JÓVENES PROFESIONALES

Continuando con el capítulo de la semana pasada, hoy te voy a presentar a varios jóvenes que van a tomar partido en la novela.

Como recordarás M95 fue invitada por su vecina a charlar un rato. Y aquella, que no perdía ocasión para curiosear en la vida ajena, no dudó en aceptar.

He aquí su relato

—¿Dónde está el niño? le pregunté cuando, más tarde, ya en su piso, me estaba sirviendo un zumo de naranja.

—Con su madre.

—¿Su madre?… Yo creía…

—Que era mi hijo —Era más afirmación que pregunta—. Como si lo fuera. Yo lo he criado, pero es hijo de la vecina del 8º A.

 —¡Oh

—Sí, será mejor que le cuente la historia desde el principio para que todo sea más sencillo.

—Estupendo. Me encanta conocer la historia de gente.

—Pues bien, la madre del niño se llama María. Ella y yo somos amigas desde la infancia. Cuando terminamos la secundaria ambas decidimos estudiar periodismo. En el último curso teníamos mucho trabajo práctico que intentábamos hacer juntas. Varios días a la semana la dedicábamos a buscar aquí y allá noticia que nos lanzara hacia un soñado futuro. En esas estábamos cuando una tarde acudimos con otros compañeros a una charla que daban Andrés y Juan. Estos vivían el entusiasmo de su juventud comprometida, compartiendo sus ideales con toda clase de personas, hoy eran los universitarios, mañana los jóvenes de las escuelas profesionales, otro día les podías encontrar en cualquier barrio periférico de la ciudad… Su mensaje siempre era el mismo ‘Si no estáis contentos con esta sociedad, os invitamos a uniros a nosotros para construir otra mejor, donde juntos, combinando armónicamente nuestros valores personales, podamos ir haciendo realidad una sociedad buena para todos’

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» Nosotras, como periodistas, siempre ocupábamos la primera fila y no perdíamos palabra. Nos gustó el tema, y, además, por aquellos años era algo que estaba muy de moda, la organización de nuevas asociaciones

» En otra ocasión que asistimos, conocimos a un nuevo promotor de aquellas aspiraciones. En cuanto este comenzó a hablar, su mirada se posó sobre mí. Yo le dediqué mi mejor sonrisa para animarle y él me correspondió concentrando toda su intervención como si en la sala estuviéramos sólo los dos y tratara desesperadamente de atraerme a su causa. Parecía que, si conseguía convencerme, a través de mí, podría conquistar a todos los demás oyentes. Cuando terminó la sesión, buscó quien nos presentara y desde entonces no nos hemos separado. Es mi marido. Quizás ya lo conozca, es el jefe del departamento de psicología del Club.

—¿Santiago?

—El mismo. Bueno, pues continúo.  

» Como María y yo tenemos un modo de ver la vida muy parecido, por eso congeniamos tanto, no le costó mucho a ella interesarse por esta manera nueva de ser persona. Y cuando comenzamos a trabajar ya estábamos las dos comprometidas en este proyecto.  

» Por aquellos años, la juventud vivía ardiendo en deseos de cambio. Todo tenía que cambiar, todo había que discutirse y ponerse en tela de juicio antes de aceptarlo. Por eso nos tocó tan afondo el mensaje que ofrecían Andrés y Juan. ¿Qué significaba cambiar la sociedad? ¿Cómo se podía introducir nuevas estructuras sociales si no se cambiaba el hombre por dentro? Por eso convenía que nuestro empeño comenzara por nosotros mismos. Había que transformar transformándonos, y nada mejor que buscar hacerlo con gente que tuviera la misma inquietud.  

» Un día apareció por la redacción un joven con la carrera de abogado recién terminada. Se llamaba Antonio, bueno, los amigos le conocían por Toni. Tenía un asunto interesante entre manos y nos ofrecía la exclusiva. El redactor jefe le presentó a María y juntos estuvieron trabajando durante un par de días en ello. A partir de aquella ocasión, se hizo habitual verlo entrar y buscar a María para compartir con ella cualquier asunto más o menos interesante. Ni que decir tiene que, de una simple relación profesional, surgió una empatía tal que les llevó a un compartir la vida.  

» Por entonces, el sector periodista sufrió una crisis muy fuerte en el ámbito económico. Muchos diarios tuvieron que cerrar y otros redujeron la plantilla de personal, por lo que los más novatos y novatas, nos quedamos sin empleo. Con este motivo, Santiago y yo retrasamos nuestra boda, pues yo no quería emprender esta nueva etapa sin tener resuelto el asunto profesional. Como no teníamos muchas ofertas, nos aventuramos a probar suerte en el mundo de la radio. Las tertulias informativas, bien podían ser transmitidas por expertos periodistas, y allá fuimos nosotras, a ponernos directamente ante el ciudadano que espera puntual la noticia de lo cotidiano, tanto locales como más allá de nuestras fronteras. De entonces a ahora la radio ha progresado muchísimo, es uno de los medios de comunicación más serios. Nosotros formamos un equipo muy empeñado en ofrecer calidad informativa, no sólo por la inmediatez sino porque hemos creado unas voces que se presentan con rigor objetivo, libertad y realismo. Es verdad que es un trabajo agotador si se busca calidad, pero creo que las ocho personas que formamos el equipo, estamos entusiasmadas por el buen hacer y servir a los oyentes que siguen confiando en nosotros.

» Me temo que me estoy alargando demasiado.

 —No preocuparte. Tenemos el tiempo que quieras.

—¿De verdad que no te aburro?

Por supuesto que no. Me encanta conocer la vida de personas. Yo pienso que es importante para entender. ¿Verdad?

—Sí, así es. Pero es que soy muy apasionada y cuando me suelto a hablar no hay quien me frene.

—No importa. No preocuparte.

—Intentaré ser breve.

—-No es problema

Y esta es la primera parte de esa velada

UN CAMBIO DE VIDA COLECTIVO

El seguimiento de Jesús es personal, pero no individual, es comunitario, es un formar parte de un colectivo que no sigue una doctrina, ni una filosofía, ni una ley, ni un catecismo… es un seguir junto con otros, a una persona, Jesús de Nazaret, que tuvo como proyecto de vida el hacer realidad el sueño amoroso de Dios Padre para toda la humanidad.

Esto es lo que M95 intuyó con la información que le estaba proporcionando Juan, sobre el encuentro de Andrés con el supuesto S.H., por eso le preguntó:

—Y ¿cuál es los planes de vosotros de trabajar con la gente?

—Bueno, para que lo entiendas desde tu propio modo de ver las cosas, digamos que nuestra filosofía es anunciar un cambio de vida, para aquellos que buscan la auténtica felicidad.

—¿La auténtica felicidad? ¿Quieres explicar más?

—Mira, la esperanza de una felicidad eterna no es algo que convence a todo el mundo, pero sí la búsqueda de una vida mejor en el aquí y ahora, por eso creemos que hay que lucha por conseguir mejorar nuestra realidad cotidiana, sabiendo que la felicidad autentica va más allá de la vida, pero no podemos esperar que aquella llegue pasivamente ni con resignación estoica. No es algo que se realizará en un después lejano, en un luego más allá de este paso por la vida terrena. Es un después que tiene sus comienzos ya. Estamos experimentando sus primeros brotes aquí y ahora, por eso los que hemos descubierto esta verdad y nos hemos apuntado a este programa de vida, podemos, después de varios años de experiencia, proclamar que es una realidad, que con nuestro programa existencial somos felices ya; aunque con las limitaciones por nuestra corporalidad, vivimos la ilusión y la esperanza de una felicidad para toda la eternidad.

—¿Tú crees así? … El sentido este de la vida ser nuevo para mí.

 —¿Acaso no sientes en lo más sincero de tu interior que has nacido para ser feliz? ¿No estás más contenta cuando haces el bien, cuando ayudas a los demás, cuando todo a tu alrededor es armónico?

—Bueno, pero creo que hablamos distinto significado del mismo vocabulario. No lo veo tan fácil.

—Por supuesto que no es fácil, pero ¿qué es para ti la felicidad?

—-Pues… No sé si es la manera que estás diciendo.

—Ser feliz es ver satisfechas todas tus necesidades. TODAS. Quiero decir desde las más elementales a las más profundas. Y esto no se consigue si no se vive rodeado de justicia, equidad y solidaridad valores que se conquistan con el auténtico amor. Porque el hombre no se puede realizar solo, por tanto, no conseguirá la felicidad mientras no tome conciencia de sus niveles colectivos y no se ocupe de ir construyendo una sociedad de gente feliz. Nuestro mundo necesita de personas comprometidas con el bienestar de todos los ciudadanos. El primer paso por dar es ser consciente de la dignidad y los derechos de cada persona, empeñarnos en que cada uno pueda disfrutar dignamente de su vida, ser respetado en su originalidad y saberse libre para escoger y decidir su propio destino ayudando y respetando a los que caminan junto a él a la vez que se sabe ayudado y respetado por sus semejantes.

 —-Si, ya sé, eso que se lee por ahí de que todos somos iguales y todos somos únicos.

—Algo así. Todos tenemos derecho a ser respetado en nuestra singularidad y a la vez somos conscientes de que formamos la gran familia de la humanidad, y en una familia todos son dignos de ser amados, ayudados y comprendidos.

—Esto suena muy bonito, pero es todo muy nuevo. Yo no pensar así.

—Ya, pero ten en cuenta que no estoy hablando de algo original, es elementalmente humano. La sociedad actual necesita recuperar este valor tan esencial para saber convivir. Por eso nos hemos propuesto empezar por los más cercanos, intentamos ir creando pequeños grupos donde todos nos ayudemos a ir descubriendo la trascendencia de los valores humanos y a hacerlos vida en nosotros para poder entender y ayudar al que convive conmigo. Aquí tratamos de sentir con los otros los problemas, las inquietudes, las necesidades y las alegrías de cada uno, sabiendo que todo tiene una repercusión colectiva, porque nos hacemos solidarios y el compartir libremente fortalece nuestro desarrollo personal. Este es el secreto de nuestra felicidad.

—¿De verdad vosotros vivir como tú dices?

—¿Acaso crees que puede haber auténtica felicidad cuando palpas la injusticia y los individualismos a tu alrededor?

—Bueno, así pensado… Pero… ¿yo debo pensar que otra persona es como yo y lo que yo tengo, tiene que tener él?

—Así es. Todos somos iguales como seres humanos, por tanto, yo no merezco más ni menos que los otros.

—Es cierto, pero no es en la práctica.

—Esa es una penosa realidad. El aceptar el pluralismo y las diferencias, no está reñido con la igualdad y los derechos de cada uno. Todos tenemos derecho a alcanzar lo mejor en nuestras vidas sin ser coartados ni manipulados y esto es muy difícil pues la psicología humana es muy complicada y posesiva, por eso hay que estar muy alertas para no ser dominadores ni dominados por nadie. Sólo así construiremos una sociedad libre y feliz para todos.

—Pero no estáis solos en este mundo.

—Es verdad, pero al menos tratamos de ayudarnos a niveles de cercanía, proponiéndonos llegar a tantos lugares y ambientes donde estamos ligados en la vida cotidiana. Allí buscamos el compartir con los otros sus inquietudes sabiendo que cuando uno ve que el otro se preocupa de verdad por él, que le escucha con respeto y se interesa por sus interrogantes y preocupaciones, por su angustiosa búsqueda de sentido existencial… entonces puede comenzar un diálogo en profundidad. Sólo cuando nos sabemos respetados y reconocemos en el otro su libertad y su verdad, podremos establecer unos lazos que ayudan a dar de sí lo mejor.

—Esto suena muy interesante

—Sí que lo es. Hemos conseguido crear un cuerpo social donde se comparte plenamente las condiciones de vida y de trabajo, las dificultades, las luces, las sombras y las expectativas de todos los que formamos este colectivo humano. Nos sabemos empeñados en ir construyendo un ambiente favorable, para crear una sociedad más humana y hacer realidad el auténtico bienestar para todos. Tratamos de ayudarnos mutuamente para llegar a una ciudadanía que realmente está cómoda y es feliz en su existencia cotidiana.

—¿Y sois muchos los felices?

—¡Ja, ja, …! Me hace gracia ese calificativo, pero si te refieres a las personas que estamos empeñados en este programa, te diré que cada vez nos van conociendo más gente y algunos se convencen de que vale la pena intentarlo. Pues al fin y al cabo no anunciamos nada extraño a la condición humana, ya que ninguna persona que está satisfecha y feliz se entretiene haciendo el mal o tratando de fastidiar al vecino. Nuestro único deseo es llegar al corazón del cercano, amigo o colega para abrirle al sentido pleno de la existencia humana que es lo único que puede dar razón íntegra a la vida. Si los padres son felices la familia funcionará, si el profesional está contento en todas sus dimensiones rendirá más, si el estudiante está bien motivado dejará de ser una preocupación para el maestro… Si la sociedad es feliz, muchos males desaparecerían por sí mismos. La infelicidad arruina la vida humana, provoca agresividad y seres inconformistas.

¿Qué te parece el programa? Te aseguro que no es una utopía, sino una realidad hecha carne en los seguidores del Señor Jesús en el siglo XXI. Son personas que se saben elegidas, llamadas a colaborar en la acción salvífica de Dios en la historia presente, viviendo el proyecto del Señor apoyados en su Palabra y aprendiendo de su vida, desde cualquier lugar de la geografía humana.

UN PROGRAMA EXISTENCIAL

Lo que el ser humano necesita recuperar hoy es el sentido de la fuerza interior del bien, el camino de la espiritualidad, el descubrir la presencia de Dios en cada historia personal. Esas luchas de cada día con las que Dios parece retar a nuestra propia interioridad.

¿Cuál es la fuente donde beben estas personas tan comprometidas con la causa de colaborar en el buen desarrollo de la Historia?

—Vamos a ver si te lo sé explicar con palabras sencillas.

Todo ser humano, que es sincero consigo mismo, se sabe pobre e inca­paz de sobrevivir por sí solo. Necesita de los otros. Todos nece­sitamos de todos y todos estamos llamados a ayudar a los demás para ir creciendo en armonía. Pero si te embarcas en una causa espiritual, te das cuenta de que las energías y la fuerza para ser eficaz en esa empresa te ha de venir de otra dimensión, la espiri­tual. Y es allí donde se realizan las auténticas batallas. Existe en nuestro interior un bien y un mal que luchan por ser el dueño de nuestra persona, por conquistar nuestra voluntad, y si optamos por nuestro bien interior, nos encontramos con el Señor como el único que puede ayudarnos a que el bien, que es él, sea el dueño y señor de nuestras decisiones.

Porque su presencia lo cambia todo. Desde Él vemos la vida, las cosas, la gente, el trabajo, las rutinas y a nosotros mismos con otros ojos. Su presencia nos hace descubrir las cosas buenas que somos capaces de hacer, Él da sentido a lo bueno y lo malo que lucha en nuestro interior y se pone de nuestra parte para que el bien gane esa guerra.

—Permíteme que te lea un párrafo de una carta de uno de nuestros primeros líderes:

Dad muerte a todo lo terreno que hay en vosotros la fornicación, la impureza, la pasión, la codicia y la avaricia que es una idolatría. Todo lo cual trae la cólera de Dios… Desechad también de vosotros todo esto: cólera, ira, maldad, maledicencia y palabras groseras, lejos de vuestra boca. No sigáis engañándoos unos a otros. Despojaos de la vieja condición humana, con sus obras, y revestíos de la nueva condición, que se va renovando como imagen de su creador, hasta llegar a conocerlo,…

…Como pueblo elegido de Dios, pueblo sagrado y amado, sea vuestro uniforme: la misericordia entrañable, la bondad, la humildad, la dulzura, la comprensión. Sobrellevaos mutuamente y perdonaos, cuando alguno tenga queja contra otro. El Señor os ha perdonado, haced vosotros lo mismo. Y por encima de todo esto, el amor, que es el ceñidor de la unidad consumada.

—¡Sí que es esto un buen programa de vivir!

—Por eso es la primera asignatura que acatamos. Nos va la vida en esa limpieza interior. Si no comenzamos por gastar nues­tras energías bélicas en combatir con nuestro propio mal, difícil­mente llegaremos a ser capaces de conquistar la armonía de una convivencia ciudadana. Sólo desde una serena y constante prácti­ca de interiorización, podemos llegar al dominio personal y desde ahí sabernos preparados para comprender y ayudar a los demás.

—¿Es este vuestra fuerza de pacifista?

—Así lo puedes llamar. Si analizamos los motivos de los en­frentamientos humanos, el noventa y nueve por ciento tiene sus raíces en esta falta de equilibrio personal. Es el reclamo, más o menos certero, de los derechos legítimos que supuestamente le son negados. Porque en justicia no se puede permitir el querer tener más o creerse superior al otro.

—Y es así donde están los derechos humanos ¿verdad?

—Sí. Nos hemos dado cuenta de que este camino funciona. Sólo viviendo con estas actitudes conseguiremos una sociedad justa y estable, pues nunca se llegará a una sana convivencia si se ve en el otro a un competidor, un enemigo, un inferior…

Esto exige altísimas dosis de disciplina, esfuerzo y dedicación, pero también de confianza en el Maestro interior que nos habita y conduce.

La meta es atrayente y liberadora. ¿Nos daremos por vencidos antes de intentarlo?