Te quiero informar sobre una charla que dio Andrés ayer tarde.
—Hoy vamos a comentar este texto del Libro:
»En otra ocasión se decía de ellos:
»¿Qué os quiero decir con todo esto? Pues que tenemos que cuidar nuestras relaciones internas, ayudándonos según las necesidades de cada uno, poniendo nuestra riqueza al servicio de las necesidades de los demás. ¡Qué hermoso si también pudieran decir eso de nosotros, que así nos amamos siendo la admiración de cuantos nos observan!
»El sabernos hermanos y hermanas nos ayuda a caminar y a crecer. Es lo que nos da fuerza e impulso para trabajar con los otros. Aceptando a cada persona por su propia dignidad de pertenencia a la familia humana. Todos tenemos una misión personal e intransferible en la construcción de la historia, y si queremos vivir en un mundo más justo y solidario, si queremos liberar y sanear la sociedad del egoísmo que la corroe, hemos de empezar por nuestras pequeñas comunidades sociales.
—Andrés, en la charla del otro día me quedó un interrogante, que quizás pueda engancharse con lo que hoy quieres comentarnos.
—¿De qué se trata?
—Pues verás, muchas veces te he oído hablar de la bondad del hombre y a mí me cuesta mucho a simple vista creer en esa capacidad cuando veo cómo existe tanto mal y cómo me cuesta a mí hacer las cosas bien.
—Bueno, una cosa es que el hombre es capaz de ser bueno y vencer los obstáculos para serlo y otra que lo consiga. Todo depende de cómo se sitúe ante su realidad. Al Señor sólo se le descubre en el interior del hombre, allí donde se desarrolla su parte positiva. Y donde está él, hay optimismo y confianza en el triunfo del bien. Pero esto requiere una actitud vigilante y paciente perseverando, aunque el camino sea largo y angosto. En dos palabras, hemos de ir descubriendo su presencia en los signos cotidianos. La comunicación del Señor con los humanos nunca se interrumpe y es de él de donde recibimos las luces y la fuerza, pero necesitamos caminar con ojos puros y con oídos de discípulos, para ver y oír dónde él nos quiere conducir. Y en ese camino, es donde puedes descubrir la cantidad de hombres y mujeres que buscan y que se hacen preguntas como tú. Una gente que camina por lo cotidiano inquieta por ir construyendo un futuro mejor. Personas en busca de sentido, que no quieren pasar por la vida como parásitos, sino que tratan de poner su grano positivo en la tierra de la historia. Esa es la buena gente que vive a nuestro alrededor. Pero hay que ir detectándolas e incluso hay que estar disponibles para ayudar a que todos descubramos nuestra misión personal.
—Cuando tú hablas todo parece muy sencillo.
—Quizás no lo sea, pero yo sé que es posible. Porque a nosotros se nos ha dado el conocimiento al acoger la buena noticia y hemos de ser mensajeros y mensajeras de ella. El mundo nos está reclamando el ser eco del Señor que habla en lo más íntimo de nuestros corazones.
—¡Esto es muy comprometido!
—Sí, lo es. Por eso no podemos pasar por la vida con una mirada superficial que resbala sobre la existencia de las personas y de las cosas evitando cualquier clase de compromiso.
Vamos hoy a comenzar un nuevo capítulo que nos llevará unas cuantas semanas, pero vale la pena recrearnos en su lectura porque describen el talante interesante de la personalidad de Marta, la enfermera del grupo.
Es su amiga Sara la que la va definiendo y con ella va marcando un modelo de mujer entregada a servir a los demás.
Encabeza M95 el capítulo narrando sus primeras impresiones sobre esta persona tan interesante.
Marta es una gran mujer, amiga incondicional de todo aquel que se le acerca. Vive con su madre, pero ésta sabe que tiene que asumir el estilo peculiar de los compromisos existenciales de su hija y procura ser una buena colaboradora en todas sus actividades. Su casa está siempre abierta para todo el que la requiera y más de un/a joven con problemas ha pasado el tiempo que ha necesitado, compartiendo sus preocupaciones con estas dos mujeres. Marta les inculca la ilusión por la vida, les hace descubrir los valores por los que uno tiene que ser capaz de jugarse el tipo, trata de ayudarles a comprender que la paz y la alegría de vivir dependen de las motivaciones que llenan la existencia de cada uno. Y así, poco a poco, les va llevando a cambiar de actitud frente a las dificultades que sin duda seguirán encontrando, pero que, desde esa relación, se saben con nuevas fuerzas para enfrentarse a ellas. Todos reconocen que allí siempre encontrarán unas desinteresadas amigas dispuestas a echarles una mano. Marta es compañera de Sara desde la infancia. Juntas pasaron las primeras peripecias de la niñez adolescencia y juntas conocieron a Andrés y su manera de enfocar la vida. Cuando ellos decidieron formar una familia, Marta se les unión incondicionalmente, formando un trío de una fuerte influencia en el ambiente donde se mueven. Más tarde, cuando terminó sus estudios de enfermera, decidieron juntos la conveniencia de especializarse en el campo de la drogadicción. Como todos ellos, dedica su tiempo libre a dar gratuitamente una orientación formativa de su especialidad en el club del barrio. Seminarios de medicina preventiva, planificación familiar, primeros auxilios… Después de la conversación que tuve con ella, a raíz de los acontecimientos anteriores, me interesaba saber de su persona, por eso he pensado que la más indicada para darme la información perfecta era Sara.
Aprovechando que tenía la mañana libre, pues mis alumnos se han ido a visitar el museo Prehistórico de la ciudad, me he acercado a la biblioteca a probar suerte y la he tenido, pues son pocas las personas que acostumbran a usarla a esas horas de la mañana y hemos podido conversar prácticamente sin interrupciones. Era el primer día que la veía después de lo ocurrido a su hijo la semana pasada.
(El niño quedó ciego a consecuencia de una meningitis bacteriana)
—¿Qué tal estás?
—Pues mira, haciéndome el ánimo, porque esto es algo que te viene y te coge de sorpresa, pero no puedes darte porrazos contra la pared, la vida te da duros golpes y hay que ir aprendiendo a asumirlos y a ir caminando con ello.
—¿Y cómo está el niño?
—¡Imagínate! A él le cuesta más que a mí, pues a su edad no se tiene los recursos que podemos buscar los adultos, pero hemos tenido la suerte de que Elsa lo sabe llevar muy bien y parece que va adaptándose a su nueva realidad.
—¡Ah sí! Ya recuerdo que Elsa está trabajando de niñera con tus hijos.
—Sí, ha sido un buen regalo, pues es una chica muy responsable y se ha encariñado mucho con los pequeños.
—Es suerte por las dos partes, pues para ti también es un descanso.
—Ya lo creo, además Marta quiere, aprovechando su condición de enfermera, asistir a un curso de educadores de invidentes, que se va a impartir en las vacaciones de invierno, para poder luego orientarnos en la tarea de ayudar a Daniel a desenvolverse con habilidad en su nueva situación.
—Pero, me contó su madre, pensaba pasar las vacaciones con ella en un balneario en el norte del país. ¿Cómo va a poder estar en las dos cosas?
—Bueno. No es la primera vez que sus planes pasan a segundo término cuando alguien la requiere. Estoy segura de que lo hubiera hecho por cualquiera de nosotros. Se sabe miembro corresponsable en esta gran familia que estamos entre todos construyendo. Por eso sus intereses, tanto personales como familiares y profesionales, están siempre en función de las urgencias que le pide el ir favoreciendo la hermandad comunitaria que intentamos vivir.
—¡Ah! Por eso ayudar a vosotros pasó antes de sus vacaciones ¿no?
—Exacto. Esta tarde mismo va a cancelar el viaje y a matricularse en ese curso. Su talante de vida solidaria se descubre en estos gestos concretos de disponibilidad.
—Pero ¿esto lo que hacéis todos o es algo de ella?
—Mira, aquí a nadie se le obliga a dar más de lo que su propia generosidad le exige. Pero tratamos de ir creando en nosotros una conciencia opuesta al individualismo, para liberarnos de ataduras egoístas y buscamos estilos de vida propios de la agilidad de los que han puesto su existencia al servicio del hermano que te reclama por su necesidad.
—¡Esto es muy obligado!
—Pues sí. A esta gestión, que nos coge la vida, consagramos, no sólo nuestro tiempo libre, sino toda nuestra existencia. Por eso, cuando llega el caso, pasa por delante de nuestros planes personales.
—Una cosa así, supone mirar primero a los problemas de los otros.
—Ya veo que lo vas entendiendo. Nosotros pretendemos ser sal de la tierra. Sal que hace su servicio sin ser notada, que no se ve pero que se necesita y se le hecha de menos si falta; sal que se hecha mano de ella para que dé buen sabor, para que el conjunto del guiso se beneficie al estar allí, sin ser visible pero útil. O como la levadura, que se sabe de su presencia porque es la que hace crecer. Todo esto es imprescindible para que la fraternidad vaya desarrollándose.
—Así dices tú que es Marta ¿verdad? Como la sal y como la levadura en esta sociedad.
—Sí, somos amigas de toda la vida, por eso creo que hago justicia al definirla así. Este es el estilo de Marta. Tiene la gracia de estar siempre disponible, a punto para sacar a cualquiera de un apuro. Está siempre ahí para echar una mano, para cubrir una necesidad, incluso para remediar un desagravio. Está ahí siendo sal, luz, levadura… en fin construyendo el Reino con sus actitudes de disponibilidad.
En un momento en el que dos de las potencias mundiales China y Estados Unidos estaban en guerra por ser la mayor economía del mundo, llega un virus que los pone de rodillas y nos manda a todos a un confinamiento obligatorio. El virus no respeta muros, ni entiende de clases sociales afecta a todo el mundo sin preferencias. De repente todo pierde valor y fuerza frente a este enemigo común y nos sitúa desnudos ante nuestra debilidad humana.
Hay gente que se pregunta ¿Dónde está Dios en todo esto? ¿Cómo descubrir su presencia hoy, en la historia presente?
“Vosotros seréis mis testigos”.
A través de nosotros, él quiere actuar. Esta es la buena noticia, que Él está aquí y nos pide que demos testimonio de su presencia. Tenemos que sabernos sus manos, sus pies, su corazón… para que el mundo crea que hoy sigue actuando. Tenemos que ser coherentes con lo que hacemos, poner nuestras capacidades y talento, nuestra imaginación y creatividad, nuestra inteligencia y energía a su servicio, todo esto hecho por amor, pues “solo el Amor es digno de Fe”, sólo así seremos creíbles.
Hoy me atrevo a presentaros la propuesta de Andrés a sus alumnos, quizás a alguien le parezca interesante.
—Busquemos por tanto el reino y su justo crecimiento y todo lo demás hay que saberlo relativizar, colocándolo en el lugar que le corresponde en la escala de valores que constituyen los peldaños para conquistar ese reino. Recordad que hemos de pasar por la historia como elegidos y amados que somos, llamados a ir haciendo realidad el proyecto de S. H., su Reino, y que no es otro que ir sembrando para que crezca la familia de Dios, porque su reino no es de gobernadores y súbditos sino de una familia donde todos se aman sirviendo y atendiendo las necesidades de los hermanos.
—A mí siempre me llama la atención cuando hablas de que somos elegidos. ¿Acaso no hemos sido llamados, toda la humanidad, a ser ciudadanos del reino?
—Por supuesto. Todos somos llamados, pero no todos son conscientes de esta realidad. Y los que hemos tenido la gracia de caer en la cuenta de esta misión no podemos despreciarla o tratar de ignorarla. A eso me refiero al decir que somos elegidos, mejor sería decir que somos conscientes de la elección.
—Es verdad que no todos responden, pero, así y todo, no me negarás que se necesita mucho coraje y mucha confianza en la ayuda del Señor para no flaquear en los momentos difíciles.
—Así es. Y sólo los que lo intentan con constancia lo consiguen. Aunque tenéis que ser realistas, porque esto es tarea de toda la vida, y el enemigo es muy astuto y busca los puntos más débiles para atacar, pero tened ánimo, el amor de Dios puede convertir nuestra debilidad en fortaleza y si estamos llenos de estas inquietudes, nuestras palabras y nuestras obras nos han de delatar, pues de la abundancia del corazón habla la boca.
—¡Esto suena a utopía!
—Yo diría más bien a mucha tarea por hacer. Todo esto no pueden ser sólo palabras bonitas, hay que cambiar el corazón para poder aceptar a todos como hermanos y desearles lo mejor. Claro que no es fácil y por supuesto que no se consigue a fuerza de puños. Pues nuestro hombre egoísta, que reina en el interior de cada uno, lucha por situarse en el puesto que tratamos de arrebatarle.
—Entonces, ¿qué nos recomiendas?
—Trabajar dando paso en nosotros al amor que se nos ha dado y que va desarrollando en nuestro ser, una nueva criatura digna de poder derramar ese amor en los demás. Este es el único camino, así conseguiremos poco a poco ganarle las batallas de esta guerra interior a nuestro cruel enemigo. Se trata pues, de ser valientes y colaborar para que triunfe el bien, con las armas de ese hombre nuevo. Armas de paz, gratuidad, comprensión, acogida, generosidad… En fin, es un ir creando en nosotros un estilo de vida propio de los discípulos del Señor, y solo desde ahí, el mundo podrá ir caminando por sendas donde no crezca la cizaña del egoísmo y la insolidaridad.
—No sé… Hablas con una firmeza y seguridad, que parece como si para ti todo esto resultara muy fácil.
—¡Por supuesto que no lo es! ¿Qué te crees que a mí no me cuesta?, Llevo ya muchos años en esta empresa y a fuerza de ganar y perder batallas voy conquistando terreno al bien que hay en mí y debilitando mi mal. ¿Cómo? buscando las fuerzas en la oración y en la ayuda de los hermanos. Si conseguimos una comunidad que se aviva por la oración y la ayuda mutua, sin duda que conseguiremos nuestra meta. No podemos olvidar que todos nos complementamos y es muy sano sabernos necesarios y necesitados, formando un todo con los demás.
—¿Y qué pasa cuando no te lo agradecen o te interpretan mal?
—Ya os he dicho en otras ocasiones que esto es gratuito. Quiero decir que no podéis actuar según la reacción del beneficiario, esto ni se cobra ni se paga, es otra cosa, no podemos pretender alcanzar seguridades externas o buscar un reconocimiento y mucho menos actuar por ganarnos el prestigio de los otros.
—Pero supongo que, si te mueves entre personas sensatas, pronto te sabrán reconocer.
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—Puede ser, pero no olvides que la envidia es muy sutil y uno de los enemigos más ocultos del ser humano, incluso entre los que se esfuerzan por ser buenos. Pero, aunque esto suceda, no podemos abandonar. Por eso mi empeño en meteros estos fundamentos muy dentro, para que no os sorprenda el mal y sepáis como enfrentaros a él.
—¿Cómo?
—Os lo repito, con la fuerza de vuestra vida interior y la ayuda de un buen consejo fraterno. En cuanto a la relación con los demás, hay que procurar, ir sembrando a nuestro paso gestos de respeto, comprensión, justicia, solidaridad… Que la gente se sienta feliz al compartir con nosotros el esfuerzo cotidiano. Os aseguro que no hay un camino más fácil de ser feliz que empeñarse en hacer felices a los que están con nosotros codo a codo.
—Tienes razón. Y yo creo que poco a poco vamos entrando en esta dinámica que nos propones. ¿Verdad?
—Estoy seguro de que así es. Y no olvidéis que el gran éxito lo conseguiremos cuando tratemos de estar junto al que más lo necesita, para remediarle, o al menos, para darle el consuelo de compartir en compañía solidaria. Os aseguro que no hay mayor dolor que sufrir en solitario, pero todo esto se puede superar en la medida en que aprendáis a vivir desde lo más profundo de vuestro ser. Bueno, dejamos aquí este tema, pues ya es la hora de ir terminando.
Siempre hay algo bueno en el mundo por lo que vales la pena luchar
Hace cinco años, Andrés se casó con una joven de las más comprometidas en el proyecto, se llama Sara. Tienen un hijo de cuatro años y una niña de quince meses. Sara trabaja en la biblioteca municipal, situada en el edificio que el Ayuntamiento ha creado como centro cultural del barrio. Sara trabaja allí prácticamente desde que se abrió el centro, y Andrés también colabora en el pabellón de “artes y oficios” como instructor de mecánica, esa es su afición, todos los sábados pasa la mañana entre motores y grasa. Además, lleva un seminario permanente de formación sobre “Autoconocimiento e integración social”. Pero ellos se saben con una misión más profunda, comprenden que han sido llamados a colaborar en la construcción de la Historia desde lo cotidiano, según el proyecto del Señor. Se saben implicados juntos en ir proclamando el secreto de la auténtica felicidad de todos los que se cruzan en sus vidas.
Te voy a presentar una de sus facetas más íntimas a
través de una conversación que tuvo con M95
—¿Sois muy exigentes en la selección de los candidatos?
—Verás, para llegar a hacer oficialmente el
compromiso, se requiere haber estado un tiempo entre nosotros conociéndonos y
demostrando ser persona idónea. Esto quiere decir que debe estar dispuesta a
renunciar a la vida egoísta y vacía que promueve la sociedad actual. Desde ese
momento, su vida estará al servicio de las necesidades de los que se le acerque,
compartiendo su tiempo y todos sus bienes, tanto materiales como intelectuales
y espirituales. En fin, ha de colocar su vida privada en segundo plano, para
vivir exclusivamente por implantar la fraternidad en el mundo como único
camino para la paz, la justicia y la felicidad de todos.
—Esto lo veo muy exigente, ¿ya no cuentas
en la vida personal?
—Yo no diría que nos privamos de la vida personal, sino que nos percatamos de que la vida tiene otro sentido al que hemos de ser fieles y coherentes, desde el momento en el que somos conscientes de ello. Todo es posible cuando pones el corazón en lo que te parece trascendente y todo lo demás lo consideras secundario.
»
Yo no me puedo quejar de que me falte una relación íntima y reservada con mi familia.
Esto es otra cosa. Hay entre nosotros espacios sagrados de una intimidad
personal como ley elemental de todo ser humano, y nunca pretendemos violar
ningún valor natural, lo que no podemos es retirarnos egoístamente cuando
alguien nos necesita. Cualquier persona es sagrada para mí y si está en juego
su estabilidad personal, yo he de saber renunciar incluso a mi derecho de
intimidad si llegara el caso. Pero es una exigencia personal que a nadie se le
puede obligar desde fuera. Sólo tú lo mides y tomas la decisión. Tu vida, tu
tiempo libre, tus espacios… tú, sólo tú eres libre y responsable para tomar
decisiones ante la entrega a la misión a la que te sabes llamada.
» En
muchas ocasiones, pueden surgir dificultades ambientales o sociales ante las
que es muy difíciles tomar decisiones o que nos ponen en situaciones muy
comprometidas incluso de incomprensión y desprestigio y aquí nos jugamos
nuestro pacto con el Señor, por eso hay que tener una fortaleza interior que no
se adquiere en dos días.
—Esta es una programa muy ambiciosa ¿no?
—Puede ser, pero sabemos que el final no está
a la vuelta de la esquina, nuestra misión es ayudar a las personas que el Señor
pone en nuestro camino, a tomar conciencia de su destino y acompañarlas hacia
su propia meta.
—¿Y cómo sabéis estáis haciendo lo
correcto?
—Pues verás. Para que esto sea una realidad
contamos con la fuerza del Señor. Él es el que nos enseña todas las cosas y
conduce todos nuestros pasos. No solemos hacer nada sin consultarle.
—¿Consultarle?
—Supongo que es muy difícil de entender para una persona ajena a nuestra formación, pero nosotros creemos que su espíritu está en nuestro interior, que se comunica con cada uno y nos ayuda.
—¿En el interior? ¡Esto cada vez más
complicado!
—Bueno a estos encuentros con él es lo que
llamamos oración.
» Sí, es en la
interiorización, en el encuentro con él en nuestro interior donde le oímos y
percibimos sus planes concretos para cada uno y para la comunidad que se reúne
para escucharle. Estos términos nos sitúan exclusivamente ante la experiencia
de personas creyentes, porque no se puede llegar a hacer este descubrimiento,
sino en la medida en que tu mirada está iluminada por la fe.
—¡Ahora sí que me encuentro completamente
perdida! Yo no entiendo ese lenguaje espiritual.
—Es comprensible. Pero nosotros creemos en
ello y nos va bien. Esta es la fuerza interior que nos da energía y nos hace intrépidos
y arriesgados.
» Estos
encuentros con él y los hermanos, son los momentos más fuertes de la jornada.
Nos reunimos para compartir los problemas y las experiencias en clima orante.
Nos ayudamos y nos damos ánimo, consejo, estímulo… impulsándonos con nuevas
energías en la empresa que llevamos entre manos.
» Es como
acercarse a la fuente con los labios secos y salir reconfortada, saciada por
esa agua espiritual que brota del manantial interior de cada uno de los
hermanos.
» Ahora bien,
esta riqueza interior, que tan gratuitamente se nos da, sabemos que tenemos la
misión de comunicarla, de compartir con todo el que llama a nuestra puerta,
para confirmarles que el Señor está presente en el corazón de todos los hombres
y en el centro de todo acontecimiento. Por eso nuestra vida ha de ser el
reflejo de esta interiorización.