Hoy vamos a seguir el proceso de rendición de cuentas de los dos agentes ante el Tribunal del Supremo Consejo.
Os invito a ir captando las diversas posturas de los dirigentes que les están juzgando.
Os recuerdo la última frase:
—Hagan pasar a declarar al agente V71
V71 estaba esperando en la sala inmediata. Aunque se sabía sospechoso como cómplice de las acusaciones hacia su compañera, confiaba en salir indultado. Pensaba hacer todo lo posible por conseguirlo, pero la verdad es que la cosa estaba muy complicada. El Supremo Consejo podría ser inflexible ante la magnitud de la empresa. Quizás se le diera otra oportunidad dado que él no era directamente culpable de los hechos; pero en el fondo no estaba seguro de poder librarse si M95 no se retractaba de sus errores. Era una mujer muy terca y estaba demasiado obsesionada con todo lo que había descubierto en esa investigación histórica, difícilmente podría él persuadirla. ¡Lo había intentado tantas veces!
Mientras se acomodaba en el lugar correspondiente, observaba al tribunal que trataba de llegar a un acuerdo y a su compañera situada en el banquillo de los acusados.
Tomó la palabra el Mayor C60 y dijo:
—Agentes M95 y V71, como promotor y último responsable de este proyecto, y en nombre del Gran Consejo, después de haber analizado la situación y tomando en consideración el buen prestigio de ambos, este Tribunal ha decidido darles una última oportunidad. Se les da dos semanas para presentar un nuevo documento corregido, teniendo en cuenta que se les exige la más estricta precisión de los hechos narrados Ni que decir tiene que está terminantemente prohibido el pronunciarse a favor o en contra de los hechos. Esa no es su encomienda. Quiten y corrijan todo lo que no sea necesario y limítense a narrar los acontecimientos con estricta objetividad.
—Permítame Mayor añadir que tienen que ser más claro en sus expresiones, hay palabras en desuso que difícilmente van a ser comprensibles para las personas a las que están designado el estudio de este trabajo.
—Ya estábamos en ello. Pensamos añadir un glosario explicativo para los léxicos poco comunes —comentó la agente M95.
—¡Un glosario! ¿Acaso pretende también convencerles dándoles nuevos argumentos en cada vocablo? ¡Esto es el colmo!
—-Espero Señorías —intervino V71, intentando enfriar la tensión del ambiente que volvía a caldearse—, que esta vez sepamos cumplir con nuestra misión. Confíen. En Lo sucesivo nos limitaremos exclusivamente a informar con precisión, sin permitirnos ningún comentario personal y procurando hacernos lo más comprensibles posible.
—¡Más les vale! No quisiéramos vernos obligados a dar por fracasado un proyecto tan costoso y emprendedor.
—Y tampoco estamos interesados en tener que usar métodos desagradables contra agentes que no supieron ser fieles al Sistema.
—Dentro de 30 días —informó C60— tienen que volver a su trabajo de observación, pues se supone que M95 está de viaje aprovechando las vacaciones de invierno. Así que, durante este tiempo, ordenen y rectifiquen todo el material que hasta ahora han recogido, tratando de ir haciendo el informe según las disposiciones que en un principio les fueron dadas.
—Por supuesto que conviene que se destruya toda la basura acumulada a través de tanta majadería y necedad sin sentido.
—Bueno —apuntó C60—, será mejor que en vez de destruirla, me entreguen los dos legajos, tanto el actual como el informe final. Quiero ver los dos textos íntegros.
—¿Por qué tanto interés Mayor? Esto les llevará el doble de tiempo.
—Pues que dupliquen las horas de trabajo. Si me dan lo actual, tendremos la certeza de que no lo usaran a espaldas de este Tribunal. Ya me encargaré yo de dar conclusión de este asunto y ver que cada cosa esté donde le corresponde.
—Es una resolución muy sabia. Digna de la inteligencia de los miembros que formamos el gobierno de esta sociedad —y dirigiéndose a los procesados continuó—. No se permitan destruir una palabra de lo que llevan hecho.
—Como dispongan su Señoría — determinó V71.
—Concluyendo —finalizó C60—, se presentarán a este tribunal unos días antes de su partida y me entregarán a mí personalmente el trabajo corregido y el actual.
—De todas las maneras, para que vean la buena disposición de este Tribunal, se le da 24h. para tomar una decisión e informar de su plan de trabajo
Siguiendo el capítulo, nos encontramos con otro tema que preocupa a M95, porque le resulta muy distinto a la experiencia que ella trae de su cultura. Se refiere al poder judicial en un país democrático donde se pretende que la justicia esté al servicio de la verdad y la equidad.
(Aunque es un tema que ya vimos en marzo del año pasado, aquí lo traigo de nuevo, para darle toda la amplitud y riqueza que tiene en el capítulo)
—Háblame del sistema judicial.
—Este es otro punto realmente interesante para el auténtico bienestar de la nación. Este colectivo judicial tiene una tarea de mucha responsabilidad, y yo creo que el secreto de su eficiencia real está en el actuar con independencia absoluta frente a los poderes políticos, y al mismo tiempo deben destacarse por su honestidad y eficacia al servicio de su auténtica causa, la justicia.
—¿Son fácil de sobornar?
—Como en todos los campos humanos, existe el peligro de que no sean del todo honrados. Pero el que es de verdad un auténtico profesional de la justicia, no mira el soborno ni las amenazas y se juega todo por defender los derechos de los menos favorecidos, siendo portavoz de aquél que la injusticia y el egoísmo humano le ha colocado en situaciones desfavorables.
—¿Qué te parece a ti que hacen los jueces en los casos de corrupción?
—Verás, son situaciones muy delicadas. Hay casos donde se mezclan grandes fortunas, prestigiosos políticos, especuladores bursátiles… en fin, personas con poder que son muy difíciles de condenar.
—Ya veo.
—Lo cierto es que son los jueces los que deberían ayudar a poner las cosas en su sitio si se ajustaran a hacer su trabajo de defensores de la justicia y el orden. Yo creo que si el que incurre en algún acto ilícito supiera que la justicia funciona como debería, más de uno se lo pensaría antes de delinquir.
—Yo he oído una protesta porque se libran de la cárcel los que tienen dinero para pagar la fianza.
—Así es, los delincuentes pobres que no tienen dinero para pagar las cantidades que se les adjudica por el delito cometido, esos no se libran de la prisión, los ricos y poderosos, tan culpables o más que ellos, con abonar los costes marcados por el juez, aunque sean cantidades enormes, suelen librarse de pasar un solo día en la cárcel.
—¿Y aquí también influís vosotros?
—Bueno, hay que valorar los esfuerzos de mucha gente que trabaja en diversos campos sociales promoviendo, junto con otros, estilos de vida que no están de acuerdo con el poder abusivo de unos pocos, el soborno, los privilegios, el favoritismo, la parcialidad… en fin tratamos de denunciar cualquier clase de corrupción social. Son personas que se han tomado en serio la responsabilidad personal de entregar a la futura generación un mundo más humanizado que el que estamos viviendo actualmente.
—¿Esta es vuestra filosofía?
—Así es. Tratamos de ir ayudando, para conseguir un desarrollo más humano, comprometiéndonos por atender los derechos de todos, trabajando por el bienestar del colectivo, como cauce para la realización plena de cada uno de sus miembros. Así, poco a poco, podemos demostrar con hechos lo que defendemos de palabra, pues solo un vivir coherente puede ser la confirmación de nuestra teoría.
—-Bueno, y todo esto ¿qué dicen los otros?
—Se trata de convencer con los resultados y si aquí más o menos va saliendo, quizás otros reaccionen y se animen a tomarse la vida con un estilo propio de una generación atenta a su responsabilidad social.
—¿Y tú creer que los que tienen el poder les interesa esto?
—Depende de cómo se sitúen ante su compromiso de ver la vida, como servicio a favor de los ciudadanos o como plataforma de lucro, y prepotencia.
—A mi parecer, toda autoridad quiere mantener su poder, aunque tenga que obligar y dominar para eso.
—Si hablamos de un gobierno democrático, el primer paso es aclarar los conceptos sin manipularlos. En una democracia la autoridad viene dada por los propios ciudadanos que han confiado en que su candidato será un dirigente con el talento y la honradez suficiente para organizar un gobierno con todas sus consecuencias de justicia y equidad, sin embargo, si esto no se da, aquí pasamos a otra clase de gobierno, el abuso de poder, que viene determinado por la ambición, la manipulación, la adquisición poco honesta de la riqueza, el dominio, la fuerza… toda clase de corrupción, incluso pudiendo llegar al querer someter por las armas y la violencia. Como ves, ese prepotente y poderoso no se hace digno de ejercer la autoridad.
—Pienso me equivoco, pero la experiencia dice tus teorías no son con la realidad, sólo son con ilusión y fantasía.
—Tal vez. Pero es que la filosofía que proponemos requiere una gratuidad que difícilmente se garantiza en los políticos. Pero ellos son personas como nosotros y alguno habrá que reaccione según estos principios. ¿No te parece?
—Si tú lo dices…
—Todo es cuestión de ponerse a tiro, para sentir, en lo mejor de sí mismo, esa voz que nos grita la urgencia de trabajar por el bien de todos y no por intereses personales o de partido. Pues con eso solo se benefician unos pocos y a veces a costa de que muchos sean marginados o explotados, hasta llegar incluso al deterioro y perdida de la dignidad de estos afectados por falta de asistencia social.
—¿Esto pasa en este país
—Veras, es muy común ver en todas las ciudades, gente pobre e indigente que no son capaces de salir de su estado de miseria porque nadie se preocupa por ellos.
—Ya entiendo
—Pero no son solos ellos, pues también los hay que por vergüenza no llegan a manifestarse así, pero que tampoco tienen cubiertas con dignidad sus más elementales necesidades y tantos unos como los otros son ciudadanos que tienen plenos derechos, no sólo al voto sino a ser escuchados y atendidos cuando exigen lo que en justicia se les debe dar para poder desarrollar dignamente su existencia.
—Si tú dices que los ciudadanos votan a sus candidatos ¿Por qué ganan los que tienen planes que no son honrados?
—Pues porque no fueron sinceros en sus programas electorales, porque engañaron al elector, porque nos prometieron y luego, una vez en el poder o no son valientes o no fueron sinceros, o no supieron ir contra corriente y temieron ser fieles a sus promesas… mil razones que no justifican ningunas el no ser honestos con los planes presentado en las campañas electorales.
—Yo leo que hay muchos grupos y organizaciones que trabajan por los derechos sociales.
—Así es. Da satisfacción ver que cada vez son más los ciudadanos que se movilizan para apostar por la construcción de una nueva sociedad auténticamente democrática. Este es nuestro empeño, estar donde se trabaja por esas nuevas formas de convivencia como único camino para conquistar un siglo XXI con las armas de la justicia y la paz para todos.
—Bueno, también se llega a la paz por el dominio y la opresión del más fuerte.
—Puede ser. Pero el orden y la paz forzada sólo se mantienen externamente, si se mantienen. Por otra parte, la corrupción y la manipulación política atacan a la armonía ciudadana y ambas cosas sólo pueden engendrar hostilidad, malestar, incluso resentimientos y odios. Por eso, no creo que sean buenas recetas para garantizar la paz auténtica y duradera, ya que pronto aparecerán brotes de rencor, odio y agresividad en esos corazones humillados, aunque aparentemente tengan sus necesidades cubiertas.
—¿Es esto luchas políticas?
—Bueno, no me gusta el término lucha porque suena a hostilidad y guerra. Por nuestra parte, queremos ofrecer otra alternativa pactando por los intereses de todos y por la construcción de una ciudadanía nueva donde se viva realmente la igualdad y se respeten los derechos de cada uno. La verdad es que esta realidad nos afecta a todos como deber de responsabilidad histórica, pero hemos de intentar que nuestras armas sean pacificadoras y de concordia Una humanidad solidaria y fraterna, comprometida con el bien común, ahí está el auténtico progreso de una nación
—¿Y cómo lo hacéis?
—Pues ya vas viendo como actuamos. Empezamos por programas de iniciación en donde los guías o maestros ayudan como primera asignatura el dominio personal.
—A ver, explícamelo.
—Mira, una persona que no sabe controlar su maldad difícilmente podrá entender, aceptar, ayudar a los otros. Si tú no has controlado tus ambiciones desordenadas, difícilmente podrás presentarte como líder para ayudar a los demás, puesto que irás movido por la ambición, el poder, el dominio. Por eso lo primero que se ha de aprender es a saber dominar el mal que crece en el interior de cada uno. Nosotros somos nuestro primer enemigo y hay que ir ganando las batallas correspondientes según las edades psicológicas. El alcanzar el equilibrio interior es tarea de toda la vida. Hay que ir orientando nuestro corazón para que no caiga en la opresión, abuso, rencores, egoísmos, envidias, odios, celos… todo esto son tumores del espíritu del mal que está en nuestra naturaleza, que van minando la capacidad de relacionarnos con amor. El conquistar un bienestar interior, hace que disfrutemos de una auténtica reconciliación con nosotros mismos, como primer peldaño para reconocer comprensivamente la realidad distinta del otro y acogerlos para buscar juntos el bien común.
—¡Qué interesante!
—Si, es una buena guía en el campo psicológico de la persona, la aceptación de uno mismo tal como somos en realidad, con nuestras luces y sombras sabiendo que podemos ir conduciéndolas hacia el equilibrio interior, no sólo evita muchos males, sino que nos lleva a conquistar la verdadera satisfacción.
—A ver si me entiendo. ¿Tú dices que lo primero hay que luchar por dentro de ti?
—Lo has entendido muy bien. Pero, como te he dicho, es una asignatura para toda la vida. Pues no es el mal que viene de fuera el peor, sino que nuestro mayor enemigo es el propio desorden interior. Es la corrupción interior la que destruye toda posibilidad de ir creando paz y hermandad a nuestro paso.
—¡Vaya!
—Permíteme que te lea un párrafo de una carta de uno de nuestros primeros líderes:
«Dad muerte a todo lo terreno que hay en vosotros: la fornicación, la impureza, la pasión, la codicia y la avaricia que es una idolatría. Todo lo cual trae la cólera de Dios… Desechad también de vosotros todo esto: cólera, ira, maldad, maledicencia y palabras groseras, lejos de vuestra boca. No sigáis engañándoos unos a otros. Despojaos de la vieja condición humana, con sus obras, y revestíos de la nueva condición, que se va renovando como imagen de su creador, hasta llegar a conocerlo. …Como pueblo elegido de Dios, pueblo sagrado y amado, sea vuestro uniforme: la misericordia entrañable, la bondad, la humildad, la dulzura, la comprensión. Sobrellevaos mutuamente y perdonaos, cuando alguno tenga queja contra otro. El Señor os ha perdonado, haced vosotros lo mismo. Y por encima de todo esto, el amor, que es el ceñidor de la unidad consumada».
—¡Sí que es esto un buen programa de vivir!
—Por eso es la primera asignatura que acatamos. Nos va la vida en esa limpieza interior. Si no comenzamos por gastar nuestras energías bélicas en combatir con nuestro propio mal, difícilmente llegaremos a ser capaces de conquistar la armonía de una convivencia ciudadana. Sólo desde una serena y constante práctica de interiorización, podemos llegar al dominio personal y desde ahí sabernos preparados para comprender y ayudar a los demás.
—¿Es este vuestra fuerza de pacifista?
—Así lo puedes llamar. Si analizamos los motivos de los enfrentamientos humanos, el noventa y nueve por ciento tiene sus raíces en esta falta de equilibrio personal. Es el reclamo, más o menos certero, de los derechos legítimos que supuestamente le son negados. Porque en justicia no se puede permitir el querer tener más o creerse superior al otro.
—Y es así donde están los derechos humanos ¿verdad?
—Sí. Nos hemos dado cuenta de que este camino funciona. Sólo viviendo con estas actitudes conseguiremos una sociedad justa y estable, pues nunca se llegará a una sana convivencia si se ve en el otro a un competidor, un enemigo, un inferior…
—¿Y creéis que vosotros pocos, podáis cambiar toda la sociedad?
—Si sólo nos limitamos a quejarnos y a esperar pasivamente que otros actúen, por supuesto que no conseguiremos nada, pero cada uno podemos ir echando nuestra semilla en el surco, confiando en que algún día veremos nacer la planta.
—Dime alguna de esa semilla.
—Pues verás, son gestos de la vida diaria, como palabras de acogida y cercanía, en el trabajo, en casa, en la calle… estar atento a lo que el otro necesita aun antes de que lo pida, ejercitarnos en escuchar, en ser amables, tolerantes, comprensivos, solidarios… valorar a los demás demostrándoles que reconocemos sus dotes, sin envidias, sin ambiciones egoístas, desterrar de nosotros los impulsos de poder, de creernos superiores, de ignorar al otro… respetar otras opiniones, otros puntos de vista sin alterarnos… en fin, educarnos y educar a las nuevas generaciones en el desarrollo de estas actitudes que nos hacen valorar y respetar las diferencias y complementariedad de todos los ciudadanos.
—Pero no siempre es fácil estas cosas.
—Nadie dice que lo sea, incluso a veces hay que conformarse con guardar un prudente silencio ante situaciones injustas o exaltadas y esperar la próxima ocasión. Pero nunca tirar la toalla.
—¿Cómo? ¿Qué toalla?
—¡Ah! Perdona, a veces se me olvidad que tengo que usar palabras sencillas para que puedas seguir mi discurso, pero es que hay temas que me apasionan y es como si estuviera sacando de mi interior todo el fuego que llevo dentro. Pues verás, tirar la toalla significa rendirse, retirarse, dejar de actuar por cansancio, aburrimiento o por simple desilusión ante un objetivo que no se llega a alcanzar. ¿Lo entiendes?
—Sí, ahora sí. Pero quería preguntar, ¿qué haces cuando ves una injusticia?
—Mira como queremos ir buscando creativamente los caminos pacificadores de reconciliación ante los conflictos cotidianos, lo primero que hay que evitar es toda clase de irritación o agresividad, pero nunca mantenernos pasivos ni indiferentes ante ella. La mentira, la falsedad de la manipulación del poder o ante la privación de los más elementales derechos de la persona como son el ser respetado con dignidad, el recibir el trato que se merece por el sólo hecho de ser persona, el tener lo mínimo para subsistir en cualquier situación, son condiciones que nos mueven a alzar la voz contra los hechos injustos. Aquí es donde jugamos la partida más arriesgada, pues se requiere mucho tacto para poder convencer a los contrarios con mano de hierro en guante de terciopelo. ¿Entiendes lo que quiero decir?
—Sí, que hay que ser firmes, pero no agresivos.
—¡Eres una chica muy lista!
—Gracias. Explícame. ¿Si una ley permite algo que no os parece recto, vosotros podéis negaros a hacerlo?
—Como ciudadanos de una sociedad democrática tenemos que saber cuales son nuestros derechos y no acobardarnos ante una legislación que no está de acuerdo con nuestros principios morales, pues por encima de toda ley está la conciencia como última instancia que hemos de seguir a la hora de actuar y no podemos apoyar una legislación que no está a favor de la persona, un orden democrático debe respetar la conciencia de cada uno.
—¿Y si os equivocáis?
—Por eso la urgencia de una buena formación, de consultar a expertos, a personas con autoridad moral, con garantía de seriedad y rectitud de conciencia. Desde ahí es donde nos atrevemos a enfrentarnos, lo que es lo mismo, a objetar sobre una ley que consideramos injusta o incorrecta.
—¿Supongo que no todos tienen ocasión de consultar a expertos?
—Supones bien. En cualquier caso, ante la duda de la rectitud de un comportamiento concreto, siempre hay un recurso que no falla, y es el preguntarnos qué es lo que va más a favor de la persona, qué nos hace más humanos, qué es lo que nos ayuda a vivir más dignamente.
—¿Dónde trabajáis para poder ayudar a la gente que necesita?
—En cualquier estamento social, hay que ir introduciendo este estilo humanizador. Hay que vivirlo en el trabajo, en el lugar donde estudias, en casa, en fin, donde tienes ocasión de relacionarte con los demás. Pero es sobre todo en el campo de la educación y en los medios de comunicación donde nos jugamos el mayor reto, pues son lugares donde se puede ir haciendo pensamiento, donde se puede ofrecer otra alternativa para enfocar la existencia humana. Estamos allí donde son convocados los ciudadanos. Se trata de ir trazando otro camino, no sólo con la palabra sino con la coherencia de vida. Es así como tratamos de dar nuestra opinión desde el diálogo, el ejemplo y nunca desde la fuerza ni la violencia.
—¿Y hay muchos jóvenes que os siguen?
—Pues veras, esta generación de jóvenes, lo tiene muy difícil porque son muchas las fuerzas, y de muy variados signos, las que tratan de ganarlos o confundirlos. Los jóvenes son seres aun sin criterio y por tanto fáciles de manipular, pero yo creo que el papel más influyente pueden tenerlo los padres y los educadores. La familia aún tiene un lugar privilegiado para formar el futuro de nuestra sociedad, aunque haya otras fuerzas que trabajen con energía para destruirla. Hoy por hoy, son los padres los que, con su coherencia de vida, pueden impulsar a sus niños a ser honrados, trabajadores, generosos, solidarios, porque, aun yendo en contra de las estructuras sociales, deben de luchar por conquistar para sus hijos un futuro donde todos puedan participar de una mesa fraterna.
Narrador — Veamos como los señores políticos plantean su programa de gobierno.
El poder científico — ¡Un momento! Ya que la fuerza física me nombró como su colaborador, quisiera tener la oportunidad de exponer mi postura a favor del progreso.
Narrador — ¡Adelante!
El poder científico — Alego que en principio no se puede ver a la ciencia como una enemiga de la humanidad. Me siento orgullosa de poderme considerar uno de los padres del progreso. Yo he colaborado muchísimo en el avance de la historia con mis descubrimientos, con mi incansable entrega a una labor investigadora dura y muchas veces poco reconocida. ¿Qué me dicen de las comodidades que disfrutamos hoy? Pregúntenles a nuestros antepasados si vivían mejor sin luz eléctrica, sin agua corriente, sin tantos aparatos electrodomésticos, sin tanta facilidad para mantener la salud, para ser intervenidos quirúrgicamente, con aquellos incómodos medios de transporte, sin tantas facilidades de comunicación como hoy puede utilizar cualquier ciudadano… En fin, que la ciencia está para liberar al hombre de sus limitaciones y esclavitudes. Pero he de reconocer que a veces, generalmente por culpa de las necesidades económicas, hemos caído en las redes del poder político o económico, olvidándonos de que nuestra única misión específica es la de servir a la humanidad ayudándole a su propio bienestar. Es en estas situaciones cuando pierdo mi propia identidad y me convierto en la fuerza científica colaboradora de los poderes impositivos.
Narrador — Muy buena intervención, ¡sí señor! Ahora oigamos a los señores políticos.
La autoridad política —Empezaré definiendo la política como la actividad humana que mira a un orden de convivencia mediante el poder decisorio.
La fuerza política — Permítame añadir que nuestro poder siempre tiene que ir respaldado por la fuerza armada y la económica. Una buena administración política se cubre con un ejército bien disciplinado y un campo financiero boyante.
La autoridad política — La verdad es que no estoy al cien por cien de acuerdo con mi colega. Pero tengo que aclarar que, puesto que nuestro poder es decisorio, tenemos que tener mucha autoridad, ser un líder con capacidad de arrastre y ganarnos al ciudadano porque confía en nuestro programa organizativo, en nuestro empeño por mejorar la Nación, teniendo como meta su progreso y desarrollo, a favor del bienestar de todos y cada uno. Y todo esto, hemos de demostrárselo con hechos que avalen nuestras palabras.
La fuerza política — Esto suena muy bien, pero para organizar la sociedad ideal, hay que empezar por pedir a cada ciudadano que se fíe de nuestro programa y secunden nuestras decisiones, después ya veremos como lo llevamos a cabo.
La autoridad política — Estoy de acuerdo, pero no olvidemos que nuestro papel es el de servir al bien común y que cuanto emprendamos ha de ir enfocado a satisfacer los intereses legítimos de todos los ciudadanos que han puesto su confianza en nuestro poder de decisión.
La fuerza política — Creo que debemos de concretar a que intereses nos referimos.
La autoridad política — Sin duda a los intereses que cubren las necesidades de todos nuestros ciudadanos. Primero de todo, la persona debe estar satisfecha, no sólo por subsistir sino por poder disfrutar de una existencia estable y digna, que abarque la alimentación, el vestido, la vivienda, la salud, la educación, el trabajo… Por eso hemos de ponernos en diálogo con nuestros compañeros del poder económico y llegar a una buena organización de distribución de bienes y recursos.
La fuerza política — O sea que, según su Señoría, empezaríamos por una justicia social ¿no
La autoridad política — A sí es. Después vendría el segundo paso. A la persona le interesa relacionarse armónicamente con sus conciudadanos, por lo que le debemos ofrecer el llegar a una convivencia pacífica y corresponsable, donde el enriquecimiento sea recíproco en un clima de solidaridad y libertad para todos.
La fuerza política — Esto es muy bonito, pero dígame, ¿cómo soluciona los problemas que suelen causar los ciudadanos inadaptados, los insocialmente conformistas, los que causan problemas al bienestar común?
La autoridad política — Pues… entonces… Hay que acudir al poder judicial, que en principio debe ser justo y proceder por encima de prejuicios y cualquier elemento corruptivo.
La fuerza política — ¡Eso es! Aquí entrarían las fuerzas armadas del orden público, la policía y el poder judicial. ¡Duro con ellos!
La autoridad política — ¡Hombre, tampoco se trata de ser agresivos! Pero por desgracia, no estamos en el paraíso, y en todo orden social se requiere del ejercicio del poder judicial, para controlar los desvíos de los ciudadanos que no aceptan las reglas civiles. Aunque yo no lo plantearía como una amenaza pública, sino como una administración de la justicia en el más pacífico de sus manifestaciones. Como un deber social para mantener el orden cívico.
La fuerza política — Está bien. Volvamos a los hechos. ¿Ya ha terminado sus propuestas para cubrir las necesidades de los ciudadanos?
La autoridad política — No, existe un tercer y último nivel, que es el más humanizadora. Se trata de cultivar en la persona los intereses por el desarrollo de los valores que más le dignifica.
Puedes tener una sociedad muy bien alimentada, vestida, cómoda y en buenas relaciones con sus vecinos, si se para aquí tu organización social, habrás alcanzado un estado de bienestar de muy escaso nivel. El hombre es mucho más que eso. Hay que proporcionar al ciudadano la riqueza del arte, poesía, ética, estética… filosofía y religión. Hay que ayudarle con todo esto a cultivar su riqueza interior. Si nos planteamos el colaborar socialmente a su desarrollo integral, tendremos que planear y operar en estos tres niveles. Y si olvidamos este último, habremos atrofiado su parte más genuinamente humana.
La fuerza política — ¡Y yo que me hice político para conseguir poder, prestigio y un buen dominio de la sociedad!
La autoridad política — Pues me temo que se equivocó de carrera. Porque cuando el poder político no está a favor de todos los ciudadanos, se expone a llevar la sociedad hacia el fin de una convivencia civil. Este es el riesgo de la toma de decisiones políticas.
La fuerza política — Si esto es así, ¿Cuál es nuestro poder real de decisión?
La autoridad política — Nuestra capacidad real de decisión debe tener en cuenta siempre el protagonismo de los ciudadanos. De tal manera que las decisiones objetivas estarán en función de las demandas de la sociedad civil.
La fuerza política — O no le he entendido bien o me parece que quiere decir que hay que conducirse haciendo caso a lo que la gente desea o piensa.
La autoridad política — ¿Por qué no? El protagonismo civil acrecienta la participación de la población y si nuestras decisiones tienen que estar al servicio de las necesidades del ciudadano ¿dónde mejor buscar lo que necesitan si no es a través de sus demandas?