LA VUELTA DEL HIJO 11 -b-

Doña María concluyó su relato diciendo:

—Esto sucedió aproximadamente hace cuatro años y en este momento, el chico tiene un trabajo digno y entrega a su padre su sueldo íntegro.

Sí que es una historia curiosa.

—Muchos son los sucesos que te podría contar. Todos ellos van marcando los avances que rotulan el vivir en fraternidad con la esperanza puesta en un final eternamente feliz.

Yo no entender por qué aquí todo es bueno. ¿Dónde están las envidias, los intereses personales, el afán de tener, de ser los primeros…? ¿Por qué Uds. distintos? ¿Cuál es el secreto?

—No te creas que esto sale de la noche a la mañana. Son muchos años de esfuerzo para ir poco a poco sembrando hasta recoger el fruto. Te aseguro que nosotros somos personas débiles y con las mismas malas inclinaciones que cualquier ser humano, también entre nosotros ha habido fraudes, desengaños, fracasos… lo que pasa es que, los que hemos tenido la gracia de llegar hasta aquí, ha sido a fuerza de perseverancia y fidelidad hasta descubrir dónde está la energía y el poder del hombre.

—¿Y dónde está?

—Está en potencia en nuestro interior, pero es una pequeña semilla que hay que cultivar con constancia para que crezca robusta y fuerte.

—¿En el interior de todas personas?

—Si. Es un don que pertenece a todo ser humano, pero no todos tienen la suerte de descubrirlo y disfrutarlo. Nuestra fuerza y poder nos viene de la fidelidad y confianza en la empresa que el Señor nos ha confiado.

—¿Qué empresa?

—Esta que nos traemos entre manos. El Señor nos ha llamado a que le ayudemos en ir abriendo caminos en la historia comprometiéndonos en una luchar por la justicia social, como base de una sociedad feliz. Y si nos sabemos fuertes es porque creemos en nuestra misión y estamos dispuestos a sacrificarlo todo, hasta dar la vida, para que esto tenga éxito. Y en la medida que así lo vivimos, como algo gratuito y sabiéndonos meros instrumentos, conseguimos avanzar, porque es su fuerza y su energía la que nos impulsa.

Pero… ¿Qué es este, un proyecto espiritual o social?

—Son dos caminos que pueden llevar a la misma meta, pues, en el fondo, la persona no puede consentir que le arranquen de lo más profundo de su ser su dimensión espiritual. Esta verdad interior que le conecta con lo sagrado, con el mismo Dios. Aunque no sea consciente de ello, se sabe programada desde este mundo temporal hacia el único Señor de su historia personal, hacia donde todos nos dirigimos. Es una ley que todos llevamos grabada en nuestra naturaleza humana. Aunque a veces confundimos el camino. Por eso, en la medida en que nos empeñemos en ver las cosas desde una dimensión sólo materialista o simplemente social, prescindiendo de la dimensión espiritual, estamos mutilando a la persona en lo más genuino de su ser.

Bueno, cada uno puede ver su vida desde muy distintas esquinas.

—Así es. Nosotros no nos sabemos los únicos, ni los más acertados, no somos más que un puñado de gente, que estamos convencidos de que el sentido de la vida es este, por eso nos empeñamos en ser fieles a esta misión. Tenemos el mandato de colaborar con el Señor en la transformación del mundo y aquí entramos en la dimensión social de nuestra tarea. Esta es nuestra revolución.

—¿Revolución? ¿Sois un cuerpo de lucha?

—No te asustes, nuestras armas son de paz y concordia. Creemos que al final el Señor será el vencedor, por eso es el Señor de la Historia, pero para ello busca en cada periodo histórico colaboradores que sean los que hagan visible su empeño revolucionario, en el sentido de trabajar por el cambio y la transformación humana, que ha de comenzar en el interior de cada persona.

Pero… ¿Cómo sabéis tan seguros de que esto lo debéis hacer?

 —No te quepa la menor duda. A pesar de nuestra torpeza y miedos, estamos convencidos de que él cuenta con nosotros. Y a medida en que nuestro ser se va convenciendo de nuestra misión como sus instrumentos, nos sentiremos llevados por la corriente de su fuerza. Poco a poco vamos perdiendo el miedo a mancharnos las manos con el barro del camino y a jugarnos a una sola carta nuestra vida, y porque sabemos que contando con él no tememos el fracaso. Así nuestra existencia se va transformando y, en lo más profundo de nuestro ser, reconocemos el lugar privilegiado donde experimentamos su presencia.

Esto todo es mucho interesante, pero difícil de vivir.

—Pues ¡claro que lo es! Pero como la meta que el Señor nos marca es superior a nuestras fuerzas, confiamos plenamente en que estos éxitos no son por méritos propios, sino que es el mismo Señor el que funciona a través de nuestras personas. Ya te digo, nosotros somos meros instrumentos en las manos del artífice que es el que va rotulando la historia con sus colaboradores.

—¡Uf! Ese Señor me parece un superhombre.

—¡Por supuesto que no lo es!

Es que me cuesta entender todo esto. ¿Cómo es eso de que vive dentro de vosotros?

—Son términos que sólo se entienden desde la fe. Es meterte en otra dimensión y comprendo que sea esto nuevo para tí. Pero nosotros así lo vivimos y te aseguro que estamos satisfechos de cómo va saliendo.

Sí, ya lo veo, pero me cuesta entenderlo.

—Él es el que nos impulsa en los actos concretos, en la construcción de una humanidad donde todos colaboremos responsablemente formando una gran familia, en donde la persona más débil sea la más protegida y la primera en verse atendida, donde no exista la desidia ni la mendicidad, porque todos tienen sus necesidades cubiertas, porque todos se sienten solidarios y generosos… Aquí se palpan los gestos de acogida al más necesitado; los esfuerzos por construir caminos de paz frente a la violencia y la agresividad; el fomento de la reconciliación y la armonía en las relaciones interpersonales… Son gestos que llevan a facilitar la convivencia cotidiana y que nacen de un auténtico interés por ir cultivando el amor fraterno.

Y ¿todo sale bien?

—Bueno, ya te he dicho que esto no puede salir de la noche a la mañana. Son muchos años sembrando para ver frutos. Para adquirir este talante de vida, hemos de poner el centro de nuestros intereses, de nuestras últimas motivaciones, en el proyecto que el Señor tiene para cada ser humano. Es la empresa del Señor y él es el primer interesado en que esto vaya saliendo bien. Como ves es vivir con otras miras, en una dimensión diferente.

—Esto lo veo como un sueño bonito, no puede ser verdad.

—Es verdad que es un sueño que queremos ver convertido en realidad, pero a pesar de que muchas veces no somos coherentes y responsables, incluso hemos tenido desertores, desleales, traidores y cobardes que nos han hecho sufrir mucho, hay tantas compensaciones con las situaciones que se han visto conquistadas, que vale la pena.

Y ¿todos sois así?

—Puede que quizás lo veas como una utopía, porque entre nosotros también hay problemas, pues no siempre somos capaces de ser fieles y los hay que dudan en el momento de tener que dar un paso difícil, o posponen sus intereses personales ante los de los demás, pero lo vivimos con serenidad y comprensión, pues no dejan de ser fallos humanos que no tienen la última palabra. Por eso sabemos ver lo cotidiano con esperanza.

—¿Y cómo se castiga al que obra mal?

—Bueno, ya te he dicho que nuestra revolución es pacifista por tanto cuando alguien comete un delito, preferimos negociarla reconciliación por medio de un diálogo en el que está, por nuestra parte, asegurado el perdón, como viste que hizo el padre con su hijo.

—Entonces ¿nunca usan castigo?

—Nunca. ¿Te sorprende?

Pues sí.

—Mira, perdonar desde lo más profundo, es un acto que está ligado al amor gratuito. Como humanos aquí también nos enfrentamos con el mal. Hay que saber reconocerlo para corregirlo, pero la experiencia nos va enseñando que nunca se puede llegar a una aceptación de las debilidades y fallos del otro si no aceptamos el ser tan frágiles nosotros mismos, como los demás. Al ponerte a censurar los errores ajenos, es muy sano empezar por reconocer tu propia realidad, ponerte en lugar del otro, preguntarte cómo verías la situación si tú fueras el acusado, así seguro que serás más benévolo y misericordioso ante las equivocaciones del otro. Por eso, para restaurar la convivencia empezamos por intentar limpiar en nuestro interior todo el resentimiento que nos han producido los daños causados por el hermano que trato de perdonar, entonces es cuando estamos preparados para denunciar el mal y declarar sentencia sin rechazar a su autor.

Todo esto es extraño. Yo sigo pensando que el delincuente debe pagar con el castigo.

—Quizás eso saldrá bien con los animales que no razonan, pero creemos que las personas son capaces de llegar a descubrir sus fallos y enmendarse si alcanzan a ver el mal en sí mismo, hemos de darles una segunda oportunidad a pesar del riesgo de que, como humano que es, vuelva a caer.

Sí, veo que ese riesgo existe.

—De todas las maneras, aunque puede haber otros métodos más satisfactorios a corto plazo, preferimos correr el riesgo y embarcarnos en el camino del perdón como única vía de la reconciliación fraterna. El arrepentimiento y la rehabilitación del que ha delinquido, nos parece que tiene que estar conectada con la auténtica acogida del perdón, sin pasar nunca factura. Te aseguro que los resultados son buenos e incluso en ocasiones mejor que los que conocemos por otros métodos penitenciales.

Esto rompe todos mis esquemas judiciales.

—Tal vez, pero cuando tengas detrás una buena carga de experiencia de vida vivida con más o menos cicatrices, espero que puedas llegar a desmitizar muchos esquemas.

Eso espero.

 —Mira, los años me han enseñado que la sabiduría no está en el castigo ni en la humillación del delincuente, sino en su profunda conciencia de rehabilitación y arrepentimiento. Así que ¿por qué actuar con dominio autoritario y violencia cuando lo que se busca es una reconciliación con la sociedad?

Y ¿qué pasa cuando vuestros métodos fallan?

—Nunca se puede olvidar que el trigo y la mala hierba crecen juntos en nuestro interior, y que hay que intentar por todos los medios que triunfe el bien, pero no siempre se consigue, ahí está en juego la propia libertad, y entonces lo único que nos queda es condenar la falta, pero nunca al sujeto.

Ud. que es una persona de más edad, ¿cree que vale la pena? ¿Tiene esto futuro?

—Para serte sincera te diré que estoy contenta de cómo va saliendo este proyecto. Año tras año veo madurar a esta gente y eso me hace crecer en confianza, a pesar de las incoherencias personales. Veo que tiempos mejores están brotando entre nosotros y te lo dice alguien que ha vivido lo suficiente como para poder dar un juicio que sólo los años pueden dar. Es verdad que la sociedad cambia, pero hemos de estar atentos, para dar respuestas nuevas ante las nuevas situaciones.

—¿Cuáles son los mayores enemigos?

—Yo te lo resumiría diciendo que es la maldad que hay en el interior del hombre. La ambición, el deseo de poder y dominio, el vivir para acumular riqueza, poder o prestigio. Sobre todo, el egoísmo y la soberbia. Son estos los antivalores que van debilitando cualquier desarrollo social. Son gestos que ahogan el crecimiento de la buena semilla que hay en todo ser humano.

Y ¿se avanza?

—Por lo menos se intenta. Pero yo te diría confidencialmente que hay muchas personas que han alcanzado una madurez humana increíble. Esto supone el vivir la verdadera dimensión del hombre libre. Libre de todas las presiones sociales que esclavizan, libres para poner todos sus valores, toda su riqueza personal, al servicio de esta sociedad que entre todos queremos ir construyendo. Aunque para ello se tenga que pasar por renuncias personales.

 Estábamos en este punto cuando oímos que alguien entraba. Yo pensé que sería Marta, pero no, era otra joven. Se llama Elsa y vive con ellas desde hace un mes.

—Resulta que Marta se la encontró en El Hogar de Transeúntes —me contó Dña. María cuando volvimos a quedar solas—. La vio tan mal, que no pudo ignorarla y se acercó con ánimo de atenderla. Es cierto que la ciudad es una de las metas más soñada por los adolescentes fugitivos, pero aquella muchacha parecía necesitarla. La chica tenía unas ansias locas en ser escuchada por cualquier ser humano, y en cuanto Marta se le acercó, notó que era la persona que le iba a ayudar. Por eso no dudó en venirse con ella, a pesar de lo recelosa que estaba ante la sociedad que le había ignorado desde que llegó del pueblo hacía unos cuantos días. Una vez en casa, mientras devoraba un plato de abundante carne guisada, nos confesó que estaba embarazada, pero lo peor de la situación era que el bebé era de su padrastro. De ninguna de las maneras pensaba volver a casa, pues él le había propuesto insistentemente en que abortara, por eso huyó. No quería que su madre se enterar de todo esto. ¡Y sólo tiene 16 años!

Recuerdo que fue a esa edad cuando empecé a trabajar para este proyecto. Fuimos seleccionadas siete jóvenes de las 50 que formábamos el curso, para ser preparadas con el fin de llevar a cabo esta investigación histórica.

Desde entonces, todas mis energías han sido programadas para que esto fuera posible. Además de aprender el idioma, la cultura y costumbres de la gente con la que me iba a relacionar, al menos por el periodo de un año, tuve que adaptarme a su alimentación, a su modo de vestir, de relacionarse… a tantas y tantas cosas que nos diferencian de nuestro vivir presente, hasta el punto de pasarme los dos últimos años encerrada en un laboratorio convertido en una pequeña ciudad de finales del siglo XX, donde se simulaba todo, hasta la polución, que tanto nos ha costado crear y que es una de las cosas que podía ser más peligrosas para mi salud, dada nuestra limpieza atmosférica en el ecosistema que habitamos. Todo esto para evitar mi inadaptación al medio ambiente de esta época histórica.

 Mis otras compañeras fueron poco a poco orientadas para trabajar en los distintos departamentos del proyecto, mientras que yo me iba quedando sola en la tarea de ser enviada a través del tiempo. La verdad es que ha sido un plan duro, pero ahora que estoy aquí, no me arrepiento de haber tenido que pasar por ello. ¡Estoy aprendiendo tanto! Creo que, aunque sólo sea por eso, valió la pena.

Fue en esta época del laboratorio-ciudad, cuando apareciste tú en el proyecto ¿Te acuerdas? Yo acababa de salir del internado femenino, ya estaba preparada para relacionarme con la sociedad adulta. Entonces tú llegaste y comenzamos a trabajar juntos. Creo que desde el principio nos hemos entendido bien y hemos formado una pareja muy sintonizada, a pesar de nuestras discusiones frecuentes, por las diferencias de opinión

—Sí, porque me cuesta mucho cuando te pones tozuda y cabezota.

—¡Jajaja! A estas alturas, pienso que, a pesar de todo, hemos llegado a ser capaces de tolerar mutuamente nuestras diferencias, y todo eso más que distanciarnos nos ha servido a los dos como camino para enriquecernos. ¡Por eso va bien el equipo!


Comentarios

Deja un comentario

Diseña un sitio como este con WordPress.com
Comenzar