UN MUNDO MEJOR

El anhelo de un mundo mejor es lo radicalmente cristiano. No podemos avergonzarnos, de decir y proclamar que creemos en el Señor de la Historia, que queremos que él sea el protagonista de nuestra existencia.

¿Cómo plantea Andrés este tema?

—Hay que valorar los esfuerzos de mucha gente que trabaja en diversos campos sociales promoviendo, junto con otros, estilos de vida que no están de acuerdo con el poder abu­sivo de unos pocos, el soborno, los privilegios, el favoritismo, la parcialidad… en fin tratamos de denunciar cualquier clase de co­rrupción social. Son personas que se han tomado en serio la res­ponsabilidad personal de entregar a la futura generación un mun­do más humanizado que el que estamos viviendo actualmente.

¿Esta es vuestra filosofía? —Le pregunta M95

—Así es. Tratamos de ir ayudando, para conseguir un desarro­llo más humano, comprometiéndonos por atender los derechos de todos, trabajando por el bienestar del colectivo, como cauce para la realización plena de cada uno de sus miembros. Así, poco a poco, podemos demostrar con hechos lo que defendemos de palabra, pues solo un vivir coherente puede ser la confirmación de nuestra teoría.

¿Y tú creer que los que tienen el poder les interesa esto?

—Depende de cómo se sitúen ante su compromiso de ver la vida, como servicio a favor de los ciudadanos o como plataforma de lucro, y prepotencia.

Y entonces, ¿tú crees que este es el camino de modelo de sociedad que propone la auténtica democracia?

—Si, un camino donde los dirigentes políticos ejercerán su mandato compartido con la aportación ciudadana, siempre a fa­vor del bien común.

¿No es esto mucho arriesgado para los políticos?

—Pues si, pero si están de verdad por hacer un servicio a la comunidad, escucharán las demandas de cualquier ciudada­no. Pero por desgracia no siempre es así, y son muchos los que buscan el puesto como plataforma de poder y enriquecimiento personal aun basándose en intriga y corrupciones de todo tipo.

¡Esto es muy malo! ¿Es esta la causa de problemas de gobierno democrático?

—No exclusivamente del sistema democrático, pues puede ser un mal en cualquier sistema político, pero en todo caso siempre he­mos de luchar por mejorar nuestros gobiernos si queremos avanzar en la construcción de una historia progresista, justa y más humana.

Ya entiendo.

 —De todas las maneras, yo soy optimista y tengo esperanza en el cambio y el progreso. Todo diálogo político que promueva acciones de avance y mejoras ciudadanas han de ser apoyados y favorecidos.

Pienso me equivoco, pero la experiencia dice tus teorías no son con la realidad, sólo son con ilusión y fantasía.

—Tal vez. Pero es que la filosofía que proponemos requiere una gratuidad que difícilmente se garantiza en los políticos. Pero ellos son personas como nosotros y alguno habrá que reaccione según estos principios. ¿No te parece?

Si tú lo dices…

 —Todo es cuestión de ponerse a tiro, para sentir, en lo mejor de sí mismo, esa voz que nos grita la urgencia de trabajar por el bien de todos y no por intereses personales o de partido. Pues con eso solo se benefician unos pocos y a veces a costa de que muchos sean marginados o explotados, hasta llegar incluso al de­terioro y perdida de la dignidad de estos afectados por falta de asistencia social.

¿Esto pasa en este país?

—Veras, es muy común ver en todas las ciudades, gente pobre e indigente que no son capaces de salir de su estado de miseria porque nadie se preocupa por ellos.

Ya entiendo

—Pero no son solos ellos, pues también los hay que por ver­güenza no llegan a manifestarse así, pero que tampoco tienen cubiertas con dignidad sus más elementales necesidades y tantos unos como los otros son ciudadanos que tienen plenos derechos, no sólo al voto sino a ser escuchados y atendidos cuando exigen lo que en justicia se les debe dar para poder desarrollar digna­mente su existencia.

Si tú dices que los ciudadanos votan a sus candidatos ¿Por qué ganan los que tienen planes que no son honrados?

—Pues porque no fueron sinceros en sus programas electora­les, porque engañaron al elector, porque nos prometieron y lue­go, una vez en el poder o no son valientes o no fueron sinceros, o no supieron ir contra corriente y temieron ser fieles a sus prome­sas… mil razones que no justifican ningunas el no ser honestos con los planes presentado en las campañas electorales.

Yo leo que hay muchos grupos y organizaciones que trabajan por los derechos sociales.

—Así es. Da satisfacción ver que cada vez son más los ciu­dadanos que se movilizan para apostar por la construcción de una nueva sociedad auténticamente democrática. Este es nuestro empeño, estar donde se trabaja por esas nuevas formas de convi­vencia como único camino para conquistar un siglo XXI con las armas de la justicia y la paz para todos.

Bueno, también se llega a la paz por el dominio y la opresión del más fuerte.

—Puede ser. Pero el orden y la paz forzada sólo se mantienen externamente, si se mantienen. Por otra parte, la corrupción y la manipulación política atacan a la armonía ciudadana y ambas cosas sólo pueden engendrar hostilidad, malestar, incluso resen­timientos y odios. Por eso, no creo que sean buenas recetas para garantizar la paz auténtica y duradera, ya que pronto aparecerán brotes de rencor, odio y agresividad en esos corazones humilla­dos, aunque aparentemente tengan sus necesidades cubiertas.

¿Es esto luchas políticas?

—Bueno, no me gusta el término lucha porque suena a hos­tilidad y guerra. Por nuestra parte, queremos ofrecer otra alter­nativa pactando por los intereses de todos y por la construcción de una ciudadanía nueva donde se viva realmente la igualdad y se respeten los derechos de cada uno. La verdad es que esta reali­dad nos afecta a todos como deber de responsabilidad histórica, pero hemos de intentar que nuestras armas sean pacificadoras y de concordia. Una humanidad solidaria y fraterna, comprometida con el bien común, ahí está el auténtico progreso de una nación.

¿Y cómo lo hacéis?

Dijo un sabio que para arreglar el mundo se tenía que empezar por arreglar el hombre. La sociedad no funciona si el hombre no se plantea la perfección de su humanismo. Cuando somos fieles a nuestros valores y estos los desarrollamos en favor del crecimiento de la justicia y el amor fraterno, el mundo mejora.  De ahí la respuesta de Andrés:

—Pues ya vas viendo como actuamos. Empezamos por pro­gramas de iniciación en donde los guías o maestros ayudan como primera asignatura el dominio personal.

¿Y creéis que vosotros pocos, podáis cambiar toda la sociedad?

—Si sólo nos limitamos a quejarnos y a esperar pasivamente que otros actúen, por supuesto que no conseguiremos nada, pero cada uno podemos ir echando nuestra semilla en el surco, con­fiando en que algún día veremos nacer la planta.

Dime alguna de esa semilla.

—Pues verás, son gestos de la vida diaria, como palabras de acogida y cercanía, en el trabajo, en casa, en la calle… estar atento a lo que el otro necesita aun antes de que lo pida, ejer­citarnos en escuchar, en ser amables, tolerantes, comprensivos, solidarios… valorar a los demás demostrándoles que reconoce­mos sus dotes, sin envidias, sin ambiciones egoístas, desterrar de nosotros los impulsos de poder, de creernos superiores, de ignorar al otro… respetar otras opiniones, otros puntos de vista sin alterarnos… en fin, educarnos y educar a las nuevas ge­neraciones en el desarrollo de estas actitudes que nos hacen valorar y respetar las diferencias y complementariedad de todos los ciudadanos.

Hay que mantenerse prevenidos, porque el reinado de Dios es una demanda crítica que nunca será aceptada en muchos ambientes de esta sociedad. Los poderosos quieren ocupar el lugar de Dios en la Historia, por eso los cristianos debemos saber que entraremos en conflicto con los que pretenden dominar el mundo, pero no olvidemos que Jesús dijo: 

“En el mundo tendréis grandes tribulaciones: pero tened confianza: Yo he vencido al mundo.”

Y en otra ocasión afirma S. Pablo:

“Si Dios con nosotros ¿quién contra nosotros?”

Porque el Reino de Dios al que Jesús le dedicó su vida, nos trae la justicia y el amor que son la esencia de un mundo mejor.

UN PROGRAMA EXISTENCIAL

Lo que el ser humano necesita recuperar hoy es el sentido de la fuerza interior del bien, el camino de la espiritualidad, el descubrir la presencia de Dios en cada historia personal. Esas luchas de cada día con las que Dios parece retar a nuestra propia interioridad.

¿Cuál es la fuente donde beben estas personas tan comprometidas con la causa de colaborar en el buen desarrollo de la Historia?

—Vamos a ver si te lo sé explicar con palabras sencillas.

Todo ser humano, que es sincero consigo mismo, se sabe pobre e inca­paz de sobrevivir por sí solo. Necesita de los otros. Todos nece­sitamos de todos y todos estamos llamados a ayudar a los demás para ir creciendo en armonía. Pero si te embarcas en una causa espiritual, te das cuenta de que las energías y la fuerza para ser eficaz en esa empresa te ha de venir de otra dimensión, la espiri­tual. Y es allí donde se realizan las auténticas batallas. Existe en nuestro interior un bien y un mal que luchan por ser el dueño de nuestra persona, por conquistar nuestra voluntad, y si optamos por nuestro bien interior, nos encontramos con el Señor como el único que puede ayudarnos a que el bien, que es él, sea el dueño y señor de nuestras decisiones.

Porque su presencia lo cambia todo. Desde Él vemos la vida, las cosas, la gente, el trabajo, las rutinas y a nosotros mismos con otros ojos. Su presencia nos hace descubrir las cosas buenas que somos capaces de hacer, Él da sentido a lo bueno y lo malo que lucha en nuestro interior y se pone de nuestra parte para que el bien gane esa guerra.

—Permíteme que te lea un párrafo de una carta de uno de nuestros primeros líderes:

Dad muerte a todo lo terreno que hay en vosotros la fornicación, la impureza, la pasión, la codicia y la avaricia que es una idolatría. Todo lo cual trae la cólera de Dios… Desechad también de vosotros todo esto: cólera, ira, maldad, maledicencia y palabras groseras, lejos de vuestra boca. No sigáis engañándoos unos a otros. Despojaos de la vieja condición humana, con sus obras, y revestíos de la nueva condición, que se va renovando como imagen de su creador, hasta llegar a conocerlo,…

…Como pueblo elegido de Dios, pueblo sagrado y amado, sea vuestro uniforme: la misericordia entrañable, la bondad, la humildad, la dulzura, la comprensión. Sobrellevaos mutuamente y perdonaos, cuando alguno tenga queja contra otro. El Señor os ha perdonado, haced vosotros lo mismo. Y por encima de todo esto, el amor, que es el ceñidor de la unidad consumada.

—¡Sí que es esto un buen programa de vivir!

—Por eso es la primera asignatura que acatamos. Nos va la vida en esa limpieza interior. Si no comenzamos por gastar nues­tras energías bélicas en combatir con nuestro propio mal, difícil­mente llegaremos a ser capaces de conquistar la armonía de una convivencia ciudadana. Sólo desde una serena y constante prácti­ca de interiorización, podemos llegar al dominio personal y desde ahí sabernos preparados para comprender y ayudar a los demás.

—¿Es este vuestra fuerza de pacifista?

—Así lo puedes llamar. Si analizamos los motivos de los en­frentamientos humanos, el noventa y nueve por ciento tiene sus raíces en esta falta de equilibrio personal. Es el reclamo, más o menos certero, de los derechos legítimos que supuestamente le son negados. Porque en justicia no se puede permitir el querer tener más o creerse superior al otro.

—Y es así donde están los derechos humanos ¿verdad?

—Sí. Nos hemos dado cuenta de que este camino funciona. Sólo viviendo con estas actitudes conseguiremos una sociedad justa y estable, pues nunca se llegará a una sana convivencia si se ve en el otro a un competidor, un enemigo, un inferior…

Esto exige altísimas dosis de disciplina, esfuerzo y dedicación, pero también de confianza en el Maestro interior que nos habita y conduce.

La meta es atrayente y liberadora. ¿Nos daremos por vencidos antes de intentarlo?