Una jornada aconsejando y ayudando 2ª

Juan terminó su información diciéndome:

—Verdaderamente, en estos años Andrés ha ido formando su personalidad. Aquella experiencia espiritual ahondó en los cimientos de su existencia y ha ido madurado profundamente por su relación de amistad con el Señor. Él entró en su vida experimentalmente, compartiendo sus más íntimos sentimientos y motivaciones. Una amistad que va creciendo con los años. Una relación que es inédita en cada individuo y que no es fácil ponerle palabras porque va más allá de lo tangible. Las respuestas vitales de Andrés son dadas desde un estado permanente de su vivir atento ante los intereses y planes que el Señor le va marcando en su jornada cotidiana. Él se sabe amigo y colaborador incondicional por la causa del Señor y como tal actúa siempre.

Por todo esto, tenía muchas ganas de saber personalmente cómo se desenvuelve entre los jóvenes, por lo que esta tarde, antes de que alguien llegara, me las he ingeniado para entrar en la sala donde tiene sus reuniones en el club, y he instalado un mini-casete debajo de su silla, para grabar la sesión con control remoto.

—Buenas tardes. Me gustaría que hoy reflexionáramos juntos sobre nuestra responsabilidad personal de ir mostrando con actos concretos que vivimos lo que decimos. En otras palabras, ser coherentes, actuando según hablamos, pues esta es la única manera de convencer, no con lo que se dice sino con lo que se hace y se vive. Ya sabéis las palabras del Señor que por nuestros frutos nos conocerán. ¿Queremos ser levadura pequeña, silenciosa, pero capaz de fermentar toda la masa? ¿Queremos ser sal que sazona toda la comida sin que se vea, pero que se la echa de menos si está ausente del guiso? Pues esto sólo se consigue teniendo cuidado con ser coherente con los principios que nos han inculcado.

—Pero… ¿qué podemos hacer nosotros tan pocos, un grupo tan pequeño, ante todo un ambiente muchas veces hostil?

—Hay que ser imaginativos y creativos, pero sobre todo hemos de hilar muy fino y tener las antenas del espíritu conectadas permanentemente con nuestro maestro interior. Tened la plena confianza de que cada uno de nosotros lleva en su interior una gran riqueza, aunque no siempre seamos conscientes de ello.

—Esto, no parece muy fácil.

—No digo que lo sea, pero hemos de intentar poco a poco vencer las dificultades, seguros de que hemos sido llamados para ir colaborando en la transformación de la sociedad en la que vivimos, cada uno en su sitio y con las fuerzas que va recibiendo para cada ocasión, por eso nunca dejo de insistir en que el secreto de nuestro poder está en dejar que el maestro interior nos conduzca según sus planes, sin ser nosotros obstáculo, ni pretender ser los protagonistas. Este es el secreto, pues en cuanto queremos dominar la situación con nuestras pobres fuerzas o nuestro corto entender, el fracaso viene seguro.

—Tú lo dices muy convencido ¿verdad?

—Sí que lo estoy. Y si vosotros también creéis firmemente en que esta es vuestra misión y actuáis en consecuencia, poco a poco lo viviréis por dentro y podréis ser sembradores de la semilla de un mundo nuevo.

—¿Tú crees que la gente aprecia nuestro esfuerzo?

—No se trata de que los otros lo aprecien o no. Nuestro actuar no es para ser aplaudido por ellos, sino que nuestra última motivación es vivir intensamente la única vida que vale la pena vivir. Si ellos descubren que esta verdad, no es obra nuestra, sino de aquél que mueve los corazones, pero siempre respeta las de[1]cisiones del hombre, pues lo hizo con el riesgo de elegir y de poder equivocarse, comprenderán. El secreto está en creer que en cada ser humano el Señor interviene llamándonos en nuestra singularidad y en nuestro ser para el otro, en nuestra autonomía y en nuestra dependencia fraterna. Confiad en que su ayuda nunca os ha de faltar. Os aseguro que vale la pena intentarlo.

—Pero a veces no nos entienden y tenemos dificultades.

—Es verdad. Esto que tú nos propones puede ser más o menos sencillo entre nosotros, pero cuando alguien por ahí se pone terco y se empeña en llevarte la contraria o en ridiculizarte… entonces se te calienta la sangre y ya no es tan fácil guardar las formas.

—¿Y qué Luis? Cuando uno no quiere enfadarse, dos no se pelean. ¿Has olvidado esto?

—No, pero…

—Mira, los psicólogos aconsejan contar hasta veinte antes de responder, pero para nosotros la solución la encontramos en recurrir a nuestra fuerza interior, al espíritu de paz y reconciliación que habita en lo más sano de nuestro ser. Si es este nuestro recurso, vendrá a nuestros labios la palabra justa y nuestro ánimo se serenará. Y para que todo esto tenga su fundamento, vamos a escuchar lo que dice el Libro:

—Así que obremos siempre el bien, para que el mundo crea en nuestro mensaje y se anime a buscar la auténtica felicidad que es el fruto de las buenas obras. Estas son las palabras que he recibido hoy para que os las transmitiera.

—Y ¿qué nos aconsejas?

—Voy a leeros el consejo que el propio Libro nos da:

—Perdonad que yo interrumpo —esa soy yo entrando de golpe en la sala—, abajo está Nacho con una chica completamente nerviosa que no pueden dominar. Y él dice que yo subir por pedir ayuda.

—Está bien. ¿Se ha avisado a Santi?

Yo no sé. Yo subo derecho aquí cuando me pidieron que venga.

—¡Rápido! No perdamos tiempo. Vosotros dos localizad a Santi o a Marta, o mejor a los dos. Con esto creo que tenemos que dar por terminada la sesión de esta tarde. Estas experiencias también son una lección práctica.

 (Santi es el psicólogo y Marta la enfermera hija de mi casera) Entramos en el recibidor de la planta baja. La chica estaba incontrolable, todo su cuerpo se agitaba como si estuviera conectada a un cable de electricidad, y a pesar de que dos fuertes jóvenes trataban de sujetarla, se les escurría de las manos. No aparentaba más de catorce años o quizás tendría más a pesar de que era muy menuda y estaba muy delgada, pero en su estado, mostraba una energía impropia de su constitución física. Marta le aplicó una inyección y fue serenándose, aflojándose hasta quedarse dormida. Andrés decidió llevársela a su casa mientras se localizaba a su familia.

—Por toda la información que voy recogiendo de aquí y allá, parece ser que, en esta época histórica, el problema social de la droga, aunque inquietante, comenzaba a tener una vía de solución con una buena información que libraba a los consumidores de sucumbir por ignorancia.

—En este punto tienes que ser honrada y reconocer que gracias al esfuerzo de nuestros dirigentes consumimos esos productos con rigor y conciencia individualizada

—Sí, hemos crecido con el convencimiento de que su consumo moderado es aconsejable, pero no podemos acceder a ello sino a partir de las dosis diaria y personalizada que se nos distribuye en las oficinas de “las necesidades del ciudadano”.

—Con ello se ha vencido la batalla a los problemas del pasado por la adquisición de un producto que se hacía tentador por su ilegalidad y por el rechazo social que sufría el supuesto drogadicto.

—Es verdad. La posibilidad de poder disfrutar del consumo diario de tu propia droga, con la garantía del conocimiento de sus efectos, hace que la tomemos como una necesidad para obtener el equilibrio psico-físico, como cualquier otro medio, para mantener las energías y el control personal, pero aun con el riesgo de poder abusar, siempre es mínimo el conflicto.

—Sí, es rarísimo ahora el llegar a necesitar una atención hospitalaria por adulterio del producto y el número de muertes por reacción aguda a la ingestión voluntaria de una droga inadecuada es prácticamente inconcebible.

—Bueno, siempre habrá excesos, y si te quieres suicidar por ese medio, tiene que ser algo premeditado, como acumular las dosis diarias e ingerirlas de golpe, pero este es un medio como otro de terminar con tu vida.

—Es verdad, pero tienes que reconocer que, ante realidades que consideramos ajenas a nosotros, reaccionamos de manera más fría y cerebral que cuando sentimos la amenaza próxima a nuestra inmediata realidad, porque lo lejano no nos afecta psicológicamente.

—Estoy de acuerdo plenamente, por eso, el hecho de sentirme sumergida en este contexto histórico hace que me vaya identificando con sus problemas y preocupaciones.


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