UN PROYECTO EXISTENCIAL 9 -b-

Andrés y su hijo Daniel se acercaron e interrumpieron nuestra conversación.

Era la hora de lo que ellos llaman “la Cena Fraterna con el Señor”. Hoy era un día especial, puesto que les convocaba la celebración de la vida de todos los niños reunidos aquí, que habían nacido en los meses de otoño.

Le tocaba quedarse a Sara para cuidar de los más pequeños que no asistirían a la reunión. Yo me ofrecí a ayudarle, así los demás podrían asistir sin problema. Marchamos con los niños a un salón de juegos donde era muy fácil vigilarlos, y cuando todos estaban más o menos entretenidos, seguimos conversando:

—Yo he leído que hay muchas organizaciones que se preocupan como vosotros porque el mundo sea mejor.

—Sí, gracias a Dios las hay. Existen otros movimientos y asociaciones que han nacido también tocados por esta inquietud. Gente que se unen para rezar, ayudar al prójimo o para juntos proclamar el mensaje del Señor incluso los hay que se unen por motivaciones sólo políticas, sociales…cualquier carácter filantrópico para hacer el bien, entraría en este tema. Son llamadas específicas a uno de tantos campos por donde se extiende la riqueza de la experiencia humana, dispuesta a conducir este mundo hacia una prosperidad de futuro desde una acción concreta.

—¿Todos tienen una sola meta?

—Bueno, la meta de todos los de buena voluntad, puede ser la misma, llegar a gozar un día de ver un mundo mejor, por medios y caminos diversos, pero algunos sólo luchan por el bienestar social, y estos no llegan a ver que todo va más allá, hacia la ciudadanía del Reino de Dios. Nosotros nos situamos en este último escaño, somos uno de entre tantos grupos que están brotando como fruto del Espíritu del Señor. Sabemos que no tenemos la exclusiva, porque al final de la vida todos hemos de encontrarnos allí, siempre en tanto en cuanto no exista el fraude.

—¿Cómo es eso del fraude?

—Pues sencillamente que hay que estar muy atento para descubrir qué clase de espíritu es el que mueve a los líderes de cada colectividad.

—¿Por qué?

—Porque a veces puedes encontrarte con gente astuta, desaprensivas y manipuladora que fácilmente embaucan y convencen, chantajeando a las personas sencillas, engañándoles con promesas falsas e incluso con amenazas y trucos muy hábiles, para conducirlas por caminos oscuros donde su fin no es realmente el bien común sino el beneficio egoísta de unos cuantos listillos que se hacen llamar agentes de buenas causas, pero en el fondo sólo buscan su beneficio egoísta y opresor.

»Ahora bien, entre los que estamos honradamente impulsados por el Espíritu de Dios, no caben las rivalidades ni contraposiciones, y sería absurdo por nuestra parte, no aceptar la diversidad, reciprocidad y complementariedad de los carismas que Dios disemina a través de la historia. Por todo esto, tenemos que situarnos como llamados a la unidad y no a los partidismos, a sumar y no a restar, a la reconciliación y no a fomentar las disputas y divisiones. En fin, Dios es grande y distribuye sus dones según sus planes. Somos un camino entre otros por donde el hombre se encuentra con Dios y busca una forma propia de vivir su proyecto.

Verdaderamente este un mundo extraño para mí.

—No te preocupes, quizás estés más cerca de entender de lo que te crees.

Yo pienso que vuestra vida es muy difícil.

—Bueno, yo diría que es muy exigente y radical. Es verdad que no se consiguen estas propuestas vitales de repente y que tienes que tratar de mantenerte en una sociedad donde tus criterios son antipopulares, pero te aseguro que vale la pena. Tan sólo sea por el apoyo comunitario que nos hace vivir en una armonía grupal. A veces se tienen experiencias difíciles que uno solo no puede afrontar y el contar con la familia, con los más allegados, te hace sentir capaz de vencer cualquier obstáculo. ¿No te parece?

—Supongo… pero… es que todo es distinto a mi vivida antes.

—Te comprendo. Pero por mi propia experiencia te digo que creo que nuestra existencia humana es esencialmente comunitaria y que, por eso mismo, tiene como parte insustituible el compartir y el ayudar. De aquí que nos sentimos a gusto al sabernos ayudados y a la vez poder ser necesarios para ayudar a otros.

 —Si eso funciona así, la vida será más fácil para todos, pero me temo que todo el mundo no piensa así.

—Por supuesto que es una hermosa utopía el pretender que toda la humanidad de una respuesta afirmativa, pero sí van brotando aquí y allá núcleos de personas que acuden con generosidad a la invitación del Señor, y por ellas el mundo y la historia podrían dar un giro de 360 grados. ¿No te parece interesante?

Sí que lo es. Pero… me resulta tan extraño…

—Puede parecértelo, pero el secreto está en tomarte en serio tus intereses vitales y asumir tu propia historia con responsabilidad.

—¿Tú crees que sale bien?

—Esta es la pena, que somos frágiles y a veces no nos sale. Pero, aunque no somos perfectos, ¡qué ser humano lo es!, ya te habrás dado cuenta durante este tiempo que estás con nosotros, que no son meras palabras o bonitas reflexiones; aquí, aunque a veces no nos salga, tratamos de ser coherentes en nuestro vivir cotidiano con lo que decimos.

Esto es verdad. Y ¿qué pasa cuando no lo haces?

—Somos seres libres, y este es el riesgo más grato y a la vez más conflictivo y exigente del ser humano. El Señor no obliga ni fuerza, te invita, pero quiere que seas tú el responsable de tu decisión. Toda opción tiene su riesgo, cuando eliges algo renuncias a lo otro, por eso es muy importante estudiar con discernimiento nuestras elecciones.

—Supongo que sí. Pero si esto es tan bonito, no comprendo por qué hay gente que no quiere seguirlos.

—Pregúntaselo a ellos.

Algo habrá que no convence.

—Yo creo que son gente cobarde, egoísta o cómoda. Esto es muy exigente y comprometedor y te supone el romper los esquemas cómodos que ya conoces. O quizás tengan miedo y no se atreven a arriesgarse. ¿Cómo diría yo…? Puede que les falte información o son voluntades débiles o también se puede dar en personas soberbias que se resisten a depender de otros. Para mí ahí está el mayor impedimento, esos seres autosuficientes, egocéntricos y orgullosos que son incapaces de comprometerse a servir a los demás. Son esos que ni dan ni son capaces de rebajarse a pedir un favor. Van por la vida teniendo a toda la humanidad a sus pies, no habiendo en su corazón más que desprecio. Estos son un veneno para la sociedad.

La verdad que a mí también no me parece fácil.

—Bueno, en esto estoy de acuerdo contigo, fácil no es. Pues requiere un ir dominando toda la fuerza egoísta que hay en ti, y renunciar a los valores negativos que la naturaleza humana lleva en su interior. Todo esto es una batalla, exige una lucha contra nosotros mismos, contra todo lo desordenado que hay en cada uno, que trata continuamente de ganarnos terreno. Este es nuestro peor enemigo. Mi yo negativo que pelea para que el bien no triunfe en mí. Por eso, te repito que no es fácil y que nuestro triunfo se lo debemos a las energías que adquirimos en la relación con el Señor. De ahí que nuestra única fuerza sea la oración de confianza y abandono en la fuerza del espíritu del Señor. Y desde ahí, somos capaces de afrontar los conflictos exteriores e interiores del día a día, construyendo espacios de felicidad en el trato ecuánime con los demás.

—Todo esto suena bien, pero… Y… ¿Qué yo tengo que hacer para pertenecer a vuestro proyecto?

—Bueno, ya te he dicho que S.H. no hace elecciones excluyentes. Su llamada es universal, pero respeta la libertad personal de decisión. De ti depende. De todas las maneras, hay que darle tiempo a una cosa tan comprometida. Tú sigue intentando conocernos y ya llegará el momento de hablar sobre ello. Tienes que tener en cuenta que este modo de vivir supone un nacer de nuevo, un romper con las actitudes y los intereses anteriores, un renunciar a muchas cosas que ahora te parecen imprescindibles. Es, en fin, un decidirte por entregar tu vida al servicio de una auténtica fraternidad con los ojos puestos más allá de la misma historia.

— ¿Te das cuenta de lo que dijiste?…

—Sí, me parece que hablé sin pensar en las consecuencias.

—¿Cómo se te ocurrió eso? ¿Por qué quieres hacerles creer que buscas auténticamente comprometerte con ellos?

—Reconozco que me precipité colocándome en una situación tan embarazosa. Es verdad que tengo que ir metiéndome en esta sociedad hasta ir descubriendo sus motivaciones para mejor profundizar en su historia, pero a medida que voy penetrando en ella, cuanto más los conozco, más difícil se me va haciendo el mantenerme al margen como simple espectadora. Hay algo en ellos que me atrae, que llama a implicarme en lo más íntimo de sus vidas.

—¡Estás yendo demasiado lejos! Esta última actuación tuya, no es una respuesta a la investigación que se nos ha encomendado, sino que responde a algo muy personal.

—Si, tienes razón, pero me sé cada vez más cogida. ¿Qué tienen estas personas que me atraen con una fuerza interior, hasta ahora desconocida, de la que me veo incapaz de liberarme?

 —Pues yo, no sé hasta qué punto estoy capacitado para seguirte el juego. Menos mal que no estoy tan ofuscado como tú y veo que el peligro se acerca a pasos agigantados.

—¡Lo siento! Pero son tan verdaderos, tan libres… ¡tan felices! Que me pregunto si estaremos nosotros equivocados al buscar la felicidad como sinónimo del placer, de no carecer de nada. ¿No nos habremos asentado en demasiados vanos excesos? ¿Por qué aquí son felices acogiendo al otro y compartiendo lo que tienen, y en ello encuentran una satisfacción que nosotros nunca podemos experimentar? ¿Comprenderán en nuestra sociedad su filosofía?

—Estoy seguro de que, si sigues así, habrá muchas cosas que no comprenderán.

—Y, ¿cómo reaccionaran nuestros jefes, cuando se enteren de que vivieron creando su auténtico bienestar, en la justicia como exigencia del derecho de todos a tener todas las necesidades esenciales cubiertas, renunciando a lo superfluo y donde toda la actividad ciudadana estaba en función de hacer felices a los demás?

—¡Todo muy bonito!

—¡No te rías! Nosotros creemos haber progresado mucho porque hemos dominado la materia, los secretos de la vida y la misma Naturaleza. Nos gloriamos de ser conquistadores del espacio y del tiempo. Nuestros progresos técnicos son aparentemente insuperables y nuestros recursos económicos superproductivos… ¡Somos triunfadores, dominadores! Y ¿qué?

 —¿Adónde quieres llegar?

—Pues sencillamente pienso que, nuestro mundo, con toda su perfección técnica y científica, ha olvidado lo único que puede satisfacer los anhelos más íntimos del hombre.

—¡Ah sí!… ¿qué es?

—Pues, aunque lo tomes a broma, no estoy muy segura de que nuestros argumentos de, todo está controlado, repartido, clasificado, … sea lo ideal para nuestra existencia. Estoy empezando a tomar conciencia de que se nos ha negado una de las necesidades exclusivas de la raza humana.

—¿De veras?

—Me temo que no podemos tomarlo a guasa, pues ahora echo en falta el que se nos haya negado el disfrutar de la satisfacción de los sentimientos, el desarrollar nuestras capacidades emotivas, el favorecer las relaciones humanas a niveles afectivos. ¿Acaso son estas menos necesarias que las otras?

—No sé, nunca se me ha ocurrido pensar en ello.

—Pues bien, estas necesidades las siento dormidas en mí y sé que se están despertando al contacto con esta gente. Pienso que la sociabilidad y de la comunicabilidad de estas personas, establecen en ellos unas relaciones radicalmente diferentes, a analizar en nuestra sociedad.

—Dime. Si algunas de esas personas conectaran con nuestra civilización ¿cómo te parece que nos juzgarían?

 —No lo sé, pero seguro que no se sentirían tan atraídas por lo nuestro como yo me estoy sintiendo en su ambiente. Creo que hemos llegado a una cultura donde el sujeto se individualiza hasta el punto de cifrar la libertad en una total indiferencia hacia el otro. ¿Tú crees que seríamos capaces de acogerles con la misma familiaridad con que yo me siento recibida por ellos?

—Seguro que no.

 —Pues a eso me refiero. La verdad es que, aunque soy una extraña, me siento muy cómoda aquí. Carecen de muchas cosas, pero no las necesitan. Me estoy dando cuenta de que no son imprescindibles para estar bien contigo misma. ¿Habremos ido creando una cultura de necesidades que nos esclavizan, que nos dominan, que no podemos pasar sin ellas? Es una de las cosas que más admiro de esta gente sus pocas exigencias materiales. ¡Qué poco necesitan para ser felices!

 —¿Qué es lo que más te ha llamado la atención de su modo de actuar?

—Pues que obran sin ninguna atadura externa. Tienen una seguridad en sus actuaciones que son dignos de envidiar. Ellos dicen que esa manera de ser tan libres les viene de la seguridad que les da el saberse en las manos de ese ser tan extraño que llaman S.H. ¡Qué mundo tan original el del espíritu que parece alimentar la vida de esta gente! Pero la verdad es que los envidio.

—Agente M95, sé que eres una persona muy observadora, y veo que es para ti muy fácil adaptarte con rapidez a las nuevas situaciones, pero no pensé nunca que te afectara de esta manera tan tajante.

—Yo también estoy sorprendida, esta experiencia me está situando por encima de mis cálculos. No contaba con esa fuerza espiritual que me arrastra con tanta intensidad.

—Me temo que estamos tomando un riesgo que nos puede costar caro.

—Lo que no llego a comprender es cómo una civilización tan avanzada como la nuestra no tiene en cuenta la existencia de la dimensión espiritual del ser humano. ¿No te parece algo esencial?

—Me reservo mi opinión.

—Pues yo empiezo a intuirlo como un olvido muy serio. Por otra parte, me pregunto ¿Existió de verdad ese S.H.? ¿Será realmente el Señor de la Historia?

—¿Qué pretendes con ese cuento?

 —No sé. Sin duda aquí parece que les ayudaba en muchos aspectos. Quizás ocurriera algo entre ellos y nosotros, con lo que hemos perdido esa dimensión en nuestra generación. ¡Cuánto tengo aun que investigar sobre este misterio que los hace tan distintos a nosotros, siendo como somos todos seres humanos! Si es en verdad Señor de la Historia, tendría que de algún modo hacerse presente en nuestra generación ¿No te parece? ¡Somos iguales y a la vez tan diferentes! ¡Estoy hecha un lío!

—¡Ten cuidado!

—Pues mira. Te aseguro que esta civilización no ha muerto. ¡La siento dentro de mí!

—¿Qué estás diciendo?

—¡Lo que oyes! Están consiguiendo despertar mi ser interior. Creo que esto es lo que me hace conectar con ellos tan fácilmente. Tal vez este es su secreto y sólo los espirituales les comprenden.

—Pero… ¿Qué te pasa? ¿De dónde te sacas esas conjeturas? ¿Es que has olvidado que el hombre es materia e intelecto? ¿Qué tiene que ver esto con esa vida espiritual de que hablas?

—Pues… la verdad es que no lo sé. Y me temo que esto será muy difícil de explicar a nuestros contemporáneos, pero el caso es que así vivían estas personas, dando a su existencia humana un sentido trascendental, para nosotros desconocido.

—Puede ser que sólo sea otro modo de enfocar la vida.

—Sí, pero esta visión de la realidad me cuestiona sobre mis actitudes y conductas. Son posturas vitales y como tales cogen a toda la persona.

—Bueno, pero no es este el tiempo ni el lugar para comentarlo ni menos discutirlo.


Comentarios

Una respuesta a “UN PROYECTO EXISTENCIAL 9 -b-”

  1. Un diálogo esclarecedor de sentimientos que se pueden presentar en estas instituciones de ayuda a los demás. Me pareció interesante la lectura.

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