un pensamiento político del color que juzgue más de acuerdo con su modo de enfocar la vida, pero el peligro está cuando el poder político quiere manipularle y coacciona su libertad ante su propia decisión.

 ‘El juez que regresa a la judicatura, después de haber ejercido un puesto político, ¿no puede parecer sospechosa su parcialidad? —le pregunté.

 ‘Puede ser, pero de lo que se trata es de defender la independencia judicial. El juez jamás puede resolver una cuestión política, su tarea es el caso jurídico, y las respuestas políticas nada tienen que ver con una responsabilidad penal.

»De pronto María nos interrumpió.

 ‘Creo que me ha llegado la hora… lo presiento… tengo unas fuertes molestias…

» Toni saltó de la silla como si se hubiera sentado en el fuego y corrió hacia ella.

‘No te preocupes vida mía. Relájate. Ahora mismo nos vamos a la clínica. Precisamente he tenido que dejar el coche fuera, porque la puerta del garaje no funcionaba —le iba comentando mientras le ayudaba a ponerse en camino—. Mira por dónde, esto nos va a ahorrar unos minutos. ¡Con las pestes que he echado por este inconveniente de no poder guardar el coche!

‘Tengo que ir a coger el maletín —advirtió María.

‘Sin problemas. Id llamando al ascensor que nosotros nos ocupamos de lo demás.

 ‘Gracias, pero no hace falta que os molestéis —comentó Toni—. Mañana tenéis que madrugar y ya es muy tarde.

 ‘Tú ayuda a tu mujer y no te preocupes de nada más —le ordené.

 ‘Ana, he dejado el maletín en el dormitorio al pie de la cama.

 ‘Tranquila, deja todo en mis manos. Ahora mismo os seguimos.

» Mientras recogía el maletín. Santiago fue a ver si nuestra hijita estaba dormida. No tardaríamos mucho —pensaba—. En cuanto la ingresaran nos volveríamos. Pero quizás convendría que alguien se quedara con el primerizo y nervioso padre.

» Estábamos a punto de salir de casa cuando un ruido espantoso interrumpió mis pensamientos. Santi y yo nos miramos. Casi adivinamos lo ocurrido. ¿Había sido una explosión? Salimos disparados. Parecía que el ascensor se resistía a llegar a la planta baja. Llegamos. Había fragmentos del coche esparcidos por toda la calle. Los trozos de vidrio en el suelo, parecía como si hubiera caído una espesa granizada. Alguien estaba cubriendo uno de los cuerpos con una manta y un poco más allá, en la misma acera, había un grupo de gente hacia donde nos dirigimos. Vi a Marta arrodillada, tratando de sacar al niño de entre las piernas de la madre inconsciente. Al parecer, con el golpe expulsó al bebé.

  » Casi al mismo tiempo llegaban un coche de policías y una ambulancia. Los agentes mandaron a los vecinos que nos retiráramos. Marta se presentó como enfermera y pidió que le ayudaran a terminar su trabajo. En cuanto el parto estuvo en condiciones, trasladaron a la madre y al marido, junto con Marta y el bebé al sanatorio.   

 » Al día siguiente, en cuanto dejé a mi hijita en la guardería, me acerqué al hospital. Yo había informado a la radio de lo ocurrido, en cuanto desapareció la ambulancia y la policía. Por lo pronto pedí aquella mañana libre.

» Del resultado de aquel desastre, perdimos a Toni, María está en una silla de ruedas paralizada desde la cintura. Y el niño ya lo has visto. El golpe le dañó el cerebro. Todo esto fruto de la implicación corruptiva de algunos políticos en la delincuencia organizada del país, tras los cuales andaba Toni en aquel momento.

Bebió un sorbo y continuó.

—Ya han pasado casi ocho años y María, poco a poco se va haciendo más cargo de su situación. Ahora formamos una sola familia. Hemos abierto una puerta que comunica las dos viviendas y se ha adaptado una habitación para que María pueda desde casa seguir trabajando. Para ello hemos instalado una emisora conectada con la central, y desde aquí participa en nuestras tertulias interviniendo con soltura, como si estuviera presente en el estudio. También prepara algunos programas y es nuestra mejor oyente crítica. Yo por mi parte, aunque siento haber perdido una compañera de calle, sigo en busca de la noticia más interesante. Es un trabajo que a veces resulta agotador, porque hay que patear mucho al mismo tiempo que no podemos perder el contacto con todas las unidades móviles de la ciudad para ponernos en movimiento hacia el menor indicio de algo que valga la pena investigar. Una llamada puede ser una información de primer orden y hay que saber estar alerta a ella. Por otra parte, si estás presenciando algo que te parece debe de ser transmitido a la emisora, te ves obligada a conectar e informar en directo, lo que supone que, por querer dar la noticia en el mismo instante, pierdes la perspectiva del conjunto, arriesgándote a ser parcial en tus percepciones. Este riesgo no se tiene cuando se trata de informar por medio de un artículo en el periódico, ya que se redacta después de haber sido testigo directo de todo el hecho y de haber consultado con otros sobre causas y efectos. Esta es la ventaja de la prensa, se tiene la oportunidad de recrearse en la noticia y de poder aportar tu análisis crítico después de haber reflexionado sobre el hecho. En la radio cubrimos esta limitación con las tertulias, que solemos prepararlas María y yo, con las noticias más relevantes de la jornada, pero la información en directo hay que contarla tal y como se está produciendo

A continuación, pasamos a saludar a María. Estaba en una cabina radiofónica separada por una mampara de cristal de la habitación del niño que, de espaldas a nosotras, frente a la televisión, veía una película de dibujos animados. Ella escuchaba la radio con unos auriculares que se quitó cuando entramos. Me maravilló la naturalidad conque me recibió, sentada en su silla de inválida delante de una mesa llena de papeles donde hacía sus anotaciones y comentarios.

EN ESTADO DE BUENA ESPERANZA

Una de las cosas que más desconcierta a M95 es la sorprendente y bella naturalidad con que las mujeres del siglo XXI viven su estado de buena esperanza.

He aquí las dos posturas:

‘Lo sé tan mío, que llena todos los confines de mi existencia. No sólo lo llevo en mi cuerpo, sino en mi corazón y en mi mente. Me siento portadora de algo tan grande que estaría todo el día absorbida por su presencia. Sólo el pensarlo me estremece. Desde que lo sentí en mí por primera vez, mi vida tiene un único motivo acogerle y darle vida.

 ‘Pues yo, le he creado un precioso lugar en mi interior y le nutro con lo mejor de mi vida. Cuando encuentro algo hermoso, trato de transmitírselo a través de ese alimento misterioso con que le voy haciendo crecer dentro de mí. En el silencio de las noches, le cuento lo bonita que es la vida, lo hermosa que es la naturaleza, lo bello que es el mar y lo deseosa que estoy de que contemple todo esto con sus propios ojitos.

‘Estos días en los que falta Toni —su marido estaba de viaje—, los vuelco más en atenciones hacia mi bebé. Le pongo música suave y melodiosa mientras estoy trajinando por la casa y cuando reposo, lo arrullo en la mecedora y le digo palabras tiernas llenas de deseos de estrecharle con mis brazos. Estoy ansiosa por oírle, ver cómo se llena la casa con sus llantos y sus gorgojos infantiles, sentir su vida fuera de mí, comentar con Toni su crecimiento cotidiano. Sueño con la deliciosa experiencia de poder juntos compartir nuestra paternidad. La casa será otra cuando nazca

Respuesta de M95 y su compañero

—¡Esto es extraordinario y rarísimo! Es algo que ya me llamó muchísimo la atención, cuando tropecé por primera vez en mis estudios con la forma de reproducción de las personas de esta generación. Pero lo que no podía sospechar es que pusieran esta carga afectiva ante el hecho tan extraño de que sea la mujer la que engendra en el interior de su cuerpo a un ser humano. ¡Como si fueran animales! ¿Cómo puede disfrutar al detectar cómo va creciendo en su interior un ser vivo, al tiempo que ella se ve deformada en su aspecto físico?

—Es verdad, yo que creo que os habíais librado de una carga inhumana.

—Así pensaba yo. Siempre presuponía que debería ser algo muy molesto y engorroso. Ver tu cuerpo deformarse, los consabidos trastornos físicos, sentir los malestares propios de algo extraño en tu interior que iba creciendo…

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—Al parecer todo eso no les resultaba tan desagradable, por lo menos en este caso.

—Creo que este tema puede ser interesante para hablarlo más a fondo con alguna de estas mujeres, quizás nos ayude a comprender el misterio de la reproducción fuera del laboratorio. ¿Es más progresista una sociedad que así se reproduce?

—Esto es algo que bien podría interesar a nuestra civilización como sugerencia novedosa.

Y en otra ocasión en la que visita a una madre primeriza, comenta:

—Lo de ser madre, me está impresionando mucho. Aunque no debe ser lo mismo el vivirlo dentro de ti o el seguir de cerca el embarazo de una joven, que la simple información que nos proporciona nuestros libros.

Con todo esto, y lo que me comentó Sara sobre el tema de la maternidad, pienso que me voy acercando a lo que estas mujeres pueden sentir al vivir en ellas esta experiencia única, que ninguna de nosotras podremos sospechar.

—¡Esto sí que es una exclusiva para los que estudiamos las civilizaciones pretéritas! Nuestro sistema de reproducción es tan diferente…

Por lo que vamos recogiendo de los informes anteriores, ya ves que está resultando un tema apasionante por lo novedoso.

»¿Quién de nuestra sociedad sabe que la función principal de la existencia de la mujer es el ser madre? ¿Quién de nuestras jóvenes pueden sospechar que son capaces de engendrar e ir formando en ella un nuevo ser como se hace en nuestros laboratorios? ¿Cómo reaccionarían estas mujeres si se enteraran que nuestras adolescentes desde el momento de su primera menstruación hasta los 21 año que celebran la mayoría de edad con el rito del cierre de la trompa de Falopio permanecen completamente aisladas del mundo masculino?

Lo que ni ella misma sospecha es que todas las adultas de su generación funcionan con un ovario sólo, ya que, en aquella ceremonia, se lo extirpan para fecundarlo en los laboratorios maternos.

Y yo me pregunto: ¿Qué función le queda por cumplir a la mujer en nuestra generación? ¿Somos individuos sin un papel propio, dado que se nos privó de nuestra función reproductora? ¿Es un avance el haber privado a la mujer de la experiencia de ser madre?

» Cuando he sido estos meses testigo de tantos sentimientos positivos respecto a este asunto, sin duda que me cuestiono nuevamente el poner en duda los avances de nuestra civilización en esta materia. ¿Es más humano que las relaciones sexuales se limiten a ser simplemente una satisfacción de los placeres higiénicos de los adultos

»He aquí como hemos ido perdiendo el sentido relacional de la pareja y su misión de formar una familia. La madre probeta es la encargada de la gestación y el desarrollo del bebe. Hemos privado a nuestras mujeres de algo tan hermoso como debe ser (según he podido comprobar por la información de estos meses) la experiencia maternal de sentir el crecimiento de un bebé dentro de ellas.

—¡Esto es impensable para nuestra generación femenina!

—¿Otro avance del progreso de nuestra civilización?

¿QUIÉN ES MARTA?

Marta es una gran mujer, amiga incondicional de todo aquel que se le acerca. Vive con su madre, pero ésta sabe que tiene que asumir el estilo peculiar de los compromisos existenciales de su hija y procura ser una buena colaboradora en todas sus actividades. Su casa está siempre abierta para todo el que la requiera y más de un/a joven con problemas ha pasado el tiempo que ha necesitado, compartiendo sus preocupaciones con estas dos mujeres.

Es compañera de Sara desde la infancia. Juntas pasaron las primeras peripecias de la niñez adolescencia y juntas conocieron a Andrés y su manera de enfocar la vida. Cuando ellos decidieron for­mar una familia, Marta se les unión incondicionalmente, formando un trío de una fuerte influencia en el ambiente donde se mueven. Más tarde, cuando terminó sus estudios de enfermera, decidieron juntos la conveniencia de especializarse en el campo de la drogadicción. Como todos ellos, dedica su tiempo libre a dar gratuitamente una orientación formativa de su especialidad en el club del barrio. Semina­rios de medicina preventiva, planificación familiar, primeros auxilios…

 Te voy a copiar párrafos de una conversación que tuvo Sara con M95 después de una dura experiencia que quizás te comente en otro momento y que hizo cambiar a Marta sus planes de vacaciones

—Marta quiere, aprovechando su condi­ción de enfermera, asistir a un curso de educadores de inviden­tes, que se va a impartir en las vacaciones de invierno, para poder luego orientarnos en la tarea de ayudar a Daniel a desenvolverse con habilidad en su nueva situación.

Pero, me contó su madre, pensaba pasar las vacaciones con ella en un balneario en el norte del país. ¿Cómo va a poder estar en las dos cosas?

—Bueno. No es la primera vez que sus planes pasan a segundo término cuando alguien la requiere. Estoy segura de que lo hubiera hecho por cualquiera de nosotros. Se sabe miembro corresponsa­ble en esta gran familia que estamos entre todos construyendo. Por eso sus intereses, tanto personales como familiares y profesionales, están siempre en función de las urgencias que le pide el ir favore­ciendo la hermandad comunitaria que intentamos vivir.

¡Ah! Por eso ayudar a vosotros pasó antes de sus vacaciones ¿no?

—Exacto. Esta tarde mismo va a cancelar el viaje y a matri­cularse en ese curso. Su talante de vida solidaria se descubre en estos gestos concretos de disponibilidad.

Pero ¿esto lo que hacéis todos o es algo de ella?

—Mira, aquí a nadie se le obliga a dar más de lo que su propia generosidad le exige. Pero tratamos de ir creando en nosotros una conciencia opuesta al individualismo, para liberarnos de ata­duras egoístas y buscamos estilos de vida propios de la agilidad de los que han puesto su existencia al servicio del hermano que te reclama por su necesidad.

¡Esto es muy obligado!

—Pues sí. A esta gestión, que nos coge la vida, consagramos, no sólo nuestro tiempo libre, sino toda nuestra existencia. Por eso, cuando llega el caso, pasa por delante de nuestros planes personales.

Una cosa así, supone mirar primero a los problemas de los otros.

—Ya veo que lo vas entendiendo. Nosotros pretendemos ser sal de la tierra. Sal que hace su servicio sin ser notada, que no se ve pero que se necesita y se le echa de menos si falta; sal que se echa mano de ella para que dé buen sabor, para que el conjunto del guiso se be­neficie al estar allí, sin ser visible pero útil. O como la levadura, que se sabe de su presencia porque es la que hace crecer. Todo esto es imprescindible para que la fraternidad vaya desarrollándose.

Así dices tú que es Marta ¿verdad? Como la sal y como la leva­dura en esta sociedad.

—Sí, somos amigas de toda la vida, por eso creo que hago justicia al definirla así. Este es el estilo de Marta. Tiene la gracia de estar siempre disponible, a punto para sacar a cualquiera de un apuro. Está siempre ahí para echar una mano, para cubrir una necesidad, incluso para remediar un desagravio. Está ahí siendo sal, luz, levadura… en fin construyendo el Reino con sus actitu­des de disponibilidad.

Hay una cosa que no entiendo.

—Tú dirás.

¿Por qué si valoráis tanto a la familia, Marta y Juan no son casados?

—Como Andrés y yo por ejemplo ¿no?

Sí. ¿No es algo negativo no tener una familia para prolongar este sentido de vivir? Yo no puedo entender. ¿No es una fallar, alguien que no ayuda a que la historia siga con vuestras esquemas etnográficas?

—Puede ser que desde fuera así parezca, y respeto tu punto de vista, pero tienes que saber que para nosotros tiene un pro­fundo sentido la opción de estas personas por renunciar a crear su propia familia en favor del desarrollo del Reino.

 — ¿Me lo puedes explicar más fácil?

—Veras. Me refiero que, ellos han renunciado a algo tan va­lioso como es la familia para poder dedicarse en exclusividad a la empresa que nos convoca en libertad y disponibilidad. Pues sin duda que están más libres al no tener que condicionar sus deci­siones al bien de los suyos y de nadie son responsables familiar­mente hablando, por eso pueden estar al servicio de los demás sin las condiciones que reclama la familia. Además, son signos que nos recuerdan, dónde está lo absoluto en nuestra vida coti­diana. Ellos, con su estilo de vida, nos ayudan a relativizar todas las cosas y los acontecimientos, pues todo, por muy importante y necesario que nos parezca, tiene un valor limitado y no debe­mos absolutizarlo. Hay veces que hacemos de nuestros intereses familiares nuestros dioses, estos se convierten en los ídolos del siglo, y luchamos por ellos como si nos fuera la existencia en te­nerlos satisfechos. Por eso, las personas célibes, quiero decir, las que optan por no casarse por esta causa, son dignas de nuestra admiración y respeto si ponen su libertad al servicio del Reino.

Pero yo oír mucho en contra de la vida de los curas por eso que llamáis célibe.

—Es verdad, hay mucha polémica sobre este tema del celi­bato, aunque por otra parte también se critica la maternidad o la paternidad responsable. Corremos unos tiempos de inconfor­mismo y de cuestionar todo, y si hiciéramos caso a tanta protesta y critica negativa, esto sería un caos de esclavos, pues la manipu­lación y propaganda de los medios, a veces, lo únicos que consi­guen es confundir, no aclarar con otras alternativas.

¡Qué novedoso!

 —¿Te lo parece? Pues te diré más. Aunque te cueste creerlo, muchas veces, la actitud de estas personas célibes por la causa del Señor me interpela, incluso para medir mi entrega conyugal y mi responsabilidad maternal.

¡A ver, a ver! Explícame eso.

—Pues verás. Nuestras responsabilidades como pareja nos llevan a ayudarnos mutuamente. Cada mañana, al despertarnos renovamos nuestros compromisos y nos animamos a ser fieles en la tarea cotidiana y por la noche, en la intimidad de nuestro lecho nos tomamos cuenta de cómo nos ha ido la jornada.

Y ellos célibes ¿cómo lo llevan?

—Bueno, ellos tienen otros recursos, el caso es vivir entregados por el bien de los demás.

Y hablando otra vez de Marta, ¿quieres explicarme cómo ve ella eso de ser madre?

—Pues Sí. En ella su propia condición femenina le lleva a en­focar la entrega y abnegación desde su instinto maternal. Es una mujer adulta consagrada por completo a entregarse a los otros y con ello se siente realizando su potencial de hacer familia, dedi­cándose plenamente a este nuevo modo de ir construyendo una historia más fraterna.

¡Qué interesante!

—Sí que lo es. Para ella el construir una familia, una herman­dad con todos los que trata, pasa por delante de sus intereses per­sonales. Por otra parte, es una mujer que está habituada a mirar los acontecimientos cotidianos con ojos contemplativos.

¿Cómo? Perdón, yo no entender muy bien eso.

—Quiero decir que ante cualquier cosa que sucede, Marta rá­pidamente sabe hacer una referencia sobrenatural. Para ella no existe la casualidad, todo tiene un por qué trascendente, por eso además de su instinto femenino, se entrega abandonada ante la presencia del Señor que todo lo ve y lo permite.

Lo femenino

¿Qué decir de este tema tan manipulado, traído y llevado en estas latitudes? Desde los últimos siglos, ha habido como un despertar de la mujer que ha desembocado en una amplia variedad de tipos de feminismo, y que básicamente lo podemos reducir al movimiento de lucha por la igualdad entre hombres y mujeres. Con el paso de las décadas, el feminismo ha ido cambiando, significando mucho más que la emancipación de la mujer. De hecho, el movimiento feminista está muy diversificado en la actualidad y es de gran complejidad.

¿Cómo trato este tema en mi novela?

—La experiencia biológica de la maternidad como raíz de lo genuinamente femenino, infundiría a la ciudadanía una gran riqueza en el campo relacional. Esos valores de entrega, acogida, apertura, preocupación por el otro, atención por el más débil, inclinación por la solidaridad, la unión, la aceptación de la singularidad de cada uno…

» Rasgos meramente femeninos, maternos, que no son mejores ni peores que los masculinos pero que son los propios nuestros. Es una manera de sentir, pensar y expresar nuestras vivencias relacionales desde dentro de nosotras mismas. Es algo indiscutible del género femenino que nos hace sintonizar con las otras mujeres. Somos como cómplices de unas actitudes que debemos compartir con el hombre pero que nos caracteriza, que nos hace femeninas, distintas y complementarias con la otra par­te de la humanidad que es el varón.

» Por eso es para nosotras más fácil el ser solida­rias, acogedoras, comprensivas, pacientes, cercanas… nos mueve la sensibilidad, la piedad, la compasión, la ternura… en fin una serie de valores que, aunque son rasgos genuinos de la humani­dad, son indiscutiblemente propios de la condición femenina. Y esto no necesariamente se da a partir de la experiencia física de la maternidad, aunque supongo que lo favorece, sino que es algo que toda mujer adulta, por el simple hecho de serlo, ya lo posee en potencia y hemos de tratar de despertarlo y desarrollarlo hasta concluir en la entrega total.

El objetivo del feminismo es que la mujer pueda disfrutar del mismo estatus social del que disfrutan los hombres. ¿Cómo veo la lucha por la igualdad de oportunidades entre hombres y mujeres? 

» Hay que ir transforman­do las mentes hacia la aceptación de la participación igualitaria de hombres y mujeres a todos los niveles cívicos. De hecho, ya se van abriendo cauces en las estructuras políticas, económicas y profesionales, dando paso, incluso en los campos directivos, a la participación femenina. Aún los hombres tienden a elegir a sus iguales, los varones, porque actúan como ellos y a veces la lógica de las mujeres les descoloca. Pero sin duda que, con el reconoci­miento de la mujer, la sociedad se verá muy pronto beneficiada.

» En fin, asumir la dimensión femenina en la sociedad es hacer una historia más comprensiva y tolerante, abierta a aceptar la igualdad y la originalidad de cada uno de los individuos que la componemos.

» Sin duda que es un signo de nuestro tiempo el ir tomando conciencia de la riqueza que la mujer puede aportar a la marcha de la historia.

Verdaderamente, te puede resultar que trato este tema muy utópicamente, pero si lees el libro, te darás cuenta de que, mi intención en todo momento es plasmar en sus personajes lo mejor de la persona. He optado por ir marcando en ellos la presencia del Espíritu, que es el que debería mover los corazones más sanos de nuestra humanidad. De ahí que para mí la mujer ideal es la que desarrolla en sí estos valores femeninos y regala esa belleza a la sociedad.

Dios hizo la maternidad tan sublime que no dudó en compararse con ella: “¿Se olvidará la mujer de lo que dio a luz, para dejar de compadecerse del hijo de su vientre? Aunque olvide ella, yo nunca me olvidaré de ti” Is 49:15

¿Hacia dónde vamos?

Si lo pensamos bien, sin una proyección trascendente, sin una creencia de sabernos colaboradores en el milagro de concebir como asociados a los planes de nuestro creador, si no somos capaces de convencernos de que somos portadores de un germen capaz de iniciar algo nuevo, sin una entrega donde vivir la gratuidad de la maternidad, encarar la vida terrena tal como se nos va marcando el presente con tantas dificultades e inseguridades, a la vez que se vislumbra el porvenir con sus escepticismos e interrogantes… todo esto va creando en nosotros la angustia de la incertidumbre y de un futuro poco prometedor.

En lugar de optar por actuar de forma desinteresada y generosa, buscando la bello y hermoso del disfrute del amor maternal, de vivir el convencimiento de que en cada nacimiento, el recién llegado toma una iniciativa y rompe con su novedad la continuidad del tiempo, estamos sosteniendo la posibilidad de que las nuevas generaciones no aprecien esta realidad antropológica y piensen que la maternidad tiene más elementos alienantes que motivadores. Esta dialéctica destructiva nos va llevando cada vez más cerca del desmoronamiento de los principios vertebradores de nuestra civilización y muy en particular de la familia.    

  No tengo ni idea de cómo será la sociedad dentro de 40 o 60 años, pero me he atrevido a plasmar en esas páginas cómo será una humanidad sin padres y sin hijos, lo cual supone un modelo de sociedad basado en la extinción paulatina de la familia, Y siguiendo la perspectiva de la experiencia que nos traía del futuro nuestra protagonista, podemos preguntarnos.     

¿Cómo fue la reacción de M95 cuando escuchó el relato del embarazo de María?
¿Cómo fue la reacción de M95 cuando escuchó el relato del embarazo de María?

¡Esto es extraordinario y rarísimo! Es algo que ya me llamó mu­chísimo la atención, cuando tropecé por primera vez en mis estudios con la forma de reproducción de las personas de esta generación. Pero lo que no podía sospechar es que pusieran esta carga afectiva ante el hecho tan extraño de que sea la mujer la que engendra en el interior de su cuerpo a un ser humano. ¡Como si fueran animales! ¿Cómo puede disfrutar al detectar cómo va creciendo en su interior un ser vivo, al tiempo que ella se ve deformada en su aspecto físico?

Y en otra ocasión comenta:

       —¿Quién de nuestra sociedad sabe que la función principal de la existencia de la mujer es el ser madre? ¿Quién de nuestras jóvenes pue­de sospechar que es capaz de engendrar e ir formando en ella un nuevo ser como se hace en nuestros laboratorios?  ¿Qué función le queda por cumplir a la mujer en nuestra generación? ¿Somos individuos sin un papel propio, dado que se nos privó de nuestra función reproductora? ¿Es un avance el haber privado a la mujer de la experiencia de ser madre?   

    Yo respaldo en mí la condición de ser mujer, la índole y esencia de la maternidad que existe en mi naturaleza. Creo firmemente que los roles de esposa y madre son esenciales en toda mujer. Y esta verdad hace que me sienta bien con mi feminidad